TEMARIO DE SOSTENIBILIDAD: OBSOLESCENCIA PROGRAMADA
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ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA DE MADRID UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID
TEMARIO DE SOSTENIBILIDAD:
OBSOLESCENCIA PROGRAMADA POR UNA CIUDAD MÁS SOSTENIBLE MÁSTER UNIVERSITARIO EN PLANEAMIENTO URBANO Y TERRITORIAL DEPARTAMENTO DE URBANÍSTICA Y ORDENACIÓN DEL TERRITORIO Alumno: RUBÉN MIGUEL ÁGUEDA Profesores: AGUSTÍN HERNÁNDEZ AJA, ISABEL GONZÁLEZ GARCÍA Diciembre 2014
Obsolescencia Programada “…other women cloy the appetites they feed: but she makes hungry where most she satisfies…” SHAKESPEARE, Anthony and Cleopatra1
RESUMEN En los últimos años la sociedad se ha percatado del engaño perpetrado por empresas y fabricantes, que conscientemente reducen la vida útil de sus productos y servicios para fomentar el consumo de los mismos. El concepto de obsolescencia programada engloba toda una serie de prácticas que socavan la elección del consumidor forzando el consumo repetitivo y el descarte de productos perfectamente funcionales o, que habiendo fallado su reparación es inviable, técnica o económicamente. Por supuesto este aumento del consumo se produce a costa del medio ambiente, al incrementarse el despilfarro de recursos y la producción de residuos. El objetivo de la presente investigación es la definición de la obsolescencia programada pues es un concepto muy amplio y que no hace más que expandirse, ya que la economía postfordista desarrolla constantemente técnicas y procesos que expanden la necesidad de consumo y la sustitución de bienes obsoletos. Por otra parte frente a la idea de que la obsolescencia programada es el estímulo de la economía y la garantía de empleo debe oponerse el coste de la misma para nuestro planeta, pues en la concepción de una ciudad más sostenible resulta insuficiente actuar exclusivamente sobre la eficacia de los sistemas de la misma si no se actúa, además, sobre el consumo. De momento sigue aumentando la velocidad a la que nuestros bienes se vuelven obsoletos, obligándonos a consumir aún más sin que logremos saciarnos y el legado de nuestra cultura lo constituyen innumerables vertederos rebosantes de residuos.
PALABRAS CLAVE ECONOMÍA, CONSUMO, RESIDUOS, DESPILFARRO, SOSTENIBILIDAD
Otras mujeres sacian/ los apetitos que ellas mismas alimentan: pero ella provoca más hambre/ cuanto más satisface 1
Obsolescencia Programada
ÍNDICE 1. INTRODUCCIÓN 2. DEFINICIÓN 2.1. Definiciones comunes 2.2. Conceptos relacionados 3. APROXIMACIÓN HISTÓRICA 3.1. Origen del término: Bernard London 3.2. La Obsolescencia Programada en la primera mitad del siglo XX 3.3. Años 50 y 60. Publicidad y crítica desde lo social 3.4. Implicaciones medioambientales 4. TEORÍA ECONÓMICA DE LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA 4.1. Justificación económica 4.2. La falacia de la ventana rota 5. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA POSTFORDISTA 5.1. Caracterización de la obsolescencia programada contemporánea 5.2. Obsolescencia fordista y postfordista 6. CONSECUENCIAS 7. APROXIMACIÓN DESDE LA SOSTENIBILIDAD 8. BIBLIOGRAFÍA
Índice
Obsolescencia Programada
1. INTRODUCCIÓN El aumento de producción que supusieron primero la revolución industrial y posteriormente la cadena de montaje inventada por Henry Ford dio lugar a un problema imprevisto, al no poder absorber el mercado todos los bienes que se producían. Este desajuste entre producción y consumo tiene dos soluciones evidentes: reducir la producción o aumentar el consumo. El sistema capitalista optó por la segunda opción y las consecuencias en nuestra forma de vida y en el medio ambiente han sido dramáticas. Para poder aumentar el consumo es necesario reducir la vida útil de los bienes de consumo y en consecuencia aumentar la frecuencia con la que se adquieren. La obsolescencia programada es la reducción de la vida útil de un producto para aumentar su frecuencia de reemplazo. (www.laobsolescenciaprogramada.com, 2014) Al principio este mecanismo fue defendido como motor de la economía, estímulo del consumo y promotor del empleo. Más adelante se juzgó como un engaño al consumidor. Hoy en día somos conscientes de que el despilfarro de recursos y el aumento de los residuos tienen importantes consecuencias sobre el medio ambiente, por lo que obsolescencia programada ha adquirido evidentes connotaciones negativas. Ello no significa que haya desaparecido, de hecho está más presente que nunca en nuestra sociedad de consumo, aunque se niegue y se oculte. También la crítica y la contestación ciudadana son más fuertes, pues las redes sociales permiten compartir experiencias sobre las prácticas de determinadas empresas para conseguir que sus productos envejezcan prematuramente y no se puedan arreglar. En muchas ocasiones la obsolescencia programada se disfraza con diferentes nombres para evitar el rechazo social, pues es un concepto muy amplio. Por ello es tan importante precisar su definición. Y aún más importante es conocer sus causas y sus efectos pues la obsolescencia es uno de los frenos más importantes al desarrollo de una sociedad y unas ciudades sostenibles. Conviene recordar que la Estrategia Española de Sostenibilidad Urbana y Local, aprobada en 2011, contiene directrices que apuestan por el máximo aprovechamiento viable y racional del patrimonio inmobiliario existente, “apoyándose en la rehabilitación y reutilización de las edificaciones existentes frente a la construcción nueva” (Menéndez Rexach & Mata Olmo, 2014), una visión completamente opuesta a la propugnada por la obsolescencia programada.
2. DEFINICIÓN 2.1. Definiciones comunes Una definición habitual y repetida entre los diferentes textos consultados es la siguiente: La Obsolescencia Programada es el mecanismo mediante el cual se reduce la vida útil de un producto, con el objetivo de incrementar la demanda del mismo. Es un incentivo económico inverso a la sostenibilidad. (Delgado, 2014) En una guía de términos económicos editada por The Economist encontramos la siguiente definición:
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Obsolescencia Programada La obsolescencia programada es una estrategia de negocio en el que la obsolescencia (el proceso de llegar a ser obsoleto ‐ es decir, pasado de moda o no más útil) de un producto se planea y se introduce en él desde su concepción. Esto se hace para que en el futuro el consumidor siente una necesidad de adquirir nuevos productos y servicios que el fabricante ofrece como reemplazo para los antiguos. (Hindle & The Economist, 2008) Otra definición relacionada es la siguiente: Obsolescencia Programada es la frase utilizada para describir la variedad de técnicas utilizadas para limitar artificialmente la durabilidad de un bien de producción con el fin de estimular el consumo repetitivo. (Slade, 2006) Todas las definiciones coinciden en que el fin último de la obsolescencia es fomentar el consumo. También coinciden en que no hablamos de un único mecanismo sino más bien de un conjunto de técnicas que consiguen que un producto se vuelva obsoleto, ya sea porque existe alguno mejor, ha perdido su funcionalidad o su atractivo. En su fase más temprana, la obsolescencia es fundamentalmente tecnológica. Un producto se vuelve obsoleto porque aparece otro que realiza mejor su función. Este tipo de obsolescencia se relaciona con el progreso, y exceptuando a ciertos movimientos luditas2, existe consenso en que el aumento del nivel de bienestar de nuestra sociedad se debe al impulso técnico experimentado en los últimos siglos, que ha tornado en obsoletos muchas de las tecnologías tradicionales. Pero a partir de 1920, una serie de empresas, en lugar de esperar a que las innovaciones tecnológicas empujen a los consumidores a sustituir sus productos antiguos, empiezan a utilizar el estilo como una manera de hacer los nuevos productos más deseables y atraer a los compradores. Ciertamente el diseño de modificaciones estilísticas requiere menos recursos que la investigación científica y técnica. Posteriormente la industria se vuelve consciente de su capacidad para manipular la frecuencia a la que fallan sus productos. Abaratar los productos usando materiales de peor calidad no sólo aumenta los beneficios sino que además estimula la demanda. (Slade, 2006) La obsolescencia programada supone una ruptura con la tradición industrial que trataba de procurar productos mejores y más duraderos al mayor número de personas, en aras de la prosperidad. Opone lo efímero y lo desechable a lo inmarcesible. Además, en los últimos 50 años estas prácticas se han tornado mucho más sutiles en su control no sólo del ciclo de vida de un producto sino también de la forma que consumimos. Una definición en consonancia con el objetivo de la sostenibilidad debe reconocer las nuevas formas en que se acelera la obsolescencia de productos y servicios, y también reconocer las consecuencias sobre la sociedad y especialmente sobre el medio ambiente.
El ludismo es un movimiento nacido a principios de siglo XIX que se oponía a la introducción de nuevas tecnologías y a modo de protesta destruía los telares mecánicos. 2
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Obsolescencia Programada
2.2. Conceptos relacionados Es importante tener en cuenta que debido a la percepción que se tenía en cada momento histórico de la obsolescencia programada, otros muchos términos han surgido a su alrededor, términos que podrían tener una mayor aceptación por parte de los consumidores. También existe toda una serie de conceptos relacionados con el tema, que es necesario considerar, cuando hablamos de la obsolescencia programada, pues ayudan a acotarla y a comprenderla, especialmente desde el punto de vista de la sostenibilidad. ‐
Coste: Desde un punto de vista medioambiental el coste de producción es el sacrificio de recursos que ha sido necesario para producir algo. Hay que distinguirlo del precio, que se forma en el mercado y es fruto de las contingencias sociales, institucionales y utilitarias del momento. El precio está condicionado por la demanda y puede manipularse mediante la obsolescencia programada. Por lo tanto cuando el consumidor elige reemplazar un producto obsoleto en lugar de repararlo debería tener en cuenta el coste del nuevo producto, no sólo su precio. Sin embargo, actualmente es el precio el que regula las decisiones de consumo. (Naredo & Valero, 1999)
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Análisis del ciclo de vida: El análisis del ciclo de vida es el proceso empleado para evaluar, de la forma más objetiva posible, las cargas ambientales asociadas a un producto, proceso o actividad, identificando y cuantificando el uso de materia y energía así como los vertidos al entorno y el impacto que ese uso de recursos y esos vertidos producen al medio ambiente (Rieznik, 2005). Al ponderar las supuestas ventajas de la obsolescencia programada frente a las cargas sobre el medio ambiente, es fundamental tener en cuenta el análisis del ciclo de vida de un producto, el suministro de las materias primas necesarias para fabricarlo, el transporte de materias primas, la fabricación de intermedios y, por último, el propio producto, incluyendo envase, la utilización del producto y los residuos generados por su uso.
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Ecoeficiencia: Ecoeficiencia es la búsqueda de mejoras medioambientales que al mismo tiempo produzcan beneficios económicos. Se centra en las oportunidades de negocio y permite a las empresas ser más responsables ambientalmente y al mismo tiempo más rentables. Fomenta la innovación y por consiguiente el crecimiento y la competitividad. Según la definición del World Bussiness Council for Sustinable Development: la Eco‐ eficiencia se logra mediante el suministro de bienes y servicios que satisfagan las necesidades humanas y aporten calidad de vida a precios competitivos, al mismo tiempo que a lo largo del ciclo de vida se reducen progresivamente los impactos ecológicos y el consumo de recursos, de forma que al menos no se supere la capacidad de carga de la Tierra. En resumen, tiene que ver con la creación de más valor con menos impacto. Uno de los aspectos críticos de la ecoeficiencia es el aumento de la durabilidad de los productos. (Lehni, 2000)
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Ecoetiqueta: Las ecoetiquetas o “etiquetas verdes” son logotipos otorgados por un organismo oficial que certifican que el producto que la lleva tiene una baja incidencia medioambiental y que, por tanto, es más respetuoso con el entorno que otros productos similares. Son de carácter voluntario y, generalmente, se basan en el Análisis de Ciclo de
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Obsolescencia Programada Vida del producto (Muñoz del Río, 2009). Un consumidor bien informado es la base de un consumo responsable que tome en cuenta la obsolescencia programada. ‐
Adulteración: La adulteración es la producción de bienes de consumo de mala calidad al utilizar subrepticiamente materiales de inferior calidad. (Slade, 2006) Es una práctica punible, a diferencia de muchas otras técnicas de la obsolescencia programada. El objetivo es incrementar los beneficios al vender un producto de inferior calidad a un precio superior, no mediante la repetición del consumo. No obstante, un productor que controle el mercado, bien mediante monopolio bien mediante un poderoso cártel, puede utilizar la adulteración para generar obsolescencia programada.
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Garantía: La garantía es muy importante para el consumidor, pues permite tener la certeza de que, en caso de vicios o defectos que afecten el correcto funcionamiento del producto, los responsables se harán cargo de su reparación para que el producto vuelva a reunir las condiciones óptimas de uso. Las leyes sobre garantía se aprobaron como medida frente a las prácticas de la obsolescencia programada. No obstante hay que tener en cuenta que la garantía protege al consumidor frente a la obsolescencia programada, pero no al medio ambiente.
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Destrucción creativa: Es un concepto, popularizado por Joseph Schumpeter, que dice que el impulso esencial que mantiene el sistema capitalista es la innovación que traen las nuevas estructuras económicas que destruyen a las existentes. Uno de los impulsos de la destrucción creativa es el aumento del consumo y la apertura de nuevos mercados (Schumpeter, 1942). David Harvey asegura que la sobreacumulación de capital y producción del sistema capitalista se desvía hacia la urbanización, la construcción y la producción de suelo, lo que implica profundas y complejas conexiones entre obsolescencia programada y ciudad (Harvey, 1990).
3. APROXIMACIÓN HISTÓRICA 3.1. Origen del término: Bernard London Aunque en los años 50 Brooks Stevens alardeara de acuñar el concepto de Obsolescencia Programada, lo cierto es que la primera mención del mismo data de los años 30. (London, 1932) Bernard London, un empresario inmobiliario, lo utiliza en su ensayo Ending the depression through planned obsolescence para definir su solución para salir de la crisis del crack del 29. London proponía fijar una fecha de caducidad para todos los productos, pasada la cual había que entregarlos al Gobierno que los destruiría. Quien no lo hiciera sería multado. (Comprar, Tirar, Comprar, 2011) Su objetivo era estimular el consumo y la economía. No obstante, existen algunas diferencias con la obsolescencia programada tal y como la entendemos hoy en día: ‐
El consumidor conocía la vida útil de los productos en el momento de la compra, por lo que no que no existía engaño.
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Cuando un ciudadano devolvía un producto obsoleto para que fuera destruido se le daba un certificado por el valor del objeto obsoleto que podía utilizar para pagar los impuestos indirectos del objeto nuevo que lo sustituía.
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Obsolescencia Programada ‐
El objetivo es equilibrar artificialmente producción y consumo, no para aumentar los beneficios de la industria, sino como remedio contra el desempleo.
A pesar de que su propuesta nunca se llevó a la práctica, el término acuñado por él sirvió para definir una serie de prácticas que hasta ese momento usaba la industria para estimular la demanda.
3.2. La Obsolescencia Programada durante la primera mitad del siglo XX La obsolescencia tecnológica ha existido históricamente como consecuencia del progreso científico y técnico. Productos más eficaces desplazan a otros más antiguos, como por ejemplo la televisión en color a la de blanco y negro, el tractor a la fuerza animal o el correo electrónico al postal. En 1928 Justus George Frederick propuso el término obsolescencia progresiva para definir por el contrario la práctica de estimular el consumo mediante cambios estilísticos en los nuevos productos, en lugar de cambios tecnológicos. Aunque el término no tuvo éxito, esta estrategia que había sido utilizada por General Motors en su competencia con la Ford, tuvo un éxito arrollador. En el año 1907 Henry Ford había creado el Ford T, un coche excepcionalmente duradero al mínimo coste posible. En los años 20 General Motors no podía competir con el Ford T, sus modelos eran tecnológicamente inferiores y más caros, así que optó por introducir cambios estilísticos en sus coches, de forma que parecieran más avanzados y modernos que lo que en realidad eran e incitaran a los consumidores a pensar que el Ford T era un coche obsoleto. La medida tuvo tanto éxito que Alfred Sloan, presidente de General Motors, pensó en convertir en obsoletos no solo los coches de la competencia sino también sus propios coches al sacar cada año nuevos modelos con novedades estéticas y fomentar de esta forma el consumo repetitivo. Este tipo de obsolescencia basada en la psicología era preferida por las empresas frente a la basada en el avance tecnológico, porque es mucho más barata y mucho más sencilla de estimular. En los años 20 ocurrió también un caso de obsolescencia, aunque más siniestro. El cártel Phoebus es un ejemplo de la obsolescencia de calidad, frente a la obsolescencia psicológica. El 23 de diciembre 1924, en Ginebra, los principales fabricantes mundiales de bombillas, fundaron el cártel Phoebus, un órgano de control que limitase la vida útil de las bombillas incandescentes. Se estipuló que la duración de las nuevas bombillas sería como máximo de 1.000 horas, muy lejos de las 1.500 a 2.000 horas que era lo que duraban comúnmente. El cártel permaneció en activo hasta el año 1940. 3
3 Sin embargo, de acuerdo a algunos autores (Slade, 2006) es posible que el cártel Phoebus nunca llegara a ser operativo. Mauricio José Schwarz cree que el intento de manipular el mercado fue un fracaso y que se ha convertido en una teoría conspiratoria gracias a la historia de la bombilla Byron incluida en la novela de Thomas Pynchon, El Arco Iris de la Gravedad, donde se acusa a la Phoebus de enviar a aniquiladores a destruir las bombillas que superaran su vida útil o de estar en conveniencia con los mataderos, que conscientemente dejarían más grasa en la carne, desabasteciendo a la industria de velas, aunque sea a costa de la salud cardiovascular de la sociedad. Teniendo en cuenta que la cultura
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Obsolescencia Programada La bombilla del hogar en 1924 ya era tecnológicamente sofisticada. El rendimiento luminoso era considerable; y el tiempo de duración era de unas 2.500 horas o más. Por lo que crear una bombilla fiable que no durase más de 1.000 horas de funcionamiento requirió investigar unos cuantos años para modificar el filamento. Cada fábrica vinculada por el acuerdo de cártel, debía enviar regularmente muestras de sus bombillas a un laboratorio central de pruebas en Suiza. Allí, las bombillas eran examinadas a fondo. Si cualquier fábrica presentaba bombillas que duraban más de la duración de la vida útil regulada para su tipo, la fábrica se veía obligada a pagar una multa. (Comprar, Tirar, Comprar, 2011)
3.3. Años 50 y 60. Publicidad y crítica desde lo social En los años 50, no se trataba de hacer productos que fallasen antes sino de seducir al consumidor para que sustituyera sus viejos productos por otros nuevos, aun cuando siguieran funcionando perfectamente. Para ello se utilizaba la publicidad y el diseño. Para Brooks Stevens, uno de los principales diseñadores industriales de esa época, la Obsolescencia Programada es el “deseo del consumidor de poseer algo más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario”. (Comprar, Tirar, Comprar, 2011). Stevens contrapone el enfoque europeo basado en crear el mejor producto posible y que dure para siempre frente al americano, que genera un consumidor insatisfecho con sus productos para que compre nuevos y mejores productos. La obsolescencia estimula la economía y el bienestar, aunque Stevens se refiere a la obsolescencia psicológica, no a la obsolescencia de calidad. “Toda nuestra economía se basa en la Obsolescencia Programada y todo el mundo que sepa leer sin mover los labios debería saberlo ahora mismo. Hacemos buenos productos, incitamos a la gente a comprarlos y al año siguiente introducimos algo que haga que esos productos sean anticuados, obsoletos… No es un despilfarro organizado, es una sólida contribución a la economía americana” (Brooke Stevens, 1958) Los ciudadanos de los países capitalistas habían aceptado alegremente la obsolescencia programada porque creían lo que se decía de ella: que el consumismo y el despilfarro asociado estimulan una economía de investigación competitiva que garantizaba la vanguardia tecnológica. La ciencia y la tecnología no sólo mantenían el mundo a salvo sino que además proporcionaban un constante incremento de confort a la sociedad. Sin embargo en 1957 la Unión Soviética lanza al espacio el Sputnik I, el primer satélite artificial, lo que pone en cuestión el principio de superioridad tecnológica y la prosperidad económica que supuestamente fomenta. A partir de este momento aparecen voces críticas que cuestionan la práctica de desechar productos aún útiles. En 1960 Vance Packard publica The Waste Makers, donde crítica las consecuencias de esta práctica, como son el despilfarro de recursos, la pérdida de la libertad del comprador y la desigualdad social que genera, al presionar a las clases a las clases más pobres a gastos que no pueden asumir. La popular suele bromear con lo poco leída que es la obra de Pynchon, parece poco probable que el origen de la supuesta conspiración sea ese libro.
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Obsolescencia Programada crítica es en términos económicos y en defensa del consumidor, no entra en el concepto de sostenibilidad. Le preocupa el despilfarro de recursos porque hace dependiente a EEUU de las importaciones de materias primas desde terceros países y considera desechar productos aún funcionales un desperdicio de energía, recursos y mano de obra. (Packard, 1960) Otra importante contribución es que expande el concepto de obsolescencia programada que es mucho más amplio de lo que parecía. Packard distingue entre tres tipos de obsolescencia programada: ‐
Obsolescencia de función: En esta situación, un producto existente se torna obsoleto cuando se introduce un producto que realiza mejor su función. Es loable siempre y cuando no exista manipulación.
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Obsolescencia de calidad: Un producto se diseña para que se rompa o deje de funcionar después de un periodo de tiempo, en general breve.
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Obsolescencia de deseabilidad: Un producto que aún funciona en términos de calidad, se vuelve obsoleto en nuestras mentes porque un cambio estilístico o de otra clase lo hace menos deseable.
Sin embargo, a pesar de las críticas, no se plantea otro modelo económico que sustituya al consumismo propiciado por la obsolescencia programada, porque la alternativa ya existía en los países soviéticos, en los que se equilibraba producción y consumo mediante la economía planificada. Habrá que esperar unos años para que el movimiento ecologista muestre las consecuencias de la obsolescencia programada y su imposibilidad en un mundo finito con recursos finitos y se planteen alternativas desde la sostenibilidad.
3.4. Implicaciones medioambientales A partir de los años 60, gracias a la presión de las Asociaciones de Consumidores, se aprueban las leyes de garantía de los productos, que defienden a los consumidores frente a las prácticas de la obsolescencia programada. Los consumidores se vuelven mucho más conscientes de las consecuencias de la obsolescencia programada y actúan en consecuencia. Uno de los ejemplos más representativos es la demanda popular contra Apple en el año 2003. La duración de la batería de los iPod se calculaba en función de la previsión de la salida del nuevo modelo, habitualmente entre 8 y 12 meses. Además se soldaba la batería a la carcasa para evitar que pudiera ser sustituida, pero finalmente tiene que indemnizar a los demandantes. (Comprar, Tirar, Comprar, 2011) Por otra parte, en la década de los 60, Theodore Levitt, un antiguo directivo de la industria petrolífera, publica una serie de artículos en los que acuña el término ciclo de vida de un producto. Levitt asegura que tarde o temprano todos los productos inevitablemente se vuelven obsoletos, pero lo más importante es que, al tomar en consideración todos los recursos y energías empleados durante el ciclo de vida de un producto la sociedad se vuelve consciente de las consecuencias económicas y medioambientales de la obsolescencia programada.
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Obsolescencia Programada En los años 70, Victor J. Papanek condena el derroche que sostiene la economía americana y dice que si somos persuadidos de considerar que todos los productos son desechables, también consideraremos así a nuestro planeta, cuando no lo es en absoluto. La consecuencia más evidente de la obsolescencia programada y el consumismo que acarrea es el aumento de los residuos generados. Muchos de los residuos electrónicos generados se exportan a países en vías de desarrollo. Aunque la convención de Basilea de las Naciones Unidas limita los movimientos transfronterizos de residuos peligrosos, lo cierto es que muchos de los productos desechados se exportan como productos de segunda mano, no como residuos. (Comprar, Tirar, Comprar, 2011). En cualquier caso la producción mundial de contenedores no es suficiente para mantener el ritmo de importaciones y exportaciones de bienes electrónicos y los consiguientes productos obsoletos. (Slade, 2006) Hoy día se plantea la necesidad de asumir el coste real de los productos: recursos, energía empleada en todo el ciclo de vida del producto, transporte, reciclaje, costes ocultos… Serge Latouche, profesor de economía en la Universidad de París, cree que hay que asumir una economía decreciente, es decir resolver el desajuste entre producción y consumo reduciendo la producción, no aumentando el consumo (Comprar, Tirar, Comprar, 2011). Otros apuestan por integrar el ciclo de vida de un producto en el ciclo natural de nuestro planeta. Tomando como ejemplo un árbol, la sobreproducción de frutos no se considera ni derroche ni una ineficiencia, pues la materia prima no consumida vuelve al ciclo natural y sirve de abono para las futuras cosechas. (Braungart & McDonough, 2009) Muy recientemente Francia ha aprobado una serie de medidas que tratan de limitar la obsolescencia programada, aumentando los plazos de garantía o garantizando piezas de sustitución.
4. TEORÍA ECONÓMICA DE LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA 4.1. Justificación económica Lo cierto es que muchas voces justifican la obsolescencia programada como motor de la economía y forma de reducir el paro. Ya en 1928 en la revista Printer’s Ink se advertía de que un producto que no se desgasta es una tragedia para los negocios. Pero existen otros muchos ejemplos que no sólo no reniegan de la obsolescencia programada, sino que exaltan sus virtudes: “La Obsolescencia Programada es un impulso general a los ingresos y el empleo” (Baran&Sweezy) “No sólo es nuestro privilegio hacer obsoleta la vivienda mínima y muchos de sus muebles. Es nuestra obligación. Estamos obligados a trabajar en la obsolescencia como nuestra contribución a una sociedad sana y saludable” (Retailing Daily) También se considera que sin ella no se habría nicho para nuevos productos que mejoren los existentes:
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Obsolescencia Programada “La llamada Obsolescencia Programada es el trabajo de las fuerzas competitivas y tecnológicas en una sociedad libre, fuerzas que llevan a mejores productos y servicios” (Philip Kotler) E.S. Stafford, director editorial de Design News, se plantea en 1958 la ética de diseñar conscientemente productos para que fallen. Sin mencionar la obsolescencia programada para evitar sus connotaciones negativas, sugiere la duración de un producto es otro factor más que debe ser diseñado lo cual no es necesariamente malo. Además explica que si bien es verdad que tenemos que reemplazar más frecuentemente nuestros bienes, también lo es que con cada nueva adquisición tenemos productos mejores, contribuyendo a nuestro progreso. No obstante muchos de los diseñadores de la época se mostraban disconformes con este punto de vista. Ernest Cunningham, editor ejecutivo de Design News, responde en 1959 diciendo que ningún producto se diseña que para que dure eternamente, sino que existen dos categorías de productos: los que se diseñan sabiendo cuánto van a durar y los que se diseñan ignorando cuánto durarán (Slade, 2006). Jeremy Bullow propone una teoría económica que explica porque a una empresa le sale rentable no sólo utilizar materiales de inferior calidad para reducir sus costes de producción, sino además actuar deliberadamente para acortar aún más la vida de los productos e incrementar la demanda. Sus conclusiones son las siguientes: (Bullow, 1985) ‐
En una situación de monopolio siempre le interesa económicamente reducir la vida de sus productos, incluso gastando recursos adicionales, para desarrollar productos con un ciclo de vida más corto.
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En una situación de oligopolio, las empresas tienen el mismo incentivo, pero también pueden alargar la vida de sus productos para expulsar a la competencia del mercado, por lo que se incentivan los pactos entre empresas para poder repartirse los beneficios de la Obsolescencia Programada.
Es decir cuando mayor cuota de mercado tenga una empresa más probable es que aparezca la obsolescencia programada. Aunque también explica que se podría sustituir la obsolescencia programada por el alquiler, que permite a una empresa retirar los productos del mercado sin necesidad de invertir recursos en reducir la vida útil.
4.2. La falacia de la ventana rota Frente a la teoría de que destruir productos en perfecto estado de funcionamiento para estimular la producción de nuevos productos que los reemplacen y favorecer con ello la economía y el empleo es bueno para la sociedad, se suele oponer la falacia de la ventana rota desarrollada por Frederic Bastiat en 1850. Bastiat pone el ejemplo de un niño que rompe el cristal de un comercio. Al principio, todo el mundo simpatiza con el comerciante, pero pronto empiezan a sugerir que el cristal roto beneficia al cristalero, que comprará pan con ese beneficio, beneficiando al panadero, quien comprará zapatos, beneficiando al zapatero, etc. Finalmente la gente llega a la conclusión de que el niño no es
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Obsolescencia Programada culpable de vandalismo, sino que ha hecho un favor a la sociedad, creando beneficio para toda la industria. La falacia de este razonamiento, según Bastiat, consiste en que se consideran los beneficios del cristal roto, pero se ignoran los costes escondidos; el comerciante está obligado a comprar una ventana nueva, cuando quizás fuera a comprar pan beneficiando al panadero. Al final, mirando el conjunto de la industria, se ha perdido el valor de un cristal, llegando Bastiat a la conclusión de que "la sociedad pierde el valor de los objetos inútilmente destruidos" y que "la destrucción no es beneficio".
5. OBSOLESCENCIA PROGRAMADA POSTFORDISTA 5.1. Caracterización de la obsolescencia programada contemporánea En un ensayo publicado en 2009 Neil Maycroft explica que, igual que el modelo económico fordista ha evolucionado hacia el postfordismo, también lo ha hecho la obsolescencia programada, para ajustarse a la globalización y los patrones de consumo de principios del siglo XXI. Desde que Vance Packard criticara por primera la idea de la obsolescencia programada, ésta se ha desarrollado de muchas maneras sutiles y sofisticadas. Y sigue sin reconocerse en gran medida su impacto social y ambiental. Maycroft también establece tres categorías diferentes dentro de la obsolescencia programada, aunque se han modificado desde los años 60 (Maycroft, 2009): ‐
Obsolescencia técnica: Diseño de ciertos componentes de tal forma que el momento de su fallo pueda ser calculado y predicho para que ocurra prematuramente en relación al producto en su conjunto. Los productos se diseñan para que se vuelvan obsoletos antes de lo que podrían o deberían.
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Obsolescencia estilística o moda: Redundancia prematura de innumerables productos debido a que sus atributos semióticos han sido considerados obsoletos por aquellas empresas que producen y promueven esos productos.
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Preponderancia de los superfluo dentro de los necesario: Características y funciones no deseadas, obligación de consumo de productos relacionados, utilidades marginales… que añaden costos, consecuencias ecológicas e inutilidad a muchos objetos y dispositivos.
Hoy en día las leyes de garantía protegen a los consumidores de ciertos aspectos de la obsolescencia técnica, pero los fabricantes introducen la obsolescencia programada bajo el disfraz de la mejora técnica inevitable de productos y servicios. Se presenta el resultado de tal mejora como un desfase constante entre la posesión actual y lo que está disponible y en consecuencia se alienta su sustitución. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en los años 50 y 60 es sumamente difícil que los fabricantes admitan que el momento de agotamiento de los materiales todavía se calcule con el fin de introducir partes vulnerables en los productos que hagan precisa su reparación, mejora o sustitución. No obstante ahora los productos informan al consumidor de cuando están agotados. Es
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Obsolescencia Programada decir afirman y proclaman su obsolescencia funcional. Ejemplos son hojas de afeitar con una banda que cambia de color indicando que hay que reemplazarla, sin que se tenga en cuenta el estado real de las cuchillas, cepillos de dientes con cedras de color que se decoloran con el tiempo o aires acondicionados que avisan de que hay que cambiar los filtros tras un periodo de tiempo prefijado aunque no se hayan usado. Las impresoras también suelen llevar un chip que tras un número de copias prefijado hacen que dejen de funcionar. También es frecuente que el fallo de un componente haga que sea más rentable la sustitución del producto completo que su reparación. Para justificar la obsolescencia estilística se ha vendido ésta como una oportunidad para el cliente de renovar sus posesiones, en lugar de ser un coste añadido. Por otro lado la segmentación de los productos hace que estos se vuelvan obsoletos cuando cambiamos de estado. Por ejemplo es evidente que las viviendas diseñadas para jóvenes se vuelven obsoletas pasados unos cuantos años, simplemente porque nos hacemos mayores. Pero, quizás la categoría más novedosa es la preponderancia superfluo dentro de lo necesario, que se explica por el consumo obligatorio: opciones que no queremos, u otros subproductos que tenemos que comprar para que nuestro producto principal siga siendo funcional. Para ello la obsolescencia programada se sirve del consumo obligatorio. Sólo una parte pequeña del consumo se realiza conscientemente, el resto responde a hábitos, necesidades, normas sociales o contextos institucionales. Un ejemplo es la necesidad de una vivienda mejor. Una casa grande en un barrio mejor puede ofrecer ventajas sociales y personales a su propietario o inquilino. Pero también acarrea mayores mensualidades de la hipoteca (o alquiler), facturas de servicios, impuestos y seguros más altos y una mayor demanda de muebles y accesorios. Después de haber tomado la decisión de consumo "crítico" de la adquisición de vivienda (o alquiler), podemos entonces encontramos atrapados en una variedad de otras decisiones de consumo que son indispensables para que la vivienda funcione. (Jackson, 2005) Por ello, según Maycroft, es preferible una vivienda peor en un barrio mejor, que una vivienda mejor en un barrio peor, que requiere un mayor nivel de consumo simplemente para satisfacer nuestras necesidades.
5.2. Obsolescencia fordista y post-fordista Lo anteriormente expuesto explica la necesidad de diferenciar la obsolescencia programada que se practicaba desde los años 20 hasta los 70 y el concepto de obsolescencia programada en el contexto actual, es decir entre obsolescencia fordista y postfordista4. La primera se basaba en fallos técnicos y en la moda, pero actualmente se trata de fomentar el consumo obligatorio para que un El fordismo surge en las primeras décadas del siglo XX y se caracteriza por el aumento de la eficiencia industrial, gracias a la cadena de montaje, los mercados de masas y la producción estandarizada. A partir de los años 70 en muchas industrias el fordismo es sustituido por el postfordismo basado en la diferenciación, la especialización sensible, las tecnologías de la información y la globalización. 4
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Obsolescencia Programada producto siga siendo funcional y de una moda, no basada en renovaciones anuales, sino además en estilos de vida. Tabla 1 DIFERENCIAS ENTRE OBSOLESCENCIA PROGRAMADA FORDISTA Y POSTFORDISTA (Maycroft, 2009)
OBSOLESCENCIA POST‐FORDISTA (Gorz, 1999) (Lodziak, 2000)
OBSOLESCENCIA FORDISTA (Packard, 1960) (Papanek, 1995) (Illich, 1973) Obsolescencia técnica y estilística integrada en el diseño del producto.
Obsolescencia estilística acelerada y vinculación de productos en redes que requieren consumo obligatorio.
Tiradas muy largas de unas pocas líneas de productos, es decir, millones de productos similares basados en componentes estandarizados y estables en el tiempo.
Tiradas cortas de muchos tipos de productos con diferentes líneas.
Grandes reservas de stock para satisfacer las Reducidas reservas de stock. demandas adicionales y facilitar reparaciones y reemplazos. Diferenciación del producto basada en cambios estilísticos anuales o semestrales. El rediseño de los productos empieza a convertirse en un simple cambio de estilo.
Diferenciación del producto cada vez más rápida. Se es consciente que los únicos cambios son estilísticos. Los ciclos de diseño se acortan sensiblemente.
Multitud de residuos indiferenciados y no útiles, es decir, productos rotos, no deseados o descartados. La reutilización es posible fuera del sistema mediante reparaciones o adaptación a nuevos usos.
Multitud de residuos reutilizables, es decir componentes que pueden ser revalorizados por el sistema y que frecuentemente se diseñan para que lo sean. También multitud de residuos superfluos que no son fácilmente recuperables por la industria o la reutilización fuera del sistema.
Beneficios extraordinarios gracias a las reparaciones y sustituciones debidas a la escasa durabilidad de los productos.
Beneficios extraordinarios gracias a servicios adicionales, consumo obligatorio y garantías extendidas.
Se defiende abiertamente como motor del consumo y de la economía.
Se niega, mientras que se promueve la sustitución de productos como una oportunidad de aumentar el bienestar.
No obstante en el mundo contemporáneo existe una mezcla entre la obsolescencia programada fordista y postfordista dependiendo de la industria a la que nos refiramos. No todos los productos pueden amoldarse a los requerimientos del modo de producción post‐fordista, que permite la aplicación de la obsolescencia programada de una forma que la lógica y los procesos fordistas no pueden soportar.
6. CONSECUENCIAS Obviamente la obsolescencia programada tiene graves implicaciones sociales y ambientales, que se contraponen al beneficio empresarial que se obtiene de la misma y al supuesto beneficio que obtienen los consumidores al actualizar constantemente sus bienes.
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Obsolescencia Programada La primera consecuencia es el despilfarro de recursos, en un mundo finito es imposible mantener el consumo ilimitado, que sustente la sobreproducción. Mediante la utilización de energías renovables, procesos y productos más eficientes y materiales reciclados se podría retrasar la crisis, pero sin un cambio de modelo el colapso es inevitable (Braungart & McDonough, 2009). No es posible conseguir un desarrollo sostenible actuando exclusivamente sobre la eficiencia de los procesos industriales y el uso de recursos sino se actúa, además, sobre el consumo (Jackson, 2005). El despilfarro de recursos no sólo se refiere a materiales, sino también a energía, investigación y desarrollo, mano de obra, prototipos, testeos, que podrían ser usados en otros campos, en lugar de replicar los bienes que ya poseemos. En segundo lugar, al desechar productos cada vez más deprisa aumenta considerablemente la cantidad de residuos que generamos. Actualmente, una porción de los mismos puede reintegrarse en el sistema mediante técnicas de reciclaje, pero esto tiene un efecto perverso, pues el capital ha conseguido revalorizar sus propias externalidades (residuos, polución, enfermedades psíquicas y físicas…) en incorporarlas en nuevos productos y servicios. Al comercializarse los residuos generados se incentiva al sistema a utilizar más la obsolescencia programada para producir aún más residuos. Y se ha explicado también como la obsolescencia programada consigue aumentar la producción de contenedores y el transporte de los mismos, simplemente para desplazar los desechos que ella misma produce. Además, debido a la escasez de recursos la recuperación de materiales valiosos de productos desechados genera cada vez más beneficios. Y a pesar de la reutilización de los residuos, la cantidad de desechos sigue aumentando, simplemente porque el consumo y los productos descartados siguen aumentando. También hay que tener en cuenta que los nuevos productos requieren embalajes, transporte, promoción, instrucciones, etc., que no sólo incrementan la cantidad de residuos, sino que además se añaden al precio que pagamos por los productos nuevos. Por último la obsolescencia programada obliga, mediante la presión social o el consumo obligatorio, a la gente a consumir lujos a costa de sus necesidades, lo que incrementa los niveles de pobreza y la desigualdad. Además al limitar la vida útil de los productos se excluye a una buena parte de la sociedad que depende del mercado de segunda mano para satisfacer sus necesidades. A lo que hay que añadir que la no fabricación de repuestos y el difícil desmantelamiento de buena parte de los productos actuales impiden el aprovechamiento vernáculo de los residuos por las clases más desfavorecidas de la sociedad.
7. APROXIMACIÓN DESDE LA SOSTENIBILIDAD A la vista de todo lo anterior si queremos elaborar una definición de la obsolescencia programada desde el punto de vista de la sostenibilidad, tenemos que tener en cuenta una serie de consideraciones.
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Obsolescencia Programada En primer lugar ésta debe ser lo más amplia posible, para englobar todas las estrategias que se esconden detrás del término y que en última instancia tienen como objetivo desechar productos antes de tiempo para incrementar el consumo. Por lo tanto es necesario distinguir entre las diferentes categorías de la obsolescencia programada. Asimismo, es necesario reconocer las sutilezas y sofisticaciones que permiten a la obsolescencia programada post‐fordista lograr su objetivo. Frente a los cambios estilísticos y el diseño de componentes para que fallen prematuramente, se disponen toda una serie de prácticas con la finalidad de incrementar el consumo de productos y servicios exponencialmente. Finalmente hay que reconocer las consecuencias ambientales y sociales de la obsolescencia programada. De esta forma hemos adoptado de la descripción de Neil Maycroft para definir la obsolescencia programada de la siguiente forma: (Maycroft, 2009) La obsolescencia programada es una práctica que reduce la vida útil de los productos, con la finalidad de obtener beneficios económicos, a costa de socavar la elección del consumidor y aumentar los costes de poseer y usar productos, lo que acelera la destrucción de objetos útiles y genera altos niveles de despilfarro ecológico. Podemos distinguir tres categorías: ‐
Tecnológica: el diseño, desarrollo e incorporación de componentes funcionalmente frágiles que provoquen un malfuncionamiento prematuro.
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Estilística: la multiplicación de objetos de forma que se considere a los anteriores agotados estilística y estéticamente antes de que hayan fallado funcionalmente.
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Lo superfluo dentro de lo necesario: la sobreelaboración de productos, el diseño específico de objetos de tal manera que no puedan ser reparados o adaptados a usos alternativos y la forma en la que muchos productos instan y con frecuencia requieren el subsiguiente consumo de bienes y servicios simplemente para mantenerlos funcionales.
BIBLIOGRAFÍA Braungart, M. & McDonough, W., 2009. From Cradle to Cradle: Remaking the Way we Make Things, Londres: Vintage. Bullow, J., 1985. An Economic theory of planned obsolescence. Chicago: Center for the Study of the Economy and the State, University of Chicago. Chase, S., 1925. The tragedy of waste. Nueva York: The MacMillan Press. Comprar, Tirar, Comprar. 2011. [Film] Directed by Cosima Dannoritzer. España: Rtve Media 3.14. Delgado, A., 2014. www.zeitgeistec.com/. [Online] Available at: http://www.zeitgeistec.com/obsolescencia‐programada/ [Accessed 22 Septiembre 2014].
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Obsolescencia Programada Gorz, A., 1999. Reclaiming Work: Beyond the Wage‐based Society. Cambridge: Polity Press. Harvey, D., 1990. The Condition of Postmodernity. Cambridge, Mass.: Blackwell. Hindle, T. & The Economist, 2008. Guide to management ideas and gurus. Londres: Profile. Illich, I., 1973. Tools for Conviviality. Londres: Calder Boyars Ltd.. Jackson, T., 2005. Live better by consuming less?. Journal of Industrial Economy, 9(2), pp. 19‐36. Lehni, M., 2000. Eco‐efficiency. Creating More Value with Less Impact, North Yorkshire: World Bussiness Council for Sustinable Development. León Robayo , E. & Chacón Tapías, F., 2014. La travesía obsoleta:la indefensión del consumidor. Santiago de Chile: Facultad de Jurisprudencia. Lodziak, C., 2000. On Explaining Consumption. Capital & Class, Issue 72. London, B., 1932. Ending the depression through planned obsolescence. s.l.:s.n. Maycroft, N., 2009. Consumption, planned obsolescence and waste. s.l.:Inédito. Menéndez Rexach, A. & Mata Olmo, R., 2014. Por la Rehabilitación, la Regeneración y la Renovación Urbanas. Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales, XLVI(179). Muñoz del Río, L., 2009. Ecoetiquetas, s.l.: s.n. Naredo, J. & Valero, A., 1999. Desarrollo Económico y Deterioro Ecológico. Madrid: Visor. Packard, V., 1960. The waste makers. Nueva York: D. McKay Co.. Papanek, V., 1995. The Green Imperative: Ecology and Ethics in design and Architecture. Londres: Thames and Hudson. Rieznik, N., 2005. Análisis del Ciclo de Vida, s.l.: s.n. Schumpeter, J., 1942. Capitalism, Socialism and Democracy. Nueva York: Harper & Brothers. Slade, G., 2006. Made to Break: Technology and Obsolescence in America. Cambridge, Mass.: Harvard University Press. www.laobsolescenciaprogramada.com, 2014. [Online] Available at: http://www.laobsolescenciaprogramada.com/p/que‐es‐la‐obsolescencia.html [Accessed 12 12 2014].
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