Técnica moderna: fundamento y forma religiosa contemporánea

May 24, 2017 | Autor: J. Quintana Montes | Categoria: Filosofía de la Ciencia, Filosofía e Historia de las religiones
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Revista de Filosofía Ὁδός Número 6, Año 4, Vol. 4, pp. 97-111

Técnica moderna: fundamento y forma religiosa contemporánea El método científico que lleva a la dominación cada vez más efectiva de la naturaleza llega a proveer así los conceptos puros tanto como los instrumentos para la dominación cada vez más efectiva del hombre por el hombre a través de la dominación de la naturaleza. Herbert Marcuse

Yirlean Ramos Feria1 Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, BUAP Puebla de Zaragoza, México Jorge Luis Quintana Montes2 Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Puebla de Zaragoza, México Resumen El objetivo principal que dirige la realización del presente ensayo es realizar una aproximación crítica a la técnica moderna, en relación con el predominio de esta última en la configuración de la sociedad capitalista occidental de los siglos XX y XXI, pensando con esto la posibilidad del establecimiento de una modernidad alternativa. En este sentido, se mostrará, a la par, la manera en que la técnica no sólo se torna la base del capitalismo y de la modernidad misma, sino que es –además– un modo de hacerse patente el fenómeno religioso. Palabras claves: modernidad, técnica, razón instrumental, religión. Economista, Universidad de Cartagena, Colombia. Maestra (c) en Sociología en ICSyH Alfonso Vélez Pliego (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla). Becaria CLACSO-CONACyT. Investigadora y asesora académica independiente. Co-editora de la Revista de filosofía Όδός ISSN 2322-8369. Correo electrónico: [email protected] 2 Filósofo, Universidad de Cartagena, Colombia. Maestro (c) en Filosofía, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Director y Co-editor de la Revista de filosofía Όδός ISSN 2322-8369. Editor World Repository Heidegger. Correo electrónico: [email protected] 1

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Abstract The main objective directs the embodiment of the present paper is to make a critical approach to modern technique in relation to the prevalence of the latter in shaping Western capitalist society of the XX and XXI centuries, thinking about the possibility of the establishment of an alternative modernity. In this respect, it will be shown, hand in hand, the way in which the technique not only becomes the basis of capitalism and modernity itself, but it is also –besides that- a way for the religious phenomenon be manifested Keyword: modernity, technique, instrumental reason, religion

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Técnica moderna: fundamento y forma religiosa contemporánea Yirlean Ramos Feria Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, BUAP Puebla de Zaragoza, México Jorge Luis Quintana Montes Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Puebla de Zaragoza, México

I. Modernidad y técnica

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l orden que se seguirá el presente texto es el siguiente: en primer lugar, se brindará una definición de modernidad, desde los análisis realizados por Bolívar Echeverría. En segundo lugar, se definirá la técnica moderna. En tercera instancia, y partiendo de la

definición esbozada en el segundo momento del ensayo, se expone el modo en que puede ser asumida la técnica moderna como forma religiosa propia de la modernidad. Finalmente, se presentará una breve crítica a la técnica moderna dadas las consecuencias generadas en el despliegue histórico del capitalismo. Entrando en materia, es preciso indicar que el concepto de modernidad es trabajado por Bolívar Echeverría a lo largo de distintas lecciones y libros publicados al respecto. Atendiendo a este hecho, se intentará –en lo posible– extraer un concepto de modernidad que retome elementos planteados en distintos momentos y que, a la vez, permita pensar en toda su amplitud el fenómeno llamado “modernidad”. Así las cosas, Echeverría (2011) indica en Un concepto de modernidad, que ésta puede ser entendida como un conjunto de prácticas históricas determinadas que pretenden generar una transformación de la vida social y de la visión de mundo reinante en el momento. La cosmovisión y la construcción de la sociedad que es puesta en tela de juicio por el pensamiento moderno, a saber: la tradición, es asumida como algo que se precisa superar históricamente, dado el hecho de estar desfasado y ser ineficiente: [La modernidad] [p]uede ser vista también, desde otro ángulo, como un conjunto de hechos objetivos que resultan tajantemente incompatibles con la configuración objetiva

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del mundo de la vida y que se afirman como innovaciones substanciales llamadas a satisfacer una necesidad de transformación surgida en el propio seno del mundo (Echeverría, 2011, p. 117).

Pensado de una forma estricta, la modernidad se encuentra constituida –a juicio de Echeverría– por seis fenómenos esenciales, presentados en Modernidad y capitalismo: 15 tesis sobre la modernidad. El primero de ellos es denominado como racionalismo, y con él se piensa la reducción de todo ámbito de la vida humana a la pura actividad de la razón. Cabe aclarar aquí que el sentido de la racionalidad occidental implantado con la modernidad es el de la racionalidad calculadora e instrumental; es decir, aquella que se materializa en el ejercicio y transformación técnica del mundo por parte del hombre: “El racionalismo moderno, la reducción de la especificidad de lo humano al desarrollo de la facultad raciocinante” (Echeverría, 2011, p. 80). El segundo fenómeno propiamente moderno es el progresismo. Con esta categoría se hace referencia al ideal de un desarrollo infinito hacia lo mejor y más deseable. Pensar el mundo occidental colocando como base del mismo el progreso, implica concebirlo históricamente desde una perspectiva lineal del tiempo en la que lo caduco va dejando su lugar central dentro de la configuración de la sociedad a lo mejor, innovador y avanzado: “‘Modernista’, el progresismo puro se inclina ante la novedad innovadora como ante un valor positivo absoluto” (Echeverría, 2011, p. 80). En tercera instancia se encuentra el urbanicismo. El urbanicismo piensa el fenómeno de la modernidad de recuperación y fortalecimiento de la ciudad como espacio propio de la vida. La oposición de la civilización a la barbarie se materializa en la Gran Ciudad, entendida como “hábitat natural” del hombre civilizado y moderno. El desarrollo del capitalismo industrial, el establecimiento del mercado y del comercio, además de la crítica a la forma tradicional de vida, presupone necesariamente a la ciudad como espacio propiamente moderno. El individualismo es el cuarto rasgo característico de la modernidad occidental. A partir de este fenómeno se edifica una figura del sujeto, en la cual éste se concibe desconectado de los procesos de socialización en los cuales se encuentra inserto. De este modo, se da lugar a un hombre desgajado de la comunidad a la que pertenece: “Consiste en privilegiar la constitución de la identidad individual a partir de un centro de sintetización abstracto: su existencia en calidad de propietarios (…) privados de mercancías” (Echeverría, 2011, p. 82). El economicismo es el quinto 100

aspecto propio de la modernidad. Con él se hace referencia a la primacía de la sociedad civil (política económica) en los asuntos del Estado, en detrimento de las cuestiones culturales “Consiste en el predominio determinante de la dimensión civil de la vida social (…) sobre la dimensión política de la misma, la que personifica a los individuos como ciudadanos…” (Echeverría, 2011, p. 83). El último aspecto determinante de la modernidad occidental es, a juicio de Echeverría, el humanismo. Esta noción se articula como la categoría desde la cual es posible definir la tendencia del hombre moderno a situarse como amo y señor de la Naturaleza. Echeverría aclara que el humanismo no es un simple antropocentrismo que intenta generar un orden, un mundo hecho por el hombre en oposición al caos. Antes bien, el humanismo se proyecta en la pretensión del sujeto de situarse, en primer lugar, como polo opuesto de todo lo Otro que no es él, a la vez que –en segundo lugar– se torna en el fundamento de aquello que se le opone. La Naturaleza, entendida como aquello Otro que no es el hombre moderno, tendrá su fundamento último en el individuo racional “No se trata solamente de un antropocentrismo (…) Es, más bien, la pretensión de la vida humana de supeditar la realidad misma de lo Otro a la suya propia; su afán de constituirse, en tanto que Hombre o sujeto independiente, en calidad de fundamento de la Naturaleza” (Echeverría, 2011, p. 79). Pero ¿de qué modo opera la mencionada “humanización” de la realidad? Como se indicó líneas atrás, la racionalidad es uno de los aspectos que constituye de forma principal a la modernidad. Ésta (la racionalidad) se pone en evidencia en el despliegue técnico de la actividad humana, en la interpretación matematizada y cuantificable de la Naturaleza. Dejando de lado una visión arcaica del mundo, el hombre moderno se dispone a matematizar el todo de la realidad con el fin de anticipar, calcular y dominar3. Ya los sacrificios a los dioses antiguos no son necesarios para generar las

En este punto resulta crucial tender un puente interpretativo entre los análisis desplegados por Bolivar Echeverría sobre la modernidad, desde un enfoque frankfurtiano, y el análisis ontohistórico heideggeriano acerca del empoderamiento técnico propio de la contemporaneidad. En su segunda obra cumbre: Aportes a la filosofía: acerca del evento, Heidegger destaca como uno de los aspectos definitorios de la técnica moderna al gigantismo. Con esta noción, Heidegger piensa el fenómeno del primado de la matematización del mundo, que Echeverría piensa a partir de la racionalidad instrumental. A juicio del fenomenólogo alemán, la época técnica contemporánea hace de la calculabilidad del ente su cualidad fundamental. Así, crea un punto de encuentro entre las categorías clásicas de “cualidad” y “cantidad”, haciendo de la cantidad el modo primario de relación con el mundo. Cfr.: Heidegger, M. (2003). Aportes a la filosofía: acerca del evento, Bs. As.: Biblos. 3

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lluvias y aumentar la fertilidad de las cosechas. El hombre moderno cuantifica, busca las causas, anticipa y domina la Naturaleza Quisiera mencionar primero el fenómeno moderno que es tal vez el principal de todos ellos: me refiero al aparecimiento de una confianza práctica en la “dimensión” puramente “física” (…) de la capacidad técnica del ser humano; la confianza en la técnica basada en el uso de una razón que se protege del delirio mediante un autocontrol de consistencia matemática… (Echeverría, 2011, p. 118).

En Definición de la cultura, Echeverría (2010) mantiene una línea de análisis sobre la modernidad absolutamente cercana a lo dicho líneas atrás. Allí, indica que el elemento último que unifica todos los fenómenos propios de la modernidad es el humanismo. De esta manera, el progresismo, el racionalismo, el urbanismo, el economicismo y el individualismo tienen como base última la tendencia del sujeto moderno que matematiza la Naturaleza con el fin de anticipar y dominar. La cosmovisión arcaica expone al hombre al poder incontrolable de la Naturaleza y los dioses. La modernidad rompe con esta visión de mundo y, sobre la base de la técnica entendida como la interpretación matemática del mundo que anticipa y domina el todo, pone al hombre como fundamento de la realidad. La modernidad efectiva y potencial, los cambios logrados en relación con la tradición y aquellos por lograr, todos tienen como pilar a la técnica, en tanto que ella es el motor que impulsa el señorío del sujeto moderno. La modernidad tiene como rasgo propio el humanismo, y este –a su vez– tiene como base última la técnica moderna: Modernidad potencial y modernidad efectiva, su fundamento parece encontrarse en la consolidación indetenible (…) de un cambio tecnológico que afecta a la raíz misma de las múltiples “civilizaciones materiales” del ser humano. Se trata de una revolución profunda que trae consigo un “salto cualitativo” en la escala de la operatividad instrumental del trabajo humano (…) De estar acosadas y sometidas por el universo exterior al mundo conquistado por ellas (…) las fuerzas productivas pasan a ser, aunque no más potentes que él en términos absolutos, sí más poderosas que él en lo que concierne a sus propósitos específicos; instalan por fin al hombre en la “jerarquía prometida” de “amo y señor de todo lo creado” (Echeverría, 2010, p. 216).

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Lo dicho por Echeverría se ve afirmado en los análisis desarrollados por Martin Heidegger y Herbert Marcuse, en sus obras Aportes a la filosofía, La pregunta por la técnica y El hombre unidimensional. En La pregunta por la técnica, Heidegger (1994), al analizar la relación existente entre la técnica moderna y la ciencia física, indica que sólo es posible el imperio de las ciencia exactas en la modernidad occidental, debido a que existe previamente una interpretación de la Naturaleza que pone a la misma como un conjunto de fuerzas calculables y fuente de energía. A su juicio, es la técnica moderna aquello que brinda dicha visión de mundo al hombre moderno. Es lo que pone en juego históricamente una interpretación de la Naturaleza que debe ser anticipada y sometida, en tanto que ella es la fuente de energía que le permite al mundo moderno capitalista seguir en funcionamiento. A esto se referirá Heidegger como planetarización del mundo generada por la técnica moderna (Xolocotzi, Gibu, Huerta & Veraza, 2014). En el mismo nivel de análisis heideggeriano, Marcuse (2008) señala que el fenómeno propio de la modernidad es el paso de la pregunta por el qué de la Naturaleza al cómo opera la misma. En este sentido, una visión que vuelve sobre la Naturaleza en términos operacionales implica una interpretación de la misma que la toma como un conjunto de fuerzas calculables y anticipables. Dicha interpretación de la Naturaleza es denominada por Marcuse como a priori tecnológico “La ciencia de la naturaleza se desarrolló bajo el a priori tecnológico que proyecta a la naturaleza como un instrumento potencial, un equipo de control y organización. Y la aprehensión de la naturaleza como instrumento (hipotético) precede al desarrollo de toda organización técnica particular” (Marcuse, 2008, p. 180). Podemos reconstruir el camino recorrido hasta este momento, indicando que la modernidad tiene a su base como fenómeno fundamental la técnica moderna, entendida como una visión de mundo que pone y dispone de la Naturaleza, en tanto conjunto de fuerzas calculables, objeto de dominio y señorío del hombre moderno. Una vez hecho esto, a partir de este instante daremos paso al tercer momento del ensayo, intentando poner de relieve la forma en la técnica moderna puede ser entendida, ampliando el concepto, como un modo de materializarse el fenómeno religioso.

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II. El fenómeno religioso moderno En lo que se refiere de forma puntual a la definición de religión, para François Houtart (1998) el fenómeno religioso puede ser definido de un modo doble. En primer lugar, se entiende como una visión de mundo; esto es, como un modo particular que tienen los individuos, en tanto que sujetos históricos ubicados en una situación social determinada, de comprender, de interpretar la realidad: “…la religión forma parte de las idealidades, es decir, de las representaciones que los seres humanos hacen de su mundo y de sí mismo (…) la mente humana siempre está realizando un trabajo sobre la realidad para interpretarla…” (Houtart, 1998: 28). En segunda instancia, y como se anuncia en el primer rasgo de la religión, ésta es –a juicio de Houtart– una construcción del individuo “La segunda consideración a tener en cuenta en lo que respecta a la sociología de la religión, es que la religión (…) es también un producto del actor social humano” (Houtart, 1998, p. 30). La religión –entendida como una interpretación de la realidad y resultante de la construcción mental realizada por los hombres–, se encuentra constituida según Houtart por los siguientes elementos: la relación con un sobrenatural (Dios, dioses, deidades, etc.), un conjunto de significaciones, una ética, un sistema de expresiones e instituciones. La caracterización de la religión en relación con las significaciones religiosas, categoría sinónimo de creencia en Houtart, abre paso para articular la definición de religión brindada por el sociólogo belga con el trabajo desarrollado por Abelardo Soneira (1997). Para este último, siguiendo a Büting, la religión es entendida como un sistema de creencias, conjunto de prácticas y normas de conducta compartidas por un grupo de sujetos que se ponen en relación con un ser sobrenatural. A lo dicho, añade el aspecto universal que adquiere el fenómeno religioso, en la medida en que se despliega históricamente en una forma institucionalizada. En consecuencia, se puede afirmar siguiendo a ambos autores que el fenómeno religioso tiene entre sus rasgos principales la posibilidad de brindar una forma de interpretar el mundo circundante y un patrón de conducta coherente con el modo de ver el mundo. Es menester resaltar, siguiendo a Bolivar Echeverría, que la modernidad –en tanto que tensión entre tradición e innovación– presenta una convivencia entre religiones de dioses arcaicos y una nueva religión de un Dios racional e impersonal: la mano oculta del mercado, 104

asumida como fetiches mercantiles con capacidad y eficiencia mágica. Es decir, con poder para influir en los comportamientos de los capitalistas en pro de la búsqueda de un bienestar a partir del progreso y convertir las relaciones sociales en mercancías (Echeverría, 2011). El autor interpreta a Marx, afirmando “El Dios profano de los modernos debe por ello [el sometimiento no absoluto de la vida social al dominio de la modernidad capitalista] coexistir junto con los distintos Dioses sagrados y su metamorfosis” (Echeverría, 2011, p. 141). Se retomará aquí la noción de Echeverría sobre la aparición de una nueva religión en la modernidad, resultante del “desencantamiento del mundo”, pero dirigiéndola hacia otro fenómeno distinto a la mano oculta del mercado. Dicho de manera precisa, se hace referencia a la fe ciega que la humanidad tiene en la técnica y su ideal de progreso. La afirmación anterior se apoya en la interpretación heideggeriana de la técnica: “la presencia moderna del ente no ocurre por mor del desencantamiento, como Max Weber diría (...) sino por el encantamiento del poderío de la técnica que se autoemplaza” (Xolocotzi, Gibu, Huerta & Veraza, 2014, p. 129). La religión de la modernidad puede entenderse, sobre la base de las consideraciones anteriores, como una interpretación del individuo moderno acerca de su realidad. El desencantamiento del mundo, en otras palabras, la secularización, se caracteriza por el acabamiento o desplazamiento de los Dioses tradicionales por un nuevo encantamiento terrenal cuyo despliegue está dado por una relación con un “sobrenatural” –la técnica– que brinda una visión de mundo matematizada del todo y encanta con su capacidad creadora y su redención4 progresista. Frente al Dios bíblico que se afirma en su posición de todopoderoso, se yergue la técnica, dominadora de toda fuerza natural. Dios crea, y crea ex nihilo el universo. El hombre, entre tanto, nace en la creación a partir de la labor de la Entidad Suprema que, en la posición de un artesano, moldea del barro a Adán. Dios-artesano: a partir de una materia, hace patente al primer hombre para que habite el Jardín del Edén. Dios es el artesano que, diríamos en términos de Heidegger, desoculta al hombre en su condición de existente en tanto que lo trae aquí ante los ojos, lo pone como presencia. La materia (hyle) es barro que deviene carne. La forma, es el eidos de hombre que se imprime en la materia. El fin, es la población del mundo y Retomamos el concepto weberiano de redención, expuesto en Sociología de la religión, tomando la misma como la superación de la pobreza, el hambre, la enfermedad y todos los aspectos que causen sufrimiento al hombre. 4

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el cuidado de la creación. La causa eficiente, el artesano que hace coincidir todos los elementos del acto productivo, es Dios: en su actividad poiética el hombre deviene hombre, creatura: Ésta, el ser creado, es su condición primigenia. En franca concordancia, la técnica moderna se afirma como Machenschaft (Maquinación), como capacidad creadora y productiva de la máquina, del aparato que reproduce objetos para la venta y el consumo. La capacidad creadora de Dios deviene técnica moderna. La racionalidad instrumental expresa la condición productiva del Ente Supremo, en el aparato que, en sentido estricto, crea, trae a la presencia los entes. El eco contemporáneo de la creación divina es la Machenschaft, la técnica moderna poiética por esencia: “Maquinación como dominio del hacer y de la hechura (…) En la maquinación se encuentra a la vez la interpretación cristiano-bíblica del ente como ens creatum” (Heidegger, 2003, p. 117). Dios devino mundano, en tanto que su capacidad desocultante-productiva se expresa en el proyecto racional humanista moderno. La coherencia lógica y teológica de este nuevo “fenómeno religioso” se observa a partir de las necesidades históricas a las que responde y a las prácticas que induce. En términos lógicos, la técnica –como las religiones tradicionales– promete crecimiento, abundancia, bienestar y desarrollo. En otras palabras, esperanza y redención para el pobre e incremento monetario (concentración del capital) para el burgués. Planteándolo en términos del catolicismo clásico, la técnica se presenta como el camino seguro y directo al bien supremo terrenal: la felicidad5. Surgirán ahora dos interrogantes cruciales: ¿En qué se basa la fe en la técnica? O más bien ¿Con qué herramientas cuenta para legitimar esta fe? La respuesta se encuentra en la eficiencia de sus postulados, esto es, la “perfección” de sus valores sagrados: el cálculo matemático y la innovación. El sujeto ya no necesita un Dios arcaico si con la técnica y sus valores sagrados puede dominar lo que antes no era capaz: la Naturaleza. La forma de interpretar el mundo como ente a disposición del hombre, las practicas dominadoras que se desprenden de esta cosmovisión y la constante revolución de sus herramientas, convierten a la técnica en ese Dios capaz de salvar al hombre de sus carencias, ese Dios capaz de cumplir cualquier deseo material. Por esto se tiene una fe absoluta, entendiendo como fe “…más que la creencia abstracta de Su existencia (...) la confianza 5

En palabras de Husserl (1991), el dominio técnico sobre el todo tiene como fin último la felicidad.

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absoluta en Él” (Le Gall, 2011, p. 221). Hay una posibilidad catastrófica latente en el uso de la energía nuclear. Ya Heidegger lo anticipaba en sus reflexiones tardías6, y una muestra de ello son los acontecimientos de Chernóbil, y la no tan alejada históricamente crisis de Fukushima. Sin embargo, y ante esta la figura de la tragedia siempre latente, hay esta confianza radical en el empoderamiento técnico, tal cual lo indica Jesús Rodolfo Santander (2011): Al igual que un aprendiz de mago, el homo faber fracasa patéticamente en controlar con su herramienta técnica los reactores de Fukushima y, sin embargo, sigue apostando ciegamente por su herramienta y por la energía atómica, de cuyo inagotable poder dice necesitar para esos codiciosos objetivos suyos (que nunca quiere poner en cuestión, pase lo que pase) de crecimiento económico y de poderío militar y político ilimitados (Santander, 2011, p. 123. Las cursivas son nuestras).

Se impone, aún ante la posibilidad de una catástrofe, la confianza absoluta en el poder técnico moderno, pues, si puso al hombre en la luna y hace del sol, ya no un Dios antiguo, sino una fuente de energía no contaminante (Dios en fuga) ¿Qué puede estar más allá de sus manos? La posibilidad latente desde hace algunos años con el desarrollo del genoma y los estudios genéticos, abre la posibilidad de que, con “los niños de probeta”, la capacidad creadora de la técnica asuma la expresión radical de la omnipotencia divina, a saber: la creación y diseño mismo de la vida. Ya Gattaca7 nos ha dado una pista del horizonte: Piénsese, solamente, en el establecimiento de los cien mil genes del genoma humano, en el cribado genético, la ingeniería genética de los óvulos, el esperma y las células embrionarias del esperma, que abren el camino –como se ha señalado– a la alteración completa de la especie humana; piénsese en el clonaje reproductivo humano (la “replicación”) puede llegar a reemplazar corrientemente la reproducción natural; piénsese en el diseño de seres humano más perfectos (…) en niños a la carta, a petición de un cliente, que podrán ser identificados, encasillados y discriminados por su genotipo (Santander, 2011, p. 143).

Cfr.: Heidegger, M. (2002). Serenidad, Barcelona: Serbal. Filme de ciencia ficción norteamericano del año 1997, dirigido por Andrew Niccol, y dedicado a exponer las posibilidades infinitas de la experimentación genética en un futuro humano posible. 6 7

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III. Reflexiones finales Para finalizar el ensayo, y de acuerdo a las indicaciones programáticas dadas en un inicio, quisiéramos concluir indicando brevemente algunas consideraciones críticas en torno a la técnica moderna, entendida como fundamento último de la modernidad capitalista occidental. Así las cosas, en primera instancia, podemos pensar con Heidegger que el predominio de la técnica moderna en el mundo occidental conduce, a fin de cuentas, a la explotación radical y extrema de la Naturaleza: se anticipa y se domina para extraer de ella lo que se quiere “Esto concierne ante todo a la Naturaleza, entendida como el almacén principal de existencias de energía” (Heidegger, 1994, p. 19). La maquinaria, el aparato en que se materializa la técnica pone en evidencia lo insinuado aquí por Heidegger: la empresa petrolera, la maquinaria de hidrocarburos va sobre la tierra, excava, busca y trae a la luz aquello de lo que requiere el moderno capitalismo occidental. El aparato no cuida la Naturaleza, sino que dispone de ella en tanto que la violenta para obtener lo necesitado en la sociedad industrializada. No obstante, el dominio ejercido por la técnica moderna sobre el todo no se agota en lo mencionado. Con Marcuse es posible pensar, además, la manera en que la técnica se despliega de forma que el hombre mismo cae preso dentro de la dinámica de dominio. El hombre unidimensional pone de relieve la forma en que las necesidades históricas son aprovechadas por la sociedad industrial avanzada para reproducir el capitalismo occidental. La técnica reinventa, innova constantemente con cada nuevo aparato lo que Marcuse denomina una falsa necesidad. El último celular presente en el mercado no es algo que precise el hombre para sobrevivir; no obstante, la sociedad industrial avanzada impone sobre el sujeto la necesidad de adquirir el nuevo producto: ésta es su nueva forma de control. Es la técnica, entendida como a priori de dominación lo que subyace a la dinámica de consumo que reproduce el capitalismo de los siglos XX y XXI “En virtud de la manera en que ha organizado su base tecnológica, la sociedad industrial contemporánea tiende a ser totalitaria. Porque (…) opera a través de la manipulación de las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo tanto el surgimiento de una oposición efectiva contra el todo” (Marcuse, 2008, p.33. La cursiva es nuestra).

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La ambigüedad del mundo moderno, para Echeverría, consiste en el logro de lo opuesto a la promesa de la técnica y está dada en dos aspectos puntuales. Por un lado, el capitalismo utiliza la técnica para la propagación de la escasez en tanto que el crecimiento de la masa explotada es necesario para la acumulación de capital. No hay, por ende, la abundancia declarada. Por otro lado, el individuo moderno se encuentra enajenado y esclavizado como valor de cambio, la libertad del sujeto pregonada por la técnica lo ha convertido en una mercancía más en el proceso de producción capitalista. En palabras del autor: “la modernidad capitalista es una actualización de la tendencia de la modernidad a la abundancia y la emancipación, pero es al mismo tiempo un “autosabotaje” de esa actualización, que termina por descalificarla en cuanto tal” (Echeverría, 2011, p. 131/132). La “redención” prometida por el “sobrenatural” de la modernidad (la técnica), la dominación efectiva de la Naturaleza y el todo con el fin de dar alcance al progreso infinito y con esto a la felicidad (Husserl), parece haberse agotado en su despliegue histórico. La técnica moderna, fundamento último de la modernidad occidental, condujo al dominio no sólo de la Naturaleza sino del hombre mismo, con lo cual se dio paso a la reproducción del capitalismo industrial del siglo XX. La enajenación, la explotación, el dominio, la acumulación de capital, la propagación de la pobreza y la creación de necesidades fueron el resultado del extravío de la razón en el proyecto moderno. La técnica liberadora se tornó en aquello que sujetó al hombre a la mercantilización y explotación. No se puede seguir creyendo que la técnica “…[es] inocente, espontáneamente afirmadora de la vida e inspirada en (…) un principio neutral” (Echeverría, 1998, pp.74-75). La idea de revolución y la búsqueda de una modernidad alternativa, deben tener como fundamento la crítica radical del Dios moderno, de la técnica que domina, explota y calcula. Al parecer, la fe ciega en la religión moderna –al igual que en la tradicional– lleva a una larga e ineficiente espera por una transformación social y económica que no llegará; al menos no dentro de la razón instrumental. Referencias bibliográficas Echeverría, B. (1998). Modernidad y revolución, Valor de uso y utopía, p.p. 61-76. México D.F.: Siglo XXI Editores.

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Echeverría, B. (2010). Modernidad y cultura, Definición de cultura, p.p 214-240. México D.F.: Fondo de cultura económica. Echeverría, B. (2011). Modernidad y capitalismo: 15 tesis sobre la modernidad, Crítica de la modernidad capitalista (Antología), p.p. 67-115. La paz: Vicepresidencia Plurinacional de Bolivia. Echeverría, B. (2011). Un concepto de modernidad, Crítica de la modernidad capitalista (Antología), p.p 117-132. La paz: Vicepresidencia Plurinacional de Bolivia. Echeverría, B. (2011). La religión de los modernos, Crítica de la modernidad capitalista (Antología), p.p. 133-144). La paz: Vicepresidencia Plurinacional de Bolivia. Heidegger, M. (1994). La pregunta por la técnica. Conferencias y artículos, p.p 9-37. España: Ediciones del Serbal. Heidegger, M. (2002). Serenidad, Barcelona: Serbal. Heidegger, M. (2003). Aportes a la filosofía: acerca del evento, Bs. As.: Biblos. Houtart, F. (1998). Sociología de la religión. México D.F: Plaza y Valdes. Husserl, E. (1991). La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología transcendental. Barcelona: Crítica Barcelona. Le Gall, S. (2011). Una aclaración semánticoformal del concepto cristiano de la fe. Entelequia Revista Interdisciplinar, (13), p.p. 219-237. Marcuse, H. (2008). El hombre unidimensional. Barcelona: Ariel Barcelona. Santander, J. R. (2011). Técnica planetaria y nihilismo, México: EON. Soneira, (1997). Una propuesta para el análisis de las instituciones religiosas. Boletín de lecturas sociales y económicas, 4(20), p.p. 9-14. Weber, M. (2003). Sociología de la religión. México D.F.: Ediciones Coyoacán.

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Xolocotzi, A., Gibu, R., Huerta, V. & Veraza, P. (2014). Heidegger. Del sentido a la historia. México D.F: Plaza y Valdes.

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