TEORIA ATOMICA GRIEGA

September 11, 2017 | Autor: Pau Bmth21 | Categoria: Química
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TEORIA ATOMICA GRIEGA Duanne H. D. Roller History of Science Department, University of Oklahoma, Norman, Oklahoma 73019. La física comenzó hacia el 600 A. C. con los Griegos Jónicos y alcanzó su completo desarrollo en tres siglos. La creación del concepto de átomo se entiende dentro del contexto de la teoría física griega; como también el rechazo de la teoría atómica por los físicos griegos. El concepto de “átomo” y la teoría atómica de la materia que le acompaña en todas sus ramificaciones, es una de las creaciones científicas más extraordinarias e influyentes de la mente humana. Pero esa creación no fue simplemente una brillante idea repentina, no surgió de la nada. Sus orígenes, carácter, y destino en la Antigüedad Griega Clásica puede entenderse solamente en términos del entorno histórico en el que se engendró, esto es, la cultura griega jónica, la civilización que primero buscó un entendimiento del mundo natural. Puede también argumentarse que el concepto mismo de mundo natural tiene sólo cerca de dos mil quinientos años. Por cierto, el intento de comprender los fenómenos naturales en nuestro sentido moderno de ciencia no es anterior y conocemos con admirable precisión exactamente cuando y donde comenzó esta nueva actividad. La fecha fue 600 A. C. , mas o menos unos pocos años, y el lugar fue una estrecha franja de ciento veinte kilómetros de largo en la costa oriental del Egeo conocida como Jonia. Los jonios fueron los herederos de la cultura Griega Aquea que, seis siglos antes, había lanzado un millar de barcos y dedicado diez años y toda su fuerza humana para sitiar a Troya sólo por “una muchacha llamada Helena”1. Una visión menos romántica es que los Griegos Aqueos estaban enfrascados en una lucha con los habitantes asiáticos por la dominación de los mares, lucha que los Aqueos ganaron. Después de su propia derrota a manos de sus colegas Griegos, los Aqueos pasaron a los Jonios el arte de surcar los mares y los Jonios se enriquecieron con el comercio marino, estableciendo colonias mercantiles desde el sur de Rusia a la Riviera Francesa. Esa riqueza le dio a los Jonios la primera condición necesaria (pero no suficiente) para la actividad científica, un lujo de la economía. Los jonios también heredaron de los aqueos su gusto por las cosas bellas y se inclinaron a las bellas artes. La cerámica jonia que aún perdura nos dice de su interés tanto en la forma y en la decoración y sabemos que adornaban sus casas con pinturas. La escultura jónica sobreviviente muestra su considerable talento en ese campo e inventaron el mas elegante de los tres órdenes griegos de la arquitectura, el jónico. Fue un jonio quien escribió la historia de la Guerra de Troya en dos de las más sobresalientes piezas de la poesía épica de todos los tiempos, la Iliada y la Odisea, y fue un jonio quien fundó la teoría musical. Los jonios fueron la punta de lanza de la cultura clásica Griega emergente. Un profundo interés en las bellas artes es otra condición necesaria pero no suficiente para la actividad científica. En varias civilizaciones anteriores había tanto un interés en las bellas

artes como la riqueza para mantener científicos, sin producir ciencia. Pero los jonios poseyeron otra característica que los separa de todos los otros y esta es la naturaleza de su religión. Los dioses de los griegos jonios tienen dos características que llaman la atención que son de enorme importancia en acondicionar la actitud jónica hacia los fenómenos naturales. Primero, estos dioses personifican la naturaleza, distintivo que se encuentra sólo en los dioses griegos. Y segundo, los dioses actuaban por los mismos motivos que lo hacían los humanos, tenían propósitos humanos, y mostraban un comportamiento humano. Como consecuencia, los griegos jónicos entendían a sus dioses y podían competir con ellos, usando técnicas humanas de halago, soborno y aún conflicto directo para lograr su deseo de los dioses: la misteriosa y todopoderosa naturaleza de Jehová es bastante extraña a la religión griega. Es cierto que los dioses griegos jónicos tenían poderes sobrehumanos y, además, sus cuerpos estaban hechos de materia inmortal que podía cambiar su forma cuando los dioses cambiaban su apariencia a la de otros dioses o a la de humanos; pero eran entendibles, comprensibles a los humanos, en forma tal que ningún dios lo fue en ninguna otra cultura. Y, ya que estos dioses personificaban cada aspecto de la naturaleza, el entendimiento que los jonios tenían de sus dioses se transfirió a los fenómenos naturales2. Por el año 600 A. C. un jonio llamado Tales, de la ciudad-estado jónica de Mileto, dijo “todas las cosas están llenas de dioses”. El también hizo una segunda afirmación igualmente críptica: “el agua es el principio de todas las cosas”3. Los sucesores de Tales interpretaron que estas dos afirmaciones significan que todos los objetos en este mundo están hechos de un material elemental, único, primario, que cambia en forma -como lo hacen los dioses- para producir la infinita variedad de cosas que observamos, pero -como la sustancia de los dioses- nunca se crea o se destruye. Así Tales creó el concepto de “materia” y el principio de conservación de la materia. El punto de vista de que todo está hecho de una materia primitiva única (las diferencias observadas en los objetos se debe a alteraciones en la forma de esta materia) se llama monismo y con frecuencia se expresa en la frase “el todo es el uno”. y de alguna manera los monistas jónicos acuñaron un nombre para la totalidad de las cosas que estudiaron. El nombre es ϕυσιs, física, que significa “naturaleza”4. por transferencia esta palabra se convirtió también en “el estudio de la naturaleza”. En la antigüedad clásica, la física era un arte jónico peculiar con la posible excepción de Empédocles de Akragas; todo físico Griego de la Antigüedad Clásica aprendió el dialecto jonio del griego en las rodillas de su madre. Ahora, la belleza y el poder de las nuevas ideas es que corrompen al pensador y el monismo no fue excepción. Conocemos una sucesión de monistas jonios por los siguientes 150 años que fueron seducidos por la bella simplicidad de la idea de que “el todo es el uno” y como consecuencia miraron el mundo en una forma nueva y diferente. Y encontraron dificultades con el monismo.

La mayor de estas dificultades era un dualismo que parecía inherente a la naturaleza. El originador del monismo, Tales, había sugerido que la materia elemental de la que todo está hecho es el agua. Pero la esencia del agua es la humedad: ¿cómo puede algo cuya esencia es sequedad -como el polvo- estar hecho de agua? un monista sugirió que la materia elemental debe ser completamente blanda, sin ninguna característica. Esto no solucionaba el problema sino que simplemente lo replanteaba: porque ¿como puede una sustancia que tenga propiedades estar hecha de una materia elemental que no tenga propiedades? Otro monista sugirió que la cosa elemental primera tiene todas las características, es húmedo y seco, caliente y frío, etc., simultáneamente. Esta idea parecía presentar las dificultades usuales y una adicional: ¿no seria la así llamada cosa elemental ser de hecho una mezcla de opuestos? Además de este aparente dualismo fundamental aparente observado en el mundo natural, la exploración intelectual del monismo descubrió otras suertes de dualismos. Un monista señaló la diferencia entre un estanque y un río, una diferencia que no es de materia sino debida solamente al movimiento del agua en el río. Así amplió el panorama de la física para tratar no sólo con materia sino con materia y movimiento, cambio. Otro monista aun, distinguió materia y mente, inyectando otra forma de dualismo en el panorama. Estos físicos jonios del siglo 6o. A. C. son aclamados también por los historiadores de la filosofía ya que ellos desarrollaron las herramientas del pensamiento racional junto con sus conceptos acerca del mundo físico. Y al comenzar el siglo 5o. A. C. Parménides aplicó todo el peso de la racionalidad al problema de la materia. Parménides vivió en la ciudad de Elea, una colonia jonia recientemente fundada en el sur de Italia5. En un trabajo titulado El Camino de la Verdad escribió que al tratar de entender el universo uno podría imaginarse pensando en lo que es o en lo que no es. Pero, de hecho lo que no es carece de significado ya que es nada, solo lo que es puede tener significado. Mas aun, lo que es no puede consistir ya sea en todo o en parte de lo que no es. Por consiguiente no existe no es en el universo, o, expresado de otra manera, no existe la nada, no hay espacio vacío. El universo es lo que es y eso que es es la materia. El monismo es verdad; el universo es un trozo de materia homogénea, única, cada pedazo idéntico con cualquier otro pedazo. Es un plenum, sin espacio vacío y es por tanto indivisible, ya que no hay planos de separación, no hay espacios en lo que puedan insertarse una hoja de un cuchillo para dividir este continuo absoluto. Y no puede haber movimiento en él ya que no hay lugares vacíos en lo que algo pueda moverse. Aquí está entonces el monismo extremo, la expresión última de “el todo es el uno”. Sin embargo está también en total desacuerdo con la observación. Observamos que el universo no es uno, que consiste de partes separadas; observamos que estas diferentes partes del universo son diferentes; observamos que el movimiento si ocurre. Por tanto, dijo Parménides, sabiendo que el monismo es verdad, nos vemos forzados a concluir que nuestros sentidos nos engañan totalmente. Toda la información sensorial es una ilusión. Para obtener conocimiento del universo debemos abandonar totalmente la observación de

los fenómenos, ya que es una fuente inútil, y utilizar el único instrumento de investigación que puede producir conocimiento: la mente humana. Fue la mente la que descubrió que el universo es monístico y es únicamente la mente la que puede producir más conocimiento acerca del mundo en que vivimos. Eso dijo Parménides. La mayoría de los físicos están de acuerdo con la interpretación del monismo de Parménides. Pero igualmente, la mayoría de los físicos griegos no estaban dispuestos a aceptar la consecuencia de que nuestros sentidos nos engañan por completo; decidieron dejar que el hermoso monismo se fuera por la alcantarilla y se decidieron por un pluralismo limitado, la opinión de que “el todo”, en lugar de ser un material elemental esta compuesto de un pequeño numero de elementos. Sin embargo, del naufragio del monismo de Paménides surgieron tres de las ideas más fundamentales y poderosas en física. La primera es el plenismo, la idea de que no hay espacio vacío, no hay tal cosa como la nada. El concepto de nada se ha mirado como absurdo filosóficamente, sin significado operacional e indefinido por la mayoría de los físicos desde Parménides hasta el presente. El espacio vacío ha tenido periodos cortos de resurrección siempre seguidos por periodos de rechazo. La segunda es la idea de que nuestros sentidos nos engañan. Mientras los físicos no quisieron aceptar que todas las observaciones carecen de sentido, Parménides dejó una nube permanente sobre la validez de la información sensorial y ninguna teoría física ha sido nunca aceptada o rechazada con base sólo en observaciones. Y, tercera, Parménides estableció la idea de que la física es una actividad intelectual, no una observacional. Al tiempo que rechazaron su afirmación de que todas las observaciones carecen de significado, los físicos llegaron a reconocer que la mente es por cierto la herramienta principal de investigación en su profesión. Más aún, aunque se descartó la brillante simplicidad del monismo jónico, el concepto de materia sobrevivió, junto con la idea de que el tema fundamental de los físicos es la materia y el cambio de la materia. Aunque la mayoría de los físicos rechazaron la forma extrema del monismo de Parménides, algunos no lo hicieron. Zenón de Elea, probablemente un alumno de Parménides y ciertamente su discípulo, construyó una serie de paradojas que demostraron la imposibilidad del movimiento6. Estas paradojas fueron tan impecables que los físicos sólo pudieron escapar de ellas cambiando las reglas, las definiciones usadas en el movimiento. Zenón ofreció argumentos paradójicos similares contra la idea de una pluralidad de cualquier clase: Existe solamente el uno, el plenum continuo que es el todo. Las ideas de Parménides se extendieron en la segunda mitad del siglo 5o. A. C. debido a Melissos, de la ciudad-estado jónica de Samos. Melissos pudo ser un estudiante de Parménides y ciertamente continuó su trabajo. Escribió un libro titulado Respecto a la naturaleza o la realidad. En apoyo al plenum monístico de Parménides, en el que presionó el ataque sobre la validez de la observación sensorial, y señaló explícitamente que lo que es (es decir, el universo) no puede consistir en parte de lo que no es (es decir, el vacío) y reiteró que la ausencia de espacio vacío hace imposible el movimiento. Y Melissos, al aprender, presumiblemente de Zenón, la técnica de reducir la opinión opuesta al absurdo paradójico, señaló que todo debe en verdad ser el uno ya que si existiera una pluralidad de

cosas, esas cosas paradójicamente tendrían que ser justamente de la misma naturaleza del uno7. Este absurdo intencional fue tomado seriamente por otro jonio, Leucipo. Leucipo era probablemente de Mileto, la ciudad en la que se había creado el monismo siglo y medio antes8. Pudo haber estudiado con Zenón y ciertamente fue un descendiente intelectual de Parménides, Zenón y Melissos. Leucipo y sus contemporáneos entendieron con claridad que el trabajo de Parménides le había producido un terrible dilema a los físicos. Los mortales ordinarios podían hacer a un lado toda esta charla sobre “lo que es” y “lo que no es” como tontería filosófica. Pero Parménides había definido al físico como un intelectual, titulo que conlleva el terrible peso de no rechazar ideas sólo por que son incómodas. La dicotomía entre ser y no ser no podía rechazarse, pero sus implicaciones eran enormes. En particular, lo que es presumiblemente no cambia, no sólo inmóvil sino siempre lo mismo ya que si cambiara se convertiría en lo que no es. El tiempo entonces cesa de tener algún significado ya que sólo puede medirse por el cambio, y el espacio no tiene significado ya que cualquier parte es lo mismo que cualquier otra parte. Leucipo, en una línea clara de descendencia intelectual de Parménides, estuvo de acuerdo en que lo que es es el plenum absoluto, pero apoderándose del reductio ad absurdum de Melissos, que si hubieran muchos cada uno tendría que ser el mismo que el uno, Leucipo arguyo que el plenum no es una entidad simple sino un numero infinito de diminutos plenos, invisibles debido a su pequeñez. Y aquí “el todo son muchos”, y cada uno de los muchos es un plenum. Cada uno siendo un plenum es, como cualquier plenum indivisible y por tanto el nombre acunado para estas partículas, “átomos”, significa “indivisibles”9. Un átomo es entones una minúscula partícula, indivisible y discreta, inventada por Leucipo. La teoría atómica establece que la materia y el universo esta hecha sólo de materia en la forma de tales partículas. Estas partículas están inmersas en el vacío, pero Leucipo se escapó del problema de lo que no es al identificar solo las partículas como siendo. Para él el universo, la totalidad de lo que es no consiste de lo que es -las partículas- y lo que no es -el vacío- sino solamente de lo que es los átomos inmersos en el vacío10. La teoría atómica ofrece la solución ideal a la compresibilidad y la rarefacción, ya que el volumen de una cantidad dada de materia puede disminuir o aumentar al sustraer o añadir espacio vacío, nada. Y ya sea o no que la “nada” exista, es muy fácil de manipular. Mucho más importante, la teoría atómica permite el movimiento de los átomos en el vacío, lo que a su vez permite la unión de los átomos entre si en combinaciones y recombinaciones, y por tanto, permitiendo el cambio. Así la teoría atómica se escapa de la terrible invarianza del monismo de Parménides que fuerza a la negación total de la experiencia sensorial. La teoría atómica implica y demanda el espacio vacío. Si no hay separación entre las partículas, ya no hay partículas sino un continuo, un plenum total. Así la teoría atómica, surgiendo del plenismo, se afirma en completa oposición a él, el plenismo negando el espacio vacío, y el atomismo exigiéndole. Estas dos visiones fundamentales y opuestas de la materia ya continua o particular se originaron ambas en el siglo 5o. A. C., el segundo siglo de la física.

El monismo plenístico de Parménides fue rechazado por los físicos griegos ya que no querían negar completamente la evidencia sensorial. Pero los físicos griegos rechazaron también la teoría atómica, porque vieron que requería el espacio vacío como una parte de existir y encontraron que la anulación, el concepto de nada, era completamente no razonable 11. De aquí el plenismo no monístico modificado de Empédocles de Akragas en el que la materia es diferenciada en varias clases diferentes, visión que ha sido caracterizada como “el todo es los pocos”12. Y dieron lugar al movimiento en este plenum con el concepto del reemplazo mutuo: el agua puede agregarse a un vaso que está lleno de aire si el agua reemplaza al aire. Esta es la corriente principal de la física después de Leucipo. Ya que Leucipo produjo sólo un discípulo importante, su alumno Demócrito de Abdera, quien expandió y revistió la gran idea de su maestro13. Pudo haber sido Demócrito quien infligió a la teoría atómica el golpe de muerte al alterar la visión de que lo que es son los átomos y el vacío, algo que Leucipo evitó al insistir que sólo los átomos son lo que es. Sin embargo, tenemos gran dificultad para distinguir lo que Demócrito adicionó a la teoría de lo que aprendió de Leucipo, ya que no han sobrevivido de ninguno de los dos: la falta de interés en la teoría atómica de parte de los físicos posteriores hicieron de estos libros no dignos de preservarse. El registro que quedó en la literatura física griega sobre la teoría atómica lo constituyen las discusiones sobre lo inapropiado que era, y de ellas, pueden unirse las piezas del desarrollo de la teoría como lo he descrito aquí. Como los físicos vieron el fracaso fundamental de la teoría atómica en su inclusión del espacio vacío, el no ser como una parte del ser concentraron sus comentarios sobre este aspecto y por tanto nos dejaron pocos detalles de la teoría. Se nos dice que los átomos difieren en forma tamaño y orientación y que se unen para formar agregados suficientemente grandes para ser percibidos; estos agregados son las cosas que observamos y las diferencias entre objetos observables se deben a diferentes arreglos de los átomos14. El conocimiento griego se perdió para Occidente. Los romanos encontraron la filosofía, la física y otros temas intelectuales similares completamente aburridos y no tradujeron los libros griegos al latín. En los mejores días de Roma los libros griegos se utilizaban para educar a los romanos en su lengua original. Pero a medida que Roma decayó, los romanos decidieron que todo lo que era importante estaba escrito en la lengua romana, y a medida que el sistema educativo degeneró, se perdió el acceso a estos libros, seguido de la pérdida de los libros mismos. Por tanto la Europa Occidental Romana no tuvo acceso al conocimiento de los físicos griegos y permaneció ignorándolo por casi un milenio. Los libros griegos se tradujeron al Arabe, cuando el Islam se convirtió en el centro intelectual del mundo15. Con la conquista cristiana de la España Islámica que comenzó al finalizar el siglo 11o., las bibliotecas Islámicas cayeron en manos occidentales y la traducción masiva al latín trajo a los griegos y la literatura islámica al Occidente en el siglo 12o.16. Pero el conocimiento de la teoría atómica llegó embebido en una masa coherente de teoría física que simultáneamente rechazaba el atomismo. En consecuencia, la teoría atómica era inaceptable para Europa en la Alta Edad Media como lo había sido en la Grecia Antigua.

La teoría atómica griega llegó a Occidente por un segundo camino. Este camino, que estaba bastante fuera de la corriente principal del pensamiento científico, se originó en la filosofía Epicúrea. Epicuro de Samos (341-270) fue un filósofo moral hedonístico que llegó a interesarse en forma periférica en la naturaleza del universo y encontró en el atomismo una teoría de la materia adecuada a sus propósitos. El que escogiera la teoría atómica que los físicos habían rechazado no es sorprendente. Epicuro no era un físico y sus criterios eran diferentes de aquellos de los físicos. Pero expresó su versión de la teoría atómica en un libro titulado περι ϕυσεοs, Acerca de la naturaleza. También modifico la teoría atómica al introducir piruetas impredecibles de los átomos en movimiento. Esta falta de causalidad habría hecho la teoría inaceptable para cualquier físico griego, incluidos Leucipo y Demócrito. Un seguidor del primer siglo A. C. de la filosofía epicúrea fue el escritos romano Titus Lucretius Carus, quien produjo uno de los poemas más notables escritos en lengua latina. Su titulo es De rerum natura, una traducción del titulo griego περι ϕυσεοs del libro ahora perdido de Epicuro. No hay razón para creer que Lucrecio añadió o aún alteró en nada las ideas epicúreas; Lucrecio era un romano, ni filosofo ni físico. El epicureísmo era repulsivo para los teólogos cristianos no sólo por su hedonismo sino también por el alto grado de mecanismo provisto por el atomismo epicúreo. Lucrecio describió el alma como una combinación de átomos que, después de la muerte, simplemente se dispersan. Describió la evolución del universo como lo conocemos con átomos moviéndose en el vacío, sin ningún tipo de guía divina o control. Presumiblemente sobrevivieron algunas copias del libro de Lucrecio en bibliotecas pero nadie las leyó. Gradualmente, a medida que toda la vida intelectual por fuera de la Iglesia desapareció, las bibliotecas monásticas se convirtieron en los únicos depósitos del conocimiento de la Antigüedad. No es sorprendente que los libros seculares desaparecieran gradualmente en el Occidente Romano: lo que es sorprendente es que algunos sobrevivieran. Esto fue debido probablemente a los bibliotecarios monásticos que consideraban su deber la preservación de libros, precisamente por ser libros. En los siglos 9o y 10o las copias de los libros de la Antigüedad se deterioraron y sus contenidos sobrevivían solamente si se volvían a copiar. Algunos bibliotecarios anónimos de los monasterios volvieron a copiar el libro de Lucrecio y las dos copias que conocemos, cuidadas de generación en generación por estos bibliotecarios se transmitieron al futuro. El arribo a Occidente del conocimiento griego a través del Islam ocurrió en el siglo 12o, pero al final del siglo 14o ocurrió otro renacer del conocimiento mucho mas secular. Comenzando con la institución de la enseñanza del griego en Florencia por un noble Bizantino, Manuel Chrysoloras (1355?-1415), los florentinos y otros italianos del norte comenzaron a tener acceso directo tanto a los manuscritos griegos como a la filosofía platónica idealista que extendió sus horizontes inmensamente. Uno de aquellos a quien los

Chrysoloras enseñó fue Gian Francesco Poggio Bracciolini (1380-1459), que dedicó su vida a recobrar y diseminar los manuscritos de la Antigüedad. Y, en 1417 Poggio encontró una copia de De rerum natura de Lucrecio en un monasterio, quizá en Suiza. El presto una copia a un coleccionista de manuscritos florentino, Niccolò de Niccoli (1363-1437) y nunca lo recupero. Niccolò pudo haber perdido el manuscrito pero hizo hacer una copia y es por este delgado hilo de esa sola copia que el libro de Lucrecio se conoció en Occidente17. La primera edición impresa del libro de Lucrecio se publicó en el norte de Italia en Brescia, cerca de 1473 y fue seguida rápidamente por otras impresiones, todas originadas en esta sola copia del manuscrito. Para 1600 habían aparecido treinta ediciones impresas y se había descubierto un segundo manuscrito. Ambos manuscritos datan del siglo 9o. El interés en este libro era enteramente literario, parte del humanismo italiano. Pero a medida que el humanismo se extendió hacia el norte, también lo hizo el libro, y entre esas treinta impresionas hay ediciones publicadas en Suiza, Francia y Bélgica. Este extraordinario trabajo poético se convirtió en parte estándar del curriculum educativo humanístico y la gente educada de los siglos 16o y 17o se familiarizaron con la teoría atómica griega como parte de su educación literaria. Probablemente mucho de esto es verdad hoy en día: más gente conoce a Leucipo y Demócrito a través de su lectura de Lucrecio que a través de la lectura de los escritos de los físicos griegos. Así Marsiglio Ficino (1433-1459) platónico de los Medici traductor del Hermetic Corpus y de los trabajos de Platón al latín, se sentía atraído por el texto de Lucrecio. El dominico italiano Giordano Bruno (1548-1600), renegado y herético, imitó el estilo de Lucrecio en algunos de sus propios escritos; aceptó también y escribió acerca de la teoría atómica18. Se hizo conocida a través de Lucrecio en París y fue promulgada en Francia en particular por Pierde Gassendi (1592-1655), “amado humanista”, quien añadió sus propios extensos estudios del Libro 10 de Diogenes Laërtius referente a Epicuro19. El conocimiento de la teoría atómica se extendió a Inglaterra a finales del siglo 16o, pero no fue ampliamente aceptada en ese tiempo20. Los exilados ingleses realistas, que habían sido influenciados por Gassendi mientras estaban en París, retornaron a Inglaterra a mediados del siglo 17o y el atomismo atrajo cada vez más la atención de los principales físicos ingleses desde aquel tiempo. Así mientras los maestros de física en las universidades enseñaban plenismo y la consiguiente naturaleza insatisfactoria de la teoría atómica un vasto publico literato absorbía la forma bastarda de Epicuro de la teoría atómica griega a través de Lucrecio. En una era en que el conocimiento de la física griega se había absorbido y ahora comenzaba a modificarse, expandirse y a retarse, un periodo en el que matemáticos como Copérnico, Kepler, Galileo y Descartes trataban de convertir la física en una rama de las matemáticas, la teoría atómica cayó en suelo fértil.

1. El nombre de Aqueos lo usó Homero para designar los pueblos que, bajo el comando de Agamenón, armaron la Guerra de Troya. Las excavaciones en Micenas, identificadas como la patria de Agamenón, han llevado al uso del término “micénico” por los arqueólogos para identificar estos pueblos, su cultura y sus artefactos. El término literario parece preferible en el uso histórico. Una gran cantidad de evidencia histórica, lingüística y arqueológica se ha acumulado en las tres últimas décadas y proveen un cuadro convincente de los griegos jónicos como los herederos de los aqueos. Ver, por ejemplo, John Chadwick, The Decipherment of Linear B (Cambridge University, Cambridge, 1958) y G. L. Huxley, The Early Ionians, (Faber y Faber, Londres, 1966). 2. La profunda influencia de la cultura griega clásica sobre nuestro pensamiento está notablemente ilustrada por la forma en la cual los europeos has interpretado las religiones extranjeras en términos de los griegos. Aun la terminología usada en la discusión de religiones es griega, oscureciendo el carácter fundamentalmente único de la religión griega y de los dioses griegos. 3.

Para Tales de Mileto ver Paulys Realencyclopädie der Classischen Altertumswissenschaft, referenciado de aquí en adelante como Pauly-Wissowa, 2. Reihe, 9, Halband, Cols. 1210-1227 y Supplement band X, Cols. 930-947 (Weidmann, Berlín, 1954), Vol. 1, pp. 67-81. Las dos citas las reporta Aristóteles: Sobre el Alma, 411.a.8., y Metafísica 983.b.20. Se ha sugerido que estas ideas son de origen desconocido y escritores de los siglos 4to y 3ro. A.C. se las atribuyeron a Tales, quienes, incapaces de identificar los orígenes de esta búsqueda del entendimiento de la naturaleza, escogieron un individuo famoso, uno de los Siete Sabios, como progenitor y originador de esta nueva actividad. Ver Duane W. Roller, “Tales de Mileto: ¿filósofo o comerciante?” Liverpool Classical Monthly 3, 249-253 (1978). Aunque este argumento persuasivo remueve a Tales como individuo de la escena, no negaría la existencia de estas ideas al comienzo del siglo 6to ni disminuiría su impacto.

4.

La palabra misma es un término más antiguo, usado por Homero en la Odisea, 10,303. Pero fue entre los jonios que el término comenzó a moverse hacia su completo significado. Ver F. E. Peters, greek Philosophical Terms, A Historical Lexicon (New York, 1967), pp. 158-160.

5.

Pauly-Wissowa, Ref. 3,36. Halbband, letztes Drittel, Cols. 1553-1559; Diels, Ref. 3,Vol.1, pp.217-246; G. S. Kirk y J. E. Raven, The Presocratic Philosophers, a Critical History with a Selection of Texts (Cambridge University, Cambridge, 1960), Cap. X.

6.

Pauly-Wissowa, Ref. 3.2 Reihe, 19. Halbband, Cols 53-83; Diels, Ref. 3, Vol. 1, pp.247-258; Kirk and Raven, Ref. 5, Cap.XI.

7. Diels, Ref. 3, Vol. 1, p. 273, fr. 8(2); Kirk y Raven, Ref. 5. P. 304-304, no. 392. 8. The Oxford Classical Dictionary, 2nd ed. (Clarendon, Oxford, 1973), p. 600.

9. Diels, Ref. 3, Vol. 2, pp. 70-79; Kirk y Raven. Ref. 5, Cap. XVII. 10. Aristóteles, Sobre la Generación y la Corrupción, 325.a 24-30. 11. Sobre el vacío ver Aristóteles, Física, 213.b.30-217.b.29. Sobre esta y otras objeciones a la teoría atómica ver Aristóteles, sobre los cielos, 303.a.4-305.a.6. 12. Para la teoría de los cuatro elementos de Empédocles, probablemente propuesta alrededor del la mitad del siglo 5to. Ver Kirk y Raven, Ref. 5, pp. 327-330. 13. Demócrito probablemente prosperó bastante tarde en el siglo 5to. Diels, Ref. 3, Vol. 2, pp. 81-224; Kirk y Raven, Ref. 5, Cap. XVII. 14. Aristóteles, Sobre los cielos, Ref. 11, 275.b.9-11,303.a.4-14; Metafísica, Ref. 3, 985.b.14-19. Ver también Kirk y Raven, Ref. 5, p. 419, no. 582. 15. De Lacy Evans O’Leary, How Greek Sience passed to the Arabs (Rutledge and Kegan Paul, London, 1949). 16. George Sarton, Introduction to the History of Science (Williams and Wilkens, Baltimore, 1931), Vol. 2, pp. 113-117, 167-179, 282-284, 338-344. 17. Hoy día existen dos manuscritos del siglo 9, en Leiden. Sarton, Ref, 16, Vol. 1, p. 205. 18. Frances A. Yates, “Giordano Bruno”, en Dictionary of Scientific Biography (Scribner’s, New York, 1970), Vol. 2, p. 543. 19. Pierre Gassendi, Animadversines in decimum librum Diogenis Laërtii, qui est de vita, morbius, placitisque Epicuri (Barbier, Lugduni, 1649). 20. Ver Robert Hugh Kargon, Atomism in England from Hariot to Newton (Clarendon, Oxford, 1966) para un estudio detallado del atomismo en la escena inglesa.

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