Reseña \"Flores de Otro Mundo\" (1999)

June 30, 2017 | Autor: Nicolas Marin | Categoria: Film Criticism, History of Film Theory and Criticism
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Reseña subjetivista, Cinéma hispanique, Marzo 2014

Flores de otro mundo (1999) por Nicolás Enrique Marín Bayona Asegura Bollain que la película que le hizo amar el cine fue El Sur (1983) de Víctor Erice pero no es lo que nos dice Flores de otro mundo que confirma que la directora madrileña detesta el cine. En 1999 el diario El Mundo hablaba de satisfacción para el cine español al haber obtenido en Cannes el Premio de la Semana Internacional de la Crítica por su segundo filme, película, y cito textualmente, “conmovedora (…) que aborda con talento y sensibilidad dos problemas sociales de la España actual: la desertificación del campo y la vida de los inmigrantes ilegales latinoamericanos”. Si por algo se caracterizaron los años próximos al cambio de siglo fue por un acercamiento tímidamente realista a los problemas que atormentaban al país en el momento. Así encontrábamos el desempleo tras la reconversión industrial en Los lunes al sol (2002) de León de Aranoa o el fin de la infancia en un barrio marginal y obrero en El Bola (2000) de Achero Mañas. Infinitos podrían ser los reproches a hacer a esta película pero mi acusación es bien simple: la instrumentalización de ese

realismo tímido a la Ken Loach que torpemente domina Bollaín ensombrece cualquier pretensión cinematográfica de calidad dejando al descubierto su fin panfletario, dentro de esa tendencia hija de una época, que tendrá su culmen en la colectiva ¡Hay motivo! (2004). Tres historias de tres mujeres que aterrizan en el pueblo de Santa Eulalia a través de una caravana de mujeres y tres historias sobre la adaptación de cada una a este lugar, desconocido para todas ellas. Tres historias sobre lo difícil que es consolidar una relación cuando los orígenes de cada individuo son dispares. El mundo rural y el urbano, el Caribe y la España profunda, orígenes opuestos de cuyas contradicciones brota la personalidad de los de los personajes, construyendo caracteres simples y maniqueos. Como en las películas del cine primitivo y posteriormente de Griffith, el bueno no sólo no tiene una situación económica holgada, sino que es víctima de su madre; el malo no solo es violento y déspota, sino que es la encarnación del constructor, especulador inmobiliario, egoísta y agresivo; al bueno le irá bien con su relación, al

malo no. La tercera pareja también fracasa, porque ser egoísta se paga caro, y a Iciar Bollaín no le gustan los egoístas, ni los especuladores, así que nos ilumina con sus dosis de moral de teleserie. La falsa cotidianeidad de la que quiere hacer gala la directora acaba por desembocar en un falso juego de tópicos y convenciones cuya partida se desarrolla sin demasiada verosimilitud. Ni Patricia transmite el amor por sus hijos, ni Milady parece estar enamorada de Enrico y, Marirrosi no parece estar tan sola en Bilbao como nos quiere hacer creer. La realizadora hace referencia a menudo a las posibilidades del séptimo arte para transmitir ideas, mensajes y sentimientos gracias a su capacidad para contar historias, para narrar. Sin embargo su reiterativo acercamiento al “problema social” acaba por definir su filmografía como un género que quiere aproximarse al documental a través del filtro narrativo, recayendo en los estereotipos del “problema” en cuestión que se intercalan con escenas inconexas de pobre puesta en escena que le sirven de apoyo para descongestionar la carga documental transformándola en docudrama. Sus personajes no piensan, no se inquietan no aman, no sienten, sólo actúan, los hombres torpe o negligentemente, las mujeres tomando las decisiones: huir, volver, quedarse, decir “no”. Y

es en su uso de la imagen documental como testimonio de verdad, o de la verdadera verdad, verdad manipulada, puesto que estamos en el campo de la construcción dramática, que Bollaín se reivindica contestataria y progresista, porque sí, porque todo progresista busca replantear nuevas formas de ver la realidad para poder cambiarla, darle forma, y en el filme esto pasa por un final Disney, con sonrisas y regalos, con iglesia y vestido blanco, pero sin boda. La falta de creatividad y de maestría técnica de esta actriz que un día decidió ponerse detrás de la cámara, puede achacarse al olvido deliberado de la esencia cinematográfica, cánones y extravagancias incluidos, para sustituirlos por una idea, poniendo la película a su servicio, olvidando que hacer cine supone crear. O bien se debe a su intención de transmitir y narrar, de no aportar nada nuevo. Sin embargo, creo necesario reconocer el mérito de haber recibido el galardón en Cannes, hecho que espero, pudo sufragar los costes de producción de inversión pública, para compensar el naufragio fílmico que esta película supone, y al mismo tiempo por abrir una nueva senda al cine español (de calidad) cuyo incierto futuro depende hoy en día exclusivamente de los circuitos de los festivales internacionales. ● FLORES DE OTRO MUNDO España, 1999 Realización: Icíar Bollaín Producción: La Iguana S.L. y Alta Films S.A. Duración 106 min

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