Relato de ternura

Relato de ternura

-No va a sobrevivir. Lo mejor es...
Dejé de escuchar. Verlo ahí, rosado y frágil en esa jaulita de cristal que lo mantiene separado de cualquier atisbo de afecto humano, de cualquier sensación de vida real me llevó a imaginar cómo habrá sido su pequeña experiencia hasta ahora, hasta este momento en el que él está ahí, soñando o tal vez solamente durmiendo, y yo estoy acá, esperando un milagro.
Si las historias son ciertas, él llegó acompañado de su ángel de la guarda hasta el portal de la vida, amplio y cubierto de hojitas verdes y flores multicolor, y escuchó el leve susurro que le reveló su misión en la vida. Y así, tan rápido como lo escuchó lo olvidó y traspasó el portal, impulsado por su incontenible entusiasmo por existir. Luego de esta escena las historias son menos precisas, y mi intriga más grande. Espero que su entrada a este mundo haya sido suave, delicada, y que todavía la recuerde durante su partida. Quizás, ese sea su único recuerdo.
Me gusta pensar que los escarpines diminutos que tejo le acariciarán los piecitos con la ternura del algodón, y que le brindarán la calidez y contención de mi abrazo. Envuelta en esos pensamientos me decido por él, por su felicidad, y doy el aviso. La máquina se apaga y la habitación, paradójicamente, se llena de vida, pero una desaparece. Y así, protegido por mis dulces deseos de cuidarlo para siempre, se dirige de vuelta al portal, para comenzar de nuevo.




Ornella Quinteros