Seminario de doctorado: Taller Diseño de Proyecto de Tesis

June 2, 2017 | Autor: Diego Forte | Categoria: Languages and Linguistics
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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
PROGRAMA DE DOCTORADO


Seminario de doctorado: Taller Diseño de Proyecto de Tesis
Profesores: Cora Escolar y Juan Besse
Alumno: Diego L. Forte
No. de documento: 26.622.108
Título trabajo: Discurso y Emoción. El rostro como categoría de análisis en
el Análisis Crítico del Discurso.
















1. Presentación del problema a investigar
1.1. Pertinencia para el análisis del discurso
Para los animales humanos la comunicación es tan fundamental como
inevitable. Si consideramos nuestra vida en sociedad es imposible no
comunicarse porque es imposible no comportarse (Watzlawick, Beavin Bavelas
y Jackson, 1967: 24). Toda conducta, movimiento corporal, sonido, cualquier
elemento presente en la situación de interacción introduce información que
es recuperada y considerada, en mayor o menor medida, al momento de
decodificar el significado de una emisión. La participación en
interacciones cara a cara, de forma directa o mediada por algún tipo de
sistema o soporte tecnológico (televisión, internet, video en general)
implica la habilidad para codificar y decodificar el significado de
diversos tipos de señales. Ya sea que hablemos con un vecino, miremos un
programa de televisión o busquemos videos en internet, al momento de
enfrentarnos con una persona que está hablando no solo escuchamos sus
palabras. Sus gestos, faciales o manuales, los movimientos de su cuerpo,
las marcas en su piel, su peinado y su vestimenta nos brindan información
que, consciente o inconscientemente, tenemos en cuenta para interpretar lo
que está diciendo. Si a eso sumamos los recursos que la mediatización
(Schulz, 2004: 20) incluye, sea iluminación, efectos de cámara, etc.,
podemos decir que procesamos simultáneamente una cantidad de elementos
bastante grande.
De acuerdo con Hodge y Kress (1988: vii) el significado reside en
diferentes sistemas, en diversos códigos, por lo que el análisis de la
dimensión verbal no es suficiente. Una teoría acerca del lenguaje verbal
debe ser ubicada en el contexto de todos los sistemas de significación
socialmente constituidos. Para estos autores, la comunicación debe ser
vista como un proceso antes que como un cúmulo de significados. Estos
significados son producidos y reproducidos en el contexto de condiciones
sociales específicas a través de diferentes medios y por diferentes
agentes. Existen en relación a sujetos y objetos concretos y solo pueden
ser explicados en términos de las relaciones que éstos contraen entre sí.
Las sociedades se estructuran a partir de relaciones de poder, ejercidas o
resistidas, y se caracterizan por el conflicto y la cohesión, por ello las
estructuras de significación, en todo nivel, desde la ideología dominante
hasta pequeños actos de significación van a mostrar ambigüedad,
contradicción, polisemia, etc. Por esta razón, el texto y su contexto, los
agentes, los objetos de significado y sus estructuras sociales así como sus
interrelaciones deben considerarse como unidades de análisis (Hodge &
Kress, 1988: viii).

1.2. Delimitación y formulación del objeto de estudio
Desde sus orígenes, la especie humana ha necesitado representarse el
mundo en el que vive. Esta es la diferencia principal entre los homínidos y
sus antecesores (Raiter, 2003: 99). De acuerdo con Bickerton (citado en
Raiter, 2003: 100), esta necesidad de representación no es consciente sino
automática, no puede evitarse. La representación del mundo permite la
transferencia de la experiencia por lo que puede decirse que esta
característica es un elemento básico para la vida en sociedad. Entonces, a
diferencia de sus antepasados, el homo sapiens puede utilizar una
herramienta para alcanzar su objetivo y además puede transmitir esa
experiencia a otro miembro de su grupo, quien comprenderá la situación a
partir de la representación correspondiente sin necesidad de comprobar la
experiencia o de actuar por imitación. Además, gracias a la
representación/comunicación, los animales humanos pueden cambiar su
comportamiento sin la necesidad de comprobación a base de prueba y error. A
medida que los grupos sociales se complejizan se vuelve imposible para los
individuos plantearse la tarea de aprehensión del mundo circundante solo a
partir de sus sentidos (Raiter, 2003: 101).
Pero además de construir una representación mental del mundo circundante,
de lo que vemos, oímos, tocamos, olemos, etc., nuestra especie ordena y
completa esas representaciones para convertirlas en un sistema cohesivo.
Como mencionamos anteriormente, ya no reiteramos rutinas y ni condicionamos
nuestro accionar a partir de la experiencia empírica solamente, sino
conformando un sistema que describe qué cosas pueden o deben hacerse y qué
cosas no. Este sistema se completa socialmente porque no es necesaria la
comprobación referencial para que las imágenes construidas pasen a formar
parte del él (Raiter, 2003: 102).
Pero la información que circula socialmente no se transfiere inalterable.
Las representaciones almacenadas en la mente de un individuo están
tamizadas por su propia experiencia vital. Aun cuando la representación es
social y compartida, existen interpretaciones no solo grupales sino también
individuales para cada una (Voloshinov, 1926: 135). Raiter utiliza el
concepto de "sistema de creencias" (2003: 105) para referirse al mecanismo
psicológico individual, presente en todos los individuos, que incluye a
todas las representaciones mentales. Todos los estímulos lingüísticos
escuchados en el seno de una comunidad provocan en el sistema de creencias
individual la construcción de una representación. Estas representaciones se
van acumulando y jerarquizando, construyendo el contenido del sistema de
creencias. El conjunto de los contenidos compartidos en los sistemas de
creencias individuales conforma el sentido común de una comunidad (Gramsci,
1971, I: 140). Al mismo tiempo, el sentido común, en la medida en que es
expresado por medio de enunciados por todos los miembros de una comunidad,
condiciona los contenidos posibles, o al menos los verosímiles e
incorporables en los sistemas de creencias individuales. Así, el sentido
común funciona a partir del discurso. A través del discurso, el sentido
común y los sistemas de creencias se retroalimentan. Las representaciones
individuales se vuelcan en el discurso individual que, al socializarse, se
vuelve colectivo.
Como ya hemos mencionado, las representaciones contenidas en los sistemas
de creencias individuales se ordenan y jerarquizan. De forma similar, las
representaciones sociales contenidas en el sentido común de una sociedad
también se ordenan y jerarquizan. Así, las más aceptadas dentro de una
comunidad tienen mayor circulación y, a través del discurso, imponen sus
signos a todos los miembros de esa comunidad, repercutiendo en la conducta
de los individuos (Raiter, 2003: 167). Esto es lo que Raiter denomina
discurso dominante.
Pero el material verbal no es el único que permite la creación de
representaciones mentales y sociales. Desde la psicología cognitiva, Ekman
(2003,) propone un modelo cognitivo que guarda una importante similitud con
el postulado por Raiter y posibilita ampliar su alcance. Dentro del marco
de la teoría conocida como Appraisal (Arnold, 1960; Lazarus, 1982, 1991),
la propuesta de Ekman establece que el funcionamiento de las emociones
implica una evaluación y categorización del mundo circundante. Este autor
postula la existencia de mecanismos automáticos de monitorización y
evaluación del mundo circundante en busca de elementos susceptibles de
convertirse en disparadores de cambios fisiológicos (Ekman, 2003: 18). Un
disparador es una representación mental o parte de ella, un elemento
adquirido a través de la experiencia vital e incluido en el sistema de
creencias. Al fijarse socialmente, queda asociado a un sistema automático
responsable de generar los cambios fisiológicos en el cuerpo, incluyendo
las manifestaciones faciales. Así, una representación mental queda ligada
en la mente a un proceso biológico responsable de iniciar cambios
corporales.
Por otra parte, estos cambios corporales ya han sido clasificados por el
lenguaje y están semiotizados, por lo cual se convierten en un signo
asociado a la emoción que representan, por ejemplo, el estiramiento y
descenso de los extremos exteriores de los párpados y los labios pueden ser
efectivamente una respuesta fisiológica ante un estímulo fijado que provoca
tristeza, pero a la vez, se convierten en un signo visual de ella y pasan a
formar parte de su representación mental y social.
Además, las representaciones sociales incluyen información acerca de los
contextos culturales en los cuales es posible la expresión de las
emociones, esto es, la ritualización de la emoción (Ekman, 2003: 4). Cada
sociedad establece la forma y el contexto en el cual cada emoción puede y/o
debe ser expresada. De esta forma, y considerando nuevamente la forma en la
que la información circula socialmente, podemos decir que el discurso
dominante impone forma y contexto para cada emoción, categorizando,
condicionando y regulando la expresión de las emociones. Esto significa que
de acuerdo a las representaciones sociales más aceptadas se establece no
solo cuándo es correcto sentir una emoción sino también de qué forma debe
manifestarse. Las conductas ritualizadas para la manifestación simbólica de
las emociones son entonces dependientes de cada cultura y Ekman (2003: 22)
las denomina "reglas de exhibición". Estas reglas condicionan lo que puede
hacerse en los diferentes ámbitos sociales, incluyen tanto movimientos
faciales controlados como conductas corporales elaboradas y dependen de los
parámetros fijados por cada comunidad.
Siguiendo a Ekman (2003) puede decirse que las expresiones faciales
de emoción poseen las siguientes funciones que se estructuran a partir de
las reglas sociales exhibición, particulares para cada sociedad:

Función biológica: son una manifestación de procesos biológicos internos.
Función social:
Expresión genuina o sincera: expresan una emoción genuina, involuntaria.
Expresión fingida (voluntaria):
Convención social (reglas de exhibición)
Mentira

En resumen: las expresiones faciales de emoción se semiotizan, entran en el
mundo de la representación y por ende, su representación se carga
ideológicamente. Los sistemas de creencias individuales contienen
representaciones mentales de cada una de las caras que asociamos con
emociones particulares. Estas representaciones están ideológicamente
cargadas. Al decodificar un texto multimodal originado en una interacción
cara a cara, el rostro de nuestro interlocutor está aportando información
ideológica. Como en cualquier otro tipo de texto multimodal, los elementos
visuales transmiten significado. Debido a estas funciones sociales que
desarrollan, creemos que las expresiones de emoción deben ser estudiadas
junto con la dimensión verbal del discurso. En tanto aportan información
relevante para la interacción verbal, deben ser consideradas y su análisis
debe ser puesto en correlación con la información brindada por el canal
verbal.

1.3. Relevancia
Las expresiones faciales han sido reconocidas desde hace siglos como
representaciones subjetivas aunque su investigación sistemática es algo
bastante reciente (Le Breton, 2010: 78). Dentro de la lingüística el
estudio de la gestualidad se ha enfocado principalmente en los movimientos
de las manos. Kendon (1972, 1980, 1983, 2004) y McNeill (1986) son los
exponentes más representativos de estos estudios y aún ellos ubican sus
investigaciones en campos interdisciplinarios cruzando la lingüística con
la antropología y la psicología. Sin embargo estudio de las expresiones
faciales ha sido abordado principalmente desde la psicología cognitiva. El
Análisis del Discurso casi no se ha dedicado a las interacciones cara a
cara. Pero dado que el rostro humano no solo codifica información
imprescindible para la comunicación sino que también dirige la transmisión
de esa información cuando está presente, creemos indispensable incluirlo
como variable de análisis, estableciendo categorías para la identificación
de elementos que interactúan con la dimensión verbal del texto.

2. Problema y objetivos de investigación
2.1. Problema de investigación
Dentro del Análisis Crítico del Discurso, aún dentro de los análisis
de tipo multimodal, el rostro no suele ser contemplado como categoría de
análisis. La complejidad de movimientos expresivos, además de la intrincada
construcción social del significado del rostro convierten la empresa en
algo poco menos que imposible.
Por otra parte, las expresiones faciales brindan información individual,
subjetiva. Y el principal objetivo del ACD consiste en evidenciar la
construcción social de representaciones discriminatorias. Creemos que, a
efectos de poner en relieve la construcción de las mencionadas
representaciones, no puede pasarse por alto el papel que cumplen los
procesos individuales en la construcción y reproducción de
representaciones.

2.2. Objetivos generales
La presente investigación se plantea los siguientes objetivos generales:
- Mostrar la importancia de la dimensión gestual como una categoría de
análisis para el análisis multimodal, focalizando el análisis en las
expresiones faciales.
- Evidenciar la utilidad y productividad de los análisis gestuales para el
Análisis Crítico del Discurso.
- Problematizar la relación de los gestos faciales semiotizados con la
dimensión verbal del texto para la construcción de un significado
unificado.

2.2. Objetivos particulares
Se establecen los siguientes objetivos particulares:
- Establecer un inventario de manifestaciones faciales semiotizadas y su
relación con las emisiones verbales respectivas en la construcción de
representaciones especistas.
- Describir los procesos y estrategias gestuales que intervienen en la
construcción y reproducción de representaciones especistas.
- Establecer relaciones entre representaciones especistas y el discurso
dominante.

3. Hipótesis inicial
Esta investigación surge de la necesidad de explicarnos cómo los
gestos faciales intervienen en la construcción multimodal del significado
en las interacciones cara a cara y de qué forma puede sistematizarse su
estudio. Todos interpretamos intuitivamente el rostro de nuestro
interlocutor cuando mantenemos una conversación. Sabemos cuándo nos escucha
atentamente, cuándo no parece tener interés, cuándo está triste o cuándo
está feliz. El rostro nos brinda información de diverso tipo (edad, grupo
social, étnico, emoción). Las manifestaciones emocionales nos brindan
información actitudinal, que puede considerarse tanto como parte del
sistema de creencias del hablante como parte del sentido común de la
sociedad a la que pertenece, es decir, la cara actúa como un complemento
para la dimensión verbal.
Ekman, Friesen y Ellsworth (1972: 1) sostienen que el rostro humano,
tanto en movimiento como estático, es siempre una fuente dominante de
información, aunque siempre complicada y usualmente confusa. Es dominante
porque comanda la lectura de cualquier otra información debido a su
omnipresencia, en cualquier interacción cara a cara siempre nos
concentramos primeramente en el rostro de nuestro interlocutor. A
diferencia de la voz, la cara no puede dejar de emitir información, salvo a
través de máscaras y aún así, esto también sería significante.
Nuestra hipótesis inicial plantea que la configuración facial rige la
interpretación de la dimensión verbal del texto multimodal. La cara rige
categorías como +-verosímil, +-confiable, +-tristeza, +-alegría, +-
sorpresa, +- miedo, +- enojo, +- desagrado y +- desprecio. Con estas
categorías enmarca emotivamente el texto y le agrega información
actitudinal al mensaje verbal. La información provista por el rostro es de
índole individual, nos informa acerca de las representaciones individuales,
o sea, qué es lo que el hablante siente o expresa sentir. Un rostro alegre
ante una noticia de fallecimiento indica una determinada posición
ideológico-emocional del sujeto en cuestión. Si la dimensión verbal del
texto evidencia la representación del mundo en términos de sistema de
creencias, sentido común, ideología, la dimensión visual, el rostro
específicamente, evidencia la actitud del hablante respecto de sus propias
palabras, o al menos, eso es lo que interpretamos como interlocutores. Esto
también puede considerarse creencias.
Desde la perspectiva de la Lingüística Sistémico-Funcional, M.A.K.
Halliday (1978) establece tres metafunciones del lenguaje:

- Función ideacional
- Función interpersonal
- Función textual

De acuerdo con nuestra hipótesis el rostro codifica información que
va a proyectarse en estas tres funciones:

Función ideacional
Como ya hemos mencionado el rostro rige las categorías de +-
verosímil, +- confiable, +-tristeza, +- alegría, +- sorpresa, +- miedo, +-
enojo, +- desagrado y +- desprecio. En tanto ofrece elementos visuales que
aportan sentido en la comunicación consideraremos que los gestos faciales
están proyectando información ideacional. Los gestos faciales agregan
información interpersonal principalmente. Siguiendo a la Lingüística
Crítica, desprendimiento de la lingüística sistémico funcional, podemos
también decir que el rostro desarrolla dos tipos de procesos:

- No transactivos: están constituidos por las denominadas
"microexpresiones" (Ekman & Friesen, 1978). Son las expresiones automáticas
de emoción. Si bien también comunican información preferimos no tratarlas
como intencionales debido a que están involucradas en procesos automáticos.
El hablante no puede evitarlas.
- Transactivos: se constituyen por todos los movimientos faciales que
refuerzan, complementan o suplen emisiones verbales. Estos procesos
implican cierto grado de conciencia en su producción y están destinados a
establecer algún tipo de proceso comunicacional/informativo.

Función interpersonal
Las categorías antes mencionadas establecen la relación del texto
con su emisor y con su interlocutor. El contenido emotivo-actitudinal que
plantean describe la relación del hablante con sus propias palabras y con
su emisor. Cómo se siente el hablante respecto de lo que acaba de enunciar
y con respecto al otro u otros participantes. Si bien la intencionalidad
del hablante en sentido estricto es imposible de recuperar porque no puede
accederse a su mente sino a través del texto, sí puede reconstruirse una
intencionalidad representada que describe su relación con el mundo que lo
rodea y sus interlocutores.

Función textual
El texto multimodal se conforma a partir de la combinación de al
menos dos dimensiones: la verbal y la visual. El rostro provee así
elementos que se articulan con la dimensión verbal en la construcción del
texto estableciendo correspondencias.

Así considerada, la emoción nos permitiría traspasar el nivel social
de análisis para llegar a un nivel individual, es decir, no muy lejos de lo
que realiza el psicoanálisis, entendiendo la ideología como una
manifestación grupal o colectiva y la expresión de las emociones como algo
individual o subjetivo.

4. Marco teórico
Inscribimos nuestra investigación dentro del marco teórico de la
Semiótica Social, de acuerdo con lo postulado por Hodge y Kress (1988).
Rescatando todo lo descartado por Saussure (1916), estos autores construyen
los principios para una Semiótica Social alternativa. Destacan que el
significado es siempre negociado en el proceso semiótico, nunca impuesto
inexorablemente por un poder omnipotente a través de un código absoluto. La
semiótica tradicional asume que los significados relevantes están fijados y
quietos en el texto, listos para ser extraídos unívocamente por el
interlocutor a través de un código impersonal, neutral y universal. La
perspectiva planteada por estos autores plantea que no puede considerarse
que los textos produzcan exactamente los significados y efectos que sus
autores esperan. Son precisamente las negociaciones y las emisiones
ambiguas las que deben ser estudiadas en el nivel de la acción social y sus
efectos en la producción de significado (Hodge y Kress, 1988: 12).
Estos autores enfatizan dos ideas clave para definir los principios
de su semiótica social. La primera de ellas se refiere a los actos
individuales de semiosis y su organización en sistemas de significantes de
poder y solidaridad. Todos los grupos sociales utilizan marcadores de
pertenencia para otorgarle identidad y cohesión así como para diferenciarse
de otros. Estos marcadores incluyen comportamientos, significados y
recursos aceptados como elementos valorados positivamente para pertenecer a
él. Una forma particular de actuar, de significar y de utilizar los
recursos semióticos implica una versión particular del mundo y las
relaciones sociales. Desde que nacen, los niños entran en la semiosis y la
cultura, y participan activamente en su formación. Iniciarse en la creación
de significado implica entrenar a los individuos para ser parte de una
cultura. Cada vez que creamos significados, estamos actuando esos
significados sociales.
La segunda idea clave se relaciona con que la creación de
significado, como cualquier práctica social, tiene un pasado que actúa en
las historias actuales y contingentes de los significados. Esto cuestiona
la noción saussureana del signo arbitrario para acercarse a la visión de
signo ideológico de Voloshinov (1929). Según Kress (1993) la arbitrariedad
tiene que ver con el devenir de los signos. Los signos responden a una
fuerza social e histórica que conecta de una determinada manera a un
significado con su significante. Cada sistema semiótico, por ejemplo cada
lengua, es de determinada manera porque ha evolucionado para dar respuesta
a las funciones sociales de su entorno y contexto socio-histórico. Los
significados se construirían a partir de un repertorio total de recursos
para significar, recursos provenientes de las prácticas semióticas en toda
la sociedad humana y en diversas épocas históricas.
En síntesis, la primera idea plantea que los sistemas semióticos no
solo cumplen la función de representar sino que además desarrollan las
relaciones sociales. La segunda idea afirma que los sistemas semióticos son
dinámicos ya que reflejan y construyen a las comunidades de sujetos que los
utilizan para crear significado (Halliday, 2004; Kress & van Leeuwen,
2001). Estas dos nociones de base cimientan los principios de la semiótica
social de Hodge y Kress quienes la definen como el estudio de la semiosis
humana, que concibe la creación de significado como un fenómeno
inherentemente social y se enfoca en los sistemas semióticos humanos, sus
recursos, funciones, contextos y efectos. El punto de partida de los
estudios de la semiótica social no es el lenguaje per se sino las prácticas
comunicativas, entonces la pregunta que guía los estudios gira en torno a
cómo las personas usan los variados recursos para crear signos en contextos
sociales concretos (Kress & van Leeuwen, 2001). Su objeto de estudio está
compuesto por la convergencia de dos aspectos de los recursos semióticos.
Por una parte, su naturaleza física o técnica así como sus potencialidades
semióticas y, por otra parte, la regulación social de su uso así como su
historia. Esto significa que su interés se centra en la forma en que son
utilizados los recursos materiales para producir significado y cuales son
los significados producidos en el discurso a través de esos recursos (van
Leeuwen, 2005), es decir, cómo se produce la creación de significado a
través de todos los recursos disponibles: lingüísticos, gestuales,
musicales, coreográficos y accionales (Halliday 1982; Hodge & Kress 1988;
Kress & van Leeuwen, 1996; Lemke, 1990, O'Toole, 1994), abriendo así las
puertas al estudio de todos los sistemas utilizados por los diversos grupos
sociales para significar.
En cuanto a la gestualidad como sistema, esta ha sido históricamente
atribuida a la emoción individual y relegada al ámbito de lo subjetivo, su
manifestación ha sido analizada por la lingüística solo a partir de su uso
equivalente a la dimensión verbal. Halliday (1985: 5) argumenta que la
dimensión gestual es una parte importante de la producción lingüística que
debe ser también considerada dentro del texto y, por ende, también
analizada como parte de él. Asimismo McNeill, en su artículo So you think
Gestures are Nonverbal? (1985), sostiene que el discurso verbal y la
gestualidad son parte de la misma estructura psicológica. Este autor
considera pertinente romper con la noción de lenguaje no verbal, que supone
movimientos inconscientes, manifestaciones corporales que un individuo no
puede evitar, estableciendo una relación directa entre manifestaciones
verbales y movimientos corporales. De esta forma, considera los gestos como
lingüísticos basándose en el hecho de que, para ser interpretados, deben
estar semiotizados y clasificados a través del lenguaje.
McNeill parte del concepto de signo lingüístico de Saussure (1916) y
considera a los gestos como signos sosteniendo que éstos poseen tanto un
significado como un significante. Describe la utilización de gestos en la
comunicación equiparándolos con la dimensión verbal y presenta algunas
evidencias para demostrar su similitud con esta. El primer elemento que
presenta en su argumentación refiere a la etapa computacional que
compartirían el discurso y los gestos:

Gestures share with speech a computational stage; they are, accordingly,
parts of the same psychological structure. The metaphor of a shared
computational stage captures the processing aspects of speech that
sentences and gestures develop internally together as psychological
performances. The metaphor of a common psychological structure captures the
idea that speech and gesture respond to the same forces at the same times …
They are overt products of the same internal processes that produce the
other overt product, speech... The statement that gestures and speech are
parts of the same psychological structure is contrary to the idea of body
language, that is, a separate system of body movement and postural signals
that is thought to obey its own laws and convey its own typically affective
and unconscious meanings. (1985:350)

Como prueba McNeill sostiene que gestos y habla están conectados
internamente:
Ocurren solo durante el habla
Manifiestan funciones semánticas y pragmáticas relacionadas con el discurso
verbal
Están sincronizados con las unidades lingüísticas
Se desarrollan junto con el lenguaje en los niños y se ven afectados junto
con él en las afasias.

Gestures and speech are affected in parallel ways by the neurological
damage that produces Broca's and Wernicke's types of aphasia. Broca's
aphasia consists of a relatively intact ability to use referring terms,
together with a radical disturbance of the ability to combine these
referring terms into larger grammatical wholes. The speech of these
patients is often characterized as telegraphic. Broca's aphasics produce
numerous and sometimes quite elaborate iconic gestures, but few or no
beats...In other words, the pattern of preservations and losses that follow
brain injury in these patients is quite similar in the speech and gesture
domains ... A similar but complementary picture appears with Wernicke-type
aphasics. In this syndrome there appears to be disruption of the ability to
form coherent semantic plans, but preservation of the ability to construct
sequences of words. The speech of these patients is often described as
vacuous. In the gesture of Wernicke-type patients there are few or no
interpretable iconix, but there are movements that seem to be beats. (1985:
372)

A diferencia de McNeill, nuestro trabajo partirá del concepto de
signo ideológico presentado por Voloshinov (1929) quien sostiene que la
relación entre significado y significante no es arbitraria, como en
Saussure, sino motivada. Para Voloshinov los signos circulantes en una
comunidad lingüística están cargados ideológicamente. Cada grupo social
tiene su propia interpretación de los signos y los grupos dominantes
imponen las suyas a través del discurso (Raiter, 2003: 157). Estos signos
motivados, es decir cargados ideológicamente, constituyen el material del
cual están formadas las representaciones sociales. Por ejemplo, la
representación que la cultura occidental le asigna al signo
"estupefacientes" es, en principio, negativa porque los grupos dominantes
así lo han definido, mientras que en muchas culturas nativo-americanas, la
utilización de diferentes sustancias es fundamental para evocar estados
mentales que no pueden alcanzarse de otra forma y, por ende, no son
calificados como negativos.
El concepto de signo ideológico nos permite considerar la variación
social e individual tanto de los significados como de los significantes.
Así, a diferencia de McNeill, consideramos que los gestos faciales,
codificados lingüísticamente a través de la semiosis, operan como
significantes de significados inscriptos en la lengua, y no como signos
propiamente. De esta forma, por ejemplo, el significado de "rostro feliz",
manifestado por el ascenso de las comisuras labiales y arrugas en los
bordes oculares, ya está en el sistema de creencias cuando decodificamos
una emisión dada y se corresponde con un significado que puede o no
manifestarse también verbalmente.
Pero, como mencionamos anteriormente, para que este significante
visual sea decodificado debe estar semiotizado. Su semiotización implica su
inclusión dentro de un sistema de signos y la adjudicación de un valor
dentro de ese sistema. Ese valor se actualiza con cada decodificación.
Desde el marco de la teoría de Appraisal (Arnold, 1960; Lazarus, 1991) se
considera que entre la percepción de un estímulo y el desencadenamiento de
cambios fisiológicos media una evaluación. Esta evaluación no puede
realizarse sin una categorización del mundo circundante. Si bien dicha
categorización es, en gran medida, prelingüística, la complejización de
significados desarrollada a partir de la semiotización del mundo a través
del lenguaje plantea categorías más elaboradas que, en lo que refiere a las
emociones, funcionan de la misma forma que los elementos prelingüísticos.
Lazarus (1982: 1022) sostiene que el pensamiento es una condición necesaria
para la emoción.
A efectos de sistematizar el análisis conjunto de elementos verbales
y no verbales utilizaremos las herramientas propuestas por la lingüística
sistémico funcional (Halliday, 1978, 1985, 1991; Halliday & Hasan, 1985).
La lingüística sistémico funcional considera al lenguaje como un sistema de
opciones. Los textos, tanto escritos como orales, se constituyen como
elecciones efectivamente realizadas dentro de ese sistema. Un texto es una
unidad semántica construida a partir del sistema de opciones que se
caracteriza por ser coherente, cohesiva y por tener un significado.
Desde esta perspectiva cada texto debe ser coherente con su contexto
comunicativo. Los enunciados lingüísticos de un determinado individuo están
condicionados por el contexto social en el que se realizan. Esta adecuación
del texto al contexto comunicativo constituye el registro y presenta tres
aspectos:

Campo: es la acción social donde surge el texto, incluye el tema.
Tenor: es el conjunto de relaciones entre los participantes de la
interacción, incluye el nivel de formalidad.
Modo: es la serie de recursos utilizados para producir un texto apropiado
para la situación, incluye el medio (oral o escrito).

Estos tres aspectos del registro se manifiestan en la cláusula. Una
cláusula es una estructura predicativa en la que se proyectan las funciones
del lenguaje. Desde una perspectiva formal, puede considerarse cláusula a
la estructura formada por un verbo, sus argumentos y sus adjuntos
circunstanciales.

La producción de textos está condicionada a la propiedades del campo,
el tenor y el modo, y a la forma en que estos aspectos se relacionan con
las tres funciones del lenguaje:

Metafunción Ideacional: mediante esta los hablantes interpretan y organizan
su experiencia del mundo real, establecen relaciones lógicas y forman su
visión de mundo.

Metafunción Interpersonal: se establecen y mantienen relaciones sociales,
roles comunicativos, grupos sociales, y consolida la identidad de los
hablantes.

Metafunción textual: permite que los hablantes creen textos de forma
apropiada y pertinente, que son la unidad básica de todo proceso
comunicativo de transmisión de significado.

Como ya se dijo, estas funciones se proyectan en la cláusula. Esto se
produce a través de tres sistemas: el sistema de transitividad, el sistema
de modo y el sistema textual.


Por otra parte y de manera posterior, Kress y van Leeuwen (1996)
adoptan varios postulados de la lingüística sistémico-funcional para el
análisis de textos multimodales. En sentido estricto entendemos por
multimodalidad la combinación de diferentes canales o modos semióticos en
un mismo evento comunicativo (van Leeuwen, 2005: 28). Esta definición
implica la inclusión de diferentes recursos semióticos codificados y
contextualizados que contribuyen a la creación de un significado unificado.
Estos diferentes recursos pueden ser visuales o auditivos y establecen
relaciones entre ellos para configurar lo que denominamos discurso
multimodal. Estos autores mantienen las tres funciones básicas del lenguaje
definidas por este autor: ideacional, interpersonal y textual. Como la
cláusula en Halliday (2004), cada recurso semiótico debe ser capaz de
representar aspectos de la experiencia humana, es decir, debe poder
representar objetos, eventos y sus relaciones con el mundo. En los textos
multimodales Kress y van Leeuwen distinguen participantes, procesos y
circunstancias. Los participantes involucrados son los siguientes:

- participantes interactivos: participantes involucrados en el evento
comunicativo. El emisor o constructor del texto y el receptor o
destinatario.
- participantes representados: seres o cosas a las cuales se refiere el
texto multimodal.

Los procesos se caracterizan a partir de un sistema accional y uno
relacional. Siempre que representan acciones tienen una direccionalidad. Si
hubiera algún vector que une participantes, pero no tiene dirección, se
convierten en una estructura analítica (relacional) del tipo de "están
conectados" o "están relacionados".

El actor es el participante del cual sale el vector y con el cual puede
estar fusionado en diferentes grados. El mismo actor puede ser el vector.
Por lo general es el participante más saliente debido al color, tamaño,
contraste, etc. y según los parámetros de la prominencia psicológica (por
ejemplo, la figura humana y, sobre todo, el rostro tienen para los humanos
una mayor prominencia que otras figuras). En las interacciones cara a cara
el actor va a coincidir con el emisor.



Dentro de los procesos accionales (tanto transactivos como no transactivos)
podemos encontrar procesos materiales, de reacción (percepción:
visuales, auditivos, etc.), verbales y mentales.



En cuanto a la descripción de expresiones faciales trabajaremos con
la clasificación propuesta por Ekman, Friesen y Ellsworth (1972) y ampliada
en Ekman y Friesen (1975) y Ekman (2003). Estos autores definen el concepto
de "emoción" como una serie de procesos que involucran tanto lo social (la
construcción del significado) como lo fisiológico (los cambios corporales
provocados por el significado) y proponen una clasificación detallada de
movimientos musculares en el rostro que se corresponden con un listado de
emociones previamente definido. El modelo propuesto en 1975 establece
movimientos faciales particulares para cada una de las siguientes
emociones:

- Sorpresa: las cejas se curvan y elevan provocando arrugas horizontales en
la frente, los párpados se tensan y la mandíbula cae, separando los
maxilares.

Surprise is the briefest emotion. It is sudden in its onset. If you have
time to think about the event and consdider whether or not you are
surprised, then you are not. You can never be surprised for long, unless
the surprising event unfolds new surprising elements (1975: 37). The
eyebrows appear curved and high. The skin below the brow has been stretched
by the lifting of the brow, and is more visible than usual. The lifting of
the eyebrows produces long horizontal wrinkles across the forehead... The
jaw drops during surprise, causing the lips and teeth to part (1975: 34).

- Miedo: los párpados se tensan y elevan. Las cejas se elevan como en la
expresión de sorpresa pero en este caso tienden a juntarse. Los ojos se
tensan, la boca se abre pero los labios están tensos y pueden retraerse un
poco.

The eyebrows appear raised and straightened. The brows are lifted as the
are in the surprise brow, but in addition to the lift they are drawn
together so that the inner corners of the brow are closer together in fear
than in surprise... The eyes are opened and tense during fear, the upper
eyelid raissed and the lower eyelid tense... The mouth opens in fear, but
the lips are tense and may be drawn back tightly. The lips are not relaxed
as they are in surprise, there is tension in the upper lip and the
beginning trace of the corners of the lips being drwan back (1975: 50-53).

- Disgusto/desagrado/asco: el labio superior se eleva y la nariz se arruga.
Los párpados superiores descienden y los inferiores se elevan manteniendo
los ojos en tensión.

The most important clues to disgust are manifested in the mouth ad nose and
to a lesser extent in the lower eyelids and eyebrow. The upper lip is
raised, while lower lip may be raised or lowered; the nose is wrinkled; the
lower eyelids are pushed up and the eyebrow is lowered (1975: 68).

- Ira: las cejas descienden tensas y se juntan. Los párpados y los labios
se tensan.

The eyebrows are lowered and drawn together, the eyelids are tensed, and
the eye appears to share in a hard fashion. The lips are either tightly
pressed or parted in a square shape (1975: 82).

- Felicidad: los extremos exteriores de los labios se mueven hacia atrás y
hacia arriba. Las mejillas se elevan, los párpados inferiores se elevan
pero no se tensan. Suelen aparecer arrugas en los extremos exteriores de
los ojos, las llamadas "patas de gallo".

Happines is shown in the lower face and lower eyelids. Corner of lips are
drawn back and up. The mouth may or may no be parted, with teeth exposed or
not. A wrinkle runs down from the nose to the outer edge beyond the lip
corners. The cheeks are raised. The lower eyelid shows wrinkles below it
and may be raised but not tense. Crow's-feet wrinkles go outward from the
outer corners of the eyes. (1975: 112)

- Tristeza: los extremos interiores de las cejas se juntan y elevan y los
extremos de los labios caen.

The inner corners of the eyebrows are raised and may be drawn together. The
inner corner of the upper eyelid is drawn up, and the lower eyelid may
appear raised. The corners of the lips are drawn down, or the lips appear
to tremble (1975: 117).

En trabajos posteriores (Ekman y Heider, 1988; Ekman, 2003) incluyen el
desprecio con sus respectivos movimientos faciales. Se caracteriza por una
manifestación unilateral, es decir, involucra un solo lado del rostro. Uno
de los extremos de la boca se tensa y se eleva.

A slight upper lip raise, the action is only on one side of the face. The
lip corner is tightened and slightly raised. This is a clear contempt
expression (2003: 185).

4.1. Selección del corpus
Con el objetivo de contrastar los recursos utilizados en diferentes
construcciones discursivas y evidenciar su utilidad para el Análisis
Crítico del Discurso se ha seleccionado un corpus de spots televisivos y
entrevistas y notas periodísticas con un eje común: el discurso especista,
es decir, la construcción de representaciones relacionadas con el prejuicio
hacia otras especies. Nuestra intención es evidenciar cómo las
manifestaciones faciales participan de la construcción y reproducción de
representaciones especistas en diferentes tipos de textos orales. Los
textos seleccionados pertenecen a diferentes géneros discursivos y el
análisis dará cuenta de esta particularidad relevando los recursos
pertinentes para cada género.

4.2. Metodología
El abordaje de los textos se realizará con la metodología propia de
la lingüística sistémico funcional (Halliday, 1978; 1991; Halliday y Hasan,
1985) y el análisis multimodal propuesto por Kress y van Leeuwen (2006).
Las expresiones faciales serán analizadas a partir de los postulados de
Ekman y Friesen (1975) detalladas anteriormente para la descripción
específica de elementos faciales. El análisis implicará la segmentación de
los textos y la puesta en correlación de los elementos de las dimensiones
verbal y visual a efectos de identificar recursos y dilucidar categorías en
la construcción textual.


5. Estado de la cuestión
En la tradición occidental, el estudio más o menos sistemático de los
gestos en la comunicación puede rastrearse hasta la antigüedad clásica.
Tanto griegos como romanos consideraban que el gesto como forma de
expresión debía ser controlado y moldeado para crear un discurso persuasivo
o más efectivo (Kendon, 2004: 17). Aristóteles lo consideraba parte de una
técnica para transmitir sentimientos al auditorio, junto con el tono de voz
y otros elementos teatrales, pero opuesto al ideal de discurso, el cual, de
acuerdo con él, solo requería de los hechos y los principios de la razón.
Para la tradición romana estos elementos tienen un valor diferente dentro
de las técnicas oratorias. Cicerón también menciona los gestos y las
expresiones faciales en sus discursos sobre oratoria pero, a diferencia de
Aristóteles, las considera elementos que deben ser desarrollados. Enfatiza
que los gestos, en particular los faciales, deben ser utilizados para
expresar las emociones que subyacen al discurso. Deben utilizarse de forma
medida y contextualizada, no a la manera de los mimos y los actores cuyas
técnicas considera muy diferentes de las del orador.
De acuerdo con Kendon (2004: 17) la disquisición más completa sobre
gestualidad realizada en la antigüedad clásica se encuentra en el libro
once de Institutio oratoria de Quintiliano. En la sección III del libro XI,
siguiendo a Cicerón, divide la actio en dos componentes: vox y motum. Luego
se referirá también al motum como gestus. Resalta que ambos aspectos de la
enunciación son de vital importancia, si bien "la voz tiene primeramente
nuestra atención dado que incluso nuestros gestos se adaptan a nuestras
alabras" (XI, III. 14).
Para Quintiliano, gestus refiere no solo a la acción de las manos y
brazos sino también a los movimientos del cuerpo, la cabeza, la acción del
rostro y la mirada. Por ello el apartado III del capítulo XI incluye una
discusión acerca de la posición de las manos y la cabeza y cómo deben ser
movidas en una conversación. También describe la utilización de la mirada,
la cual considera la mayor fuente de efecto emocional en el discurso.
Quintiliano establece una distinción entre "gestos que proceden de
nosotros mismos junto con nuestras palabras" y "aquellos por los cuales uno
señala, describe o indica cosas u objetos" (Kendon, 2004: 19). Estos
últimos deben ser evitados por el orador. Además sostiene que un buen
orador debe adaptar sus gestos a su pensamiento antes que a sus palabras
(XI,, III. 89). Apuntar a hacia uno mismo u otra persona a la cual se está
haciendo referencia es aceptable debido a que se indica el objeto del
pensamiento, pero no sería correcto utilizar gestos para ilustrar el
contenido de lo que se dice. Siguiendo a Cicerón, sostiene que el orador
utiliza los gestos para remarcar lo que se está diciendo y para indicar los
objetos a los cuales se refiere, pero nunca como sustituto de sus palabras.
Hacer esto sería seguir las formas del teatro popular y no sería apropiado
para las cortes judiciales (último locus oratorio en la época de
Quintiliano). Procede luego a describir dieciocho gestos específicos que
recomienda para su utilización. Los considera apropiados para diferentes
partes de la enunciación para marcar diferentes actitudes del hablante:
admiración, negación, interrogación, certeza, etc.
Durante la edad media el estudio de la retórica persistió aunque solo
se concentró en la parte intelectual de la construcción del discurso. Los
gestos fueron recluidos al ámbito del ritual religioso y formas legales. En
el renacimiento el interés por la retórica reaparece, publicándose varios
tratados sobre el tema, por ejemplo L'Arte de Cenni (1616) de Giovanni
Bonifacio. Dedicada absolutamente al estudio de los gestos la obra se
presenta de la siguiente forma:

L'Arte de' Cenni con la quale formadosi favella visibile, si tratta della
muta eloquenza che non é altro che un facondo silentio. Divisa in due
parti. Nella prima si tratta dei cenni, che da noi con le membra del nostro
corpo sono fatti, scoprendo la loro significatione, e quella con l'autoritá
di famosi Autori confirmando. Nella seconda si dimostra come di questa
cognitione tutte l'arti liberali, e meccaniche si prevagliano. Materia
nuova á tutti gli huomini pertinente, e massimamente á Prencipi, che, per
loro dignitá, piú con cenni, che con parole si fanno intendere.

L'Arte de Cenni intenta describir la totalidad de signos posibles de
realizar con el cuerpo e incluso considera la significación de la ropa.
Bonifacio creía que los signo corporales revelan más claramente que las
palabras las intenciones y emociones de las personas.

Desde principios del siglo XX el estudio de los gestos faciales en la
comunicación ha estado relacionado con la expresión de las emociones. Pero
la emoción como objeto de estudio es un elemento de difícil aprehensión.
Diferentes disciplinas realizan diferentes recortes y brindan definiciones
discordantes. Las aproximaciones provenientes de la antropología toman
elementos de la Kinésica y la proxémica, las cuales han sido englobadas
comúnmente dentro de la llamada comunicación no verbal. Si bien existen
algunos antecedentes dispersos, la primera obra que aborda la denominada
comunicación no verbal como tal data de 1952, Introduction to Kinesics del
antropólogo Ray Birdwhistell. En este trabajo Birdwhistell (1970: 86-87)
sostiene que el noventa por ciento del intercambio de información en una
conversación no se realiza a través del canal verbal sino por la
combinatoria de señales que sostienen el flujo de la conversación, es
decir, gestualidad, vestimenta, manejo del espacio personal, etc. Si bien
Birdwhistell utiliza el término "kinesics" en lugar de "comunicación no
verbal" se refiere al mismo recorte.
Durante los últimos veinte años, el mayor cúmulo de estudios ha
provenido del ámbito de la psicología cognitiva. Ekman y Friesen (1969,
1975) desarrollaron varias investigaciones referidas a la interpretación de
gestos faciales y emoción. En este caso, los investigadores buscaban marcas
de emoción en los rostros de pacientes psiquiátricos que les permitieran
inferir la verdad o falsedad de las palabras de sus interlocutores.
Dentro de los estudios de emoción propiamente dichos podemos
mencionar algunas clasificaciones fundamentales. Lutz y White (1986)
realizan un relevamiento de todas las perspectivas que retoman los estudios
de emoción desde ámbitos relevantes para la antropología, clasificándolos
en dos grandes grupos con varias subdivisiones:

Universales transculturales (Cross-Cultural) en emoción. Estudios de
orientación biológica.
La construcción cultural y social de las emociones. Estudios de orientación
social.

Dentro del primer grupo se destaca la teoría conocida como Appraisal
(Arnold, 1960). De acuerdo con sus postulados básicos, para que un estímulo
provoque una respuesta emocional o un sentimiento emocional, el cerebro
primero debe evaluar el significado del estímulo. Después, las evaluaciones
llevan a las tendencias a la acción. Según esta teoría, lo que da cuenta de
los sentimientos conscientes es la tendencia sentida a dirigirse hacia
objetos y situaciones deseables, y a alejarse de los no deseables. Aunque
las evaluaciones pueden ser conscientes o inconscientes, tenemos acceso
consciente a los procesos de evaluación tras el hecho. Para que la relación
afectiva anteceda a la cognición el mundo debe estar precategorizado.
En cuanto al segundo grupo, la emoción es vista como relación social.
Los sistemas de significados emocionales reflejarían esas relaciones y
estructurarían las emociones por medio de la constitución del
comportamiento social de la emoción (Lutz y White, 1986: 15). Dentro de
esta perspectiva puede encuadrarse el posicionamiento de Ekman (2003) para
describir lo que denomina "reglas de exhibición", es decir, la
manifestación ritualizada de las emociones.

La gestualidad está ligada a la emoción en la teoría de Appraisal
debido a que ciertos gestos, las expresiones automáticas de emoción, son
inconscientes. A diferencia de los gestos manuales (Kendon, 2004), los
cuales poseen diferentes grados de consciencia, algunos gestos faciales,
las microexpresiones en términos de Ekman (2003) se disparan
automáticamente. De acuerdo con Ekman (2003), una microexpresión es un
sutil y mínimo movimiento involuntario realizado por los músculos
faciales, relacionado con emociones específicas. A diferencia de otros
movimientos faciales es casi imposible controlarlos y ocurren en una
fracción de segundo. Ekman establece correspondencias de microexpresiones
faciales para siete emociones: disgusto, ira, miedo, tristeza, alegría,
desprecio y sorpresa. Si bien el concepto de microexpresión cobró
relevancia a partir de las investigaciones de Ekman, estos movimientos
fueron identificados primeramente por Haggard e Isaacs en 1966. Estos
autores buscaban marcas de comunicación no verbal entre terapeuta y
paciente. Ekman profundizó los estudios realizando cruces interculturales.

En la comunicación, la información no verbal puede interactuar con la
información verbal de seis formas (Malandro, 1989): repitiendo su
contenido, contradiciendo, complementando, sustituyendo, regulando y/o
acentuando/moderando. Es por ello que la relación entre ambos tipos de
información es fundamental para la decodificación de mensajes. De acuerdo a
Malandro (1989), para una interpretación precisa de los mensajes la opción
más sencilla es el caso de complementariedad: ambas señales brindan claves
que, aunque distintas, construyen un mismo significado.
Muchas expresiones faciales, movimientos del cuerpo o manejos del espacio
interpersonal son frecuentemente utilizadas en reemplazo de expresiones
verbales. Esto ocurre mayormente con las expresiones faciales más
prototípicas y, por ende, más fáciles de reconocer (por ejemplo una
sonrisa) y elementos fosilizados que se han convertido en emblemas, en el
sentido de Ekman (2003). La carencia de una estructura lineal de la
comunicación no lingüística permite utilizar como eje el nivel verbal. Se
ha dicho también que, dada su estrecha relación con las emociones el
lenguaje no verbal presenta una continuidad que no presenta el lenguaje
verbal, dado que nuestras caras expresan sentimientos y emociones aún
cuando nadie esté observando. Argyle (1988) sostiene que existen cinco
funciones básicas realizadas por el lenguaje no verbal en la comunicación:
expresar emociones, expresar actitudes interpersonales, brindar claves de
interacción, brindar información personal, realizar rituales como el
saludo.
La relación entre emociones y gestos ha sido un punto problemático en todas
las disciplinas que han tenido a las emociones como objeto de estudio. Aún
hoy el debate acerca de las emociones continúa abierto y, si bien existe
conceso para descripciones básicas, cada autor posee su propia
clasificación (Pluchik, 1991; Ekman y Friesen, 1975). La propuesta de Ekman
identifica seis emociones básicas, a partir de movimientos faciales
característicos involuntarios. Individualiza movimientos que, con
variaciones en intensidad, caracterizan al miedo, la tristeza, la alegría,
la sorpresa, ira y disgusto. En trabajos posteriores (2003) sumaría a ellas
el desprecio. De esta forma busca identificar y categorizar la actitud del
hablante frente a sus propias palabras.
Además de gestos faciales, Ekman categoriza los movimientos de manos y
brazos. Se distinguen cinco categorías (Ekman y Friesen, 1975):

Emblemas: señales emitidas intencionalmente y con un significado
convencional (pulgar levantado). Son fácilmente reconocibles por los
miembros de una comunidad dada.


Ilustradores: acompañan a la comunicación verbal. Matizan, remarcan o
ejemplifican el contenido verbal. Si bien se utilizan intencionalmente, el
manejo consciente de los ilustradores es menor que el de los emblemas.


Reguladores: sincronizan y organizan la comunicación oral. Se utilizan para
tomar el relevo en la conversación, para iniciar y finalizar la interacción
o para ceder el turno de la palabra. Si bien no están tan
convencionalizados como los emblemas, muchos de ellos también so fácilmente
reconocibles y de uso corriente, por ejemplo, ofrecer un apretón de manos
para finalizar una conversación.


Gestos que expresan estados emocionales o muestras de afecto: este tipo de
gestos reflejan el estado emocional de la persona en un momento particular.
Además de los gestos faciales que indican una determinada emoción, Ekman y
Friesen sostienen la existencia de movimientos corporales que denotan una
determinada emoción. Por ejemplo el encogimiento de hombros como
manifestación de tristeza, un movimiento frenético de manos y brazos puede
ser una manifestación de nerviosismo, etc.


Adaptadores y autoadaptadores: son gestos que se utilizan para manejar
emociones que no queremos/podemos expresar. Son la exteriorización de
emociones reprimidas en mayor o menor medida. Pueden distinguirse los
signos dirigidos a uno mismo (como por ejemplo, pellizcarse, rascarse,
frotarse una parte del cuerpo), los dirigidos hacia los objetos (jugar con
un bolígrafo, lápiz, cigarrillo, etc.) y los dirigidos a hacia otras
personas (apretar el brazo, abrazar, llevar la mano a la cara o al cuello,
etc.). Son mayormente inconscientes, como por ejemplo morderse las uñas o
chuparse el dedo, algo bastante común en los niños pequeño, aunque
comparten ese rasgo dual con los reguladores, puede existir cierto grado de
conciencia.

Esta clasificación, sumada a la descripción de movimientos faciales y
su correspondencia con emociones particulares, permite dar cuenta del marco
emocional de nuestro interlocutor en una interacción cara a cara.
Por otra parte, y ya fuera de la discusión acerca de la naturaleza de
las emociones, Hymes (1967), Goffman (1956, 1974) y Gumperz (1982) trabajan
la gestualidad desde una perspectiva etnográfica. El concepto de
competencias comunicativas, introducido por Hymes, al igual que el de
inferencias conversacionales de Gumperz, suponen el manejo, por parte de
los interlocutores, de valores asignados a diferentes gestos corporales e
información no verbal en general, los cuales son denominados claves de
contextualización. En el mismo sentido, Goffman (1956) analiza el
despliegue teatral que implican las interacciones cara a cara. De esta
forma, las interacciones son pensadas como representaciones teatrales en
las cuales los participantes adoptan roles sociales en cada interacción. En
trabajos posteriores, Goffman (1974) profundiza su investigación acerca de
la influencia que los marcos conceptuales tienen en la estructuración de la
percepción social de los individuos. Estos marcos proveen información que
permite generar una serie de expectativas en el interlocutor. De esta forma
se incluye la relación contextual que las investigaciones sobre emoción
dejan afuera.
Más cerca en el tiempo los estudios multimodales también retoman el tema,
ya no desde una perspectiva etnográfica, sino desde el análisis del
discurso. Partiendo de los postulados de la lingüística sistémico-funcional
Gunther Kress y Theo van Leuween (1996) intentan construir una gramática
visual, es decir, capaz de dar cuenta del significado construido de forma
multimodal. Aunque estos dos autores no trabajan con interacciones cara a
cara, muchos de sus postulados pueden aplicarse perfectamente a este tipo
de casos. Algunos años más tarde, Granström et al. (2002) aplicaron el
concepto de multimodalidad a las interacciones cara a cara. De acuerdo con
O'Halloran y Bradley (2011:1), los estudios multimodales han suscitado el
interés de numerosas disciplinas en el actual contexto de considerable
cambio social. El rápido desarrollo de las tecnologías de la información en
la segunda mitad del siglo pasado habría provocado un interés masivo por
las diferentes formas en que circula la información, otorgándole a los
estudios multimodales un lugar destacado. Este aparente interés habría
ampliado las áreas de dominio de los estudios multimodales. Al respecto,
Jewitt sostiene que, en sentido estricto, el término multimodalidad refiere
más a un campo de aplicación que a una teoría (2009: 2). En igual sentido
argumenta Kress (2009: 54) quien sostiene que el concepto define un campo
de acción, por lo cual, si bien no se refieren explícitamente al análisis
de gestos, estos pueden ser considerados dentro de la dimensión visual.

Durante la última década el estudio de la comunicación no verbal ha cobrado
un nuevo interés en áreas como la educación a nivel general, debido a su
aplicación dentro del aula de clase, la enseñanza de segundas lenguas; por
la transmisión de información cultural contenida en gestos y movimientos
corporales y, en la misma línea, los estudios interculturales, para los
cuales el lenguaje corporal presenta todo un nuevo espectro de información,
como pueden acreditarlo Schmidt (2013), Monterubbianesi (2012) y Hernández
(2008).
Para la lingüística sistémico-funcional, toda comunicación es interaccional
y multimodal. En consonancia con las investigaciones del lenguaje en
contexto, Halliday (1985) incorpora en la interpretación del texto,
elementos verbales y no verbales. Si bien no aborda la comunicación no
verbal de manera específica, permite el relevamiento de información
interpersonal en la comunicación. Uno de los aportes más importantes de la
lingüística sistémica a la investigación de la conversación es el estudio
de la metafunción interpersonal y su relación con la situación
comunicativa. Dentro del registro, el concepto de tenor permite abordar
elementos como características del emisor, estatus y distancia social.
Dentro de la información sobre el emisor se incluye la construcción de
identidad y posición o actitud, lo cual tiene un correlato no verbal.
Algunos investigadores han brindado evidencia de que la experiencia
perceptiva es diferente según se disponga de uno o dos canales de
información. El llamado "efecto McGurk" (MacDonald y McGurk, 1978), es la
primera evidencia experimental de la integración sonoro-visual del habla.
Este trabajo muestra una variación en el resultado del procesamiento cuando
se trabaja con dos estímulos simultáneos. El experimento desarrollado por
estos dos investigadores exponía al sujeto a un estímulo auditivo, la
sílaba auditiva "ba", mostrando simultáneamente un vídeo del supuesto
hablante pronunciando la sílaba "ga". El resultado percibido por el sujeto
fue la sílaba "da". Basados en estos resultados, MacDonald y McGurk
afirmaron la existencia de una relación interactiva entre oído y visión por
la que se integra y sintetiza la información disponible en ambos canales.
En esta interacción en el procesamiento de ambos canales, pueden
presentarse dos posibilidades: puede existir un equilibrio entre ellos, o
uno de los dos puede ejercer fuerza sobre el otro. Massaro y Cohen (1996)
sostienen que la información sonora inconsistente trastorna la
identificación visual más profundamente de lo que la información visual
inconsistente trastorna la identificación sonora. Asimismo, la información
sonora consistente amplía la identificación visual más de lo que la
información visual consistente amplía la identificación sonora.
Traduciendo: para estos autores en el procesamiento del habla, la señal
audible parece ser más influyente que la señal visible.
Por su parte Otatti (1997) sostiene que la combinación del canal verbal con
las expresiones faciales y movimientos corporales afecta el modo de
procesamiento. Las caras neutras y las manifestaciones de emociones
negativas provocarían un procesamiento sistemático del habla (por trozos),
mientras que las felices un procesamiento heurístico (global). Este autor
postula la existencia de un modelo de sincronización por el que las
configuraciones faciales informan al perceptor cuál es la estrategia
cognitiva que debe seguir en el procesamiento del habla:
Una sonrisa espontánea señala al perceptor que la situación es benigna y no
existe necesidad de entrar en un procesamiento sistemático. Solo
heurístico.
Las expresiones relacionadas con las llamadas "emociones negativas"
(tristeza, furia, miedo y disgusto) informan al perceptor que la situación
es más seria, y que requiere mayor escrutinio y deliberación. Bajo estas
condiciones, un estilo de procesamiento sistemático predomina cuando los
perceptores juzgan a una persona determinada.

La configuración facial influye en el modo de procesamiento del habla
(Otatti et al., 1997) porque rige el mecanismo de procesamiento de los
elementos visuales y, en consecuencia, del habla bimodal. Aún cuando la
atribución de credibilidad audiovisual al hablante otorgue más importancia
a la voz que al rostro, la imagen modifica el modo de procesamiento de la
señal sonora, y determina un mayor o menor escrutinio de los elementos
visuales del hablante.
Niedzielski (1999) afirma que los oyentes utilizan tanto información
verbal como visual para crear y calibrar el espacio discursivo. Sostiene
que las instituciones sociales como la escuela y los medios de comunicación
crean y reproducen estas representaciones y por ello funcionan como
intermediarios de las percepciones de los individuos acerca de su propia
variedad.
En las interacciones verbales cara a cara, el rostro brinda un cúmulo
enorme de información que interviene en el intercambio. De acuerdo con
Ekman (2003) la cara provee tres tipos de señales:

Estáticas: color de la piel, forma de la cara, estructura ósea,
características corporales, en general.

Lentas: arrugas permanentes, cambio de color en la piel, cambios corporales
que llevan tiempo.

Rápidas: movimientos de párpados, labios, etc. Son producidos por el
movimiento de los músculos faciales y pueden tomar milésimas de segundo.

Los dos primeros tipos de señales codifican información acerca de la
edad, sexo, origen racial, atractivo social, etc. Las últimas transmiten
información acerca de las emociones. Ekman y Friesen (1975) identifican
seis emociones básicas: felicidad, sorpresa, miedo, furia, disgusto y
tristeza. En trabajos posteriores (2003) agregan una séptima: el desprecio.
Como ya se ha mencionado, cada una de estas emociones presenta movimientos
faciales característicos y automáticos. Su expresión es involuntaria,
disparada automáticamente ante la aparición del estímulo fijado como
disparador, o sea, su manifestación escapa a las intenciones del hablante.

6. ESTRATEGIA TEÓRICO-METODOLÓGICA
El presente diseño de investigación adopta la perspectiva
tridimensional que se basa en la interrelación entre teoría, método y
técnica (Besse, 2012; Escolar y Besse, 2012; Sirvent 2004; Escolar, 2000).
El nivel epistemológico, que hace referencia a la situación problemática
que da origen a la investigación y a los conceptos e interrogantes a partir
de los cuales se construye el objeto, el problema y los objetivos de la
investigación ha sido tratado previamente. El marco teórico y la
metodología de análisis, a través de la cual el corpus será abordado,
estarán construidos y delineados previamente. De ser necesario, podrán ser
modificados a lo largo del proceso de investigación.
El proyecto de investigación ha sido planteado desde una perspectiva
hipotético-deductiva: a través de observaciones realizadas en una etapa
previa, exploratoria, se planteo el problema de la falta estudios gestuales
dentro de la perspectiva teórica denominada Análisis Crítico del Discurso
(ACD) y se construyó como objeto de estudio la influencia de las
expresiones faciales en la construcción de significado en textos orales.
Durante el proceso de recorte del objeto se formuló la hipótesis de partida
propuesta en este diseño de investigación que intentará validarse a través
del análisis del corpus propuesto.
Nivel metodológico. En relación con los objetivos propuestos, el
diseño del proyecto de investigación es de tipo descriptivo, a fin de
relevar los elementos, procesos y estrategias propios de los diferentes
tipos de textos involucrados dentro del objeto de estudio recortado. De
acuerdo con el marco teórico y la metodología analítica propuesta, nos
proponemos describir construcciones y procesos de construcción en fenómenos
semióticos. No habrá manipulación de variables, estas se observaran y se
describirán tal como son presentadas en el corpus seleccionado. La
descripción será de tipo cualitativo y el recorte será transversal. Nuestra
investigación se basará en un análisis de tipo interpretativo, referido a
lo particular y sus conclusiones podrán aplicarse solo a los textos
analizados. Como hemos mencionado, la presente investigación ha sido
planificada de acuerdo a las características de un diseño transversal, esto
es, de un diseño en el que la información se obtiene en un único momento en
el tiempo con el objeto de describir variables y analizar su incidencia e
interrelación (Sampieri, Collado y Luco, 2003). Los objetivos propuestos no
pretenden dar cuenta del desarrollo a través del tiempo del objeto
seleccionado sino describir su estado y funcionamiento en textos
particulares. El corpus recolectado se enmarca en un período de tiempo más
o menos acotado, los últimos cinco años, y el propósito del análisis es
describir las categorías semióticas construidas a través de expresiones
faciales en el discurso, analizar su interrelación e incidencia en la
construcción de representaciones especistas en el lapso de tiempo abarcado
por el corpus.
Las muestras que conforman nuestro corpus han sido seleccionadas al
azar pero teniendo en cuenta un eje unificador: temática animal, ya sea
sanidad, alimentación, producción, etc. A efectos de evidenciar las
categorías que se construyen sobre este eje, qué recursos se utilizan y
cómo se efectúan los procesos de construcción.
Nivel tecnológico. Nuestro objetivo es utilizar las herramientas
provistas por la Lingüística Sistémico Funcional (Halliday, 1982, 1985,
1991 y Halliday y Hasan, 1985), complementadas por Kress (2003, 2010) y
Kress y van Leeuwen (1996, 2001) para el análisis de textos multimodales,
sumando la propuesta de Ekman (1999, 2003), Ekman y Friesen (1969, 1972,
1975) y Ekman y Heider (1988) para la descripción de expresiones faciales
de emoción, a efectos de realizar una descripción detallada de los gestos
faciales que intervienen en la construcción de representaciones sociales
especistas.
Los textos serán segmentados en cláusulas, considerando los
siguientes aspectos, tanto verbales como no verbales: participantes,
procesos, circunstancias, modalizadores. Los recursos utilizados para la
construcción de las categorías mencionadas serán puestos en correlación con
variables sociales que posibiliten dar cuenta de los diferentes contextos
de aparición.

7. Bibliografía indicativa
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total del cuerpo. México: Paidós.

Argyle, M. (1969). Social Interaction.London: Tavistock Publications.

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