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August 10, 2017 | Autor: V. Cabañero Martín | Categoria: Classics: Ancient History and Archaeology
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SPQC. SENATV POPVLOQVE CAVCENSIVM Víctor Manuel CABAÑERO MARTÍN

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UNED C.A. SEGOVIA

Conferencia impartida el 6 de mayo de 2011 1.

EL ELEMENTO ROMANO Y LA CONFIGURACIÓN DEL TERRITORIO

La civitas de Cauca aparece por primera vez en un texto histórico a raíz de unos hechos acontecidos en el 151 a. C. Es la “puesta de largo” de una ciudad que como hemos visto en el capítulo anterior ya gozaba de una larga trayectoria como asentamiento y que ahora iniciará un nuevo camino marcado por los modos de proceder romano. Una senda que la llevará a su punto culminante: la mención como cuna de uno de los emperadores más influyentes en el final de los tiempos romanos. 1.1. Una civitas del valle del Duero Fecunda en datos es la narración de Apiano de Alejandría, historiador que realizó su obra en la primera mitad del siglo II d.C., sobre la toma de la ciudad1. En ella, el cónsul Lúculo es tratado de forma hostil, pues se señala como “ansiaba la gloria y tenía necesidad de dinero por causa de su pobreza”. A continuación, se indica que montó el campamento junto a la ciudad, posiblemente al Sur del núcleo urbano. Blanco García2 recoge, en su investigación sobre la evolución numismática caucense, una serie de materiales numismáticos que deben corresponderse con la llegada de las legiones romanas en este momento y posiblemente, también de un momento anterior del que no obtenemos noticias de los textos históricos conservados. Si seguimos los acontecimientos relatados, no debemos esperar encontrar evidencias de una organización campamental compleja, pues fue mientras los legionarios se dedicaban a coger madera y a forrajear cuando recibieron el ataque de los caucenses. Dentro de la contienda que siguió a este ataque, encontramos otro dato de importancia, la existencia de “puertas” en la ciudad, una muralla que hoy todavía desconocemos y que no debió ser muy diferente de la documentada en fechas recientes en la ciudad de Pintia. Prosigue el relato mencionando a los “ancianos”, quienes portando coronas y ramas de suplicantes, preguntaron a Lúculo qué debían hacer para recuperar la paz. Este órgano de gobierno, que no sería el único en la ciudad, aparece aquí con atribuciones de relaciones exteriores, de la 1.  Utilizamos para este análisis la traducción recogida en APIANO, GUERRAS IBÉRICAS. ANÍBAL, Clásicos de Grecia y Roma, Alianza editorial, traducido por FRANCISCO JAVIER GÓMEZ ESPELOSÍN 2.  Sobre la cuestión numismática, ver BLANCO GARCÍA, 1987.

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misma manera que 300 años después participará en la Tabula de Montealegre el Senado y Pueblo de los Caucenses. El elemento de gobierno recogido en esta tabla ha sido elegido como título de este capítulo porque representa la transición respecto al Consejo de Ancianos y además y sobre todo, la capacidad de gobierno autónomo dentro de los límites jurídicos de que gozaba Cauca en el periodo romano. La Tabula, hallada en el transcurso de unas excavaciones arqueológicas en Montealegre de Campos (Valladolid), no ofrece problemas en cuanto a su datación3. Basta con situar los nombres de los dos cónsules mencionados en ella y ponerlos en relación con los listados que sobre los mismos existen; un modo, por lo demás, frecuente para datar este tipo de documentos. Ofrece más dificultades la correcta interpretación del contenido, entre otras cuestiones por la posible mezcla de elementos del pacto original y de la renovación, objetivo real del documento. Siguiendo la transcripción de Balbín Chamorro, recogemos la siguiente interpretación (Balbín Chamorro, 2006: 217): “Siendo cónsules Lucio Julio Vero Serviano por tercera vez y Publio Vivio Varo, cinco días antes de las nonas de octubre, Granio Silo y Emilio Sapieno y Julio Próculo, en beneficio de los méritos de Elaeso Otta, hijo de Aio, y en nombre de la cognación de los magilancos amallobrigenses, (de las localidades) de Cabrumuria y de Paligo, renovaron para siempre la tessera de hospitalidad con el senado y el pueblo de Cauca, para ellos mismos, sus hijos y todos sus descendientes, con la garantía de los legados Marco Valerio Léntulo, duumvir, y de Lucio Sempronio Quadrato”.

Figura 1. Valle del Duero – Meseta Norte. Localización de Cauca

Fechada el 3 de octubre de 134 d.C., las dudas se centran en dos aspectos: el ya mencionado sobre la posible mezcla de elementos entre el pacto original y el de la renovación y el significado de Cabrumuria y Paligo. En nuestra opinión, estos dos nombres se deben interpretar, tal y como se hace en la traducción, como topónimos, descartando así que sean antropónimos. La razón que encontramos para ello es que consideramos que la introducción de nombres de personajes en un texto de estas características, importante para su comunidad, se realiza no mediante un simple nomen, sino utilizando bien la filiación, como ocurre en el caso de Elaeso Otta, bien con dua nomen, caso de, por ejemplo, Granio Silo.

En el momento actual de conocimiento de la extensión del privilegio municipal en el ámbito del Duero y dentro de la Meseta Norte, apenas podemos concretar su concesión a, como mucho, 18 comunidades, aunque debemos considerar la existencia de más municipios todavía no documentados4. En base a ello, consideramos que solamente Intercatia podría cumplir esa función de garante, por su ubicación geográfica. Para esta ciudad, se documentó un epígrafe (CIL II, 6093) que testimonia la adquisición del privilegio municipal. De cualquier forma, el valle del Duero se nos presenta como una realidad compleja, con la existencia de más de sesenta civitates, distribuidas de forma desigual por el territorio, con un predominio de los establecimientos en la vertiente Norte y un significativo distanciamiento entre los que se distribuyen al Sur. Este hecho, las mayores distancias para las ciudades establecidas al Sur es importante para nuestra investigación, por cuanto Cauca es una de las ciudades que ocupa esa posición (ver figura 1).

Así, el pacto se habría realizado con los habitantes de dos núcleos menores dentro del territorio de los Magilancos que, a su vez, pertenecerían al de la civitas de Amallobriga, en una estructura organizativa quizá más cercana a las gentilidades indígenas que a la territorialidad propia del mundo romano. Por otra parte, se cuestiona si el dunviro es caucense o de otra comunidad que sería la garante del pacto.

Volviendo al texto de Apiano del cual partíamos (APIANO, Guerras Ibéricas, 53), se relata cómo Lúculo, tras dejar Cauca, debió recorrer un extenso territorio deshabitado en dirección Norte, puesto que desde esta ciudad se dirigió hacia Intercatia5. Solo así sería posible interpretar la presencia de garantes de una ciudad diferente a la caucense, pues en caso de considerar la capital conventual como garante, Clunia, en lugar de un duunviro

3.  Muchas son las publicaciones que de forma directa o indirecta recogen el texto y lo analizan. Por ser la primera, remitimos a: BALIL ILLANA y MARTÍN VALLS, 1988

4.  CABAÑERO MARTÍN: 2009. 5.  De localización todavía incierta.

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debería testimoniarse un quatorviro, ya que esta ciudad recibió el privilegio en el periodo de Augusto o Tiberio y se ha documentado que el órgano colegiado en las ciudades que recibieron el título municipal en esa época estaba formado por cuatro varones. De cualquier forma, el desconocimiento de la ubicación exacta de Intercatia, la situación óptima de Cauca para controlar el territorio del centro del Duero, la mención de Cauca en el texto de Plinio (PLINIO, Hist. Natur., 3.26) como una de las cuatro ciudades destacadas de entre las 17 vacceas (algo muy significativo de la importancia de la ciudad en el periodo de Augusto) y en menor medida el signaculum documentado por Blanco García (Blanco García, 2006), nos hacen ser favorables a la consideración de los legados garantes del pacto como caucenses. Por lo demás, debió serlo desde el periodo Flavio, en consonancia con la extensión del Ius Latii a Hispania por Vespasiano, cuestión sobre la que creemos que debió efectuarse de modo parcial en el territorio del valle del Duero (ya hemos mencionado cómo difícilmente podemos reconocer, en la actualidad, la existencia de 18 municipios en esta zona). También debemos de incluir, por ser significativa, la presencia de un Tutor en uno de los escasos epígrafes funerarios documentados en Coca, hoy desaparecido6. Esta figura jurídica aparece recogida en las leyes municipales flavias, como la de Irni, capítulo 29.

Si el núcleo urbano asistió a una remodelación que, como vemos, no podemos precisar en su causa concreta, algo parecido podemos decir de los núcleos de población vacceos que seguirán ocupados al menos en el Alto Imperio. El castro de Pico Torre, el Cerro del Tormejón y el yacimiento de Don Hierro, pueden ser los mejores ejemplos. Mención a parte merece el poblado registrado en Cuéllar. Sin restos que evidencian la continuidad en época romana Alto Imperial, debemos plantearnos qué ocurrió con su población. Si, como parece, pudieron realojarse en Cauca, este núcleo urbano debería haber desarrollado un urbanismo de mayor extensión al de los siglos anteriores, cuestión que la arqueología no evidencia hasta el momento. No creemos posible aceptar un aumento poblacional en las condiciones actuales.

1.2. Un proceso complejo: la definición del territorio

Respecto a los ya mencionados de Don Hierro, Tormejón y Pico Torre, se evidencia la continuidad en el periodo Alto Imperial. La cuestión aquí es, si admitimos que pudieron incluirse dentro del territorio caucense, cómo se establecería esta anexión. En el modelo romano destacan dos fórmulas de contenido jurídico: abtributiones y contributiones (Andreu Pintado, 2004: 185). En el primer caso estaríamos ante una anexión administrativa y jurídica dentro de una determinada comunidad, manteniendo posición y ordenamiento. En el segundo, una comunidad menor se fusionaría con una mayor próxima, naciendo una ciudad nueva, en ocasiones calificada como contributa en su nombre.

Siguiendo a Mangas, en primer lugar debemos considerar la reestructuración jurídica y la remodelación del territorio de la civitas, aún antes de la adquisición del privilegio municipal. Esto tiene un lugar destacado en el espacio caucense (Mangas Manjarrés, 1989: 165). En fechas próximas al cambio de era se asiste al despoblamiento del que hasta entonces había sido el núcleo habitado más próximo a Cauca: la Cuesta del Mercado. Su población, en un caso especial de traslado in planum, debió de pasar a residir dentro del núcleo urbano principal. No se trata de un traslado total de la ciudad, como el caso Saborense, por ejemplo; en el episodio caucense es una parte de la ciudad (si consideramos que la población fuese caucense antes de la llegada romana) dotada con defensas que la podrían dar cierta independencia.

Existen posibilidades de que tanto Pico Torre como Don Hierro entren dentro de la segunda posibilidad, la de las contributiones. Al tiempo, no debemos descartar la posibilidad de que el pacto de Montealegre nos esté ofreciendo una evidencia de adtributio, esto con la máxima cautela, de forma que nos estaría indicando el control, por parte caucense, de un vasto territorio que superaría la línea del Duero. Y esto significaría que al menos Cabrumuria y Paligo, aquellos topónimos menores pertenecientes a la cognatio de los magilancos, todo ello perteneciente a Amallobriga, tendrían una relación administrativa y jurídica con Cauca, sin por ello perder Amallobriga su posición de civitas estipendiaria ni su ordenamiento. Cuestiones similares se plantean con las dos mansiones mencionadas en el momento Bajo Imperial: Nivaria y Albeceia. Siguiendo a Patrick Le Roux, es posible que ambas no aparezcan en los listados de época Alto Imperial porque eran núcleos de segundo orden, incluidos en civitates, pero que llegado el momento tardío habrían sido capaces de obtener cierta autonomía (Le Roux, 2006: 117). Nivaria es ya mencionada en el Itinerario de Antonino, un texto fechado por la historiografía en el periodo de Diocleciano aunque sobre él se efectuarían correcciones posteriores (Roldán Hervás, 1975: 20-21). Cabe la posibilidad de que las mansiones no fuesen ubicadas siempre en ciudades, pues sus funciones estaban relacionadas con el descanso y el abastecimiento para el ejército o para los viajeros7. En este sentido, no debemos considerar que obligatoriamente Nivaria sea un núcleo urbano, aunque parece cada vez más posible que los yacimientos ubicados junto a Alcazarén puedan relacionarse con ella8. Cuestión importante para delimitar el espacio caucense consideramos esa no equivalencia automática entre mansio y civitas, de forma

6.  SANTOS et alii, 2005: 73. La inscripción fue documentada en el siglo XVI.

7.  Sobre las mansio y su función, resulta imprescindible la obra de Van Berchem (VAN BERCHEM, 2002: 19,25) 8.  Ver MAÑANES PÉREZ, 2002: 89. También en diferentes mapas de Segovia Romana II, 2010.

Nos resulta extremadamente complicado definir el territorio que controló la ciudad en el periodo romano. Son muchas las cuestiones que debemos considerar para poder establecer con cierta seguridad la relación que mantuvo Cauca con el resto de núcleos vacceos, arévacos y vetones cercanos y aún más, poder definir unos límites precisos respecto al territorio que formaría la civitas y que por ello asumiría la jurisdicción caucense. La falta de terminii que delimiten el territorio, la relativa continuidad de yacimientos en las zonas vinculadas a vías de comunicación, los enormes vacíos detectados al Oeste de la ciudad (entre Cauca y Salmantica las distancias superan los cien kilómetros) y la presencia de posibles pero no seguras ciudades, como Nivaria, hacen imposible el establecimiento de unos límites precisos.

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que sin resultados determinantes y ante la falta de mención en los textos alto imperiales, no podemos afirmar que este núcleo gozase de autonomía, al menos en este periodo. Un documento de dudosa autenticidad, el Papiro de Artemiodoro, fechado por quienes le otorgan validez en el periodo Alto Imperial, sitúa una ciudad fortificada, seguramente Septimanca, en el río Duero. Podría ser el núcleo urbano con el que Cauca estableciese sus límites por el Norte. Compleja cuestión por el momento. Albeceia (ANOM. DE RAVENNA, 312.20), posiblemente no debió estar dentro del territorio de nuestra civitas. Aún así, su localización tiene la máxima importancia para conocer el espacio caucense y su evolución, pues aparece mencionada como la mansio anterior a Cauca en la vía desde Complutum. Por su topónimo, la historiografía segoviana considera su cercanía al río Cega9, quizá próximo a Aguilafuente.

2. LA CIVITAS ALTO IMPERIAL Si Cauca había sido dominada por una República constituida en torno a un Senado y en cuya cabeza ejecutiva se sitúa el órgano colegiado de los cónsules (como el ya citado Lúculo), el siglo I a.C. vio como se desintegraba la organización colectiva que simbolizaba la Res Publica (literalmente la cosa de todos) y veía surgir poderes personales. Mario o Sila simbolizarían esos primeros liderazgos; Sertorio, ciudadano romano, pretendió el poder desde tierras hispanas abocando a la República a una Guerra Civil que tendría el suelo ibérico como uno de los escenarios privilegiados. El mundo indígena entraba así de lleno en las cuestiones políticas romanas. Cauca no fue una excepción. De nuevo Apiano nos relata la toma de la ciudad10. La civitas tomó partida por Sertorio y esto provocó el duro castigo de Pompeyo. La muerte de la República dio paso al Principado, encarnado en la figura de Augusto, tercer y último acto de Roma. Se extendería hasta el año 476 en la parte occidental. Es en este periodo cuando asistimos a la introducción de los modos romanos en el territorio del Duero, con una evolución lenta de integración y consolidación que llevará aparejada el cambio morfológico de las ciudades, siempre en base al modelo romano. La parcialidad de los datos recogidos en la arqueología caucense no impide considerar un lento proceso de romanización. Los materiales, principalmente cerámicos, aportan información sobre la utilización de producciones tipológicamente romanas a lo largo del siglo I, en especial en el último cuarto del siglo. Esto estaría en consonancia con dos hechos: el periodo Flavio y el privilegio municipal de una parte y la producción hispánica a gran escala de estos materiales. 9.  Para una síntesis, ver SEGOVIA ROMANA II, 2010. pp. 78 y 79 10.  APIANO, Op. Cit., 89

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Figura 2. Caput Urbis. Distribución del asentamiento

Si esto es así para los materiales, la excavación llevada a cabo por Blanco García en la Avenida de la Constitución, zona perteneciente al pago de Los Azafranales, muestra una secuencia constructiva en la que solamente en los momentos finales del siglo II d. C. se asistirá al empleo de los modos romanos (Blanco García, 1993: 159-174). Así, la tradición indígena debió ser, al menos en el espigón interfluvial, el elemento dominante dentro de la Caput Urbis en gran parte del periodo Alto Imperial. La cloaca ubicada en la ladera del río Eresma nos muestra, sin embargo, una caracterización urbanística de modelo romano, que todavía no hemos podido documentar de forma satisfactoria en el subsuelo caucense. Cuando se han detectado muros alto imperiales, todo parece indicar que la orientación corresponde al alineamiento Norte-Sur, propio de la urbanística romana. En los muros documentados y atribuidos a este periodo se registran unas características constructivas comunes, básicamente el empleo de material pétreo procedente del macizo de Santa María-Bernardos para la composición de los muros, el enfoscado de las paredes con cal, la utilización de materiales calizos procedentes de las parameras vallisoletanas para los elementos sustentantes (al menos en el caso de la domus de Los

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Cinco Caños) y, en ocasiones, una decoración realizada a base de frescos con vivos colores. Nada podemos decir aún del trazado de las calles, de las que solo se han documentado restos fragmentarios que impiden hacer un balance de garantías.

Es muy posible la existencia de una segunda necrópolis Alto Imperial en la zona del Colegio “Teodosio el Grande” (Blanco García, 2010: 236).

Respecto a los edificios públicos debemos tener presentes los sillares de granito de gran tamaño, así como de caliza, que sin duda debieron ser tallados para estos edificios. Todos ellos se encuentran en posición secundaria, utilizados en las construcciones medievales (murallas, torre de la iglesia de Santa María, castillo, etc.), pudiéndose establecer una tipología morfológica en función de sus medidas y siendo más complejo hacerlos corresponder con áreas de posible procedencia dentro del perímetro urbano. Si consideramos una extensión para la ciudad similar a la registrada en los últimos momentos del periodo vacceo, en torno a las 28 hectáreas, el perímetro suburbano caucense debió de contar con una serie de complejos residenciales para la élite. El ejemplo constatado es la ya mencionada domus de Los Cinco Caños que además, podemos poner en consonancia con la lex ursonensis, ley perteneciente al municipio de Urso, privilegiado en el periodo Flavio como Cauca y en cuyo artículo 91 se recoge la limitación de residencia de los personajes del Ordo, la élite senatorial municipal, a una milla de distancia de la ciudad. Si ésta se encuentra en la ribera Norte del río Eresma, no nos debería sorprender que las zonas del Sur de la ciudad contasen con varias de estas edificaciones, pues su disposición en llano y la buena comunicación deberían ser factores a tener en cuenta. Aún así, la abundancia de restos materiales romanos detectados en un gran área del Sur debe ser puesto en entredicho por cuanto, como ya señalaba Blanco García se tiene constancia de la extracción de tierras del núcleo urbano y su dispersión por el área mencionado, lo cual hace muy complicado cualquier análisis en prospección (Blanco García y Juan Tovar, 1996:147). Y si esto fue así para el mundo de los vivos, ¿qué sabemos del mundo de los muertos? Conocemos la ubicación de una necrópolis, Santa Rosalía. Localizada al Norte del Río Eresma, en suave pendiente, no tenemos datos objetivos sobre su extensión. En ella se documentaron varios enterramientos en cista (Blanco García, 2010: 236). En el área se ha documentado un único epígrafe y además, es posible rastrear varias estelas más, todas ellas carentes de epígrafe en el momento actual. En base a su morfología, se puede diferenciar, hasta el momento, dos grupos; el primero formado por estelas con un tamaño aproximado de 50x75x25 y el segundo 35x50x10. La única epigráfica se incluiría en el primero de los grupos. Ha sido analizada en varias publicaciones. Utilizaremos aquí los datos sobre ella ofrecidos en ERSg (Santos Yanguas et alii, 2005: 69). Tipológicamente se adscribe al siglo II. Presenta el campo epigráfico delimitado por una doble moldura con forma de tabula ansa, contando a los lados con medias coronas de laurel (la superior izquierda perdida). Debemos añadir a este repertorio de estalas un tercer tipo, del que solo contamos con un ejemplo documentado recientemente y que publicamos aquí por primera vez. Realizada también en piedra caliza blanda, se caracteriza por tener una disposición vertical en la cual se diferencia un cuerpo perfectamente pulimentado, bajo el cual se dispone un cuerpo rugoso en el que curiosamente se documenta una línea que posiblemente delimitase el campo epigráfico (perdido) y un tercer cuerpo que consideramos tanto pudo servir de cornisa como de base.

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Al margen de estas necrópolis, se documentan varios epígrafes funerarios alto imperiales incrustados en los muros de las viviendas de la población actual, incluso uno se recoge en uno de los verracos colocados en el entorno de la muralla. Especial atención nos merece el documentado en la necrópolis bajo imperial de El Cantosal, reutilizado como laja superior de enterramiento. Tanto por su epigrafía como por la iconografía que presenta, se dataría en el siglo I. Tiene relación con un epígrafe documentado en Padilla de Duero, mediante la presencia de un símbolo común en la parte inferior del campo epigráfico (Cabañero Martín, 2011). Por ello, creemos que forma parte de un modelo tipológico documentado en otras zonas de la Meseta Norte (entre las estelas vadinienses, pelendonas, autrigonas, etc.) y en las que es posible rastrear la mezcla de elementos indígenas y de romanización. La sociedad caucense estaría en consonancia con estas líneas generales de urbanismo y culto a los muertos que acabamos de esbozar. Un proceso de romanización en el cual el elemento indígena está muy presente al menos hasta los comienzos del siglo II, aunque los materiales romanos del siglo I nos están indicando una secuencia todavía poco caracterizable. No sabemos todavía si las gentes más romanizadas ocuparon la parte Este del núcleo urbano o si eligieron una zona exterior aún hoy no definida y que bien pudo estar al Sur de la ciudad. Los utensilios de trabajo agrícola documentados en el solar caucense nos hablan de una sociedad de tipo rural, vinculada al mundo agrario y forestal. Azuelas, hoces o molinos de mano, serían utilizados por los estratos más bajos de la sociedad, entre los que debemos suponer la presencia de mano esclava. Por encima de ellos, aún en la base de la pirámide, los artesanos, de los que se han documentado también herramientas, por ejemplo, de forja. En un estadio superior debemos situar a los profesionales liberales, dónde debemos destacar, por el número significativo de hallazgos, los relacionados con la medicina (opiáceos, bisturíes, signaculum ocularii). Ocupando la cumbre de la pirámide situamos al Ordo Senatorial, conjunto de personas en posesión del gobierno de la ciudad y de entre los cuales se elegirían los cargos municipales y religiosos. Dentro de este último estrato y quizá conformado por personajes provenientes del exterior debemos encuadrar a los representantes del Imperio: el signaculum de Gordiano III y el anillo con la representación del águila pisando a los enemigos del Imperio son evidencias de esa presencia11. El aspecto religioso todavía hoy ofrece más sombras que luces; y sin embargo, alguno de los hallazgos testimoniados para Coca12 ofrece, de nuevo, una romanización o un gusto por la estética grecorromana de relevancia. Debemos destacar la figurilla de Júpiter. El dios de dioses se muestra en posición de potencia celestial, dispuesto a lanzar su rayo; broncíneo, figura típica de larario, muestra una ejecución magistral, en la que pese a su reducido tamaño (7 cms.) ofrece un estudio anatómico digno de destacar. Barbado, diademado, ha perdido el cetro y posiblemente el águila que abriría las alas a sus pies. El 11.  Para estas piezas, BLANCO GARCÍA (2006) y MARTÍN BRAVO (2009) 12.  En proceso de publicación tenemos un estudio de las piezas fundamentales de la religión Alto Imperial caucense: CABAÑERO MARTÍN y FERNÁNDEZ URIEL, 2012

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mejor paralelo en España se sitúa en Baelo Claudia (provincia de Cádiz), para el que se ofrece una cronología del siglo I.

Nada sabemos del templo o templos con los que debió contar la ciudad; tampoco se han documentado aras votivas ni otro tipo de testimonios religiosos. Por tanto, los hallazgos solamente remiten al ámbito privado que, por otra parte, fue un lugar de la máxima importancia en la práctica religiosa, vinculado al pater familias y a los antepasados. El territorium de la civitas se irá cubriendo en el momento Alto Imperial de asentamientos, lo que contrasta con el vacío de los momentos de Hierro II. Las zonas elegidas, por lo que muestra la arqueología, serán los cauces de los ríos Adaja y Eresma, así como sus afluentes. Del mismo modo, se iniciará la ocupación de humedales en lo que parece indicar un predominio de las actividades agrícolas y ganaderas y una explotación de cierta intensidad del territorio. Ya hemos mencionado los núcleos de Don Hierro y Pico Torre y la continuidad de poblamiento respecto al periodo de Hierro II. Estos yacimientos podrían quedar deshabitados en el tránsito al Bajo Imperio. La mayoría de los asentamientos que se inician en estos siglos, como el de Pinar Nuevo o los de Almenara y Puras tendrán continuidad en el momento Bajo Imperial convertidos en centros productivos, posiblemente villae.

Figura 3. Religión. Culto doméstico

Posterior por la composición anatómica sería el Mercurio que Blanco García sitúa en la villa de Pinar Nuevo (Blanco García, 1997: 386). También de bronce, ha perdido la gran mayoría de sus atributos, pues solo el petassos alado nos permite su identificación. De cuerpo juvenil, le cae la clámide por el brazo y parte del pecho, dejando el resto del cuerpo desnudo. Carente de extremidades inferiores desde la altura de las rodillas, también le falta el marsupio que le convertía en garante del comercio al tiempo que le diferenciaría del Hermes griego. Por último, una tercera figura, de simbología diferente, Attis. Publicado por Blanco García y Pérez González, el busto marmóreo presenta suaves formas que le acercan a Attis tristis (Blanco García y Pérez González, 1996). Como atributo presenta el gorro frigio. La importancia de este hallazgo está en el registro que genera de cultos orientales en el ámbito del Duero. Aunque, coincidiendo con los autores, debemos señalar su posible intención funeraria y más relacionada con el culto privado, estaría mostrando la presencia en el siglo II de seguidores de la religión de la diosa Cibeles, la Magna Mater. Una diosa que, para Rodríguez Almeida tuvo espacio cultual en la civitas de Avela (Rodríguez Almeida, 2003, nº. 58 y 138a). Cuestión controvertida, en todo caso cuenta con el referente caucense13. 13.  Sobre la cuestión del culto a la Magna Mater en Ávila, existen dos posibles dedicatorias a Cibeles (RODRÍGUEZ ALMEIDA,

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De entre los restos del entorno de Cauca para el periodo Alto Imperial debemos destacar, por su singularidad, la presa del río Arevalillo, en las proximidades de Arévalo. Ha sido fechada por Arenillas Parra en el siglo II (Arenillas Parra, 2002: 7), quien la otorga una utilidad de abastecimiento a núcleo urbano, además de posible paso de una vía de comunicación. Sin embargo, la arqueología no ha ofrecido todavía ningún núcleo urbano de envergadura en la zona, razón por la que creemos que debemos pensar más en su utilización para labores agrícolas. El yacimiento más cercano a la pared de la presa se encuentra en Magazos, localidad que dista 7 kms., donde se ha documentado una posible villa, entre cuyos restos apareció una escultura de Tritón fechado en el siglo II (Mariné Isidro, 2003: 326). En la zona Norte, muy próximo al núcleo urbano de Íscar, se encuentra el yacimiento de Santibáñez. El solar muestra una gran dispersión de restos encuadrables no solo en el periodo romano, pues estuvo poblado en los años medievales. Se han documentado algunos restos de interés, como un colgante con busto femenino, posiblemente representación de Atenea14. Por encima de este yacimiento y de los registrados en Pedrajas de San Esteban, se documenta otro gran grupo de yacimientos en las proximidades de Alcazarén. Como ya referimos anteriormente, para varios autores es el espacio físico de la mansio de Nivaria, documentada en los itinerarios bajo imperiales15.

2003, nº. 58 y 138a) podrían indicar la existencia de un santuario a esta divinidad, aunque R. Hernando (HERNANDO SOBRINO, 2008) considera que la interpretación de ambos epígrafes es errónea. 14.  Un dibujo de la pieza en: MAÑANES PÉREZ, 2002: 103 15.  Ver nota 5

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Si la epigrafía, como hemos indicado, no es generosa en cuanto a datos recogidos en el solar caucense, los testimonios que la mencionan recogidos fuera de la ciudad apenas llegan a contabilizar cinco. La ya analizada Tabula de Montealegre, tres epígrafes funerarios y un último de difícil interpretación son todo lo hallado. Ni en la capital provincial, Tarraco, ni en la conventual, Clunia, se han documentado epígrafes que tanto valor han aportado para el conocimiento de algunas comunidades del Duero. Respecto a los epígrafes funerarios, dos de ellos se localizan en civitates limítrofes con Cauca y que gozaron de estatuto municipal al menos desde el momento Flavio: Duratón-Confluentia y Segovia. El tercero (CIL VIII 9390), hallado en la ciudad africana de Caesarea, en la provincia romana de Mauritania Caesarensis (en la actual Argelia), constata la presencia de caucenses dentro de las tropas de refuerzo de las legiones romanas. Seguimos la transcripción realizada por Le Roux (Le Roux, 1982: 227, nº 195): […]us Saeci, Caucesis, [eques] alae II Thracum [tur(mae) Pro]prinqui vixit an(nis) […] XIII, militavit an(nis) [… hic] situs est; s(it) t(ibi) t(erra) l(evis) [… testa]mento facien[dum] […] Maganus […] […]nus he[res vel – redes cur(avit vel –averunt)] Tenemos constancia de la presencia del Ala II Thracum en la Lusitania, a partir de dos epígrafes (García y Bellido, 1961: 135). Sobre la salida de los efectivos de la Península y su llegada a territorio africano, Benseddik sostiene la hipótesis de su salida durante el reinado de Claudio, por tanto en los años centrales del siglo I (Benseddik, 1997). El último de los epígrafes que aportan información sobre Cauca y hallados fuera de su núcleo, se documenta entre el material pétreo que conforma la muralla medieval de Ávila. Recogemos el texto de Rodríguez Almeida (Rodríguez Almeida, 2003: 169; nº 35): CAVCEN · COIRONI[…] AVIT · L ·VX ITE VX · ANNANE · VX ACCE[…] CAVCA · IV · P·. C·.

Figura 4. El entorno de Cauca en época alto imperial

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Algunas características del texto indican que debe tratarse de un epígrafe funerario: mención de los años, fórmula P C (Ponendum Curavit) e incluso la posible realización por parte de la esposa, VX, uxor. Pero la repetición de elementos, como precisamente VX, dificulta enormemente la interpretación. Propone Almeida que el monumento funerario estaría vinculado a varios personajes, uno caucense y dos de la ciudad de Uxama, de cuyo origen sería la abreviatura VX.

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3. EL BAJO IMPERIO: TRANSFORMACIÓN CONTRA DECADENCIA

espacio rural, del ager, donde los grandes propietarios habían establecido sus residencias, estacionales o no. Ciudades como Clunia vieron reducirse extraordinariamente su extensión, desposeída ésta de los equipamientos propios de la capitalidad conventual. Otras, como Emerita o Toletum, revelan una fuerte actividad urbana, con nuevas construcciones durante todo el periodo.

3.1. La Crisis del siglo III y la nueva ordenación El orden establecido con la espada más que con la diplomacia en el Mare Nostrum, tornó oscuro a la muerte del emperador Commodo. Corría el año 193 cuando el vástago de Marco Aurelio fallecía en circunstancias poco claras. Asumía el poder, en un impulso que se mantendría durante más de un siglo, un militar, Septimio Severo, en pugna con Albino. Se iniciaban reformas económicas que llevarían a la concesión de la ciudadanía romana a toda la población del Imperio por Caracalla, en el año 212. Acompañaba a esta concesión un aumento de la presión fiscal sobre las herencias. Si la concesión de la ciudadanía no afectaría en gran medida a unas Hispanias ya “ciudadanas”, la presión fiscal sí que tuvo efectos entre su población. Curiosamente, el signaculum con busto imperial hallado en Cauca y referido anteriormente, se fecha en este siglo, bajo el gobierno de Gordiano III. ¿Reflejará un mayor control por parte del Estado? El menor apego a la realidad imperial se reflejará, por ejemplo, en la caída del culto al emperador, verdadera imagen de unidad del Estado. Pero en relación a nuestro tema, al modo en que afectó a la ciudad en general y a Cauca en particular, debemos señalar un aspecto fundamental; durante el Alto Imperio, el evergetismo de las élites provocó la continua dotación de las ciudades, su engrandecimiento. Más aún en las provincias y en los primeros momentos de la concesión del privilegio municipal, esas élites urbanas se preocuparon de acceder a la ciudadanía romana ocupando para ello cargos políticos y religiosos y aportando cuantiosas sumas a las obras municipales, lo que les permitía el acceso a dicha ciudadanía. Pero esto cambió ya en los momentos finales del siglo II. El balance entre ingresos y gastos de las ciudades fue negativo, la moneda se devaluó, los negocios decayeron y no todos los hombres del Ordo estaban en condiciones de aportar. Economía y, arrastrada por ella, Sociedad, dieron un giro decisivo en la historia romana. Entre sus consecuencias, la más destacada para entender el proceso de ruralización de la actividad caucense, fue la salida de muchos de esos hombres poderosos en el ambiente urbano al campo. Allí establecieron sus residencias y sus modos de producción, y con ellos arrastraron a gran parte de la población urbana, ahogada por la situación económica. Resultado: un nuevo modelo, un imperio que no conocería la paz y el comienzo del lento camino hacia las relaciones feudovasalláticas. ¿Cómo refleja este cambio la historiografía? La tradicional visión de “decadencia bajo imperial” ha dejado paso en los últimos años a otros modos de entender el cambio operado por el mundo romano a partir del siglo III. Así, se habla de “transformación”16 e incluso de “declive”17. Es evidente que la ciudad fue cediendo terreno en favor del 16.  MAIER, 1972, es posiblemente el primero en utilizar el término. 17.  Para esta segunda definición: BRAVO CASTAÑEDA, 2008: 133 ss.

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Cauca aparecerá en los textos bajo imperiales de forma breve y puntual. Dos de ellos, más cercanos al momento alto medieval, la situarán en rutas viarias: el Itinerario Antonino y el Anónimo de Rávena. Otros dos, obra de Hydacio y de Zósimo, llevarán a la civitas a uno de sus momentos cumbre, cuando sitúan en ella el nacimiento del emperador Teodosio I. 3.2. Pérdida de población en la Caput Urbis La arqueología caucense evidencia la pérdida de espacio urbano de la ciudad en beneficio de su territorio. El área de Los Azafranales aparece ante nosotros como una zona de extracción de piedra y vertido de escombros en gran parte de su territorio, aunque en la campaña arqueológica del año 1999 desarrollada ante la inminente ampliación del Cementerio Municipal, se constató la ocupación del extremo Noroeste. La arqueología ha aportado hasta el momento escasos datos de la trama de la ciudad bajo imperial. Más allá de las intervenciones realizadas por Blanco García en el Convento (Convento I y II) (Blanco García, 1996:66) y de las llevadas a cabo por la Universidad SEK, apenas se han documentado una quincena de niveles atribuibles al periodo. Si bien, estos niveles muestran la pervivencia de la ciudad, no permiten, por el momento, hacer mayores valoraciones. Señalamos ahora a los muros que afloran en la zona conocida como El Arboreto. Aunque tradicionalmente se ha asociado a la muralla, el modo constructivo, mortero de cal y arena, cantos de mediano grosor, la anchura cercana a un metro, la disposición de lajas de pizarra horizontales que ayudan al reparto de pesos e, incluso, su orientación en un eje Norte-Sur, nos hace considerar la posibilidad de que estemos ante un paramento de origen romano. La disposición del muro, que cuenta con unos quince metros con mayor o menor afloramiento no es una línea homégenea, sino que aparece trazado en dos líneas discontinuas, a modo de puerta angosta en codo o de gatera. Ante la falta de intervención arqueológica, solo podemos conjeturar con dos opciones: un aterrazamiento con relación al espacio inferior, la cavea que forma El Arboreto, o el final de un edificio que dispuesto hacia el pueblo actual tendría grandes dimensiones. Y por supuesto, dado el grado de conocimiento que poseemos, no podemos afirmar que se construyese en el momento Bajo Imperial.

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El mundo de los muertos se torna ante nosotros en una sucesión de espacios que nos llevan sin solución de continuidad ante la llegada del mundo bárbaro, de los visigodos. Varias son las necrópolis detectadas en el entorno caucense: El Cantosal, El Tinto y Las Pizarras.

de existencia de dos niveles de enterramiento, a partir de una gran losa aparecida en el fondo de uno de los enterramientos. Trabajos posteriores, dirigidos por Rodríguez Martínez, pusieron al descubierto 34 enterramientos, en un espacio amplio, cortado por la ladera del río Voltoya y que Blanco García cifra al menos en 3 hectáreas (Blanco García, 2002: 162). Estas intervenciones confirmaron algunas de las teorías de Lucas de Viñas, como la saturación del espacio funerario. Al tiempo, parece constatarse cierta organización en la distribución, al menos en su parte norte. La necrópolis del Tinto, situada al Suroeste de la ciudad, ha sido modificada por la acción humana, puesto que desde tiempo indeterminado se utilizó como barrero, con el consiguiente desmantelamiento de las tumbas situadas en la arena que cubre la arcilla. En los últimos años se ha urbanizado parte de su territorio, lo que ha dado lugar al hallazgo de varios enterramientos, realizados en cista delimitada por paredes de piedra irregular. No podemos aportar nada más respecto a este espacio de enterramiento. En el último periodo del Imperio, el siglo V, se aprovecha la ya abandonada villa de Las Pizarras para uso funerario. La tipología de las tumbas vuelve a ser la cista, esta vez reutilizando los suntuosos materiales del edificio. Además, algunas veces los cuerpos se depositan en el solado del edificio e incluso se realizan fracturas en el mismo para depositar los cadáveres. Los ajuares que acompañan a los difuntos, se muestran más “ricos” que en el caso de las necrópolis anteriores, documentándose fíbulas, broches, arillos de pendientes, etc.

Figura 5. Cauca bajo imperial

El Cantosal es la necrópolis mejor conocida, merced a los trabajos arqueológicos llevados a cabo en ella. La intervención de Lucas de Viñas, en febrero de 1968, marca un hito en la arqueología caucense (Lucas de Viñas, 1973). Lo que allí encuentra, ya parcialmente excavado, es un lugar bastamente poblado de tumbas, lo que da a entender que se puede tratar de una necrópolis de grandes dimensiones. Pese a que solo tiene acceso a nueve enterramientos, la variedad tipológica de lo documentado es destacable: enterramientos en fosa cubiertos con imbrex, cistas de piedra en un caso de forma redondeada, fosa simple sin delimitación, una “estela” (quizá sería mejor decir cuppa) de forma prismática con la cara frontal abombada, un enterramiento en ánfora y un sarcófago que para ella es una posible reutilización al presentar las paredes destruidas de antiguo. Considera incluso la posibilidad

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Respecto a las vías de comunicación, como señala Blanco García podemos realizar una aproximación al recorrido del tramo de la vía XXIV del Itinerario Antonino entre Segovia y Cauca, entre Cauca y Septimanca, así como la recogida en el Ravennate y que llegaba de Complutum por Albeceia (Blanco García, 2010: 238). Para un conocimiento de la situación de estudio remitimos al mencionado trabajo de Blanco García, que nos parece excepcional. Nuestra única aportación en este tema será la de considerar la posibilidad de un ramal al Este del río Eresma, entre Cauca y Nivaria. La ubicación de una serie de yacimientos en los términos de Pedrajas de San Esteban y Alcazarén permite hipotetizar con un recorrido que se distancia del río Eresma para dirigirse primero a Hontillelma (en Fuente el Olmo de Íscar), donde tomará la dirección Norte hasta confluir en el pago de Siete Iglesias con el ramal que discurre al Oeste de dicho río. Queremos aportar dos propuestas respecto al entorno más próximo a nuestra ciudad, los pasos posibles por los que pudo discurrir la vía XXIV. La ubicación del puente de ladrillo que salva el arroyo Balisa nos parece que ofrece unas condiciones óptimas para haber sido el punto de paso ya en el periodo romano. La elección del lugar, un punto relativamente elevado respecto al entorno, la disposición perpendicular respecto al cauce, su utilización como paso de cañada desde momentos

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medievales y la existencia de sillares de granito colocados en su base y en posición secundaria, son los factores que consideramos para plantear esta hipótesis18. El puente actual es producto de la Edad Moderna y tal y como se observa en un estudio de su paramento, contiene dovelas calizas de posible origen en el siglo XVI. Respecto a la salida en dirección a Septimanca, creemos que el lugar más indicado es, como ya señaló Blanco García, el vado del río Voltoya a los pies de Los Azafranales. A este respecto, consideramos que el acceso al pinar del Cantosal debió de situarse en la conocida como “Cuesta de los Carros”, a los pies de la necrópolis, por la cual cruzaría esta vía. 3.3. Las Pizarras, ¿un lujo imperial? En la zona actualmente conocida como Cuesta del Mercado, se ubica la Tierra de las Pizarras. Esa nomenclatura, denota la existencia de materiales pétreos, inexistentes de forma natural en el solar caucense, como en el capítulo de Andrés Díez Herrero se hace referencia. La buena ubicación del lugar, al Norte de la ciudad y en una vega llana que fue surcada en el primer milenio por el río Eresma, fue elegida por gentes del periodo romano, visigodo y medieval, perdiéndose su habitación en los primeros momentos de la Edad Moderna19.

Figura 6. Sala III, con restos de opus sectile (fuente: Oppidum nº 3, 2007, pág 75).

Por lo que se refiere al periodo que analizamos en este capítulo, las excavaciones que realizadas por Universidad SEK (luego IE Universidad), han puesto de manifiesto la existencia de un edificio de grandes dimensiones, de tipo residencial y dotado de un lujo difícilmente igualable para el conjunto de villae conocidas en la Meseta, salvo excepciones como Carranque. Esta residencia caucense pudo tener unos primeros momentos constructivos en el periodo Alto Imperial, concretamente en el S. II, como deducen los investigadores de la citada universidad por los restos de cerámica fechable en ese momento detectados en la primera fase constructiva de una de las salas excavadas en las campañas de 2002 y 2003 (Pérez González y Reyes Hernando, 2005: 65). Pero su gran momento constructivo aconteció en el siglo IV, en el cual se convierte en la lujosa y espléndida residencia marmórea que las excavaciones atestiguan20 y que, según cálculo de esta universidad podría extenderse por 11.800 m² (Pérez González y Reyes Hernando, 2006: 9), quedando abandonada en los albores del siglo V al menos en su mayor parte, para posteriormente ser utilizado el área como necrópolis (Pérez González y Reyes Hernando, 2008: 195).

18.  Hipótesis que parte del análisis realizado por D. José Ignacio Sánchez Rivera, autor de varias publicaciones relacionadas con la ingeniería constructiva de los puentes.

19.  Ver CABAÑERO MARTÍN, 2010: 86 20.  Remitimos a los Cuadernos de Investigación Oppidum, editados por Universidad SEK, luego IE Unviersidad, en los cuales

Figura 7. Stagnum: vista con exedra en su centro, tarjea y canalización de agua (fuente: Oppidum nº 5, 2009, pág 14).

se publica una síntesis de los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en las diferentes campañas llevadas a cabo hasta el año 2009.

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El edificio, en la actualidad parcialmente excavado, se articula en torno a un gran estanque central de 150 metros cuadrados. En su entorno, un conjunto de conducciones y tarjeas pudo servir para crear efectos y juegos con el agua (Pérez González y Reyes Hernando, 2009: 138). Anchos muros, grandes pasillos, habitaciones absidiadas y de grandes volúmenes, lujosos revestimientos que otorgan al edificio el mayor conjunto de mármoles de la Meseta Norte (hasta quince tipos diferentes procedentes del Este del Imperio), restos de mosaicos vidriados , remiten en conjunto a la categoría social de su propietario, en sintonía con los más elevados niveles del mundo imperial. Incluso, los investigadores han intentado asociar el edificio directamente con Teodosio I mediante la elaboración de un estudio de un epígrafe, posiblemente honorífico (Pérez González y Reyes Hernando, 2005: 375-384). 3.4. La gran ocupación del territorium Se produce en el momento bajo imperial la gran extensión por el espacio rústico. La dispersión de yacimientos de cierta entidad, que solo por la calidad de sus restos y ante la falta de intervenciones arqueológicas podemos identificar como villae vici o pagi (quizá sería mejor calificarlos en tipologías en base a los restos hallados), se registra ahora por todo el área del posible territorio caucense. Parece ser, quizá condicionado el resultado por la presencia del pinar y su mayor dificultad de prospección, que hay una serie de zonas con condiciones edafológicas más apropiadas para el cultivo que los arenales donde se produce la ocupación de forma más intensa. Precisamente en el borde del pinar actual registramos muchos de los yacimientos que ahora valoramos como posibles villae. Tomando por referencia la antropización del entorno, que debió partir a gran escala del periodo romano y la composición de los suelos, debemos considerar entre las actividades económicas posibles el aprovechamiento forestal. Ya Estrabón mencionaba la pez y la cochinilla (ESTRABÓN, III, 2, 6) como productos de producción hispana. Estas resinas serían obtenidas del pino y de la encina (Cortijo Cerezo, 2007: 210), especies presentes en la masa forestal caucense en aquel periodo. Carecemos de datos para establecer si el aprovechamiento fue de este tipo o si se limitó a la madera, un producto que tenía mucha más competencia en el Mundo Antiguo por la extensión de las masas forestales aprovechables. Respecto al modo de ocupación y más allá de la continuidad y posible expansión del perímetro semiurbano en la zona de Las Pizarras, siguiendo a Blanco García diferenciamos un cinturón interno de establecimientos21. Anillo que se desarrolla a partir de la cercanía de la caput urbis, en torno a los 6-9 kilómetros. Son núcleos de diferente potencial arqueológico (en superficie) y siguiendo las teorías de Hodder y Orton respecto a las posibilidades comunicación/distancia, debemos considerarlos como de relación potencialmente diaria respecto al núcleo urbano caucense (Hodder y Orton, 1990: 66 y sig.). Estos yacimientos están vinculados a puntos de agua como arroyos y bodones y además, en algunos casos cercanos a lagunas salinosas. Estas lagunas contenían un bien preciado durante muchos siglos, la sal. 21.  Ver, por ejemplo, BLANCO GARCÍA 2002: 164

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Figura 8. Entorno de Cauca en el Bajo Imperio. Buffer 10 km. desde Cauca

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Si colocamos en el mapa los yacimientos de este cinturón interno observamos cómo hay una clara preferencia en el lugar de ubicación de los asentamientos. El arroyo de la Ermita, situado al Oeste y en las tierras más aptas para el cultivo del entorno caucense, se sitúa el núcleo más importante, con una intensidad de ocupación del territorio que genera la identificación de asentamientos con restos atribuibles a yacimientos del máximo nivel en espacios incluso inferiores a los dos kilómetros. El Hornillo, Villagonzalo, Carralavega, Puente de Piedra, Bodón Redondo o Los Pozuelos, son algunos de los yacimientos que cumplen las premisas básicas en superficie, para considerarlos posibles villae. Junto a estos yacimientos se documentan otros que por la menor densidad y/o calidad de sus restos, debieron ser asentamientos rurales vinculados a las villae. El arado continúa su labor en las tierras de cultivo que ocuparon estos yacimientos y consecuencia de ello en Hoyo Meregil se amontonan los restos de un suelo construido a base de mortero y piedra.

Pinar Nuevo, ya mencionada en relación con el hallazgo de una figura del dios Mercurio, parece tener un periodo de existencia muy prolongado. Así, desde la atribución de la figura de lalario y la sigillata alto imperial que se observa en superficie y que situaría el comienzo de su ocupación en el siglo II, debió tener una continuidad hasta momentos cercanos al siglo V o ya dentro de él. Significativo es el topónimo con que se conoce popularmente el lugar en Nava de la Asunción, el Convento, clara demostración del conocimiento de los restos desde antiguo. Para esta datación tardía nos remitimos a varias cerámicas estampilladas que adjuntamos en la lámina 9. Además, se ha documentado el único símbolo cristiano que hasta el momento se ha registrado en Cauca. Cerámica realizada a molde (figura 9) y de mala factura, el alfarero ha trazado un crismón con escasa pericia. Es la única villa sobre la que se han realizado trabajos arqueológicos en su necrópolis (Blanco García, 1997: 391).

El segundo núcleo que merece ser destacado se sitúa al Sur de la Caput Urbis. Lo componen dos yacimientos separados por una distancia de dos kilómetros. Posiblemente se trate de villae que debieron estar en plena actividad de forma coetánea en algunos momentos del Bajo Imperio. De nuevo volvemos a encontrar una ubicación próxima a un espacio salinoso y que aún hoy recibe el topónimo de “Las Salinas”. Estos yacimientos son Pinar Nuevo y Matabuey. Se localizan al Sur del Arroyo Balisa y muy posiblemente su ubicación guarde relación con el paso de una vía de comunicación, un ramal de la XXIV del Itinerario Antonino.

Figura 9. Pinar Nuevo. Cerámica estampillada (superior). Cerámica con Crismón (inferior)

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Respecto a Matabuey, recientemente hemos constatado la presencia de restos de al menos un mosaico, que bien podrían ser dos, de tipo figurativo y para el que se utilizaron colores rojos, rosáceos, verdes, blancos y negros. Junto a ellos documentamos frescos realizados en vivos colores, geométricos unos y con motivos vegetales otros. Para su periodo de ocupación, los restos en superficie remiten al Bajo Imperio (Figura 10).

Figura 10. Matabuey. Restos de mosaico figurativo (imágenes superiores). Preparación de suelo con teselas (izquierda). Restos de frescos con motivos vegetales y geométricos

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La densidad de yacimientos disminuye hacia el Este y hacia el Norte, allí donde la extensión del pinar actual dificulta la prospección. Aún así, en los límites de los pinares se constatan dos yacimientos de cierta entidad y también asociables a villae. La Magdalena, en Navas de Oro y cercano a la laguna del mismo nombre, yacimiento en el cual se hace patente la presencia en superficie de una gran cantidad de restos de dolia, recipientes destinados al almacenamiento. Y quizá Antillelma, situada junto a un humedal situado entre Fuente el Olmo y Villaverde de Iscar.

La segunda obra que tomamos como referencia fue publicada en 2010, por Gonzalo Bravo. Lleva por nombre Teodosio (Bravo Castañeda, 2010). En ella, el autor realiza una crítica de los textos clásicos y de la publicación de Canto, para concluir que la opción preferente para él es el nacimiento en la actual Coca (Segovia).

Superada la línea ficticia del anillo interno, en el territorio se documentan villae de entidad, alguno de los cuales ha sido intervenido arqueológicamente e incluso puesto en valor. Es el caso de la villa de Almenara, musealizada en los últimos años; o Los Casares, en Armuña, intervenida en dos campañas consecutivas por un equipo dirigido por Jacobo Storch de Gracia. Responden al tipo de villae distribuidas desde un peristilo central y se las otorga unas características que las deberían dotar de mayor autonomía que a las del anillo interno, consecuencia lógica del aumento de las distancias y con ellos del aumento de la autarquía. Sin intervención arqueológica, pero con características singulares que la dotan de un gran valor para la investigación destaca la posible villa de Constanzana. Significativo topónimo que podría ponerse en relación con el desnivel del terreno, pero también con el periodo Bajo Imperial. Situada en una profunda vaguada provocada por el río Eresma, su productividad no debió limitarse a la agricultura. Se sitúa, por lo demás, a escasa distancia del Cerro del Castillo, núcleo al cual dedicamos un epígrafe porque consideramos en su interior guarda valiosas claves en relación al final de los tiempos romanos en nuestro territorio. 4. TEODOSIO I, ¿UN EMPERADOR CAUCENSE? Conocida por todos es la noticia de Hydacio, obispo de la Gallaecia, según la cual era el nuevo emperador “Theodosius natione Spanus de provincia Gallaecia civitate Cauca” (HYDACIO Chronica, 2). Ya antes de esta mención, Zósimo, escritor de origen asiático, había mencionado esta misma urbe como lugar de nacimiento de Flavio Teodosio, señalando como región de nacimiento “Kalleguias”, “poléis de Cavca”. Aceptado en la actualidad el origen caucense por la mayoría de autores que sobre la tardoantigüedad investigan, mencionaremos aquí dos obras que afrontan la cuestión desde puntos de vista diferenciados netamente. Canto, siguiendo una tradición historiográfica centroeuropea, señala a la ciudad de Itálica o sus alrededores como el lugar de nacimiento de este emperador (Canto y de Gregorio, 2006: 388-421). Varias son las razones que esgrime la autora para considerar incorrecta la noticia del origen caucense, entre ellas una crítica a los textos mencionados de Zósimo e Hydacio, y un estudio de varios textos clásicos que mencionan otros orígenes, en especial con una referencia al escritor áulico de los teodosios, Claudio Claudiano.

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Un último indicio que puede aportar datos concluyentes lo aporta la arqueología. Hemos hablado ya del pago de Las Pizarras y de la lujosa y diferenciada villa que en el subsuelo de este espacio caucense se abre paso ante las herramientas de excavación de IE Universidad. Aunque el poder del propietario de esta residencia debió ser enorme, superior a lo convencional en la Meseta, todavía no se conoce su nombre y por ello, solamente se puede hipotetizar con la pertenencia a Teodosio. Para Ramón Teja, la fábrica de este edificio es un indicio de que el emperador “mandó construir un palacio en Coca, pero no llegó a conocerlo”22. La hipótesis que plantea Teja sería la de un edificio palacial que debía servir de residencia a Teodosio una vez retirado de su cargo, si bien su temprana muerte impidió que llegase a utilizarlo con tales fines. El mismo investigador afirma que “era frecuente en aquella época que los emperadores construyesen suntuosos palacios en sus ciudades de origen, y Teodosio no fue una excepción”. 5. EL REFLEJO DE LAS CONVULSIONES DEL SIGLO V La muerte de Teodosio en el año 395 abrió de nuevo las puertas de la división del territorio controlado por el Imperio. Arcadio recibiría la Pars Orientalis, mientras Honorio haría lo propio con la Pars Occidentalis. Esos territorios occidentales del Imperio se mostraban difíciles de controlar, siendo frecuentes en ellos las tentativas de usurpación del poder Imperial. Destacan los intentos de Marco y de Graciano en Brittania, sucedidas antes de la que gozó de mayor éxito, la de Constantino III, llevada a cabo en el mismo territorio en el año 407 (ARCE, 1986: 151). Tras dominar Brittania, hizo lo propio con la Galia. El tercer territorio que debía incorporarse era el de la Diocesis Hispaniarum. El origen hispano de la familia teodosiana (Honorio, recordamos, era hijo y sucesor de Teodosio), hacía esperar una respuesta militar a la incursión de Constantino III en la Península. Y esta respuesta se produjo principalmente por los familiares del clan teodosiano. Los textos clásicos mencionan a cuatro de esos familiares: de una parte Dídimo y Veriniano, que según Sozomeno habitaban en la Lusitania (SOZOMENO, IX, 12), y de otra Lagodio y Teodosiolo, de los que el autor se limita a señalar que vivían en otras provincias hispanas. Señala Zósimo (ZÓSIMO, VI, 4), que fueron los parientes del emperador que residían en Lusitania (esto es, Dídimo y Veriniano) quienes, reclutando efectivos lusitanos entre sus esclavos y campesinos, respondieron a la más potente maquinaria militar de Constantino III, dirigida por el general Gerontio. Palol opinó que las consecuencias del enfrentamiento militar, al que siguió un permiso del mencionado general para arrasar las 22.  Recogemos la noticia de una entrevista publicada por El Adelantado de Segovia en su edición del 16/10/2010.

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propiedades rústicas (las villae) de los familiares de Teodosio, tiene su correspondencia con la destrucción de las villae de la Meseta, señalando a algunas como La Olmeda para tal propósito (Palol, 1977: 157 y ss.).

un radio de 3 o 4 kms. de varios yacimientos que podrían ser villae, como Constanzana o Santa Inés (Molinero Pérez, 1971). En relación con la proximidad de esos yacimientos, de las fechas propuestas para la ocupación del cerro, de las reutilizaciones de materiales en la fábrica de la muralla Bernardina ya señaladas y de las noticias recogidas de Orosio sobre el premio que Gerontio dio a sus tropas de saquear los campos palentinos (OROSIO, VII,40,8), entendidos como el núcleo de la Meseta Norte, se puede parangonar la propuesta ya señalada de Palol con que en la Meseta y concretamente en esta zona segoviana y caucense se pudo llevar a cabo esa forma de represión consistente en el saqueo y cómo el Cerro del Castillo puede ser una respuesta rápida a esas actuaciones. La segregación de Segovia, Cauca y Britablo del obispado en el año 527 o 531 (MONTANO, Epístola, II, 3) del obispado de Palencia no nos impide considerar que estos territorios eran, en el momento de las guerras civiles, campos palentinos por cuanto pertenecían a esa unidad religiosa. Aunque como señala Arce, la zona de Emerita Augusta cuenta con villae grandiosas en cantidad nada desdeñable, la villa de Las Pizarras y el resto de posible villae que se sitúan sobre el territorio caucense, podría hacer posible que este fenómeno fuese cierto. Y ello máxime, si tenemos por cierto el nacimiento de Teodosio I en Cauca.

Sin embargo, en el momento actual, autores posteriores como Arce, invalidan esa opción a partir de varios criterios: el hecho de que las luchas debieron de realizarse en la Lusitania, en las inmediaciones de Emérita Augusta y de que las grandes propiedades de los familiares teodosianos estarían ubicadas en esa provincia. Cuestión compleja es introducir en este entramado de propuestas la creación y desarrollo de las murallas del Cerro de la Virgen del Castillo, en Bernardos. Este cerro ha sido estudiado mediante excavaciones arqueológicas en varios momentos. Ubicado en un prominente otero que forma ladera con el profundo tajo que genera el río Eresma en el macizo Paleozoico de Santa María-Bernardos, en posición Oeste con respecto a la villa de Bernardos, vigilaría el tránsito entre las ciudades de Cauca y Segovia, realizado por un sector de la Vía XXIV del Itinerario Antonino. Pero además, debió de controlar, por sus excepcionales condiciones orográficas y por la elevación que dentro de su planicie destaca en su parte Este, la llegada de elementos grupales desde los pasos de la sierra segoviana hasta las parameras vallisoletanas y desde la zona abulense por todo el entorno de la actual Tierra de Pinares. La muralla, excavada parcialmente en su sector Norte, y que consecuencia de su visibilidad sobre el terreno propició el nombre de Cerro del Castillo, se extiende sobre todos los flancos del cerro salvo el sector Este-Sureste, donde podría estar sepultada y además, encuentra el refuerzo defensivo del valle del río. En el sector Norte se constató la presencia de bastiones semicirculares. Todo ello fue construido con la técnica del doble paramento, compuesto de lajas irregulares de pizarra y rellenándose el espacio interior con bloques pétreos y tierra (Gonzalo González, 2007: 22 y sig.). En ocasiones se detectan también sillares de piedra caliza que serían reutilizaciones de materiales provenientes de las posible villae cercanas. Como rasgo singularizador, en los bastiones se reforzaron los ángulos con tirantes (Gonzalo González, 2007: 27). Los apoyos se realizan directamente sobre el terreno, lo que debe aportarnos idea de celeridad en el proceso constructivo, de la necesidad de dar respuesta a un peligro inminente. Si se aduce falta de planificación, ello no impidió la elección de la ubicación del único acceso conocido, el situado en la zona Norte. Enfrentada a una vaguada, debió servir como acceso de un posible eje Norte –Sur al estilo de otros trazados defensivos como el de Asturica Augusta, y al tiempo, como canal evacuador de aguas (Gonzalo González, 2007: 28). En el interior del recinto se constata la presencia de unidades constructivas que deben ser vinculadas, según Gonzalo González, a espacios de habitación. Los materiales cerámicos del primer momento de ocupación parecen remitir a fechas correspondientes al siglo V. Este sistema defensivo no encuentra paralelos en las ciudades cercanas, Cauca y Segovia. Debemos considerarlo una respuesta de los pobladores de la zona a las guerras civiles que se produjeron en Hispania, como el mencionado enfrentamiento entre familiares de Teodosio y las tropas de Constantino III. Ya Molinero Pérez señalaba la presencia en

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El siglo V supuso, como señalamos en el título del epígrafe, tiempos convulsos, de continuos enfrentamientos, tanto en forma de guerras intestinas en los primeros momentos como en las difíciles situaciones que se propiciaron con la llegada y establecimiento de los llamados bárbaros en la Península. Aún así, sabemos que Cauca, ya hacia mediados del siglo VI debió seguir manteniendo influencia sobre una parte importante de su territorio de época romana, por cuanto es mencionada en un hecho singular, la creación del obispado de Segovia, ya reseñado. En la misiva se pretende poner fin al problema que supuso el nombramiento de dos obispos en la sede Palentina. Como solución, se segregaron los territorios de Segovia, Britablo y Coca, instalando la sede en la primera de estas ciudades. Una solución dada por una sociedad diferente de la romana; relaciones personales propias del primer feudalismo y recomposiciones gubernativas con tinte peninsular que se alejan del modelo del gran imperio… y nos abren la puerta al periodo medieval. BIBLIOGRAFÍA ANDREU PINTADO, J. (2004): Edictvm, mvnicipivm y lex: Hispania en Época Flavia (6996 d.C.). BAR International Series, Oxford APIANO: GUERRAS IBÉRICAS. ANÍBAL, Clásicos de Grecia y Roma, Alianza editorial, traducido por FRANCISCO JAVIER GÓMEZ ESPELOSÍN ARCE, J. (1986): El último siglo de la España romana (284-409), Alianza BALBÍN CHAMORO, P. (2006): Hospitalidad y patronato en la Península Ibérica durante la Antigüedad. Junta de Castilla y León. Valladolid BALIL ILLANA, A. y MARTÍN VALLS, R. (editores) (1988): Tessera hospitalis de Montealegre de Campos (Valladolid). Estudio y contexto arqueológico. Valladolid BLANCO GARCÍA, J.F.: - (2010): “La ciudad de Cauca y su territorio”, en Segovia Romana II. Gentes y

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