Prólogo a Marx y Engels de David Riazanov

June 4, 2017 | Autor: Juan Dal Maso | Categoria: Marxism, Historical Materialism, Marxismo
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Presentación La praxis revolucionaria de Marx y Engels y su actualidad Christian Castillo y Juan Dal Maso

La crisis capitalista mundial en curso desde el año 2008, y hoy con epicentro en la Unión Europea, ha generado, sobre todo en la juventud, la búsqueda de alternativas a este sistema basado en la explotación y la opresión. No es casual. Son los jóvenes los que han desencadenado los procesos que llevaron a la caída de dictaduras como la de Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto, donde las multitudes colmando la Plaza Tahrir se transformaron en símbolo mundial de la resistencia a la opresión. También la juventud fue el componente central de los “indignados” españoles y del movimiento Occupy Wall Street en EE.UU., y es la generación de los “sin miedo” la que viene protagonizando la gran lucha por la educación gratuita en Chile. Más recientemente, la juventud es la protagonista del movimiento “Yo soy 132” en México, denunciando la complicidad entre las oligarquías políticas gobernantes y las cadenas multimediáticas. En amplios sectores comienzan a fermentar las ideas anticapitalistas. Como parte de este proceso se encuentra el regreso al interés en la obra de Marx. Libros como El capital y el Manifiesto Comunista han recobrado popularidad, al punto de transformarse 9

en un éxito editorial1. Vuelve a abrirse el debate sobre la necesidad de una perspectiva anticapitalista y Marx (y el marxismo) son una referencia ineludible2. En este marco, la reedición de este libro apunta a ofrecer a los lectores, jóvenes y trabajadores/as, un material que se encuentra entre los mejores para una primera aproximación a la vida y la obra de Marx y Engels, destacando la vinculación entre la teoría, el programa y la estrategia que desarrollaron con el movimiento social de la clase obrera. El trabajo de Riazanov es un clásico de la literatura de divulgación marxista. Y lo es por varios motivos. En primer lugar por la destacada trayectoria del autor como investigador y propagandista. En segundo lugar por su forma de aplicar el método del materialismo histórico a la narración de la propia conformación del marxismo como teoría y movimiento político y social. Por último, porque permite un conocimiento bastante exhaustivo de la actividad militante de Marx y Engels desde los orígenes del marxismo hasta la disolución de la I Internacional, los últimos años de Marx y la labor posterior de Engels hasta su muerte. Este último aspecto es para destacar, dado que por obra del academicismo, el costado militante de la actividad de Marx se ha secundarizado o directamente mantenido en el olvido durante las últimas décadas, 1 Ver por ejemplo José María Ridao, “Un fantasma vuelve a recorrer Europa” (El País, 5-06-2012) y Stuart Jeffries, “Why Marxism is on the rise again” (The Guardian, 4-07-2012). 2 Es a este contexto abierto por la crisis capitalista internacional que responde también la publicación en nuestro idioma de Marx ha vuelto, del fallecido Daniel Bensaïd, y Por qué Marx tenía razón, de Terry Eagleton.

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construyendo una imagen de Marx como un teórico separado de la organización concreta de la clase obrera. Y en realidad, el rol militante de Marx no es un aspecto más, dentro de muchos otros, sino que es un punto central para la comprensión de su obra. Si para entender el cuerpo teórico del marxismo es necesario tener en cuenta su unidad teórica como teoría de la revolución, esta unidad no se explica sino por un nexo teoría-práctica que se consuma en la praxis revolucionaria de Marx y Engels, dedicada a la lucha por la emancipación de la clase trabajadora. Como dice Riazanov en su prólogo, las conferencias dictadas por él en la Academia Comunista de Moscú, que conforman el presente volumen, fueron dadas para jóvenes y obreros que tenían algún conocimiento previo tanto del tema como del modo de abordarlo del autor. Sin embargo, el hecho de que para simplicar su exposición el autor haya prescindido de citas, notas de pie y otras formas de erudición que suelen complicar la lectura de los textos, permite contar con un material de lectura accesible a jóvenes y trabajadores que recién se inician en el abordaje de textos marxistas. En este prólogo intentaremos resumir los puntos principales que hacen a su vigencia y a su vez pueden servir como una guía de lectura. Una comprensión “materialista histórica” de la biografía de Marx y el surgimiento del marxismo Inicia Riazanov su exposición con la siguiente advertencia metodológica: 11

“Voy a tratar un tema puramente histórico al mismo tiempo que asigno una tarea teórica, ya que Marx y Engels, los maestros cuya historia referiré, interesan como autores de la concepción materialista de la historia y creadores del socialismo científico, por lo que quisiera hacerlo empleando su propio método, aplicando esa misma concepción”.

Este será en lo sucesivo el núcleo metodológico de la exposición de Riazanov. A diferencia de los diversos enfoques en biografías y reconstrucciones históricas sobre Marx y Engels y el marxismo que abordan los mismos desde el punto de vista de la historia de las ideas, Riazanov sostiene: “El hombre es producto de un medio histórico determinado. Un genio que aporte una novedad lo hará sobre la base de lo existente. No puede surgir de la nada. En consecuencia, si se quiere precisar el genio, el grado de originalidad de un hombre, ha de tenerse por lo menos una idea aproximada de lo que ya existía, del desarrollo alcanzado por el pensamiento humano y la sociedad en el momento en que aquel comenzó a formarse, es decir, a sufrir la influencia del medio ambiente. Así, para comprender a Marx –y aplicaremos aquí prácticamente su propio método– será necesario considerar la influencia del medio histórico sobre él y Engels”.

Es desde este punto de vista que Riazanov relata cómo Marx y Engels, ambos nacidos en la zona de Renania, que sufrió como pocas la influencia de la política francesa en Alemania, fueron asimismo conmovidos por los procesos de convulsión social de 12

1830 y 1831, que a su vez fueron consecuencia de la gran Revolución (burguesa) francesa. Entrelazando las biografías personales con los grandes hechos históricos que marcaron el período, Riazanov remite de los procesos que influenciaron a Marx y Engels a los que están en la base del surgimiento de la clase obrera y el marxismo: la Revolución industrial inglesa y la Revolución francesa. La primera, a través de la invención de la máquina de vapor y de una serie sucesiva de inventos que duró unos setenta años, modificó la estructura de la producción capitalista, pasando de la manufactura a la producción industrial, con la consiguiente conformación y concentración de la clase obrera: “Los artesanos son sustituidos por proletarios cada día en mayor número. En lugar de la antigua clase de obreros que había comenzado a desarrollarse en los siglos XVI y XVII y que en la segunda mitad del XVIII representaba todavía una pequeña parte de la población, hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX apareció una clase de trabajadores que comprendía a una porción considerable de la población, que determinó y dejó una huella en todas las relaciones sociales contemporáneas”.

Las terribles condiciones de vida de esa clase obrera naciente la llevan a la rebelión y las sublevaciones, que van desde la lucha de los “ludistas” que destruían las máquinas hasta la conformación del “cartismo” (que reclamaba los derechos electorales y las ocho horas de trabajo para los obreros) al calor de la revolución francesa de 1830. 13

Del otro lado del mar, en Francia, la sucesión de hechos históricos que va de la Gran Revolución a Napoleón y posteriormente la Restauración, va acompañada de una diferenciación en el seno del pueblo que había sido protagonista de la lucha dirigida por la burguesía contra la monarquía: en 1831, la rebelión de las sederías de Lyon muestra por primera vez a la clase obrera como un actor diferenciado que lucha con sus propios métodos y reivindicaciones. De este proceso, así como de la sublevación de 1839, será protagonista una figura con la que Marx y Engels se cruzarán más de una vez en su vida política: Auguste Blanqui. En Alemania, la Revolución de julio de 1830 en Francia y la insurrección de Polonia en 1831 generan un nuevo empuje de los movimientos revolucionarios, compuestos principalmente de jóvenes y estudiantes, los cuales sufren el castigo del régimen monárquico luego de una insurrección fallida. La resistencia de los intelectuales y el naciente movimiento obrero serán las coordenadas desde las cuales Marx y Engels se relacionarán con la “izquierda hegeliana” y empezarán a intervenir en las cuestiones políticas de su tiempo. Engels escribiendo por su cuenta y Marx interviniendo en la Gaceta Renana, bajo dirección de Moses Hess, donde escribe su conocida crítica de las leyes que prohibían la utilización comunal de la leña y el derecho a proveerse de la misma en los bosques, que después el propio Marx señalara como un paso decisivo hacia su elaboración de la concepción materialista de la historia. Esta experiencia marcó el desarrollo político e intelectual de Marx profundamente. Dice Riazanov: 14

“Cuando abandonó la Rheinische Zeitung [Gaceta Renana], Marx no era aún comunista, pero sí hombre a quien interesaba el comunismo como tendencia, como filosofía concreta. Con su amigo Arnold Ruge llegan a convenir en que es absolutamente imposible realizar en Alemania la propaganda política y social que les interesa y resuelven trasladarse a París para editar los Deutsch-französische Jahrbücher [Anales franco-alemanes]. Con este nombre, de oposición a los nacionalistas franceses y alemanes, quieren significar que una de las condiciones de éxito de la lucha contra la reacción está en la estrecha alianza política de Alemania y Francia. En los Deutsch-französische Jahrbücher Marx formula por primera vez los puntos fundamentales de su futura filosofía, en los cuales de demócrata radical se transforma en comunista”.

Socialismo, filosofía y misión histórica del proletariado La conferencia referida a la vinculación histórica del socialismo científico y la filosofía realiza una reconstrucción de los debates filosóficos previos al surgimiento de la concepción materialista de la historia. Su punto fuerte es que resume en pocas páginas el desarrollo que va desde los materialistas ingleses y franceses hasta Kant, Hegel, Feuerbach y Marx. Si bien hay una cierta simplificación de los puntos de vista de los autores nombrados, en especial de Hegel, cabe destacar dos aspectos muy importantes de lo señalado por Riazanov. En primer lugar, la crítica de Marx a la filosofía previa por su ausencia de 15

vinculación con la práctica revolucionaria. Cuando Marx llama a transformar la filosofía contemplativa en una filosofía de la acción, encarnada en un nuevo materialismo, abre la puerta al segundo aspecto a destacar, la confluencia del pensamiento teórico con la práctica histórica de la clase llamada a luchar contra la sociedad burguesa, el proletariado: “… ya en 1844 Marx formula esta tesis fundamental: la clase que puede y debe asumir la misión de emancipar al pueblo alemán y efectuar la transformación del régimen social es el proletariado. ¿Por qué? Porque es la clase en cuyas condiciones de existencia se encarna todo el mal de la sociedad burguesa contemporánea, y no hay otra clase que esté situada más bajo en la escala social y sobre la que pese mayormente todo el resto de la sociedad. Mientras la existencia de las demás clases se basa sobre la propiedad individual, el proletariado está privado de esa propiedad y no tiene interés alguno en mantener la sociedad existente. Sólo le falta la conciencia de su misión, la ciencia, la filosofía; y constituirá el eje de todo el movimiento emancipador si llega a impregnarse de esta conciencia, de esta filosofía, si comprende el gran papel que le corresponde”.

En este punto es importante detenernos para destacar el doble abordaje que va realizando Riazanov: expone en los hechos cómo el marxismo es, en tanto teoría, programa y estrategia, expresión del movimiento histórico de la clase obrera a partir de mostrar sus vinculaciones concretas. Y a su vez destaca la forma en que Marx y Engels fueron construyendo desde el punto de vista de la teoría revolucionaria la comprensión de esa vinculación. 16

Decíamos que es importante detenernos en este punto porque suele ser un enfoque muy común y extendido en la actualidad, complementario con la idea de un Marx puramente teórico, aquel que separa al marxismo de la clase social de la cual fue y es expresión histórica. Marx como organizador revolucionario Desde la fundación de la Liga de los Comunistas hasta la I Internacional, el enfoque de Riazanov destaca de manera permanente el carácter de militantes revolucionarios de Marx y Engels. Riazanov cuestiona las posiciones que presentan la relación de Marx y Engels con la organización obrera de su época como si esta hubiese sido relativamente externa. Intenta resaltar el trabajo de vinculación permanente de Marx y Engels con los diversos grupos e individuos que buscaban difundir las ideas comunistas entre los trabajadores, entre los que se destacaban figuras como Weitling, Schapper y Moll, con los que Marx desarrollará diversas e importantes polémicas. Así, desde la vinculación con el movimiento cartista, las tentativas tendientes a realizar en Bruselas un congreso general de los partidarios del comunismo, la ruptura con Weitling en 1846, la conformación de la Sociedad de Educación Obrera de Bruselas, continuaba el trabajo de organización acometido por Marx y Engels: “… con la ayuda de los camaradas llegados de Bruselas, Marx y Engels se esforzaron para concertar relaciones con los círculos de Alemania, Londres,

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París y Suiza. Es el trabajo que hacía el propio Marx en París. Poco a poco, los adeptos de Marx y Engels aumentaron. Marx concibió entonces el plan de agrupar a todos los elementos comunistas, pensando en transformar aquella organización nacional puramente alemana en una organización internacional. Para comenzar, era imprescindible crear en Bruselas, Londres y París núcleos de comunistas que estuviesen de común acuerdo, los cuales designarían comités encargados de sostener las relaciones con las otras organizaciones comunistas. De este modo, se crearían relaciones más estrechas con los otros países y se prepararía el terreno para la unión internacional de los comités, denominados Comités Comunistas de Interrelación a propuesta de Marx. Como los que han escrito la historia del socialismo alemán y del movimiento obrero han sido literatos y periodistas, miembros de agencias informativas o dedicados frecuentemente a las correspondencias, han creído que aquellos comités no eran otra cosa que simples oficinas de corresponsales. [...] en el segundo semestre de 1846 existe efectivamente en Bruselas un comité muy bien organizado que actúa como organismo central al que se envían informes. Reúne un gran número de miembros y entre ellos muchos obreros. En París funciona otro organizado por Engels, que realiza intensa propaganda entre los artesanos alemanes; y el de Londres lo dirigen Schapper, Bauer y Moll, el mismo que fue a Bruselas seis meses después para invitar a Marx a incorporarse a la Liga de los Justos. Y como lo prueba una carta del 20 de enero de 1847, Moll fue a Bru-

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selas, no como delegado de la Liga de los Justos, sino del Comité de Correspondencia Comunista de Londres para llevarle un informe sobre la situación de la sociedad londinense. Es así como he llegado a convencerme de que el relato de la fundación de la Liga de los Comunistas, tal como ha sido hecho con arreglo a Engels y reproducido sucesivamente en diversas obras, no pasa de ser una leyenda que no soporta la crítica”.

Riazanov destaca especialmente el papel de Marx y pone de relieve un “oficio” poco popular entre la intelectualidad en tiempos actuales, pero que ha sido fundamental en la historia del movimiento obrero; hablamos del papel del organizador revolucionario: “A los historiadores les ha pasado inadvertido este trabajo de organización de Marx, a quien presentan como un pensador de gabinete, y no han conocido el papel de Marx como organizador, descuidando uno de los aspectos más interesantes de su personalidad. Si no se conoce el papel que Marx (y no Engels) tuvo por los años 1846-47 como dirigente e inspirador de todo ese trabajo de organización es imposible comprender la importancia que tuvo luego como organizador de 1848-49 y en la época de la I Internacional”.

Todas esas tentativas de organización y debates políticos estratégicos, tanto con los medios obreros como con otros intelectuales como el anarquista Bakunin, son recorridas en la reconstrucción histórica de Riazanov, mostrando un aspecto de la actividad de Marx desconocido para muchos en la actualidad. 19

La política de Marx frente a la Revolución de 1848 y la cuestión de la estrategia del movimiento obrero Marx y Engels participaron de la Revolución de 1848 en Alemania interviniendo como ala izquierda de la organización de la burguesía democrática. Esto puede parecer paradójico, existiendo en la ciudad de Colonia, en la que estaban radicados una Unión Obrera de 7.000 miembros (la ciudad tenía 80.000 habitantes, por lo cual el número de miembros de la Unión era muy importante). Sin embargo, los dirigentes de la Unión Obrera no tenían puntos de vista comunistas. Si bien contaban con una organización separada de la de la burguesía democrática, su programa no era tan diferente del de esta última. Marx y Engels, considerando las condiciones concretas de la lucha contra el absolutismo en Alemania, partían de un bloque con el partido democrático para desde ahí fortalecer paulatinamente una fuerza revolucionaria con un programa comunista. Sin embargo, el desarrollo de la revolución, con el fortalecimiento de la reacción y la capitulación del partido democrático frente a esta última, los llevó a modificar su punto de vista y radicalizar sus posiciones: “… desde el otoño de 1848 Marx y Engels modificaron la táctica usada en Colonia y en la Neue Rheinische Zeitung [Nueva Gaceta Renana]. Sin rehusarse a sostener a la democracia burguesa, sin romper orgánicamente con el partido demócrata, Marx traslada el centro de gravedad de su trabajo a los medios proletarios”.

Al balance de 1848 sucede en 1850 la “Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas”, 20

que plantea la delimitación con el partido democrático y la necesidad de la que clase obrera tenga un programa y una organización independientes de aquel, impulsando la revolución más allá de lo que quiere la dirección de la burguesía y la pequeñoburguesía: “Para orientarse bien, es preciso recordar los errores cometidos por Marx y Engels durante la Revolución de 1848. Las circulares muestran que es necesario criticar implacablemente no sólo al liberalismo burgués sino también a la democracia; que hay que concentrar todos los esfuerzos para oponer a la organización democrática una obrera; que ante todo hay que crear un partido obrero. La lucha contra los demócratas no debe cesar; a cada una de sus reivindicaciones hay que responder con una más radical. Si los demócratas reclaman la jornada obrera de nueve horas, nosotros reclamamos la de ocho; si plantean la expropiación de las grandes propiedades de tierra con indemnización, nosotros la confiscación pura y simple. Es necesario recurrir a todos los medios para hacer avanzar la revolución, para hacerla permanente, para ponerla constantemente a la orden del día. No hay que dormirse sobre los laureles, satisfechos con algún éxito conseguido. Cada conquista debe ser un escalafón para llegar a la conquista siguiente. Declarar la revolución terminada es traicionarla. Debemos ejercer nuestra fuerza, hasta el final, para socavar y destruir el tejido social y político en que vivimos, hasta que los últimos vestigios de los antiguos antagonismos de clase sean erradicados para siempre”.

Estas conclusiones de Marx tienen una importancia capital para pensar los problemas de táctica 21

y estrategia de la clase obrera en su época y en la actual. El Manifiesto Comunista había sentado las bases y principios fundamentales de la lucha de clases del proletariado y señalado el objetivo estratégico de la dictadura del proletariado como gobierno de transición hacia el socialismo y la sociedad comunista. La experiencia de 1848 demostró que el rol histórico progresivo de la burguesía ante los restos del Ancien Régime había llegado a su fin. Sin embargo, la clase obrera todavía no tenía la fuerza suficiente para tomar el poder, con lo cual se abría una etapa de experimentación y acumulación, que Alain Brossat –en su libro En los orígenes de la revolución permanente. El pensamiento político del joven Trotsky– definió como el “ya no más de la revolución burguesa y el todavía no de la revolución proletaria”, que luego de la derrota de la Comuna de París en 1871 daría lugar al desarrollo exponencial de la socialdemocracia alemana y a la primacía de la táctica electoral y sindical, dejando de lado (parcial o totalmente, según el caso) los problemas de la estrategia revolucionaria. Sin embargo, ya en un trabajo como Resultados y perspectivas, Trotsky, al calor de la experiencia de la Revolución de 1905 en Rusia, recoge las conclusiones de Marx y Engels en 1848 trazando una continuidad con las elaboraciones de estos y el análisis de la burguesía rusa y su debilidad frente a las tareas de la revolución en una interpretación que sobrepasaba los puntos de vista predominantes de la socialdemocracia internacional de ese momento, retomando desde una nueva y original perspectiva el planteo de la “revolución permanente”. 22

El internacionalismo Si bien las conferencias de Riazanov abarcan muchos y variados debates, el último aspecto a destacar es el del carácter internacional de la lucha de la clase obrera. Aunque Marx empezó a intervenir en la dirección de la I Internacional después de la fundación de la misma, todo su trabajo previo como organizador revolucionario lo colocó en inmejorables condiciones para jugar un papel central en la orientación de la primera organización internacional de la clase trabajadora, con la redacción de su famoso Manifiesto inaugural que resumía las principales reivindicaciones de la clase obrera y retomaba los principios del Manifiesto Comunista, aunque adaptados a un frente único con anarquistas, cartistas, partidarios de Mazzini y miembros de otras tendencias. La formación de la I Internacional era expresión de la idea planteada en el Manifiesto Comunista muchos años antes acerca de que la lucha de los trabajadores es nacional por su forma pero internacional por su contenido. Si bien las tareas de la I, II, III y IV Internacionales difieren por las distintas épocas, períodos históricos y desafíos que tuvieron que enfrentar, el hilo común que las une es la organización de la clase obrera desde el punto de vista del internacionalismo. La explicitación de esta perspectiva internacionalista es uno de los más importantes aportes programáticos del marxismo a la historia del movimiento obrero. Como dice Riazanov, Marx plantea una “tarea política extremadamente importante. La clase obrera no debe encerrarse en la esfera estrecha de la política nacional. Debe seguir con atención todos 23

los problemas de la política exterior. Si el éxito de la obra de liberación de la clase obrera depende de la solidaridad fraternal de los obreros de todos los países, aquella no puede cumplir su misión si las clases que dirigen la política exterior aprovechan sus prejuicios nacionales para poner a los obreros de diferentes países los unos contra los otros, derramar en las guerras de rapiña la sangre del pueblo y despilfarrar su riqueza. Por esto, los obreros deben dominar todos los secretos de la política internacional; deben vigilar la diplomacia de sus gobiernos respectivos, resistirla, en caso de necesidad, por todos los medios y unirse en una protesta unánime contra los manejos criminales de los Estados”. Más allá de las razones de su disolución, centradas en las diferencias estratégicas entre marxistas y anarquistas, que integraban por igual la I Internacional y que serían expuestas por Engels con gran dureza en su texto “Los bakuninistas en acción”, la I Internacional tuvo el mérito de plantar esta bandera para el movimiento obrero mundial: “Conocer todos los secretos de la política internacional”, unir a la clase trabajadora más allá de las fronteras nacionales y luchar en todo el mundo contra la dominación capitalista. Estas ideas guiaron también la labor de Engels al frente de la II Internacional y constituyen un acervo estratégico fundamental para la clase obrera mundial. A modo de conclusión Señalamos arriba la importancia de la reivindicación de Riazanov del rol de Marx como organizador 24

revolucionario. También dijimos que en la actualidad ese “oficio” no resulta muy popular entre los intelectuales, más proclives a los claustros académicos que a los espacios comunes de militancia con los obreros. Sin duda Marx y Engels constituyen un modelo de intelectual opuesto por el vértice a la imagen predominante de una intelectualidad refugiada en la Academia y desvinculada de la clase trabajadora. Sin embargo, cabe profundizar la reflexión. Si la relación de Marx con la organización obrera de su tiempo, tan solo a cuarenta años de la muerte de Marx, aparecía opacada o distorsionada por relatos diversos, ¿qué se puede decir de la visión predominante en la actualidad, con gran peso de los medios académicos que separan al Marx científico o ideólogo del Marx revolucionario, haciendo como que este último nunca existió o fue un simple interpretador lejano de luchas obreras que le eran ajenas? Si bien es posible que el discurso que presenta a Marx como un intelectual de gabinete haya sido más o menos el mismo a lo largo de un siglo, con variantes de énfasis o enfoque, lo cierto es que en época de Riazanov no había dudas de la vinculación histórica directa del marxismo con el movimiento obrero, lo cual se demostraba por la existencia de la URSS como primer Estado obrero de la historia y por la represión brutal a la que los gobiernos y regímenes oligárquicos, dictatoriales o democráticos sometían por igual al movimiento obrero y los militantes comunistas. Con la victoria del estalinismo surgió una suerte de “marxismo oficial”, estéril y dogmático, desde el cual la burocracia gobernante buscó justificar sus 25

distintos virajes políticos. La intelectualidad marxista abandonó en gran medida las reflexiones vinculadas a la estrategia política, desplazando sus preocupaciones y elaboraciones hacia la filosofía, la epistemología y la estética. Un sector actuó como “compañero de ruta” de los PC estalinizados, mientras se desarrollaba en Occidente un “marxismo académico” separado de toda relación con el movimiento obrero real. La excepción a este derrotero fueron los intentos realizados desde la tradición trotskista de mantener la continuidad con el marxismo “clásico”, a pesar de las adaptaciones que tuvieron las organizaciones trotskistas de entonces a las direcciones dominantes de la clase obrera (socialdemócratas, estalinistas, nacionalistas burguesas y pequeñoburguesas). Durante el período de ascenso revolucionario iniciado en 1968 la radicalización de importantes franjas de la clase obrera y la juventud reinstalaron la perspectiva de un marxismo militante. Pero gran parte de esta radicalización fue capitalizada por corrientes guerrilleras y el maoísmo, que la llevaron a un callejón sin salida. Las distintas corrientes trotskistas, si bien se fortalecieron, no lograron ser alternativa. Luego de que la burguesía lograse contener el desafío revolucionario de la década del 70 y, más en particular, con la caída del Muro de Berlín y el avance de la restauración capitalista en la Unión Soviética, los países de Europa del Este y China, vivimos un período de fuerte reacción ideológica, donde se proclamó una y mil veces la “muerte de Marx”. A lo sumo el marxismo quedó relegado a ser una teoría entre otras dentro del campo de las ciencias sociales, al calor de la idea de que la lucha de la clase obrera 26

había perdido toda razón de ser, diluyendo de esta forma el vínculo histórico, estratégico, teórico y programático entre el marxismo y la clase obrera. La persistencia de la crisis capitalista está llevando a la reversión de ese sentido común, cuestión también alimentada por el retorno de las luchas obreras en resistencia a los ataques del capital. La combinación entre la crisis y mayores niveles de lucha de clases preparan las condiciones para una nueva confluencia del marxismo y los sectores más conscientes de la clase trabajadora, lo cual plantea la construcción de partidos obreros revolucionarios y avanzar en la reconstrucción de la IV Internacional. En este contexto, la publicación de esta obra tiene un doble objetivo: acercar a los jóvenes y trabajadores a las ideas del marxismo, así como realizar una reivindicación de la figura de Marx como militante revolucionario que hizo de la praxis no sólo una categoría teórica sino una actividad terrenal tendiente a la destrucción revolucionaria del capitalismo y la lucha por una sociedad comunista.

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