Sumak Kawsay y Reino de Dios (Revista DIÁLOGOS A, 2015)

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Año 6 • Nº 8 • julio 2015

diálogos Revista de Culturas, Espiritualidades y Desarrollo Andino-Amazónico

DISCURSO TEOLÓGICO Y BUEN VIVIR

Christine Perrier

El consumo está supeditado al bien común y a la preferencia por el pobre Todo quehacer teológico brota, se articula y responde a un contexto sociocultural El caminar histórico de los pueblos indígenas, donde fructificó el Sumak Kawsay, alimenta hoy las esperanzas de vida mejor para toda la creación

Revista de Culturas, Espiritualidades y Desarrollo Andino-Amazónico

Instituto Latinoamericano de Misionología (ILAMIS) Calle Oruro n. E-492 esq. Av. Ramón Rivero Telf.: (591-4) 4293100, int. 141 y 106 Fax: (591-4) 4529670 [email protected]/www.misionologia.org Cochabamba – Bolivia Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología (ISEAT) Calle A. Aspiazu n. 638 Telfs.: (591-2) 2418030, (591-2) 2412251 [email protected] / www.iseatbolivia.org La Paz – Bolivia Directorio: Simón Pedro Arnold Esteban Judd

Vicenta Mamani Roberto Tomichá

INVITACIÓN

Sumak kawsay y Reino de Dios

BÚSQUEDAS

ASOMBROS

El Buen Vivir, una interpelación teológica

Sumak Kawsay, Suma Qamaña o Buen Vivir. Una apuesta a la esperanza

VOCES

Reino de Dios y Suma Jakaña: tarea permanente en la formación integral de los pueblos en el sur andino peruano

“Vivir bien” o pasos en la construcción de un nuevo imaginario socio-cultural original

TEJIDOS

Ritos diversos en las comunidades indígenas

Edición: Equipo ILAMIS Editorial Itinerarios Diagramación: Noemi M. Balboa C. Fotografía tapa/contratapa/interiores: Autores de los artículos, Tania Ávila, Christine Perrier, Lucas Cerviño, Maximino Cerezo Barredo, Pierre Schillewaert, Pedro Palomino y Nicholas King. Depósito Legal: 4-3-6-13 ISSN: 2223-2265

Impreso en Bolivia Printed in Bolivia

ENCUENTROS

ECOS

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Felicidad sistémica y Vivir Bien

El desafío de encuentros y desencuentros necesarios entre el Suma Qamaña y la hermenéutica bíblica

Consejo de la revista: Lucas Cerviño Boris Rodríguez Heidy Villarroel José Luis López Luz María Romero Christine Perrier Tania Ávila Secretariado: Luz María Romero

Editorial

El Buen Vivir, cuando la justicia y la paz se besan…

Discurso teológico y Buen Vivir

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índice

Instituto de Estudios de las Culturas Andinas (IDECA) Jr. Miguel de Cervantes n. 126 Telf.: (51-051) 205547 [email protected] / www.idecaperu.org Puno – Perú

50 46 42 36 28 22 14 8 4

® CMMAL, IDECA, ILAMIS, ISEAT © CMMAL, IDECA, ILAMIS, ISEAT Instituciones coeditoras: Centro Misionero Maryknoll en América Latina (CMMAL) Av. Simón López, primer puente, calle Kollasuyo n. O-0527 Casilla 550 Telfs.: (591-4) 4241521, (591-4) 4470127 Fax: (591-4) 4241187 www.cmmalbolivia.org Cochabamba – Bolivia

Los artículos reflejan las opiniones de los/as autores/as y no necesariamente el punto de vista de las instituciones coeditoras.

Sumak kawsay y reino de dios José María Vigil1

1. Planteando el tema y el problema

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n los últimos años la utopía indígena del Sumak Kawsay –con diversos nombres y matices en las diferentes lenguas y culturas de Abya Yala– ha cobrado un rostro y un peso nuevo en la conciencia latinoamericana, porque, con todo derecho, ha estado siendo propuesta con fuerza al Continente por parte de los pueblos indígenas, reivindicándola como su aportación propia a la construcción de la sociedad que todos deseamos.

1 Nació en Managua (la segunda vez). Acompañó la Nicaragua Revolucionaria, donde se naturalizó, y pasó luego a trabajar por los caminos de América, al socaire del Viento de la Patria Grande, desde la trinchera teológica de la Liberación, del Pluralismo Religioso, de los Nuevos Paradigmas. Coordina los Servicios Koinonía, la Agenda Latinoamericana, la colección Tiempo Axial y la Comisión Teológica Latinoamericana de la EATWOT (ASETT). 2 El erudito judío Martín Buber dice: «La realización del reino universal de Dios es el próton y el escháton de Israel», su alfa y su omega, Königtum Gottes LXIV, citado por Rudolf Schnackenburg, Reino y reinado de Dios, Madrid: Faz, 1965, 3.

Jesús de Nazaret también hizo su propuesta, la utopía del Reino de Dios, a que sus seguidores hemos hecho nuestra en el cristianismo liberador. Los cristianos latinoamericanos no estábamos acostumbrados hasta ahora a habérnoslas con otra utopía que la de Jesús, y de ahí surge el problema: ¿cómo encajar ahora la presencia de la utopía indígena del Sumak Kawsay? ¿Debemos ignorarla, porque ya tenemos la utopía cristiana? ¿Debemos rechazarla, porque nosotros sólo atendemos a la propuesta de Jesús? ¿Podríamos tal vez aprender algo de la utopía indígena del Buen Vivir? ¿Podríamos tal vez habérnoslas con las dos utopías?

Los cristianos latinoamericanos no estábamos acostumbrados hasta ahora a habérnoslas con otra utopía que la de Jesús, y de ahí surge el problema: ¿cómo encajar ahora la presencia de la utopía indígena del Sumak Kawsay?

Algunos dicen que los cristianos/as debemos atender sólo a una utopía, a la de Jesús, porque en eso precisamente consistiría ser cristiano, y que ninguna otra utopía merecería nuestra atención. Tradicionalmente nos han dicho que la propuesta de Jesús es completa, y que no podría ser enriquecida por ninguna otra... Otros se preguntan: ¿no podemos los cristianos dar nuestra adhesión a las dos utopías a la vez? ¿No serán tal vez la misma utopía? He ahí los problemas. Tratemos de afrontarlos sin miedo y con sinceridad. Paso a paso.

2. El Reino de Dios, ¿una originalidad de Jesús? Hace ya tiempo que los cristianos sabemos mucho sobre los orígenes del concepto, de la utopía del Reino de Dios. Sabemos que en tiempo de Jesús, antes de él abrir la boca, todo el mundo hablaba de Reino de Dios. Era un tema muy especial en Israel2. «El pueblo estaba en una gran expectación» (Lc 3,15), y todos hablaban de él, cada uno a su manera. Jesús también entró en esta preocupación de la sociedad de su tiempo, y no pudo hacerlo sino diferenciando su postura de la de los fariseos, los esenios, los zelotas, los saduceos, y demás grupos. En todo caso está claro que Jesús no inventó el tema ni el concepto, que ya en Israel venía de tiempos muy antiguos. Los profetas alzaron su palabra en favor de una utopía que se hacía necesaria a partir de la prolongada situación de postración del pueblo. Jesús, ciertamente, retomó el mensaje de los profetas, lo hizo suyo, y le dio una configuración propia que los cristianos procuramos discernir e implementar trabajosamente. Pero haríamos mal si entronizáramos la aportación de Jesús considerándola absolutamente original.

Nuestra utopía no nos pertenece, no es exclusivamente nuestra –salvo en sus formas, categorías y lenguaje–, pertenece a la Humanidad, y está presente ubicuamente por toda ella.

Pero hoy sabemos bien que, históricamente hablando, esa práctica anti– utópica de la Iglesia no derivaba de Jesús, sino que, al contrario, lo negaba. Jesús, en efecto, fue ejecutado por vivir y luchar por aquella utopía del malkuta Yavé, Reinado de Dios. Muchas lecturas se han realizado sobre el significado del hecho histórico de Jesús; hoy sabemos que interpretar a Jesús fundamentalmente como el anunciador apasionado de aquella utopía, por la que vivió y murió, es la interpretación más apegada a lo que realmente fue la vida de Jesús. Desde América Latina podemos decir que el cristianismo liberador, el de la teología y la espiritualidad de la liberación, representan y son una recuperación histórica del movimiento de Jesús, una vuelta a lo que él mismo realmente propuso e inspiró, a saber: una militante búsqueda histórico-utópica no de otro mundo (un mundo espiritual, o interior, o transmundano), sino de este mismo mundo, pero introducido totalmente en el sueño de Dios, que es también un sueño para los mismos seres humanos... Sí, la de Jesús es una de las grandes utopías de la humanidad.

4. ¿En qué consistía esa utopía? Jesús no dio una definición de Reino de Dios. Un adagio teológico tradicional nos lo pone más fácil, al decir: ubi bonum, ibi Regnum, o sea, donde está el bien, allí está el Reino. ¿Qué es entonces el Reino de Dios? Una antífona litúrgica, tradicionalmente acompañante

Romero, icono latinoamericano de la Utopía del Reino de Dios (Maximino Cerezo Barredo)

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Es legítima la pregunta, porque mirando la historia del cristianismo surge legítimamente la duda. En realidad, el cristianismo, durante la mayor parte de su historia, perdió su dimensión utópica, al convertirse –o dejarse convertir– en religión de diferentes imperios, nada amigos de utopías sociales transformadoras... Durante mucho tiempo el cristianismo como religión estuvo con los poderosos, con las instituciones sociales y políticas, con el poder económico y social, en contra de todos los que soñaban utópicamente con un mundo diferente.

del salmo 71, responde a nuestra pregunta de una forma magistral: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor...». Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Y con mayúsculas, indicando que no se trata sólo de una pequeña participación en esos bienes transcendentales, sino de su realización plena, que transborda de unos a otros y los compenetra mutuamente.

5. El Reino de Dios, ¿una exclusividad del judeocristianismo? Con esta percepción del Reinado de Dios, viene espontáneamente la sospecha de que un tipo así de utopía, tan básico y a la vez tan amplio, tan enraizado en los deseos y necesidades más elementales del ser humano, no puede ser considerada como una rareza o la genialidad de una religión determinada, sino que ha de estar en sintonía con los grandes deseos de la humanidad, expresados de mil formas en otras religiones y culturas. La utopía de un mundo nuevo, amorizado, inmerso plenamente en la Verdad, la Justicia, la Paz... lleno de Vida y Vida en plenitud... no puede no coincidir o involucrar a las otras grandes utopías expresadas por el género humano a lo largo de su trabajada historia3. Así, al tomar conciencia los cristianos del carácter básico y tan radicalmente humano de nuestra utopía, podemos también caer en la cuenta de que, por eso mismo, en su contenido más hondo, nuestra utopía no nos pertenece, no es exclusivamente nuestra – salvo en sus formas, categorías y lenguaje–, pertenece a la Humanidad, y está presente ubicuamente por toda ella.

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3. ¿Propuso Jesús una Utopía?

3 Cf. Antonio Pérez, “El Reino de Dios como nombre de un deseo. Ensayo de exégesis ética”, revista Sal Terrae 66 (1978) 391-408.

6. ¿Sólo la utopía de Jesús, el Reino de Dios?

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Por otra parte, tal como el cristianismo la ha asumido, la utopía de Jesús, el Reino de Dios, no tiene un contenido perfectamente definido, ni es un paquete cerrado... Más bien, como u–topía (sin-lugar) que es, no podemos ubicarla en algún lugar concreto, no podemos definirla, o identificarla de un modo cerrado y definitivo. Es una aspiración profunda, siempre insatisfecha, un horizonte ideal, inalcanzable, en la que siempre aparecen y se pueden condensar y explicitar nuevos sueños que enriquecen y desarrollan la utopía. Por tanto, la idea y la formulación que en un momento determinado de la historia tengamos de ella los cristianos no la limita ni la delimita, sino que la deja siempre libre para crecer, dialogar, fecundarse... En realidad, la utopía humana nunca podrá ser definida, porque en ese momento quedaría limitada y paralizada: dejaría de ser utopía. Conforme avanzamos en el camino de la historia, el horizonte utópico se va alejando, y muestra nuevos parajes, otras lagunas a ser rellenadas, exigencias renovadas para la consecución del Bien y de la Vida en plenitud. En ese intento de concretar la utopía global de la humanidad en cada momento histórico, ¿no cabrán todos los aportes, los de unos y los de otros, los antiguos y los nuevos? ¿Será que la utopía es una originalidad que los cristianos podríamos reivindicar en exclusiva, aunque durante tantos siglos la hayamos olvidado y conculcado?

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7. El Reino de Dios y las otras utopías Si no creemos ya que haya un pueblo elegido (es decir, no creemos que Dios tenga acepción de personas ni de pueblos), ni tampoco que haya pueblos dejados de la mano de Dios (abandonados al simple dinamismo de las fuerzas naturales), sino que creemos que todos los pueblos viven la nostalgia de un mundo otro al que se sienten convocados; si creemos que el Misterio de la Realidad Última se comunica con todos los pueblos, a su manera, desde las limitaciones y las posibilidades de cada cultura, desde esta nuestra visión actual bien podremos admitir que: 4 Una actitud pluralista permite sin duda la doble o múltiple pertenencia «en espíritu y en verdad».

•   todos los pueblos pueden aportar su gracia, su búsqueda, su inspiración, y por tanto su intuición de la gran utopía

fundamental intuye;

que

la

Humanidad

•   nosotros mismos tenemos límites en nuestra percepción, y que, probablemente, no habremos sido capaces de percibir toda la fuerza de esa intuición, ni habremos sabido formularla adecuadamente. Admitido esto, es claro que la actitud más correcta para nosotros sería la apertura de corazón, la escucha de todas las aportaciones utópicas que buscan el Bien y la Vida plenos, acogiéndolas como venidas de la misma única Fuente que a todos nos inspira. Al final descubriremos que todos los diálogos sobre la utopía, no sólo nos enriquecen, sino que convergen, resonando y haciendo vibrar juntas las aspiraciones profundas de todo ser humano. No otra parece que fue la actitud de Jesús, la que mostró a la Samaritana cuando ésta le planteó el dilema de ¿Jerusalén o Garitzin?, ¿la utopía de ustedes o la nuestra? Jesús parece que vino a decir: ni una ni otra, sino una que está más allá de las dos y las comprende a todas: los verdaderos adoradores adorarán «en espíritu y en verdad» (Jn 4,21-24). No tiene pues ya sentido aquella actitud exclusivista, encerrada dentro de los límites intracristianos, que daba por supuesto que los cristianos no debían abrirse a la consideración de utopías religiosas externas, en un cierto parecido a la prohibición veterotestamentaria de la adoración de otros dioses... Hoy creemos que el Dios de todos los nombres dialoga con todos los pueblos, los inspira y los conduce por la Historia. Por eso, no nos sentimos del todo en casa ajena cuando oramos con las palabras, los ritos o las formas de esos otros pueblos. Ni tampoco nos resultan extrañas las formulaciones de sus utopías, y por eso estamos dispuestos a confrontarnos con ellas, para aprender, para beber en todas las fuentes en las que sabemos que mana la misma Agua Viva4.

Todos los diálogos sobre la utopía, no sólo nos enriquecen, sino que convergen, resonando y haciendo vibrar juntas las aspiraciones profundas de todo ser humano.

Con una actitud así, abierta, humilde y macroecuménica, será fácil dejarse interpelar por el Sumak Kawsay, y dialogar con él tratando de ver qué nos puede enseñar. Veamos:

Al coincidir con el Reino de Dios, el Sumak Kawsay nos recuerda un elemento esencial que el cristianismo olvidó durante muchos siglos, a saber: que el Reino de Dios no puede ser sólo para otro mundo, sino que se inicia y debe construirse ya en este mundo. El «Buen Vivir / Buen Convivir»5 nos recuerdan a los seguidores de Jesús que el Reino de Dios también es una utopía intrahistórica, y que se debe construir realizando y expandiendo el bien aquí, en nuestra vida, en nuestra Tierra, para que también sea verdad que ubi bonum, ubi bene vivere... ibi Regnum.

El «Buen Vivir / Buen Convivir» nos recuerdan a los seguidores de Jesús que el Reino de Dios también es una utopía intrahistórica, y que se debe construir realizando y expandiendo el bien aquí, en nuestra vida, en nuestra Tierra, para que también sea verdad que ubi bonum, ubi bene vivere... ibi Regnum.

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Sobre Reino de Dios y Sumak Kawsay, tenemos que decir que, de alguna manera presentimos que, en el fondo, coinciden. Si la Utopía que anunció Jesús, por la que vivió y luchó, fue «la Vida, y la Vida en abundancia» (palabras que Juan pone en boca de Jesús, Jn 10,10), ¿qué otra cosa significa Sumak Kawsay, el Buen Vivir, sino vivir en plena armonía con nosotros mismos, con la comunidad, con la Naturaleza y con el Misterio? Se da una coincidencia de contenido de fondo entre las dos utopías, una convergencia histórica hacia el mismo objetivo, y una sospecha inevitable de complementariedad.

Demasiado tiempo estuvo el cristianismo histórico pensando que el Reino de Dios sería un reino interior, espiritual, de las almas, una realidad meta-física, situada en otro plano, en el plano de la gracia, el plano de la vida eterna, el plano sobre-natural (y con frecuencia un tanto contra-natural, enemigo de las realidades temporales, de las dimensiones naturales). Demasiado tiempo el cristianismo ha estado viviendo obsesionado sólo por la vida después de la muerte, por la salvación del alma, por el cielo o el infierno... El Sumak Kawsay nos recuerda que el Reino de Dios se juega también antes, en esta realidad humana y mundana, y que se debe construir aquí, en esta vida antes de la muerte, en este mismo mundo.

Portada de la Agenda Latinoamericana 2012 (M. Cerezo Barredo)

La naturalidad eco-céntrica del Sumak Kawsay nos llama la atención a los herederos de la utopía judeocristiana. En efecto, cuando escarbamos en los vestigios veterotestamentarios del Reino o reinado de Dios, vemos que, efectivamente, en su origen está la imagen concreta del poder político y el señorío autoritario del Rey-Señor Dios, y que el primer analogado del advenimiento de este Reinado es la entronización y el dominio en acto del Señor-Rey sobre todas las personas y los pueblos. Ése es el primer sentido de la expresión Reinado de Dios. Es una imagen política, de dominio y poder político, una imagen por tanto del ámbito humano, antropomórfico. Se espera que el sueño de Dios sea ejercer su dominio sobre los seres humanos y que su poder sea reconocido por todos, por todos los pueblos,

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8. Qué dice el Sumak Kawsay al Reino de Dios

5 Designación con que la Agenda Latinoamericana Mundial presentó el Sumak Kawsay, monográficamente, en su edición de 2012.

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6 Cf. Leonardo Boff, Jesucristo el Libertador, Santander: Sal Terrae, 1987, 68ss. 7 La utopía jesuánica, obviamente es antijerárquica y popular, participativa, y en ese sentido democrática. 8 Sally McFague insiste en denunciar estas metáforas y modelos básicos que subyacen entre los presupuestos de nuestra teología: Modelos de Dios. Teología para una época ecológica y nuclear, Santander: Sal Terrae, 1987, passim. McFague se pregunta además sobre la licitud de seguir utilizando tales metáforas, por cuanto no sólo estarían de hecho obsoletas, sino que hoy día serían realmente dañinas, en cuanto que vehiculan imágenes opresivas. 9 El lenguaje triunfalista recorre la Biblia entera, de principio a fin. Cf. 1 Cro 29,11; Ap 5,11-13. 10 La pregunta vale también aquí: ¿será que Dios es realmente un Señor, o que la divinidad será kyriarcal, o patriarcal? 11 De una «ontología del señorío» habla Marià Corbì, Hacia una espiritualidad laica, Barcelona: Herder, 2007, 79. 12 Varios teólogos han sugerido la necesidad de una actualización en este sentido, entre ellos Paulo Suess. 13 Joanna Macy ha propuesto esta denominación y ha defendido con vigor su sentido, en el contexto de la visión ecológica actual: Nossa Vida Como Gaia. Práticas para a reconexão de nossas vidas e de nosso mundo, São Paulo: Editora Gaia, 2004. 14 Lyn White Jr., The Historical Roots of Our Ecological Crisis, «Science» 155 (1967) 1203-1207. Publicado por la Agenda Latinoamericana 2010, accesible también en su página de materiales complementarios: latinoamericana. org/2010/info.

incluso por todas las criaturas. En el centro de la imagen está la categoría humana política del poder y del dominio... Jesús, en el Segundo Testamento ya no insiste en esta centralidad del poder político de Dios, sino en la transformación que toda la existencia humana personal y colectiva experimentará al ser introducida en el orden de la voluntad de Dios6. Lo cual hace al Reino de Dios mucho más cercano a nuestra visión actual, en la que las categorías del paradigma de poder político tales como Rey, dominio, poder absoluto, súbditos... ya son para nosotros categorías superadas, felizmente. En ese sentido, debemos reconocer que el nombre que damos a nuestra utopía cristiana (Malkuta Yavé, Reino de Dios) pertenece a un tiempo pasado (el tiempo de las monarquías, de los poderes absolutos, del reconocimiento sometido del dominio de la autoridad... Son imágenes del Ancien Regime, o del mundo agrario neolítico; anterior en todo caso al mundo de la modernidad y la posmodernidad, de la democracia, de la soberanía popular, la emancipación de la persona, la dignidad humana, la biodiversidad ecológica... Pertenecen a un lenguaje jerárquico-monárquico7, imperial8, triunfalista9, kyriarkal10, propio de una «ontología del señorío»11... de un tiempo ya superado. El nombre político de nuestra Utopía cristiana, más que Reinado de Dios sería hoy para nosotros el de Democracia Divina Popular12, o una Biodemocracia integral, que implica la participación no sólo de los seres humanos, más de todos los seres vivos en este planeta. Pero, siendo esa Utopía una realidad ricamente poliédrica, sería igualmente sensato cambiar hoy el eje de nominación escogido, abandonando la imagen política del señorío, en favor de otras imágenes que para nosotros se han hecho más relevantes con el avance del proceso

de hominización. En este sentido, la Vida Plena, la Convivencia Amorosa Global, el Vivir como Gaia13, la peregrinación hacia la Tierra sin Males tupí-guaraní, o el Buen Vivir o/y el Buen Convivir quechua-aymara... podrían ser nuevos nombres de la misma Utopía cristiana, más significativos para nosotros hoy. Muy probablemente Jesús hoy seguiría hablando del contenido del Reinado de Dios, pero muy probablemente también él lo llamaría de otras formas: unas formas más congruentes con la riqueza de significaciones que hoy nos suscita la visión global del proceso de hominización/divinización/evolución en que nos parece que consiste la realidad cósmica. Creo que desde este punto de vista podemos reconocer que el nombre de Sumak Kawsay lleva en su interior una imagen que actualmente es más significativa de los bienes a los que nos queremos remitir cuando decimos Reino de Dios. Tal vez, la mayor lección que el Sumak Kawsay nos da a los cristianos tiene que ver con la naturaleza. El cristianismo, que como ya reconocen muchos, ha sido «la religión más antropocéntrica» (al decir del famoso antropólogo Lynn White14), ha vivido de espaldas a la naturaleza, ignorándola por una parte y, por otra, sometiéndola a una depredación inmisericorde. El cristianismo no puede dejar de sentirse afectado por su responsabilidad en el origen del sistema occidental, que hoy es el enemigo principal de la naturaleza en este planeta, el depredador máximo, el factor al que más ampliamente se atribuye la responsabilidad de la crisis ecológica mundial actual. El Sumak Kawsay nos recuerda que debemos superar ese punto ciego ecológico del que de hecho el cristianismo ha adolecido a lo largo de casi toda su historia, y que aún estamos muy lejos de haber superado tanto en nuestra conciencia cristiana popular e institucional como sobre todo en nuestra práctica.

El nombre político de nuestra utopía cristiana, más que Reinado de Dios sería hoy para nosotros el de Democracia Divina Popular, o una Biodemocracia integral, que implica la participación no sólo de los seres humanos, más de todos los seres vivos en este planeta. Podemos reconocer que el nombre de Sumak Kawsay lleva en su interior una imagen que actualmente es más significativa de los bienes a los que nos queremos remitir cuando decimos Reino de Dios.

y todavía muy bien instalados, hasta el extremo de poner en peligro la integridad del planeta sin que la sociedad cristiana sea capaz de despertar y frenar el desastre que se nos avecina. El Sumak Kawsay nos recuerda que sin resistir al capitalismo y al modelo occidental depredador, la Utopía del Reino de Dios no resultará realmente actualizada tal como Jesús la anunciaría y practicaría hoy.

Deberemos liberarnos y liberar a la naturaleza del desencantamiento al que la hemos sometido con el antropocentrismo primero, y con el racionalismo cartesiano y el mecanicismo newtoniano después. Reencantar nuestra visión de la naturaleza, reconocerle su dimensión mistérica, y sobre todo, reconocernos parte de ella y necesitados de integración armoniosa y plena con su vida, es ya una revelación urgente que debemos agradecer al Sumak Kawsay. El Sumak Kawsay nos hace el inmenso favor de recordarnos y de denunciar la complicidad todavía no superada del cristianismo con el modelo occidental de comprensión del mundo, es decir, con el capitalismo, la injusticia sistémica, el desarrollismo, la minusvaloración de la naturaleza, la devastación de los recursos naturales... Son defectos graves, antiutópicos, antiecológicos, que no han caído del cielo, sino que han nacido dentro de la matriz cultural cristiana. Y están todavía ahí, consentidos por buena parte de la institución,

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Hará falta en primer lugar superar el antropocentrismo, o «especismo»15, por el que hemos prestado atención sólo al mundo humano, haciéndonos totalmente insensibles para los intereses y el bienestar de todas las demás especies que conviven con nosotros y comparten el mismo ecosistema (de las que incluso nos beneficiamos los humanos). Nos hemos construido un mundo humano que vive a costa de la depredación de las otras especies y recursos naturales hasta el agotamiento.

Por eso, al encontrarnos con los pueblos indígenas nos estamos reencontrando con nosotros mismos, con lo que hubiera debido ser nuestro camino, un camino que no hubiera debido apartarnos de la naturaleza. Los pueblos indígenas no nos traen una lección exótica, radicalmente diferente, algo que nunca hubiéramos pensado... sino, al contrario: la relación entrañable ser humano/ naturaleza que el Sumak Kawsay lleva dentro de sí, suscita en nuestras entrañas el recuerdo ancestral de lo que fuimos y equivocadamente abandonamos. No nos resulta pues algo extraño o radicalmente nuevo, sino algo que es también carne de nuestra carne, o mejor, espíritu de nuestro espíritu, algo atisbadamente pre-sentido, en una sintonía preestablecida y recuperada. El Sumak Kawsay debe ser pues para nosotros un llamado a la humildad, a la rectificación, y a una nueva actitud histórica, política y cultural. Y a la vez, debemos hacer un aporte crítico a nuestros hermanos indígenas, que tratan de recuperar y reconstruir retrospectivamente su patrimonio tradicional utópico, pues también ellos pueden caer en la incoherencia y en la falta de testimonio, o en exclusivismos e inclusivismos de los que nosotros ya estamos saliendo, afortunadamente.

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Sumak Kawsay, portada de la Agenda Latinoamericana de 2012 (boceto de M. Cerezo Barredo)

Estas lecciones (ejemplos, enseñanzas, desafíos) a las que nos estamos refiriendo decimos que nos vienen de los pueblos indígenas cuyas culturas y religiones no han pasado por la experiencia de la revolución agraria y su bien conocido desarrollo neolítico. Éste es hoy día un tema clave en la reflexión antropológico-cultural (pero también, inevitablemente de la reflexión teológica y de las ciencias de la religión): ¿dónde fue que nos equivocamos? ¿Dónde fue, en qué punto de nuestra evolución humana sucedió que nos desviamos del camino que llevábamos de buena convivencia con la naturaleza, y emprendimos ese otro camino que nos ha apartado de la naturaleza y nos ha puesto contra ella?

15 Pedro Ribeiro de Oliveira, Para un buen convivir, superar el especismo, en Agenda Latinoamericana 2012, 222-223.

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