Quo vadis Castellano

June 1, 2017 | Autor: Jorge Gracia | Categoria: Philosophy, Latin American Philosophy, History of Philosophy
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Archivo: Quo vadis castellano

1.

No creo que se pueda identificar a solo unos pocos acontecimientos que más
fuertemente hayan marcado el desarrollo de la filosofía en este siglo y
que, por lo tanto, deberían ser considerados en particular como objeto de
la reflexión filosófica. Son muchos los acontecimientos que han tenido un
impacto importante en la filosofía, aunque el efecto de la mayoría ha sido
solo sobre filósofos y tradiciones filosóficas particulares. Entre los más
sobresalientes figuran los siguientes: (1) el desarrollo extraordinario de
la tecnología; (2) la publicación de ciertos artículos y libros; (3) la
extinción del colonialismo; (4) las dos guerras mundiales y otras muchas
guerras regionales; (5) la revolución mexicana, la bolchevice y la cubana;
(6) el fin del marxismo como fuerza política importante; y (7) el
incremento en el número de regímenes democráticos. Considérese, por
ejemplo, el primero, el tercero, y el sexto.
La tecnología y su efecto en los seres humanos ha sido un tema
preferido de los filósofos de este siglo por dos razones: Primera, porque
por un lado la tecnología puede deshumanizarnos y por otro dependemos de
ella; y segunda, porque por un lado la tecnología plantea problemas
filosóficos interesantes, como los que tienen que ver con la inteligencia
artificial y la naturaleza de la mente, y por otro parece desafiar nuestros
valores y tradiciones más queridas.
La extinción del colonialismo ha resultado no solo en la liberación
de pueblos que habían estado subyugados por potencias imperiales, sino
también–algo que quizás sea más importante--en el desarrollo de un
creciente énfasis sobre los derechos de minorías y gentes pertenecientes a
diferentes culturas, etnias, y razas. Con estos cambios también se ha
modificado la agenda filosófica. Los filósofos provenientes de potencias
que habían sido imperiales han tenido que encarar temas e ideas que no
habían considerado anteriormente. Y los filósofos de países que habían sido
colonias, gente que ha experimentado dominación y opresión en carne propia,
se han percatado también de nuevas cuestiones y temas.
El fin del marxismo como fuerza política importante ha liberado a
muchos filósofos, residentes en países marxistas, del yugo de cánones
ortodoxos establecidos por sus gobiernos y ha hecho posible la
investigación de nuevos derroteros en la reflexión filosófica. Además, este
cambio también ha llevado a muchos a plantearse el problema de la relación
de la filosofía con la sociedad y la política.

2.
Los filósofos somos individuos afectados por nuestro medio ambiente y los
acontecimientos que ocurren en él. Aun cuando la mayoría de los filósofos
toman nota de los problemas que afectan al mundo en general, lo que afecta
nuestras vidas directamente es con frecuencia decisivo en cuanto al
derrotero que toma nuestro desarrollo intelectual.
No soy diferente de los demás en este aspecto. Los acontecimientos
que han afectado mis ideas son aquellos cercanos a mi, acontecimientos que
han impactado mi vida profundamente. Por ejemplo, es dudoso que me hubiera
hecho filósofo si la revolución cubana no hubiera ocurrido y no hubiera
emigrado a los Estados Unidos (me encontraba estudiando arquitectura en la
Universidad de La Habana cuando decidí emigrar). El trauma del exilio
destruyó mi tranquilidad intelectual. La experiencia de una educación en un
college de artes liberales en los Estados Unidos, algo que no existe en
ningún otro lugar del mundo, abrió puertas que no sabía existían. La
necesidad de aprender otra lengua me hizo dar cuenta de la importancia del
lenguaje y de la relación de las categorías lingüísticas con el mundo.
Finalmente, la inmersión total en una cultura diferente, con valores muy
diversos, me revelaron no solo los prejuicios de esa cultura sino también
los de la mía, forzándome a reexaminar mucho de lo que daba por sentado.

3.
Entiendo que ésta es una pregunta historiográfica que intenta determinar
los planteamientos, ideas, corrientes, y obras sin los cuales una
comprensión apropiada de nuestro siglo sería imposible. Dado el espacio
limitado del que dispongo, permítaseme responderla con referencia a
corrientes filosóficas solamente.
Anteriormente al siglo diecinueve, y hablando muy en general,
existían en el occidente tres corrientes filosóficas principales. Una,
llamémosla central, representada por Platón, Aristóteles, Aquino y
Descartes entre otros, ocupaba un lugar prominente. Esta corriente mantenía
que la función de la filosofía es conocer lo que existe, confiaba en las
facultades humanas del conocimiento, y usaba una metodología argumentativa.
Las otras dos corrientes tenían un perfil menos prominente que la central.
Una de ellas, llamémosla poética, representada por Plotino, el Maestro
Eckhardt, y Bruno entre otros, compartía con la central la idea de que la
función de la filosofía es conocer lo que existe, pero desconfiaba de las
facultades naturales de los humanos para llevar a cabo este fin y prefería
una metodología no argumentativa basada en la intuición. La tercera
corriente, llamémosla crítica, proponía que la filosofía no puede producir
conocimiento de lo que existe. Esta corriente se divide a su vez en dos
grupos, los escépticos y los positivistas. El primero, representado por
Gorgias, Montaigne y otros, mantenía que todo conocimiento es imposible,
incluyendo el que supone derivarse de las ciencias empíricas; el
positivismo, representado por Comte, Spencer y Haeckel entre otros,
restringía su escepticismo a la filosofía, mientras que aceptaba la
posibilidad del conocimiento en el orden empírico. Estos dos subgrupos
compartían la metodología argumentativa con la tradición central.
La publicación de la Crítica de la razón pura de Kant socavó las
bases de la corriente central y precipitó las otras dos a la prominencia.
Hoy estas últimas dominan el mundo filosófico, aunque se han mezclado y
dividido de diversas formas. Muchos de los ismos del siglo veinte (v.g.,
vitalismo, positivismo lógico, existencialismo, pragmatismo,
postmodernismo, etc.), así como la fenomelogía y el análisis, comparten
algunas de sus características. En cada uno hay obras claves, sin las
cuales es difícil entenderlo o entender la filosofía de este siglo. Por
ejemplo, el positivismo lógico es incomprensible sin el Tractatus de
Wittgenstein y lo mismo pasa con el existencialismo y El ser y tiempo de
Heidegger, obras que son, además, esenciales para entender la historia de
la filosofía en el siglo XX.

4.
¿Qué tradición filosófica de este siglo pienso debe ser desarrollada en el
futuro? Ninguna. No creo que ninguna de las tradiciones que al momento
florecen deben pasar al siglo veintiuno tal y como son. Razón: La división
de la filosofía en tradiciones ha llevado a la fragmentación de la
disciplina y al desarrollo de familias filosóficas cuyo interés es
frecuentemente ideológico, con lo que quiero decir que tratan de conservar
sus propios privilegios y prerrogativas, en lugar de comprender mejor el
mundo. Estas familias han creado fronteras artificiales y han causado
guerras intelectuales en lugar de la comunicación y la comprensión. La
filosofía supone buscar la verdad, y la verdad requiere apertura. Pero la
apertura de la filosofía contemporánea es limitada. Mucho de lo que observo
en la filosofía de hoy es cerramiento, monólogos en lugar de diálogos. Para
que un diálogo ocurra, las partes tienen que estar dispuestas a cambiar sus
opiniones, pero esto raramente ocurre al presente. La actitud que prevalece
entre las tradiciones filosóficas está basada en el desprecio: Si no
perteneces a mi familia filosófica, no tengo porqué prestarle atención a
nada de lo que digas. ¡Qué diferente es esta actitud de la de Mill, por
ejemplo, un filósofo que nos dice debemos prestar atención especial a
aquellos con los que no estamos de acuerdo! El cerramiento de las
tradiciones filosóficas contemporáneas debe terminar, pero este modus
operandi está tan arraigado que solo podría eliminarse si las tradiciones
mismas dejasen de existir.
Hay que poner fin también el espíritu de carrera y de competencia que
impregna la profesión filosófica, en particular en los Estados Unidos. Una
causa de este espíritu es la ambición personal y una de sus consecuencias
más funestas es el desprecio cínico por la verdad. También hay que ponerle
fin al culto a la personalidad, actitud generalizada en todo el mundo y
especialmente aguda en países como el Japón y Alemania, y en regiones como
la América Latina.
La filosofía no es cosa de líderes y discípulos. Tratemos a todos los
filósofos con respeto, pero no les tengamos reverencia: No somos ni santos
ni dioses. Necesitamos respeto porque ésta es una condición de que nos
tomemos en serio los unos a los otros, pero no necesitamos reverencia. Lo
que un filósofo dice debe valorarse solo por lo que es, no porque lo diga
el filósofo; la autoridad no es un buen fundamento de la filosofía. Debemos
luchar en contra del caudillismo filosófico y el cultismo que este genera.
Los cultos producen apologías, y la filosofía no tiene nada que ver con la
apología. ¡Fuera con todos los que han hecho dioses de Marx, Aquino,
Wittgenstein, Heidegger, o quien sea! Debemos oponernos activamente a todo
lo que promueva el cultismo en la filosofía.
Esto no quiere decir que debamos desechar lo valioso en las
tradiciones filosóficas del siglo veinte. Por ejemplo, el énfasis analítico
en la claridad y la precisión, y el énfasis existencialista en la libertad
personal y la responsabilidad, son elementos que deben incorporarse a toda
filosofía futura. Ni quiere decir que debamos eliminar las tradiciones
filosóficas por completo, siempre que no se entiendan, ni se permita que
funcionen, como familias o cultos. Todas las tradiciones filosóficas están
basadas en alguna verdad; su éxito y atracción se pueden explicar solamente
por la existencia de una intuición inicial correcta. Pero, una vez que las
tradiciones filosóficas se establecen y osifican, y sus intuiciones se
convierten en dogmas, pierden mucho de lo que las hacía valiosas. No
podemos filosofar desde una perspectiva neutral, como pensaba Descartes;
comenzamos siempre desde el lugar particular en que nos encontramos. Pero
no debemos, por esto, convertirnos en apólogos de la tradición desde la
cual comenzamos a pensar filosóficamente, o de sus fundadores. Nuestra
tarea como filósofos requiere que sometamos nuestros supuestos a un
análisis crítico para que podamos trascender nuestros puntos de partida
particulares.

5.
Muchas tareas deberían formar parte de la reflexión filosófica en el
comienzo del siglo XXI. Al fin y al cabo, hay cuestiones perennes de cuyas
soluciones no estamos más cercanos hoy en día de lo que estaban nuestros
antepasados. ¿Sabemos lo que es la mente? ¿Podemos identificar una forma de
gobierno que se ajuste mejor a los requisitos de la justicia? ¿Estamos
seguros de la mejor manera de conocer? Claramente deberíamos continuar
explorando cuestiones como éstas. Pero hay también cuestiones y temas
nuevos que merecerían nuestra atención. Permítaseme sugerir dos temas que
me parece son particularmente importantes en el contexto contemporáneo. Uno
viene de la respuesta a la pregunta número cuatro que di antes: la reforma
de la filosofía misma. Es importante que socavemos el poder de las
familias, las aristocracias y los cultos filosóficos; que desarrollemos una
concepción de la filosofía que no esté basada en origen y linaje; y que
eliminemos el espíritu competitivo tan común en la filosofía occidental
actual.
El otro tema es la reflexión sobre la naturaleza de la cultura, la
etnia, y las diferencias que separan y aíslan a los seres humanos. Nos
tenemos que preparar para un mundo que se achica por día, en el cual
seremos vecinos cada vez más cercanos, y donde las diferencias de cultura y
perspectiva deben tomarse en cuenta si es que hemos de convivir y
sobrevivir. Esto no quiere decir que tengamos que aceptar como verdadero
todo lo que cada grupo social crea verdadero, o como bueno todo lo que todo
grupo social acepte como bueno. Esto sería renunciar a nuestra
responsabilidad como filósofos. Pero debemos buscar parámetros de
entendimiento y cooperación que nos permitan vivir juntos y, más aun,
tratar de alcanzar una comprensión mayor de nosotros mismos y de los que
nos rodean con el fin de realizar nuestras capacidades. La reflexión
filosófica en el siglo XXI, entonces, debe estar dirigida más y más hacia
el análisis de la cultura, la diferencia, la diversidad, el pluralismo, y
los derechos humanos.


Jorge J. E. Gracia
Universidad del Estado de Nueva York
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