Texto julio 2016 verano caníbal

June 2, 2017 | Autor: Fabian Ruiz Soriano | Categoria: Cinema
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La historia del caníbal comienza con un error. Cual si fuera Yucatán, en noviembre de 1942 Colón confundió una palabra en arawak y, con su etimología bastarda, volvió antropógafos a los habitantes del Caribe y los sumó a la dinastía de Gengis Khan.
La segunda conexión no es irracional: una de las intenciones del Imperio español era reclutar fieles para reconqusitar Jerusalém; el viaje de Colón planeaba llegar a las antípodas del reino y desde ahí ganar creyentes que ayudarían en la última Guerra Santa. La prueba son las cartas escritas por la Corona al Rey de China, en las cuales solicitaban su ayuda en esta empresa.
La primera conexión —la antropofagia— se convirtió en un movimiento político y justificador del avance imperial español. A partir de ese noviembre de 1492, comienza la conquista —simbólica y real— de las tierras ultramarinas por medio de un binomio que permitió la invasión cultural, religiosa y militar: el indio o es un noble salvaje o un canibal ferox. El primero debe llevarse a la buena de Dios con sermones sobre su ser pecador (i.e., no es su culpa no haber nacido en el seno cristiano y ser ignorante); el segundo será obligado a arrodillarse con el arcabuz.
El antropófago ha existido desde el principio de Occidente: Saturno, los cíclopes, el cinocéfalo. Sin embargo, parece que es hasta el siglo XVI que se crea el concepto de "humano que humano" de manera repetida y esquematizada. El quid de este concepto era establecer los límites de quién era hijo de Dios y quién no. Ya Bartolomé de las Casas había argumentado sobre la presencia del alma en estos habitantes de las antípodas. De eso no cabía duda: sí, existían descendientes de Adán en esas tierras lejanas. Pero no todos.
El dictado de la Corona aprovechó ese recoveco metafísico: indio edénico, pacífico, que come tortilla y frijoles, pasó a ser súbdito del Imperio; tenía derecho a la vida, al bautismo, a la libertad y al orden social. El indio aguerrido, caníbal y rebelde puede ser masacrado, vendido y esclavizado.
La lógica es: si es caníbal, rompe la natura, va en contra sentido del plan de Dios. Por lo tanto, es legítimo (y hasta necesario) excluirlo del Reino en la Tierra. La mera acusación o la mínima sospecha justificaba el modo de conquista: del dominico regañón al bucanero matador. Obvio es que muchísimos pillajes creaban una lógica viciosa: son caníbales, los masacramos; la prueba de que son caníbales es que los masacramos. Nadie comete falta; todo está dentro de las reglas. El abecé del poder.
América se va canibalizando y, por tanto, conquistando con pólvora. Lo que está en juego no es la filiación biológica entre conquistadores y nativos, sino la aceptación en el proyecto civilizatorio. Nunca se pierde vista que el caníbal es también humano, pero al estar en una lógica insalvable (una cultura, aparentemente, inconmensurable con la cristiana), deben ser eliminados. Si no, se volverían un cáncer que debilitaría los pasos firmes del Reino en la Tierra, a.k.a., el Imperio español.
El caníbal se vuelve un protagonista en el imaginario occidental de los siglos XVI y XVII: es la primera vez que se enfrenta a lo realmente otro, a una serie de humanos que no comprende, pero hace que entren, a regañadientes, en su escatología. Es la niñez de la etnografía.
Falta una transformación. Con el sisma protestante y después con el calvinista, empezó la discusión teológica sobre la realidad de la transustanciación. Mientras que los seguidores de Calvino tildaban a los católicos romanos de fanáticos al creer que efectivamente comían la carne de Cristo, los papistas reviraron con un argumento de antípodas: el canibalismo ritual, esquematizado y general es el reverso malévolo de la hostia. Se le entiende como una perversión pero que confirma el dogma: los indios son ignorantes pero intuyen, por medio del acto de comerse la carne de otro similar, que Cristo permanece en la tierra en forma de carne y sangre con la máscara del pan y el vino.
Aquí, el caníbal permite asimilar el allá fantástico y salvaje con el aquí familiar, y establece una línea de continuidad entre la civilización europea y la barbarie. La adjudicación, que al principio era de antropología, se vuelve región teológica. El Nuevo Mundo es una confirmación del Imperio, sólo que al revés. El demonio confirma la existencia del dios.
La figura del caníbal es central en el imaginario europeo. La percepción que se ha tenido de este "monstruo" en el cine se ha negativizado por una cuestión de "buenas maneras". Las películas de antropófagos entran en la categoría de explotation, no son cine serio y no aportan ningún entendimiento de la profundidad del humano. La presencia del gore y la violencia extrema han hecho que este tipo de películas queden relegadas a la serie B. Y no que eso sea malo.
En Kinotecnia, estamos convencidos que, como en la antropología y en la historia, hay que revalorizar los discursos que atraviesan al caníbal, dejar de verlo como un figura de amenaza y más como el reflejo de las expectativas y miedos de Occidente. La reflexión es inminente en un país como el nuestro, donde la mayoría de sus habitantes son mitad "caníbal" y mitad conquistador.
Comenzamos con un clásico, Canibal Holocaust (Deodato, 1980). Esta película fue censurada desde su inicio porque, además de presentar un tema tabú, inauguró el mockumentary: se vende cual si fuera un documental. En nuestros tiempos post Blair Witch Project ya no somos tan ingenuos, pero no entenderíamos el juego ficcional del found-footage sin la aportación de Canibal Holocaust.
Seguimos con Di Yu Wu men (Tsui, 1980). La traducción del título es Vamos a comerte, aunque algún distribuidor con sentido del humor capulinesco la tradujo como Cole cole que te como. Amén del racismo, esta película de Hong Kong cae fuera de la tradición que trazamos en esta introducción. Sin embargo, será interesante verla por la mezcla que tiene: caníbales, comedia y kung fu. Quedará para el debate la verdadera inspiración de esta película: las leyendas de antropofagia en la Gran Hambruna de la República Popular China durante el régimen de Mao.
Continuamos con Ravenous (Bird, 1999). Mitades del siglo XIX, Guerra México Americana, las partes más heladas de California, Guy Pierce, Robert Carlyle y un demonio algonquino: Wendigo. La película regresa a nuestro eje: el canibalismo en el borde de lo civilizatorio. Sólo que ahora, el antropófago tiene "poderes", deja de ser amenaza simbólica para convertirse en el verdadero lobo del hombre. La sangre no se hace del rogar.
Terminamos el ciclo con una producción atípica en el cine mexicano Somos lo que hay (Grau, 2010). El conflicto es la muerte del patriarca, proveedor de carne humana para una familia hermética y antropófaga. El hijo mayor, bastante tibio, tiene que emprender la tarea de conseguir la cena. La cinta es una mezcla con cine policiaco y una producción notable de nuestro historia reciente en el cine. Esta cinta es el laboratorio de la visión mestiza sobre el caníbal. Sin alacaras, sin tesis, Somos lo que hay quiere (y lo logra) contar una historia.

Bonus: nuestro caníbal doméstico también tiene su película, en la mejor tradición del video home nacional. Chéquenla aquí.

Este texto fue hecho siguiendo muy de cerca a Paolo Vignolo y su artículo "Hic sunt caníbales" (Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura (32), pp. 151-188).

Lecturas complementarias
Moros Peña, Manuel, Historia natural del canibalismo¸ Madrid: Nowtilus, 2008
Obeyesekere, Gananath, Cannibal Talk, Berkeley: University of California Press, 2005.
Pancorbo, Luis, El banquete humano, México: Siglo XXI, 2008.



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