Selfies Narciso Reloaded

July 18, 2017 | Autor: Fernando Irineo | Categoria: Selfies
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Selfies: Narciso Reloaded Fernando Irineo

Una fotografía, sin la presión del tiempo, se presenta como instantánea para la hambrienta época digital. Son fotos que reflejan la soledad y el aislamiento porque aunque estemos en compañía de otras personas la selfie, en su correcta definición, se toma con una sola mano. Puede ser una multitud retratándose pero solamente una voluntad decide sobre la captura del momento. Susan Sontag ha expresado en aquel maravilloso ensayo Sobre la Fotografía la naturaleza y el poder estético de la fotografía. En un ensayo previo (Testigo

Oracular o Detrás del fotógrafo: Mirada, Luz y Memoria, 2014) he escrito sobre el anhelo del ser

humano por capturar instantes, esto es capturar el tiempo. Ahora hablo sobre las selfies porque no son propiamente fotografías y quien las captura no es un fotógrafo. En el sentido preciso es la autocaptura de un reflejo, es decir, el observador y el objeto se vuelven uno y lo mismo. No hay espacio, pues, para la otredad, si la selfie es personal, es su autor creador y creatura de sí mismo; si es en grupo, soy parte de un grupo en el cual yo proyecto la forma del ojo creador y el resto acompaña, completa o peor: decora mi existencia. Vuelve Ulises con el Cíclope pero ahora es la bestia mitológica, la que anuncia su nombre: Me llamo Todos, me apellido Nadie.

Reflejo filtrado, reflejo fallido Desafiando

el

manual

más

elementa

del

existencialismo, los simpatizantes de las selfies corrigen la expresión de Sartre. El infierno ya no son los otros sino el mal filtro, aquel que demuestre la cruda realidad de la opacidad visual. La realidad del reflejo es el nuevo terror para los candidatos a Narciso, ya no hay identidad, ya no nos gusta lo que se refleja en los lagos digitales. De hecho se engañan al contaminar la imagen, al hacerla intervenir por elementos que no ayudan salvo para ocultar la verdad de la toma. Lo develado no interesa, la actitud que pueda reflejar una imagen o el lugar que se intente asir; lo único presente, lo único que se añora es que la piel salga con el color idóneo, que la perfección parezca aura natural. Si no puede lograrse siempre podemos volvernos cómplice con la ausencia y aplicar un filtro de blanco y negro.

Es un falso reflejo, fallido porque ya no es la espontánea captura del momento sino la alteración del tiempo, el vulgar acto de forzar la existencia de un instante.

Cómo sonreír sin ser felices Las expresiones faciales, como reacciones de nuestros sentimientos, pueden domarse. Nadie busca ser retratado (o autorretratado) con un rostro triste o en llanto. Quien lo hace carece de intimidad, aquel diminuto espacio de libertad que la posmodernidad nos ha dejado para ser nosotros mismos, para disfrutarnos con todo y heridas. Hay una expresión neutral, que no es sonrisa ni mueca de tristeza, es un ambiguo acomodo bucal: el duckface. Esto se refiere a colocar los labios emulando el pico de un pato. ¿Qué dice de la humanidad un acto tan simple como gesticular una duckface en plena primera mitad del siglo XXI? Escandalosamente confirma que la teoría de la evolución sigue siendo una mera hipótesis y que la humanidad apenas y ha madurado.

Corolario ¿Dónde queda la posibilidad de lo espontáneo? ¿Por qué la persona en la selfie finge ser alguien que no es y sentir lo que no siente (sonrisas forzadas, fingidas)?¿Por qué alienamos sentimientos y dominación mediática permitiendo que se monopolice nuestra esencia, o peor, nuestra existencia? ¿Por qué las redes sociales son una necesidad de exhibición y el vínculo humano real es cada vez más desconocido y en muchos casos temido? No quisiera sonar moralista con estas reflexiones, como cualquier occidental también he participado de estos ritos contemporáneos pero al final, como dice Malraux: “El arte es la única cosa que sobrevive a la muerte”. Y si comenzamos a fijarnos en los ritmos de la cultura popular de las selfies, veremos que muy pronto será tomadas por obras de arte y entonces, solamente

entonces, el arte sobrevivirá a la muerte junto con la estupidez humana. ¿La imagen de nuestra era? Un numeroso grupo de adolescentes rubias torciendo la boca y un brazo, tal vez un selfie stick, capturando aquel atentado a la estética.

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