Territorialidad

June 5, 2017 | Autor: Natividad Gonzalez | Categoria: Territoriality
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Territorialidad 1

Trabajo final presentado en el seminario de doctorado “Modernidad, posmodernidad y resignificación de conceptos en Geografía” dictado por Dra. Perla Zusman (2015) Autora: Lic. Natividad M. González

Contenido Introducción .............................................................................................................................. 1 Territorio ................................................................................................................................... 3 Territorio estatal ................................................................................................................... 6 Territorio moderno ............................................................................................................... 7 Territorialidad ........................................................................................................................... 8 Multiterritorialidad ................................................................................................................. 11 Palabras finales ....................................................................................................................... 13 Bibliografía .............................................................................................................................. 15

“No se trata aquí de adaptación al pasado, sino de la subversión de las concepciones fundamentales, de las formas de abordaje, de los temas de análisis. Esto equivale a decir que cambian, al mismo tiempo, el contenido, el método, las categorías de estudio y las palabras clave.” (Santos 2007:261)

Introducción La pregunta fundante de la Antropología trata de la diversidad humana en términos culturales: ¿por qué hay distintas maneras de vestirse, de alimentarse, de cultivar? ¿Por qué hay varias maneras de explicar la vida, la muerte, los vínculos y el trabajo? De igual manera podemos preguntarnos por la relación entre las sociedades y su entorno ¿hay diferentes maneras en que se da este vínculo? ¿Puede darse una relación de paridad, de cuidado, de uso, respeto, consumo u otra? Las conceptualizaciones más clásicas de la geografía indican que los hombres construyen su territorio a través del control de un espacio, pero ¿qué formas toma este control, es siempre opresivo? Aquí intento aplicar la duda antropológica al problema de la construcción de los territorios. 1

En todos los casos en que el texto citado esté en inglés o portugués, las traducciones son mías.

La relación entre la cultura y el espacio se enmarca en el denominado “giro cultural” en Geografía, ya que se pone en juego la relación entre cultura y espacio. Los cambios en el mundo actual dan al espacio y la cultura una relación novedosa, si se quiere, rica y fructífera, tanto para la Geografía como para la Antropología, que tiene como eje transversal al poder, por lo que casos de resistencia o cambio (espacial o cultural) son vistos como procesos con varios actores en juego (Gupta y Ferguson 2008; Zusman y Haesbaert 2011). Se reconoce que la cultura “[g]enera identidades que vinculan a los individuos con los lugares y con los paisajes […] La voluntad de afirmarse frente a los otros incita a los hombres a marcar simbólicamente los espacios que consideran propios” (Claval 2011:304, mi resaltado). He destacado la cita anterior, porque allí se hace hincapié en el aspecto que considero focal en la relación espacio-cultura: las acciones que se llevan a cabo para que un espacio se considere como propio –o ajeno. Las concepciones, grupales o sociales, sobre el entorno son variadas y, por lo tanto, también es variada la gama de posibilidades de acercarse al mismo. Una visión que toma al entorno como parte integrante de la comunidad, como puede ser la andina, donde se encuentran diferentes seres y en la cual la reproducción del grupo humano está en función de una articulación dada en el plano emotivo, es muy diferente a aquella que lo ve como una fuente de recursos y elementos plausibles de ser apropiados y modificados, como la visión occidental, que toma a la naturaleza como objeto. Sin caer en sentimentalismos ni juicios, pretendo explorar cómo estas diferencias pueden hacer variar las acciones que cada grupo lleva a cabo para relacionarse y posicionarse en su medio. Estas acciones constituyen la territorialidad, proceso mediante el cual se crean y recrean territorios. Ya que un territorio se define, de manera amplia, como un espacio sentido como propio, la territorialidad se compone de las prácticas que realizan los actores para apropiarse de un espacio y producir, así, su afectación al mismo. Quien ha trabajado este tema con profundidad conceptual fue Robert Sack; él define la territorialidad como el “intento de un individuo o grupo (X) de influenciar, afectar, o controlar objetos, personas, y relaciones (Y) mediante la delimitación y el control efectivo de un área geográfica”, o sea, un territorio (Sack 1983:56). Enumera una serie de características que posee esta definición y advierte no es la más común; entre ellas menciona que la territorialidad no es simplemente que las cosas estén circunscritas a un espacio, sino que lo estén con la intención de afectarlas; indica que hay grados de territorialización definidos por el grado de control y también diferentes formas (que también podrían ser grados) en que puede efectivizarse; “ocurre en todas las escalas, desde una habitación hasta el Estado nación” (Ibid.:56) característica que se relaciona con la de los territorios de estar organizados en una compleja jerarquía. Esta situación nos lleva al eje esta reflexión: ¿es posible que distintos grupos sociales consideren como propio un mismo espacio? ¿De qué manera se da esta coexistencia? Para esbozar una respuesta expondré algunas cuestiones sobre el territorio (siendo el objeto), la territorialidad (siendo la práctica) y la multiterritorialidad como concepto que puede dar herramientas para explicar casos coexistencia territorial. Este escrito está dirigido a hacer posible el análisis de cómo distintos actores “hacen territorio” un mismo espacio, qué recortes realizan, con qué herramientas se apropian del mismo, con qué fines y si constituyen un territorio que excluye o incluye otras territorialidades, o sea, otros potenciales territorios. El

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caso de estudio está compuesto por Cusi Cusi, localidad donde existe una cooperativa que nuclea a ganaderos de llamas, Comisión Municipal ubicada a escasos kilómetros del límite con Bolivia y vecina al yacimiento metalífero Mina Pirquitas, explotado actualmente por la canadiense Silver Standard. Si bien aquí no voy a avanzar sobre este caso, sobre todo por razones de espacio, la discusión teórica queda planteada con este objetivo en mente.

Territorio Uno de los principales problemas para abordar el territorio es que suele confundirse con espacio, área o territorialidad. Sin embargo son conceptos muy diferentes cuando se los trata de manera analítica, fuera del sentido común. Primeramente es necesario reconocer que donde se desarrolla la vida en la corteza terrestre, es decir, sin mayores problematizaciones sociales, se denomina espacio geográfico, siendo el área una porción o recorte del mismo; en tanto que cuando en el espacio se emplazan relaciones sociales que intentan “apropiarlo” se genera un territorio2. Es por eso que un territorio no es un área vaga, todo lo contrario. Tanto territorio y espacio son términos polisémicos y son empleados por muchas disciplinas, “habría [así] una multiplicidad indefinida de espacios: geográficos, económicos, demográficos, sociológicos, ecológicos, comerciales, nacionales, continentales, mundiales” (Lefebvre 1974, citado por Santos 2007:28), dándose, incluso, un precario diálogo interdisciplinar (Haesbaert 2004:37). Milton Santos indica que habrían tres maneras de conceptualizar el espacio, en un sentido absoluto, “como una cosa en sí, con existencia específica, determinada de manera única”, un espacio relativo, que se focaliza en la relación entre los objetos, y un espacio relacional, donde el espacio es representado como contenido y por la relación existente entre los objetos (Santos 2007:30 nota al pie). Él propone que el “espacio no es una cosa ni un sistema de cosas, sino una realidad relacional: cosas y relaciones juntas”, debe ser considerado como un conjunto indisociable entre objetos geográficos (naturales o sociales) y la vida que los anima (Ibid.:30). “El espacio sería un conjunto de objetos y relaciones que se realizan sobre estos objetos; no entre ellos específicamente, pero para los cuales sirven de intermediarios. Los objetos ayudan a concretar una serie de relaciones. El espacio es el resultado de la acción de los hombres sobre el propio espacio, intermediados por los objetos, naturales y artificiales”. (Ibid.:78). Considero que aquí sería conveniente diferenciar tipos de espacio, pues se da una descripción un tanto tautológica cuando se indica que el espacio es el resultado de la acción sobre el espacio; en cambio, si se considerara que el territorio es el resultado de la acción sobre el espacio, la definición quedaría más clara. De todas maneras, la distinción entre espacio y territorio no parece ser importante para Santos, ya que identifica el territorio en sí (como forma) del territorio usado (el espacio de todos o banal). En éste se encuentran los territorio zona (como el de los estados nación) y los territorio en red (donde la unión se da por la información –Haesbaert 2004:60). La concepción de espacio de Santos es útil para pensar cuestiones ligadas a la hegemonía y contra-hegemonía territorial, ya que define el territorio como recursos, ligado a actores con

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Haesbaert cita el diccionario Les mots de la géographie de Brunet. Allí se encuentran seis definiciones de territorio, indicando sus varias acepciones (Haesbaert 2004:39).

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poder, y el territorio como un abrigo, en resguardo de los actores hegemonizados3 (Haesbaert 2004:59). Además el territorio reúne información local e información externa, “vinculadas a un contenido técnico y a un contenido político, [en] una dialéctica que ‘se afirma mediante un control ‘local’ de la técnica de producción y un control remoto de la esfera política de la producción” (Haesbaert 2004:60). El reconocimiento de estas escalas se relaciona con aspectos temporales (por los avances tecnológicos en los procesos productivos) y también es “esencial para comprender la diversidad y el choque entre intencionalidades [o intereses] en diversos niveles, las que se revelan por medio de decisiones y tienen repercusión en el orden económico, cultural, político y moral, así como en el orden territorial” (Santos 2007:91). Esta distinción se aclara cuando se aprecia la diferencia entre la escala de realización de las acciones y la de su comando, imponiendo la distinción entre actores que deciden y los otros, en un proceso que describe como “esquizofrenia del proceso creador de eventos” (Santos 2002:80), quizás un poco exageradamente, pero sin duda con la capacidad para indicar cuántas historias locales se relacionan con diseños globales (Mignolo 2003). Claude Raffestin separa el espacio del territorio, e indica que a partir del primero se genera el territorio, a través de las acciones de un actor que por medio de la apropiación, concreta o abstracta “‘territorializa’ el espacio” (Raffestin 2011:102). Esta concepción toma al espacio como producto y parte de relaciones socio-históricas y además “incluye una relación compleja entre procesos sociales y el espacio material” (Haesbaert 2004:82), por lo que brinda al contexto histórico una posición dominante en la conformación territorial (tanto teórica como efectiva). El territorio sería una producción que “se inscribe en un campo de poder. Producir una representación del espacio es ya una apropiación, un dominio, un control, inclusive si permanece [solamente] dentro de los límites de un conocimiento” (Raffestin 2011:102); “espacio socialmente apropiado, producido, dotado de significado” (Haesbaert 2004:84). La dimensión política ingresa en esta visión, pues el actor que produce un territorio es “sintagmático (aquél que realiza un programa)” (Raffestin 2011:102), algo que es crucial, ya que al incluir el tema del objetivo, es decir, una territorialidad dirigida, puede afirmarse que no hay territorio “en sí mismo” o “dado”, siempre es producido en base a un programa, incluyendo así la dimensión política o del poder4. Rogério Haesbaert realizó una buena síntesis de las diferentes concepciones y definiciones de territorio que agrupa en las siguientes vertientes e indica que éstas pueden estar fundamentadas desde posturas idealistas o materialistas (Haesbaert 2004:40): 1. Política o jurídica: relativa a las relaciones de espacio-poder en general o las institucionalizadas. Esta visión, es “la más difundida, donde el territorio es visto como

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Esta distinción recuerda a la efectuada por Michel de Certeau en relación a las tácticas y estrategias, prácticas en las que los actores débiles o fuertes despliegan su capacidad de hacer. Las estrategias son “acciones que, gracias al principio de un lugar de poder (la propiedad de un lugar propio), elaboran lugares teóricos (sistemas y discursos totalizadores) capaces de articular un conjunto de lugares físicos donde se reparten las fuerzas” (Certeau 2000: 45); en tanto que “la táctica se encuentra determinada por la ausencia de poder” (Ibid.:44), son prácticas heterogéneas, cotidianas, cuyos modelos son la presdigitación o retórica sofista que cogen al vuelo las posibilidades y dan preeminencia al tiempo. 4 Haesbaert (2004) indica que la noción de poder de Raffestin es amplia, ya que incluye los aspectos económicos y simbólicos.

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un espacio delimitado o controlado, a través del cual se ejerce un determinado poder”; faceta especialmente relacionada con el poder político del Estado. 2. Cultural o simbólico: “prioriza la dimensión simbólica y más subjetiva, en que el territorio es visto, sobre todo, como un producto de la apropiación/valorización simbólica de un grupo en relación con su espacio vivido”. 3. Económica: “enfatiza la dimensión espacial de las relaciones económicas”, la disponibilidad de recursos, la localización de procesos productivos, entre otros. 4. Natural: visión basada en el comportamiento territorial de los animales, a veces extrapolada a los humanos; fundamentada en términos instintivos pero con la diversidad como norma. Haesbaert indica que la dimensión espacial de la vivencia humana no es un “mero palco o apéndice” sino que es fundamental, constitutiva de nuestra propia existencia (Haesbaert 2011:60) y propone una visión integradora del territorio “-o los procesos de territorializacióncomo fruto de la interacción entre relaciones sociales y control de/por el espacio, relaciones de poder en sentido amplio, [y] al mismo tiempo de forma más concreta (dominación) y más simbólica (un tipo de apropiación)” (Haesbaert 2004:235). Su postura, integradora, propone “un concepto menos parcelario del territorio; … [no lo define] simplemente por un recorte empírico, una ‘porción de lo real’, sino por una problemática y una forma de abordarla, o sea, por una determinada ‘mirada’ y, a partir de aquí, al poner la atención sobre un aspecto de la realidad, … [defiende] que el territorio es el espacio geográfico visto a partir de ‘poner el foco’ en las relaciones de poder, sea el poder en sus efectos más estrictamente materiales, de carácter político- económico, sea en su articulación más simbólica (Haesbaert 2011:61). Esta visión incluye una concepción multiescalar y “trabaja con la idea de territorio como un híbrido, sea entre el mundo material e ideal, sea entre la naturaleza y la sociedad, [y] en sus múltiples esferas” (Haesbaert 2004:77), agrega que “teniendo como paño de fondo esta noción ‘híbrida’ (y por tanto, múltiple, [y] nunca indiferenciada), de espacio geográfico, el territorio puede ser concebido a partir de la imbricación de múltiples relaciones de poder, del poder más material de las relaciones económico-políticas al poder más simbólico de las relaciones de orden más estrictamente cultural” (Ibid.:79) Stuart Elden sugiere que el territorio, como concepto, no ha sido abordado de manera importante y cuando fue objeto de reflexión, lo fue de manera incorrecta ya que al relacionar de manera directa la territorialidad con el territorio se lo desproblematizaría, quitándole historicidad. Indica que se trata de un término que ha sido dejado de lado, en pos de otros como estado, territorialidad y poder, en una situación “histórica y geográficamente imprecisa” (Elden 2010:802). Es crucial para él, entonces, definir el territorio. En esta tarea identifica tres elementos, land, terrain y territory5. Land está relacionado con la propiedad, es un recurso escaso por lo que su distribución es un importante aspecto político-económicos, mientras que terrain se define en base al poder y aspectos de política y estrategia, indica a la “forma del suelo, no a un proceso” (Ibid.:807). Territory sería un poco de ambas, y algo más.

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Según Appletons New Cuyás las traducciones son las siguientes: Land: tierra, terreno, suelo, terruño, país, nación, región, territorio. Terrain: campo, ambiente, medio; (mil) campo, terreno. Territory: territorio, región, distrito (división política).

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Elden, entonces, propone que el territorio sería fruto de la categorización política del espacio. Al ser “apropiado, distribuido, mapeado, calculado, delimitado y controlado” (Elden 2010:810) el territorio es una forma distintiva de organización socio/espacial, relacionada con un contexto geográfico e histórico específico, más que un impulso biológico o una necesidad social, por lo que su propuesta general es que el territorio no debe ser entendido a través de la territorialidad, “sino mediante el examen de la relación entre el estado y la emergencia de la categoría de ‘espacio’”. Es en este sentido en que su argumentación cita métodos y técnicas de medición espacial, haciendo ver que la geometría cartesiana modela una visión particular del espacio (visión que posibilita la actual concepción de límites estatales)6. Según esta presentación deberíamos aproximarnos al territorio a través de la noción de espacio y no mediante la territorialidad. En una propuesta sugestiva afirma que el territorio es una herramienta política (“para medir [land] y controlar el terreno [terrain]” Ibid.:811), pero no deja de tomar el tema como constitutivo de las nociones modernas de espacio, estado, soberanía y fronteras. La visión de Elden queda sesgada a los territorios estatales, no abarcando otros de carácter más diverso, como concepciones indígenas de territorio, o la constitución de territorios personales según actividades. Territorio estatal Destaco de manera aparte las características que posee el territorio de los Estados-nación porque es la definición y concepción de territorio más difundida en la actualidad, incluso podría decirse que actúa como un obstáculo epistemológico, pues está tan arraigada que se sitúa en el plano de las nociones comunes (Bourdieu, Chamboredon y Passeron 1975): la definición de estado, hoy repetida en las escuelas, se basa en esta concepción de territorio. La universalización de la concepción occidental de territorio7 la ha convertido en la habitual y se toma de manera acrítica la relación entre espacio geográfico, poder y la definición de otro externo8. Esta concepción territorial moderna y positiva toma al espacio como una categoría para consolidar dominios territoriales (Naharro, Álvarez y Flores Klarik 2010) donde el estado nación es el resultado de este ideal de objetivación, en tanto territorio único, definible y controlable, en el cual la presencia del otro posiciona al sujeto –individual o colectivo- en un espacio apropiado, trazado, delimitado (Segato 2007); el territorio sintetiza relaciones de poder en el espacio y tiene, por lo tanto, un carácter esencialmente político, es un campo de fuerzas que “define al mismo tiempo, un límite, una alteridad” (Manzanal 2007:36). Desde los estudios geográficos del estado se ha señalado la denominada “trampa del territorio” (Agnew 1994, citado por Elden 2010:801) que se compone de tres aspectos: (a) la soberanía de los estados modernos requiere de territorios delimitados; (b) existe una oposición fundamental entre los asuntos “internos” y “externos” de cada país en el mundo moderno y (c) el territorio estatal actúa como el contenedor geográfico de la sociedad moderna. En estas asunciones se pierde el contenido histórico que posee el estado moderno,

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Según Elden esta concepción es occidental y proviene desde la Antigua Grecia (con aportes romanos y medievales). Considero que la actual concepción espacial está más ligada a la modernidad. 7 La universalización de los valores modernos se verifica en muchos aspectos, entre ellos el progreso, la democracia y los derechos, humanos, de las mujeres, de los niños, de los trabajadores, entre otros. 8 Una primera aproximación al problema se encuentra en González (2012) donde comparo, las concepciones andina y occidental de territorio.

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pues se universaliza (temporal y espacialmente) su condición de ser en el espacio. Edward Soja también advierte sobre la extensión (sino imposición) de la visión moderna del territorio hacia sociedades ajenas a esta fase histórica (Elden 2010:803), en tanto que Santos “critica el legado moderno de ‘conceptos puros’ que hizo del territorio un concepto ahistórico, ignorando su carácter ‘híbrido’ e históricamente mutable” (Haesbaert 2004:59). Territorio moderno La modernidad se basó en la instauración de verdades universales, inmutables y eternas. Con dicotomías claras que no dejan lugar a la los matices. Las características de la modernidad pueden analizarse desde numerosas aristas y es un tema muy amplio, que excede los propósitos de este trabajo; sin embargo deseo resaltar que la visión moderna del espacio lo torna absoluto y fijo9. Puntualmente hay dos pautas de importancia: la imposibilidad de que un lugar sea ocupado por dos elementos (el espacio es excluyente y exclusivo) y que es fijo; concepción que se basa en la geometría euclidiana y que toma el espacio como plano (sin fisuras ni rugosidades). Esta visión moderna del espacio tuvo consecuencias concretas en el campo político. El siglo XVII es crucial en este aspecto. En aquel momento “Europa atravesaba un proceso de consolidación de los Estados dinásticos, y emergían nuevos poderes que buscaban su legitimidad jurídica y política” (Instituto de Investigaciones Jurídicas 2013:7). Los tratados firmados en 1648 en la región de Westfalia constituyen los cimientos de la territorialidad de los estados modernos. Estos dos tratados (de Osnabrück y de Münster) pusieron fin a la Guerra de los Treinta Años (entre 1618 a 1648). Esta guerra de múltiples causas (“el conflicto religioso entre protestantes y católicos, así como la emergencia del calvinismo; la crisis en el seno del Sacro Imperio Romano Germánico por las crecientes ambiciones de los príncipes y arzobispos que integraban la dieta de electores, y las rivalidades entre dos grandes dinastías: los Habsburgo de España y Austria, con la reciente casa de los Borbones de Francia”) tenía como trasfondo estructural el tránsito del medioevo a los principios de la era moderna (Instituto de Investigaciones Jurídicas 2013:5). Entre las consecuencias de estos tratados, se encuentran “el concepto de gobernabilidad territorial, el principio de no injerencia en asuntos internos, y la igualdad jurídica de los Estados, independientemente de su tamaño y de su fuerza, principios que tienen plena vigencia en nuestros días” (Instituto de Investigaciones Jurídicas 2013:24); la definición de “un nuevo orden territorial con fronteras mejor delimitadas” (Ibid.:10) ya que al fortalecer los estados territoriales, frente a los dinásticos, éstas se legitimaron; asimismo se aclararon cuestiones de soberanía10, pues antiguamente tanto el Papa, como el Emperador, intervenían en los asuntos de gobierno territorial de los reyes, nobles y clérigos (obispados y arzobispados) que conformaban el Sacro Imperio Greco Romano. En síntesis, “Westfalia creó las primera

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Las diferentes concepciones de espacio de los físicos modernos (Newton y Leibniz) no socavan las características generales apuntadas aquí. Asimismo la característica de absoluto se señala en contraposición a la relacional, como indica Haesbaert (2004). 10 Recordemos que El Príncipe de Maquiavelo se había publicado a principios del siglo XVI, en tanto que El Leviatán de Hobbes se publicó tres años luego de Westfalia, en 1651. Éste es considerado como un texto principal en la teoría del estado moderno, ya que sienta las bases de la soberanía (Bobbio 2006).

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bases de un sistema de Estados fundado en la soberanía, la territorialidad, [y] la igualdad jurídica entre los Estados” (Ibid.:30). Este sistema de organización territorial fundado por los tratados de paz de Westfalia, organizado en un “espacio de los lugares” de los gobiernos fue el imperante hasta finales del siglo XX, cuando se impone el “espacio de los flujos” de las organizaciones económicas (Arrighi 1999:38).

Territorialidad Puesto que aquí lo que me interesa es analizar las prácticas que los actores llevan adelante para hacer suyo un espacio, sí me centraré en la territorialidad como vehículo para llegar al territorio, aunque queda claro que un territorio no es simplemente un espacio donde se despliega la territorialidad. Según Sack no todos los lugares son territorio, ya que a diferencia de otros lugares, los territorios requieren de un esfuerzo constante para mantenerlos como tal, puesto que un espacio delimitado “se convierte en territorio sólo cuando sus límites son utilizados para afectar el comportamiento mediante un control del acceso” (Sack 1996:1), quien controla puede estar presente en el territorio, o delimitar el área a través de mecanismos indirectos, como un cartel. En la definición propuesta por Sack, el territorio es subordinado a su acción constitutiva. Entonces, al tomar la territorialidad como una estrategia, Sack deja sin sustancia la discusión sobre si se trata o no de un instinto de los seres humanos, despegándose de las concepciones provenientes de la etología. Su intención es que esta teoría se desarrolle sobre descripciones neutrales y no normativas lo que le brindaría a la territorialidad un espacio para sí misma, liberándola de las teorizaciones éticas y del poder; más aún, en su esquema, lo que importa es la acción realizada, más que los motivos (en clara contraposición a Raffestin). Según Sack la territorialidad es la afirmación del control, un acto consiente (aunque las tendencias –razones y efectos- de la territorialidad pueden no ser conscientes). Define la territorialidad como “el intento por parte de un individuo o grupo de afectar, influenciar, o controlar personas, fenómenos y relaciones, a través de la delimitación y el establecimiento de un control sobre un área geográfica”, llamada territorio (Sack 1996:1). Estas tendencias (causas/razones y consecuencias/efectos) son diez, y las primeras tres – clasificación, comunicación y control- son lógicamente primordiales, aunque no lo sean empíricamente. Las diez tendencias son (Sack 1983, 1996): 1. Clasificación: definición del área apropiada. 2. Comunicación: para delimitar el área, se requiere por lo menos una marca o signo. 3. Reafirmación del control: ya sea del acceso a las cosas dentro del área, o controlando las interacciones entre elementos de afuera con los de adentro. 4. Es medio para dar visibilidad y hacer tangible el poder; 5. aunque también puede utilizarse para desplazar la atención o incluso naturalizar la relación de poder puesto que el territorio puede aparecer como el agente que impone el control. 6. Al caracterizarse el territorio por área y no por tipo, las relaciones adentro se vuelven más impersonales, ya que no se apela a la caracterización de los elementos dentro;

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7. por lo tanto, dado que la cantidad de actividades y cosas que puede contener un territorio es tan grande, es imposible (o improcedente) desplegar razones para controlarlas todas, en este caso, la territorialidad puede parecer un medio neutral de control. 8. Actúa como contenedor o molde para que ciertas características se tornen espaciales, como ser la federalización de una institución estatal. 9. La territorialidad separa conceptualmente el espacio de las cosas y luego las recombina en una asignación de cosas a lugares y lugares a cosas, abriendo la posibilidad de que un territorio esté conceptualmente ‘vacío’. 10. “La territorialidad ayuda a engendrar más territorialidad y más relaciones para moldear. Cuando hay más acontecimientos que territorios o cuando los sucesos se extienden sobre áreas más grandes que el territorio, nuevos territorios se generan a partir de estos eventos. Paralelamente, se puede requerir producir nuevos acontecimientos para territorios nuevos y vacíos” (Sack 1983:59). Según Sack las tres primeras tendencias (clasificación, comunicación y control) son atributos necesarios de la territorialidad, pero pueden no ser importantes causas o consecuencias de la misma, es decir que las características que tome dicha acción territorial (como delimitar un área) puede no tener tanta trascendencia social (delimitar un área que nadie se arroga como propia, o delimitar un área que ya está calificada como perteneciente a ese agente). Considero que estas tendencias necesarias deben matizarse o bien no deben ser tomadas por sentado en todo momento y espacio, pues la territorialidad se activa o desactiva según los requerimientos del actor. Sack podría responder que en ese caso el territorio “aparece” o “desaparece” según se active o no la práctica constitutiva; pero no debería tomarse el tema tan linealmente, como bien sugiere Elden. En relación al poder, Sack indica que la territorialidad es la primera forma espacial del poder, y en este sentido ayuda a reificarlo, mediante su identificación, con símbolos o prácticas, con el territorio; aunque advierte que también puede emplearse para disimularlo. Las sexta, séptima y octava tendencias son factibles de ser aplicadas respecto a la territorialidad estatal, puesto que los estados se demarcan incluyendo gran cantidad y diversidad de elementos (sociales y naturales) que luego son unificados por su co-pertenencia; esta diversidad interna también implica múltiples motivos para su control, que suelen ser subordinados (al menos en los discursos oficiales) a la “razón territorial”, como una “territorialidad neutra”. En relación a la octava tendencia, ésta se relaciona con el estado desde otro ámbito, no ya desde la homogeneización de la diversidad, sino al contrario, en la generalización del contenido, como medio para que determinadas características se repliquen, a partir de la instauración de este territorio. Las novena y décima tendencia resultan apropiadas para pensar la multiterritorialidad, pues la novena indica la posibilidad de un espacio vacío, atributo que la modernidad ha empleado en su faceta colonizadora al catalogar áreas como, por ejemplo, “el despoblado” (la puna jujeña) o “el desierto” (la Patagonia argentina), invisibilizando los procesos y grupos sociales allí presentes. La décima tendencia, que indica la generación de nuevas territorialidades, marca el principio de la multiterritorialidad, según como lo explicaría Sack. Aquí es necesario recordar

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que Sack realiza su teorización sobre bases neutrales, pues quiere apartar la territorialidad del campo del poder; es por ello que emplea palabras como acontecimiento o suceso, que indican solamente la existencia de una situación, sin carga social; considero que en vez de acontecimientos deben estudiarse las prácticas y así es posible incluir los motivos que las generan y lo social del hecho. El esbozo de multiterritorialidad que realiza Sack difiere de la multiterritorialidad de Haesbaert, pues para éste se dan procesos de multiterritorialidad cuando un actor vive diferentes territorios a la vez o se mueve a través de ellos. Un punto que señala Sack es que la territorialidad “no es un objeto, sino una relación” (Sack 1983:56) punto de vista similar al de Raffestin, aunque éste tiene define la territorialidad de otra manera, pues para él estaría “formada por relaciones mediatizadas, simétricas o asimétricas respecto a la exterioridad […] Siempre es una relación, incluso si es diferida, con los otros actores”. “La territorialidad es la ‘suma’ de las relaciones mantenidas por un sujeto con su entorno”, algo así como el modo de ser en el espacio, la manera de vivir el espacio propio; esta concepción es muy diferente11 y quizás la noción de “territorializar” de Raffestin sea más parecida a la definición propuesta por Sack. Recordemos que Raffestin insiste en la acción programática del actor que territorializa: “Cualquier proyecto implica un conocimiento y una práctica, es decir, implica acciones y/o comportamientos que suponen la posesión de códigos, de sistemas sémicos. Es a través de éstos que se realizan las objetivaciones del espacio que son procesos sociales. Hay que comprender, entonces, que el espacio representado es una relación y que sus propiedades se actualizan a través de códigos y sistemas sémicos. Los límites del espacio son los límites que el sistema sémico utiliza para representarlo” (Raffestin 2011:102). El esquema de representación espacial que propone Raffestin es “un conjunto definido en relación a los objetivos de un actor. No se trata ‘del espacio’, sino de un espacio construido por el actor que comunica, a través de la interpretación de un sistema sémico, sus intenciones y la realidad material. El espacio representado ya no es más el espacio, sino la imagen del espacio…” (Raffestin 2011:104). De acuerdo a este esquema “se podrían inscribir tantas ‘imágenes territoriales’ como objetivos intencionales diferentes hubiera” (Ibid.:105). La cartografía “tradicional”, visión cartesiana del espacio (basada en la geometría euclidiana), moldea un mundo “plano”, donde todo el espacio está representado y también dividido, en un continum que no deja segmentos ni permite yuxtaposiciones, así transmite los intereses de los estados y de la tradición moderna occidental, en general, ignorando o sobrevalorando elementos. En este sentido, ya mencioné las amplísimas porciones de espacio aborigen que en Argentina han sido catalogadas como “despoblado” o “desierto” ignorando todo lo allí presente; otro ejemplo es la exacerbación de la cordillera de los Andes como “frontera natural”, “obstáculo inmenso e infranqueable” visto desde la llanura pampeana, pero que fue eje articulador, civilizatorio, en los tiempos prehispánicos. En este sentido puede tomarse a la cartografía y los

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Raffestin ejemplifica: “La territorialidad de un siciliano […] está constituida por el conjunto de lo que vive cotidianamente: relaciones con el trabajo o la falta de trabajo, con la familia, con la mujer, con la autoridad política, etc. Es decir, no es posible comprender esta territorialidad si no se considera lo que la construyó, los lugares donde se desarrolla y los ritmos que implica.” (Raffestin 2011:114).

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discursos territoriales instalados como una herramienta para obligar12, al instaurar los discursos, puntos de vista y objetivos propios, estos discursos se funden con el sentido común, y por ejemplo se reproducen sin mayor crítica visiones territoriales como mapas vacíos luego de las fronteras del país (sin ríos, sin poblaciones, etc.) o no se inscriben posibles pleitos por posesión. La territorialidad –estatal sobre todo, pero no solamente- se sirve de la objetividad y la norma para reafirmarse. Lobato Corrêa toma como eje de análisis la toponimia, forma simbólica de afectación espacial que va de la mano con la cartografía oficial, e indica que “constituye una importante marca cultural impregnada […] de un intencional sentido político [que] expresa una efectiva apropiación del espacio” (Corrêa 2011:26) Pero también existen los discursos contra-hegemónicos de las representaciones de la realidad, que son abiertos, inestables y contrastantes. “La polivocalidad [de estas representaciones] acentúa el carácter político de las formas simbólicas, ya que una misma forma simbólica supone celebración y protesta.” (Corrêa 2011:24).

Multiterritorialidad Retomando la discusión anterior, se observa que Sack focaliza su argumento en la concreción o realización, si se quiere, de un territorio a través de los “eventos” que los generan, mientras que Haesbaert se interesa por la facultad de los actores de vivir (jugar, modificar, transitar, etc.) en diferentes –tipos de- territorios. Mi interés radica en una combinación de ambas: identificar qué tipo de prácticas realizan los actores para generar territorios y de qué tipo. Sack no se ocupó de la multiterritorialidad, aunque consideró su posibilidad en la décima tendencia ya descrita. En cambio Haesbaert (2004, 2011) la toma como eje de análisis, descrito a continuación. La territorialidad del mundo moderno se caracteriza por ser contigua y continua, con los territorios zona como organización (y concepción) general del espacio; pero en la actualidad existen otra modalidades de organización territorial13, ligadas a la multiterritorialidad, dadas como consecuencia de la actual fase capitalista de acumulación flexible o post-fordismo (que localiza en distintos países o regiones las diferentes etapas de la producción industrial); por otra parte han proliferado (y adquirido importancia) las relaciones sociales en territorios red, que son básicamente discontinuos y superpuestos (estas relaciones se acrecientan con las tecnologías de la comunicación y con las diásporas o migraciones). Los diversos modos de organización territorial14, identificados por Haesbaert (2004:342) son los siguientes: •

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Cerrados, “casi uniterritoriales” que “no admiten pluralidad de poderes e identidades”. Ejemplificados por grupos culturales como judíos y palestinos, que no admiten co-

En el sentido de Maturana de que la objetividad (como discurso normalizado y propio de una porción de la sociedad) es empleada por los actores para convencer a otros. 13 Es mi propósito, a un nivel que excede este trabajo, analizar si los grupos que habitaron Sud Lípez en tiempos prehispánicos también vivían en un esquema de multiterritorialidad, ligado a la presencia de varias etnias en la misma zona. 14 El emplea territorialización, definido como la “construcción de una ‘experiencia integrada del espacio’” (Haesbaert 2004:341).

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presencia, pero también, según los casos de mi investigación, podría caracterizar la territorialidad del establecimiento minero (Mina Pirquitas), que se encuentra cercado y con un portón custodiado, con personal de seguridad propio y un estricto régimen de ingresos15. Tradicionales, ligados a una lógica de relativa exclusividad, homogeneidad interna y sin superposición de jurisdicciones, ejemplificados por el Estado nación. La mayoría de las tendencias descritas por Sack se corresponden con esta clase de territorialización. Más flexibles, que admiten superposición y/o multifuncionalidad territorial, e interacciones (espacio-temporales). La territorialización de los pastores andinos es un ejemplo, ya que ellos poseen zonas de pastaje en verano, otras en invierno; otros lugares donde dejan a los machos, sueltos, mientras están en cautiverio o más controladas las hembras y las crías. “Territorializaciones efectivamente múltiples, resultantes de la superposición y/o de la combinación particular de controles, funciones y simbolizaciones” (Haesbaert 2004:342). El ejemplo citado son las personas que viven en grandes metrópolis y que tienen la posibilidad de “usufructuar del cosmopolitismo territorial”. Otro caso se da en las empresas trasnacionalizadas, ligadas al esquema de producción post-fordista; en el caso estudiado sería la pertenencia de Mina Pirquitas en la cadena productiva, organizacional y de gerencia de Silver Standard, que es una empresa que tiene su casa matriz en Toronto.

En un trabajo más reciente (Haesbaert 2011), indica que los actuales procesos de hibridación (sensu García Canclini 1997) pueden estar favorecidos por la multiterritorialidad, al aumentar la gama de territorialidades al alcance (ya sea por desplazamiento físico del actor, o por la alternancia/coexistencia de territorialidades en un espacio reducido). Siguiendo este razonamiento se presentan dos variantes de la multiterritorialidad: •



“lato sensu” o sucesiva, que articula y vincula territorios, en una red por ejemplo, e implica movimiento espacial (Haesbaert 2011), también denominada “moderna” pues se trata de territorios zona encajados en distinta jerarquía (Haesbaert 2004); y la multiterritorialidad “strictu sensu” o simultánea, “que involucra territorios en sí mismos híbridos” (Haesbaert 2011:63), la “multiterritorialidad en el sentido cultural […] implica transitar y, sobre todo, ‘experimentar’ esta multiplicad de territorios y territorialidades” (Ibíd.: 64), ligada a procesos propios de la posmodernidad.

Entonces, el proceso de realización de la multiterritorialidad se describe como “el caso de un individuo… [o grupo social que construye] sus (múltiples) territorios integrando, de alguna forma, en un mismo conjunto, su experiencia cultural, económica y política en relación al espacio. […] Esta multiplicidad y/o diversidad territorial en términos de dimensiones sociales, dinámica (ritmos) y escalas resulta en la yuxtaposición o convivencia, lado a lado, de tipos territoriales distintos” (Haesbaert 2004:341-342). 15

A modo de anécdota, comentan jocosamente los trabajadores de la mina ¿cuál es la diferencia con Alcatraz (prisión de máxima seguridad, emplazada en una isla en Estados Unidos)?, “allí hay días de visita”.

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Por otra parte Haesbaert afirma que los sujetos territorializan y que ellos son lo que viven en distintas territorialidades. Él habla de “sujetos sociales en territorialización” (Haesbaert 2011:61, mi resaltado), ¿se refiere a que los actores son los que "se anclan" al territorio, al espacio constituido por las relaciones de poder? ¿No sería más apropiado decir “sujetos sociales que territorializan”16? Para indicar que los actores son los que crean el territorio a través del ejercicio o resistencia al poder…. Este cambio de preposiciones no es una diferencia menor, ni un matiz de traducción, puesto que en otros escritos también se aprecia esta visión: “A un nivel más personal, tal vez la multiterritorialidad, estrictamente hablando, sea una condición en la cual nos encontramos realmente capacitados y somos libres no solamente para vivir territorios profundamente distintos, entrando y saliendo de ellos cuando queramos, pero, sobre todo, para construir otros, fruto de una articulación personal, produciendo, así, muchos más múltiples y ‘únicos’ territorios –únicos, aquí, en el sentido de articulación o de la combinación singular que ellos promueven.” (Haesbaert 2004:360-361). Así mismo, indica que “la multi o transterritorialidad también debe ser vista, sobre todo, dentro de un movimiento de entrada, de salida y, por lo tanto, de tránsito entre diferentes territorios.” (Haesbaert 2011:65). Queda claro que su interés recae sobre la territorialidad (y sus variantes) como un proceso desde el actor, una facultad de actuar17, o mejor dicho, una condición del vivir18 (Haesbaert 2004). “[E]l ser humano es capaz de ‘producir y habitar más de un territorio’ (Barel 1986:135 citado por Haesbaert 2004:344), lo que implica ‘un fenómeno de multipertenencia o superposición territorial’ (Ibíd.: 344). Esta “diversidad territorial in situ”, ejemplificada por el autor con las grandes ciudades donde existen barrios con varios grupos sociales, de distinta pertenencia étnica, conviviendo (Haesbaert 2011:63) es la que me interesa, puesto que allí es donde en un espacio acotado coexisten distintas maneras de usar el espacio, de hacer territorio. Cabe destacar que la “diversidad territorial in situ” es factible de darse en la ligada tanto a la modernidad como a la posmodernidad, porque esta distinción está dada por las características de los territorios articulados.

Palabras finales La relación espacio y tiempo es un eje crucial en determinaciones filosóficas (por lo tanto políticas e ideológicas) que suelen anclarse de manera masiva, profunda, en las sociedades y por lo tanto pasan inadvertidas o desproblematizadas. Al tomar la territorialidad como prácticas para la afectación espacial, se toma como un problema espacio-temporal, pues estas prácticas se desarrollan en un plano temporal (tienen una duración) y en un (doble) plano espacial (lugar de origen y lugar afectado). Este aspecto puede relacionarse con la escala de realización (duración de la práctica y localización del agente realizador) y una escala que 16

Raffestin denomina de esta manera esta relación. Aunque matices, no deja de ser importante que Haesbaert define el territorio como “una relación social mediada y modelada en/por la materialidad del espacio” (2004:350), en tanto que Raffestin la define de otra manera, pues para él estaría “formada por relaciones mediatizadas, simétricas o asimétricas respecto a la exterioridad 18 Refiriéndose a la cantidad “creciente de personas que viven en la más precaria territorialización o, en otras palabras, más incisivas, en la más violenta exclusión y/o reclusión socioespacial” (Haesbaert 2004:372) 17

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llamaré programática (donde el tiempo es el contexto -del actor y la práctica- y el espacio es el objetivo). La identificación de estas escalas, sobretodo la programática, constituye un aspecto crucial en el análisis de la territorialidad. Por otra parte, la modernidad adquiere relevancia en el tratamiento del territorio a través de los procesos identitarios, relación conceptual evidenciada en la indicación, ya citada, de que los espacios que se consideran propios se marcan simbólicamente (Claval 2011:304), con transformaciones espaciales que tienen consecuencias en la vida cotidiana de las personas; Haesbaert vincula los procesos de (re)territorialización (siguiendo a García Canclini 1990), como “entradas y salidas de la modernidad”. Esta propuesta, además, tiene el condimento de que “la modernidad” es conceptualmente ambigua y temporalmente amplia: ¿Abarca la actualidad? Parcialmente, pues también vivimos en un “momento posmoderno”. ¿Cuándo empieza? Según algunos en el siglo XVI, en otras visiones en siglo XVIII con la Revolución Francesa ¿Dónde se origina, en España y América, o en los países de Europa septentrional? Estas respuestas (y preguntas) varían según lo que se conciba como modernidad ¿Cuál es la condición moderna? Los inicios del sistema mundo-moderno se confunden, también, con el origen del capitalismo (Mignolo 2004). Como visión más tradicional se encuentra el trabajo de Marshall Berman, que sostiene que la modernidad es “una forma de experiencia vital [que] une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos en una vorágine de perpetua desintegración y renovación” (Berman 2010:1); el autor identifica tres fases, la primera correspondiente al período entre los siglos XVI al XVIII, pero la voz arquetípica de esta fase es Rousseau. La segunda fase “comienza con la gran ola revolucionaria de la década de 1790” (Ibíd.:2) y la tercera la identifica con siglo XX. En la primera fase, la modernidad no es mayormente percibida y, de hecho, se le presta poca atención; quizás se trataría de un antecedente histórico para generar la ideología propiamente moderna que se desarrolla durante la segunda fase, caracterizada por concepciones en las que lo contrario es constitutivo y en las que el futuro se desea realizar en el presente, dado que el progreso es la motivación principal (Ibíd.:133). Berman describe “la tendencia de la modernidad a hacer que todo sea nuevo: la vida moderna del año próximo tendrá un aspecto diferente a la de éste, aunque ambos sean parte de la misma época moderna; pero el hecho de que no se puede entrar dos veces en la misma modernidad hará que la vida moderna sea particularmente escurridiza y difícil de captar” (Ibíd.:142). En este sentido el “abrumador sentido de la fragmentación, de lo efímero y del cambio caótico” (Harvey 1990:26) aboga en “la condición transitoria de las cosas [que] hace difícil la conservación de un sentido de continuidad histórica” (Berman 2010:126-127), espacialmente este proceso se da cuando el estado moderno irrumpe en el espacio, cortando los antiguos usos y relaciones. Por otra parte, Walter Mignolo, al relacionar directamente la modernidad con la colonialidad toma de manera contundente a la conquista de América como el comienzo del sistema mundo-moderno, pues allí se instaura la relación de poder que la caracteriza: “El colonialismo es la mala conciencia del imperialismo; la colonialidad, el lado oscuro y necesario de la modernidad” (Mignolo 2004:30). La visión de Mignolo es oportuna aquí, pues propone el desarrollo de lo que llama “un pensamiento otro”, que permitiría “superar la limitación del

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pensamiento territorial (es decir, la epistemología monotópica de la modernidad), cuya victoria fue posible gracias a su poder de subalternizar el conocimiento ubicado fuera de los parámetros de las concepciones modernas de la razón y la racionalidad” (Ibíd.:131). Considero que estas palabras deberían extenderse a los territorios ajenos al moderno estatal, donde la oportunidad de multiterritorialidades haría posible la (co)existencia de “territorios otros” (para ponerlos en estos términos). La posibilidad de realización de territorialidades alternativas a la estatal (no solo paralelas, sino también que la crucen, la nieguen o simplemente no la tomen como base) debe estar presente en los análisis espaciales, sobre todo en aquellos que provienen de la Antropología, ya que es allí donde se encontrará la diversidad territorial. Quizás, y siguiendo las propuestas de Haesbaert y Mignolo, podría pensarse que las entradas y salidas de la modernidad se definen al enmarcar las prácticas territoriales en el esquema de poder y colonialidad o no, mediante otro que esté fuera de esta lógica, en otra que enfatice, por ejemplo, el ciclo reproductivo de los animales, las relaciones culturales de afinidad (sustentadas casi siempre por lazos familiares) y la historia valorada por la comunidad19. En mis tres casos (ganaderos, estado y empresa minera) se crean distintos tipos de territorios, apelando cada uno a diferentes acciones territoriales (aunque a veces unos se sirven de otros). Creo que es posible considerar la multiplicidad como una versión de lo diverso, de lo mutante.

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En este sentido podría tomarse el caso de la Feria Binacional de Camélidos, analizada en otros trabajos (González 2012, 2014; González, Bergesio y Golovanevsky 2014). La fundamentación de esta feria fue el pasado común de las poblaciones hoy localizadas a ambos lados del límite argentinoboliviano. Lamentablemente, este caso excede los límites de este trabajo.

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Territórios”

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