Pragmatismo epistemológico leibniziano

September 5, 2017 | Autor: Leticia Cabañas | Categoria: Gottfried Wilhelm Leibniz
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Leticia Cabañas (Madrid)

Pragmatismo epistemológico leibniziano

Traducción al español de: “Pragmatisme épistémologique leibnizien”, IX Internationaler Leibniz-Kongress, Natur und Subjekt, eds. H. Breger, J. Herbst y S. Erdner, Vorträge 1. Teil, Hannover (2011), pp. 151-57.

Habría que meditar sobre el alcance y naturaleza del racionalismo normalmente atribuido a Leibniz, un filósofo clasificado como el racionalista por excelencia, al insistir en el uso riguroso de la razón para alcanzar verdades ciertas con las que desarrollar su metafísica1. Está siguiendo con ello la tendencia predominante de su tiempo: las definiciones precisas de todos los términos son un sine qua non para un discurso científico y filosófico riguroso. El conocimiento adecuado es el análisis llevado hasta el final. La modernidad situó en primer término a la ratio matemática, la ratio calculadora. Por la admirable fecundidad que proporcionaba el instrumento matemático en la constitución de la nueva ciencia, la argumentación racional vino a basarse en modelos matemáticos. Leibniz pensaba igualmente que la certeza de las matemáticas podía extenderse a otros ámbitos2, y trató de reconducir la actividad del pensamiento lógico con la ayuda de una especie de cálculo, buscando obtener un sistema de proposiciones que tomase como modelo los Elementa de Euclides. Ante la esterilidad del instrumento lógico tradicional, las tentativas de matematización de la lógica no resultaron infrecuentes en la época moderna, Pero la perspectiva proyectada por Leibniz sufre una inversión: se trata de apuntar a una logicización de la matemática. Es decir, en la matemática considera no sólo el aspecto cuantitativo, sino también el estructural y formal. La Matemática Universal leibniziana es la “ciencia de las formas”, una anticipación genial respecto a la “pura matemática” que comenzará a delinearse en el siglo XIX, anunciando la problemática matemáticológica contemporánea. Una certera visión que no logró impedir el aislamiento histórico de la lógica de Leibniz, debido en parte a la reacción de Wolff y del Kant precrítico, que 1

“Scribenda est Metaphysica accuratis definitionibus ac demonstrationibus…”, Quod Ens perfectissimus sit possibile, noviembre 1676 ? (A VI, 3, 573). 2 “Et si quelqu’un vouloit écrire en mathematicien dans la Metpahysique ou dans la morale rien ne l’empecheroit de le faire avec rigueur…”, NE IV, 2, 29, 12 (A VI, 6, 260).

no entendieron la dimensión lógico-matemática de la combinatoria y de la característica leibnizianas, rechazándolas como instrumento de penetración en la estructura de lo real. En el De arte combinatoria el joven Leibniz había aplaudido la tesis de Hobbes quien afirmaba que la argumentación filosófica y científica es asimilable a un cálculo3. Efectivamente, enfrentado a la necesidad de elaborar un modelo alternativo de representación mental, planteó Hobbes en Computatio sive lógica una nueva arquitectura de la mente y de sus funciones: el razonamiento es un cálculo que consiste en la manipulación mental de signos lingüísticos. El álgebra de Viète le sirvió también a Leibniz como modelo de referencia para su Característica, aportándole la clave para crear un diferente proyecto de cálculo mental. Descartes había ya auspiciado una “matemática universal” en donde el álgebra representaba el aspecto preponderante. Al aplicar el álgebra a la geometría pasó a convertirse en el promotor del álgebra moderna, tenida por él como la ciencia más sublime. La confrontación de Leibniz con Descartes se produce en las Animadversiones in partem generalem principiorum cartesianorum (1692). Afirma aquí Leibniz que no hay que confundir el álgebra con la auténtica lógica4, debiendo quedar la primera subordinada a la combinatoria. En el De arte combinatoria menciona Leibniz al filósofo español Ramon Lull (1235-1316) como un valioso precursor. La lectura del Ars Magna de Lull, un complicado aparato mecánico que combina letras y conceptos ordenados en círculos en vistas a ofrecer un sistema válido para todos los conocimientos, estimuló las primeras meditaciones de Leibniz sobre una ciencia universal, el marco arquitectónico de referencia en cuyo interior cada una de las ciencias particulares sirven para clarificar al resto. Sin embargo, según Leibniz el trabajo de Lull dejaba mucho que desear. La combinación de seis clases, cada una de ellas con nueve elementos, a partir de las cuales intentaba Lull obtener todas las proposiciones posibles, por su misma arbitrariedad no resulta apta para constituir las ideas simples de la realidad y del conocimiento5. De todas formas, la crítica leibniziana a Lull apunta a la realización y no a su principio inspirador. De modo que se puede decir que Leibniz es lulista por la importancia que la combinatoria reviste para su pensamiento. Pues está siguiendo la idea fundamental del 3 “Profundissimus principiorum in omnibus rebus scrutator Th. Hobbes merito posuit omne opus mentis nostrae esse computationem…”, A VI, 1, 194. 4 A Tschirnhaus, 17 de octubre 1684, N. 247 (A II, 1, 861). 5 “…l’art des combinaisons. Ce seroit sans doute une belle chose, que l’art de Lulle si ces termes fondamentaux Unum, Verum, Bonum, Bonitas Magnitudo Duratio Potentia, Sapientia, Voluntas, Virtus, Gloria n’estoient pas vagues et par consequent servoient seulement à parler et point du tout à decouvrir la verité”, C 177.

lulismo: la combinación de unas pocas ideas simples, de unos cuantos elementos, origina un todo complejo de razonamientos. El ars characteristica, el verum organum de la Scientia generalis, juega un papel central y a la vez problemático, al pretender un análisis total de los conceptos. Así es, pues Leibniz pretendía que todo concepto pudiera ser definido6 y toda proposición probada, lo que para Pascal se situaría más allá de la capacidad humana. Aduce este último que debido a la situación especial del hombre entre la nada y el infinito, se ve privado de llegar al último conocimiento de las cosas. Pues el principal límite de la razón humana es su finitud frente a la infinita complejidad de lo real. Pero lo que está buscando Leibniz es reducir lo infinito a lo finito7. Según él, la razón es perfectamente capaz de superar los límites que la imaginación busca imponer. Piensa que siempre podremos llevar los límites de nuestro análisis más allá. El saber humano no se presenta nunca como definitivo, fijado, incuestionable. Desde el inicial período de Maguncia sabe ya Leibniz que no podemos conseguir ningún conocimiento completo deductivo de todas las cosas Y al inicio de su estancia en Hannover se mostró cada vez más reticente respecto a la posibilidad de identificar las nociones simples fundamentales que no pueden reducirse a otras8. Hay límites al proyecto del hilo característico de los pensamientos. El límite de la complejidad lo marca la finitud de nuestras mentes, que hace indispensable el uso de símbolos, la cognitio symbolica por la que cada idea primitiva queda representada gráficamente por un carácter. Leibniz va a hablar en lo sucesivo de conceptos que si bien no son absolute primae, son al menos secundum nos primae9. Afirma la necesidad de una ayuda mecánica, y pone énfasis en el aspecto formal del pensamiento. Lograr el conocimiento mediante combinaciones de signos es un aspecto esencial de la característica leibniziana frente al que el Kant precrítico se mostrará irónico: tantas grandilocuentes promesas de un arte combinatoria que ha dado tan pocos resultados. Tampoco los contemporáneos de Leibniz dieron prueba de entusiasmo ni comprensión por sus investigaciones. El propio duque de Hannover se mostró escéptico ante las maravillas propuestas por Leibniz en su proyecto de 6 “Definitio autem ideae alicuius compositae in partes suas resolution est; quemadmodum demonstratio nihil aliud quam veritatis in alias veritates jam notas resolution est”, A Conring, 19 de marzo 1678, N. 168 (A II, 1, 597). 7 “Quod mihi videtur esse, jus ex infinito finitum reddere”, A Placcius, julio 1678, A II, 1, N. 182 (A II, 1, 635). 8 “De protonoematis simpliciter sive de his quae per se concipiuntur saepe cogitari, quanquam enim putem difficile esse, ut tale quiddam ab hominis distincte satis enuntietur, possumus tamen de illis ratiocinari, supponendo quasi ea enuntiassemus…”, A Vagetius, 2 de diciembre 1679, N. 218 (A II, 1, 718). 9 C 220-21. A la lista de tales conceptos Leibniz la sigue llamando “alfabeto de los pensamientos humanos”, el cuadro de todas las ideas simples irreductibles al análisis.

realización de una characteristica universalis. Sin embargo Leibniz nunca vaciló en su fe respecto a su ambicioso proyecto, una de las piezas de su monumental utopía racionalista. Proyecto que inevitablemente fracasó, quedando para la posteridad sus valiosas ideas no publicadas. Por otra parte, el racionalismo aplicado a Leibniz no consiste en someter toda verdad a un more geometrico, pues ello implicaría introducir todo lo real en el campo de la matemática y de la razón demostrativa. Pensaba Leibniz que era posible organizar toda la Enciclopedia matemáticamente, pero al tratar de adaptar el orden matemático a la función inventiva de la Enciclopedia, llegó a algo completamente distinto del método axiomático tradicional. Es cierto que todas las disciplinas pueden tratarse por el mismo método: sólo son válidos los argumentos in forma10. Pero ¿qué forma reconoceremos como válida? Pues sucede que el método general no es operativo bajo ciertas condiciones en que el acercamiento a las cosas debe hacerse desde un ángulo diferente. Por lo que la racionalidad de Leibniz no puede reducirse únicamente a los procesos calculatorios deductivos. Es preciso tener una imagen global del racionalismo de Leibniz, un filósofo plural que ve el mundo como constituido a partir de múltiples niveles y por tanto irreductible a un solo componente. En él la razón teórica se guía por las necesidades de la razón práctica. Y tampoco hay que entender la naturaleza fenoménica como divorciada de todo acercamiento racional al entendimiento, en cuanto que la razón práctica logra clarificar sus objetivos gracias a la razón teórica11. Leibniz siente la necesidad de conjugar teoría y práctica, de acuerdo con su divisa Theoria cum Praxi. En todas las ciencias se establece una estrecha conexión entre métodos deductivos y empíricos. Se hace necesario expandir la lógica. Posee Leibniz un concepto amplio de forma, para él no hay una sola forma, no hay un solo racionalismo leibniziano, sino una variedad de racionalismos. Su investigación lógica presenta una variedad de aspectos. En la década de 1680 madurará su pensamiento tomando su forma definitiva. Y entre 1679 y 1686 renuncia al proyecto lógico tan estrechamente conectado con la combinatoria aritmética de la obra juvenil. En carta a Malebranche de 22 de junio a 2 de julio de 1679, habla Leibniz de la importancia incuestionable de una demostración rigurosa en su pensamiento, pero añade que es también necesario adoptar estrategias no 10

“…je soutiens qu’à fin de raisonner avec évidence partout, il faut garder quelque formalité constante”, GP IV, 294. “…si quelque chose de plus haut, et que l’intelligence seule peut fournir, ne venoit au secours de l’imagination et de sens”, Lettre touchant ce qui est independant des sens et de la Matiere, G VI, 501.

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ortodoxas12. Termina por incluir en el ámbito de la racionalidad unos procedimientos que no llevan necesariamente a la certeza13. Con ello se sitúa frente a la exigencia de Descartes de aceptar como verdadero sólo lo que sea absolutamente cierto. Luego la estrategia epistemológica leibniziana es la opuesta a la exigencia cartesiana de eliminar todas las creencias dudosas como precondición para establecer fundamentos seguros en el conocimiento. Está persiguiendo Leibniz una razón más humilde, que no ofrece una certeza absoluta. Para evitar una confianza excesiva en la razón, se hace necesario una racionalidad que comprenda algo más que la sola razón demostrativa-calculatoria, aunque sin abandonar, no obstante, la idea de fondo inspirada por el De arte combinatoria. El rico arsenal leibniziano de diferentes formalismos no permite la reducción a la estrecha concepción de la forma lógica. Lo que hace la Ciencia General es integrar los varios procedimientos epistemológicos, y en donde la demostración matemática es sólo un caso particular de argumentación14. En realidad, para Leibniz el término “formal” incluye todo tipo de procedimientos sistemáticos. Integra elementos de varias fuentes como herramientas o métodos probatorios para asegurar el conocimiento de las verdades, a las que se llega por una variedad de vías, no sólo lógicas, sino que también son utilizables los componentes retóricos, que adquieren un papel central en la búsqueda de representaciones con sentido. Se trata de liberarse progresivamente de la concepción del cálculo lógico que muestra una subordinación demasiado estrecha al modelo aritmético y algebraico. Se ajusta ahora Leibniz a un plan racional mucho menos ambicioso, pues es consciente de que no es posible suprimir la contingencia. Lo que quiere es “etendre le calcul à des matieres, qu’on en a jugé jusqu’icy tout à fait incapables”15. Para ello son necesarios unos métodos diferentes de razonamiento y argumentación no subsumibles bajo la noción de recta razón inspirada por el ideal analítico-deductivo. Al reinventar la lógica con objeto de tratar los argumentos no estrictamente demostrativos, las reglas de la conclusión deben enriquecerse con formas no silogísticas, medios no calculatorios. Hay que abrirse a aspectos más dialécticos y menos formales aplicables al conocimiento empírico, aunque ello no quiere decir que Leibniz niegue totalmente los 12

“…cela m’a fait entrer dans l’interieur des choses par une autre porte, et decouvrir des nouveaux pays…. celuy qui prend un chemin de travers, mêmes au hazard de s’égarer, pourra plus aisement rencontrer des choses inconnues aux autres voyageurs”, A Malebranche, 2 de junio 1679, N.207 (A II, 1, 726). 13 Marcelo Dascal (ed.), Leibniz. The Art of Controversies, Springer, Dordrecht, 2006, p. LXVI-LXVIII. 14 El cálculo es “…toute notation qui represente le raisonnement, quand elle n’auroit point de rapport aux nombres”, A Thévenot, 24 de agosto 1691 (A I, 7, 356). 15 Ibid.

estrictos procedimientos deductivos para las ciencias no demostrativas. Por el contrario, se esforzó intensamente en desarrollar un acercamiento metodológico racionalista a la experiencia. Contra los escépticos perseguía una aplicación de los métodos racionales a las ciencias experimentales, y toda su vida trabajó en el proyecto de una extensión de los métodos y procedimientos racionales a las áreas empíricas del conocimiento, a la verdad contingente. De lo que se trata es de extender los procedimientos metodológicos a todos los ámbitos del conocimiento humano, incluyendo las verdades contingentes. Adopta Leibniz soluciones pragmáticas cuando se enfrenta a problemas que no pueden ser solucionados por otros medios. El acercamiento pragmático se basa en la fecundidad y coherencia de los resultados y no en demostraciones rigurosas. En su interesante discusión con el escéptico contemporáneo Foucher, quien intentaba cuestionar la capacidad de nuestra razón, mostró Leibniz su gran aprecio por las hipótesis, un modo general de mediar entre el conocimiento estrictamente teórico y el menos cierto conocimiento empírico, el instrumento que permite una estrecha conexión metódica entre verdades deductivas y empíricas16. Con las hipótesis se comienza in medias res. No hay que clarificar totalmente los fundamentos antes de proceder, sino que se aprovechan las estructuras conceptuales existentes para poder progresar. En su esfuerzo por ampliar el conocimiento humano, acepta Leibniz las verdades hipotéticas como método probatorio17. Es cierto que el uso de los enunciados hipotéticos no constituye un nuevo método que Leibniz haya desarrollado para las ciencias experimentales, pues las verdades hipotéticas cuentan con una larga tradición en el ámbito de la demostración, siendo su validez bien probada en las matemáticas. Pero tal concepto se convierte en él en fundamento general para el acercamiento racionalista a una epistemología de la experiencia. Esta concepción generadora de las verdades hipotéticas como instrumento para extender el conocimiento humano como ciencia estricta a los campos del conocimiento sensorial e histórico, fue posteriormente desarrollada más sistemáticamente por Christian Wolff y sus discípulos. Las verdades y juicios hipotéticos se utilizan como puente provisional que sirva de enlace entre los estrictos métodos y procedimientos de las ciencias demostrativas y las ciencias experimentales. Gracias a las hipótesis es posible aplicar métodos racionales 16

Ursula Goldenbaum, “Reason light? Kritische Anmerkungen zu einer neuen Leibnizinterpretation”, Studia Leibnitiana, Bd. 36 (2004), p. 14. 17 “Mais en matiere de connoissances humaines il faut tacher d’avancer, et quand meme ce ne seroit qu’en establissant beaucoup de choses sur quelque peu de suppositions, cela ne laisseroit pas d’estre utile, car au moins nous sçaurions qu’il ne nous reste qu’a prouver ce peu de suppositions pour parvenir à une pleine demosntration, et en attendant, nous aurons au moins des verités hypothetiques, et nous sortirions de la confusion des disputes; c’est la methode des Geometres”, A Foucher, agosto 1686, N. 16 (A II, 2, 88).

seguros a nuestro conocimiento de la percepción sensorial. Son ellas las que pueden ofrecer una explicación teórica consistente del fenómeno sensorialmente percibido. Pues poseen una función heurística, porque de las verdades hipotéticas se pueden seguir estrictos procesos deductivos y construir teorías a partir ellas, siempre que no surja una contradicción. No se pierde sin embargo el requisito del rigor, característico del método demostrativo, pues las conclusiones que se deducen de lo asumido deben ser rigurosamente demostradas. En definitiva, de una verdad hipotética se pueden obtener estrictas consecuencias deductivas. El empeño de Leibniz en expandir el papel de la lógica y las matemáticas quedó intensificado tras su encuentro en París con la obra de Pascal sobre el cálculo de probabilidades18. Pascal había propuesto algunas soluciones al famoso “problema de los puntos” que el Caballero de Meré planteó a Huygens, a Fermat y a Leibniz mismo, sobre cómo dividir equitativamente la apuesta cuando dos jugadores tienen que parar el juego en un número de jugadas predeterminadas19. De las soluciones planteadas en la correspondencia entre Fermat y Pascal de 1654, Leibniz obtuvo toda la información que necesitaba para establecer los fundamentos de su propio cálculo de probabilidades, que de hecho consiste en una generalización de los teoremas de Pascal, y que recoge en su más importante trabajo sobre el tratamiento matemático de la probabilidad, el De incerti aestimatione de 1678, en donde se interesa en la aplicación del tratamiento matemático de la probabilidad. Pero como es habitual en Leibniz, modifica la información recibida aportando una solución diferente al considerar la probabilidad en términos de grados de prueba, como una escala de razones con diferente peso argumentativo, y no como frecuencias matemáticas. El mayor peso es capaz de determinar la decisión. Los grados de prueba pueden ser determinados demostrativamente. Por primera vez aparece la definición de la probabilidad desde un ángulo diferente, en términos de casos igualmente posibles, de grados de posibilidad “probabilitas est gradus possibilitatis”. La probabilidad puede reducirse a grados de probabilidad, siguiendo la técnica de la continuidad, el analysys gradaria, que muestra un crecimiento o decrecimiento del grado de probabilidad20. Leibniz tiene interés en una lógica aplicada, dándole una importancia práctica al cálculo de probabilidades. Para superar la dificultad de adaptar las proposiciones 18

Leibniz había entrado en contacto con el pensamiento de Pascal a través de Arnauld, quien le puso en relación con los círculos jansenistas. Estudió los manuscritos de Pascal sobre las probabilidades gracias a las hermanas de Nicole y Pascal, Señoras de Saint-Amour y de Roannez. 19 Reponse à l’article Rorarius, GP IV, 570. 20 Mathesis universalis. Praefatio, GM VII, 51.

singulares al orden a priori desarrolla una teoría del razonamiento probabilístico, una nueva lógica probabilística o arte de las conjeturas. Está destinada a la investigación científica inductivo-empírica, pues quiere Leibniz una fundamentación teorética de las ciencias experimentales, históricas. Se trata de hacer de la probabilidad una nueva lógica aplicable a ámbitos hasta ahora sólo tratados mediante rigurosas herramientas racionales21. La lógica de la probabilidad no es una lógica rigurosa de tipo formal, pero busca poner límites a la infinita conexión de los fenómenos. El tratamiento riguroso de las probabilidades le sirve a Leibniz para superar las limitaciones del método puramente deductivo, un método sólo aplicable a cuestiones sometidas a una estricta necesidad, es decir, al ámbito de las verdades eternas22. Se propone desarrollar una nueva lógica de lo probable con un peso grande en lo intuitivo, en lo empírico, frente a la otra lógica de la necesidad absoluta. Una extensión de la lógica que cubra también las inferencias no necesarias, que aporte una “statera probationum,

praesumtionum,

conjecturarum,

indiciorum”23.

Una

evaluación

probabilística que “inclina sin necesitar”. La valoración de los grados de probabilidad sigue un modelo no numérico, el modelo de la balanza en el que las razones no son “numerandas sed ponderandas”. La nueva lógica no contabiliza las razones, sino que las pesa. Resulta insuficiente el computar razones, hay también que pesar las razones en una trutina rationis o balanza de la razón24, de acuerdo con el proverbio romano “rationes non ese numerandas sed ponderandas25. Una metáfora central en Leibniz, que siempre sintió la necesidad de emplear metáforas y analogías, y que está presente en numerosos textos escritos a lo largo de toda su vida. La utilización de la metáfora de la balanza aparece por primera vez en 1670-71, en los Commentatiuncula de judice controversiarum y se mantiene hasta los textos tardíos como la carta a Thomas Burnett de febrero de 1697, donde habla Leibniz de la 21 NE IV, 16, 9 (A VI, 6, 466). Cf.: “Neantmoins il ne faut pas perdre courage. Il y a un moyen de se garantir des erreurs dont ces Messieurs [los escépticos] n’ont pas daigné de se servir; cela auroit fait tort à la grandeur de leur esprit, au moins en apparence et chez le peuple… C’est en un mot, de ne faire des arguments, qu’in forma… C’est pour quoy je soûtiens qu’afin de raisonner avec evidence par tout, il faut garder quelque formalité constante… Mais pour determiner cette forme qui ne feroit pas moins en metaphysique, en physique et en morale, que le calcul ne fait en Mathematiques, et qui monstreroit même les degrés de probabilité, lors qu’on ne peut raisonner que vraisamblablement, il faudroit rapporter icy les meditations que j’ay sur une nouvelle characteristique ce qui seroit trop long”, A la condesa palatina Elisabeth ?, noviembre 1678, N. 187b (A II, 1, 665-66). 22 Marcelo Dascal, op. cit, p. XXXIII-XXXV. 23 GP VII, 201. 24 “…veritatem quasi in balance expenderemus…”, Elementa rationis, 1686, A VI, 4, 719. La imagen de la balanza era un lugar común en las controversias religiosas posteriores a la Reforma. En los grabados de la época aparece esta imagen para mostrar el peso superior de la Biblia frente al aparato litúrgico de la Iglesia Católica y para promover el ideal protestante de interpretación de la religión por las solas Escrituras –sola Scriptura. 25 A Wagner, G VII, 521.

necesidad de “une méthode certaine” para “peser la force des raisons”26. El empleo de la metáfora de la balanza en la filosofía de Leibniz es una clave importante para entrar en el universo de la pragmática y de la teoría de la argumentación leibnizianas. La “balance de la raison” es un instrumento útil para la argumentación y la demostración aplicadas al cálculo de probabilidades y a numerosos tipos de razón difícilmente cuantificables. Un instrumento heurístico que estima el valor de los elementos demostrativos referidos a lo cualitativo. Un útil intelectual para ponderar y pesar las razones, en donde no es necesario alcanzar la certeza demostrativa, sino sólo juzgar si las razones pesan más en un sentido o en otro27. Otra noción estrechamente ligada a la de la balanza de la razón es la del “juez de las controversias” –judex controversiarum– con una significación muy precisa en el “arte de la controversia” de Leibniz y que se inscribe en un vasto contexto teológico. No es una noción inventada por Leibniz, sino que forma parte del vocabulario de las controversias teológicas desde la Reforma. Designa la autoridad que para los protestantes tiene la potestad de interpretar las Sagradas Escrituras, el derecho de decidir en los debates sobre los dogmas de la religión cristiana. Para Leibniz la balanza de la razón es ese juez, pues ninguna otra autoridad más que la forma misma de la argumentación puede asegurar la resolución de una controversia científica o filosófica28.

26

A Burnett, 1/11 de febrero 1697 (GP III, 194). GP VII, 521. 28 Mogens Laerke, recensión de Marcelo Dascal, The Art of Controversies, en: Dialogue. Canadian Philosophical Review, vol. 48, nº 1, marzo 2009, p. 205-208. 27

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