Praxis, Adorno

June 5, 2017 | Autor: Daniel Jiménez | Categoria: Critical Theory, Marxism, Theodor Adorno, Historical Materialism, Negative Dialectics
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Praxis, Adorno

El concepto de praxis en Adorno no está desconectado del problema de su relación con la teoría ni de la crítica de la pseudopraxis dominante de su época.
El problema de la relación entre teoría y praxis se retrotrae al problema del sujeto-objeto. La ratificación cartesiana de la dicotomía sujeto-objeto originó la ruptura que aísla y antagoniza teoría y praxis, trayendo consigo el problema de su relación. Aislado uno de otro el sujeto pierde toda experiencia del objeto, haciéndolo corresponder pasivamente con las determinaciones que se le imponen, mismas que aparecen como siempre arbitrarias en tanto que se ha anulado la posibilidad de notar sus mediaciones objetivas, en tanto que al sujeto sus determinaciones le vienen del objeto, al privarlo de éstas él mismo se priva de la posibilidad de determinar al objeto más allá de categorías prefabricadas y vacías. Esta arbitrariedad da la sensación de falta de suelo. La acción realizada por un sujeto aislado en sí mismo, privado de cualquier experiencia del objeto, es pseudopraxis.
La consciencia de esto tiende a generar la voluntad de romper violentamente el aislamiento, el sistema, dando patadas de ahogado la pseudopraxis desesperada está condenada a priori al fracaso. Bajo el predominio de la praxis falsa la teoría ya sólo cumple una función re-constructiva. Sometida a la concretud aparente de la sociedad ve reprimida su impulso de trascender lo dado inmediatamente. Al pensarlo todo en función de la práctica proscribe la posibilidad de experimentar un objeto no reducido a utensilio, es decir, impide la experiencia del objeto de la que haría menester una praxis transformadora. La praxis sin teoría tiene su momento de verdad en que objetivamente la teoría ha devenido impotente, sin embargo, su rechazo a la teoría coadyuva a la reproducción de esa impotencia. La teoría no puede someterse sin más a la praxis porque al servir a fines impuestos ideológicamente, sin mediación reflexiva, anula toda posibilidad de ser verdadera. El espíritu de la pseudopraxis es deliberadamente anti-teórico. No obstante, la teoría no reducida a ordenación de datos o a componente técnico, es decir, no subordinada a la praxis dominante, es potencialmente praxis liberadora. La atención al objeto, a la situación objetiva mantiene a raya las pretensiones ideológicas impuestas arbitrariamente al objeto
La antítesis entre teoría y praxis suele sacarse a cuento argumentando la inmoralidad de demorarse en debates teóricos cuando afuera hay problemas que necesitan ser atendidos con urgencia. La conexión del problema de teoría y praxis con el ámbito ético se presenta como legitimación moral de la represión colectiva, de la supresión de lo individual a favor de lo universal, de la condescendencia como arquetipo de lo bueno, a fin de cuentas de lo no-idéntico en aras de la identidad. La reflexión moral de la relación teoría-praxis resulta irrelevante cuando las acciones individuales no tienen peso alguno contra el dominio de las relaciones objetivas. La pseudopraxis dice ser llevada a cabo por individuos autónomos y libres que sólo existen en la ideología, concretamente el individuo pasa por procesos de instrumentalización que impiden articular una subjetividad sólida.
La praxis se exime de la autocrítica teórica para asegurar su reproducción, su autoconservación, en contraposición a ella la praxis real aspira a su eventual supresión, a alcanzar un estado de cosas donde ella ya no fuera necesaria, este es el momento utópico de la reflexión adorniana sobre la praxis. La lógica de la autoconservación deviene falsa cuando ella siendo simple medio para la conservación de la humanidad, para la autorreflexión liberadora que devendría en una situación justa se absolutiza como fin en sí misma, la estructura social se conserva en aras de sí misma en lugar de conservarse o modificarse en función de las necesidades que esta estructura debería cubrir.
La praxis teóricamente informada querría escapar a la barbarie, no por afinidad subjetiva con el pacifismo, sino porque la violencia, usada como vía rápida o atajo, está inextricablemente enredada a la reproducción de la situación que habría que cambiar. La práctica pseudorrevolucionaria encubre la imposibilidad técnico-militar de la revolución, no socava dicha posibilidad. La violencia romantizada y propuesta como vía directa a la transformación disimula la idiotez de intentar contraponerse a los tanques con barricadas. La oposición deliberadamente violenta es absurda. La dialéctica no pretende ser táctica ni estrategia, no se concentra pragmáticamente en cuál sería el siguiente paso.
La prelación ideológica de la praxis, de la táctica, reduce a utensilios a las personas mismas, esto se constata en que el dogmatismo imposibilita el diálogo, la discusión, no se escucha al interlocutor sino que sólo se espera a que calle para sacar alguna réplica ya automatizada y que en tanto mecánica ya no es pensamiento real, no tiene más fin que el adoctrinamiento del otro, la discusión deviene espacio de promoción de la doctrina, rechazando el libre pensamiento que promueve su ideología moral. La crítica de la praxis ideologizada es la crítica de lo falso. La crítica reaccionaria de la ideología, por su parte, es la crítica de cualquier discurso por estar motivado por intereses individuales, es puro intento de desenmascarar una argumentación pro domo, simple reductio ad hominem, lleva a la descalificación de ciertas prácticas pero no a la transformación de estas.
La mera reflexión no puede establecer la unidad entre teoría y praxis de un modo inmediato así como no se puede afirmar sin más la identidad entre sujeto y objeto. La separación entre teoría y praxis no debe eliminarse sin más, la teoría que quisiera transitar inmediatamente a la praxis coincidiría con la tendencia tecnócrata-positivista, con la tecnificación total del pensamiento. La transición fluida de la teoría a la praxis o viceversa es imposible, entre ellas hay discontinuidades insalvables, la exigencia de la tal transición responde de antemano a las exigencias de la praxis falsa. Como ya se dijo, la teoría plegada pasivamente a dictámenes pragmáticos es inevitablemente falsa. La praxis que sólo obedezca indicaciones teóricas no es más que la práctica de una doctrina. Sólo en la articulación dialéctica de sus contradicciones se puede llegar a algo. Dialécticamente, la praxis liberadora sólo puede pensarse cuando el pensamiento mismo queda liberado de la exigencia dogmática de ser práctica.


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