Tránsitos

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Tránsitos

María Isabel Cabrera Manuel

En un libro, como en cualquier otra cosa,
hay líneas de articulación o de segmentaridad,
estratos, territorialidades; pero también líneas
de fuga, movimientos de desterritorialización
y de desestratificación.
Gilles Deleuze y Félix Guattari

Quizá una de las actividades que más generalizadamente nos une a todos, es el tránsito. La razón por la que comienzo con este epígrafe de Deleuze y Guattari, es el énfasis que su pensamiento pone en el espacio, ya que es al interior del espacio que se da la vida. Este concepto fundamental nos conduce de manera natural y necesaria al de movimiento, un movimiento que requerimos pensar de manera diferente si lo que deseamos es tener una idea más profunda de lo que implica el tránsito. Pero, ¿qué significa transitar? Más allá de los diccionarios o la etimología, la idea de tránsito implica conceptos fundamentales: lugar, desplazamiento, tiempo, espacio, dirección, orientación, cambio, deseo, etc.
En una ciudad, de la más pequeña a la más grande, el tránsito es un requisito indispensable. No nos encontramos, en términos del tránsito, en una situación tipo Macbeth: ¿transitar o no transitar? Aquí no hay dilema, simplemente transitamos, se trata de una necesidad. Debido a que participamos en la dinámica de los espacios que habitamos, transitar en ellos, fuera de ellos, con ellos o a través de ellos, es una cuestión ineludible. De alguna manera todos estamos sujetos al tránsito. Quienes caminan, los que conducen, los que usan el transporte público, los que ruedan, incluso los quienes permanecen en el mismo lugar; todos nos encontramos transitando y, con ello, estableciendo relaciones con otras personas, otros seres y nuestro entorno.
Ya que el tránsito es una dinámica tan generalizada, es también una actividad sumamente compleja aunque natural para nosotros. Es por eso que necesitamos una lúcida y creativa reflexión en torno a esta cuestión; si somos capaces de pensar en torno a la forma en que transitamos, estaremos en la posibilidad de generar nuevas estrategias de tránsito, más sanas, más incluyentes, más eficientes o divertidas incluso.
Una de las problemáticas más comunes relacionadas al tema, es que solemos pensar en el tránsito como una cuestión que incumbe sólo a los autos. Pero los vehículos motorizados son apenas una fracción (menor, aunque a veces no dé la impresión) de quienes transitan. Ante todo, somos peatones. Partiendo de esta circunstancia atómica que es un individuo trasladándose de un lugar a otro, es que quizá podamos ver el mapa desplegado en toda su extensión y no sólo las rutas que nos interesan. Pero para lograr abrirnos a estas perspectivas, tenemos que dejar de pensar sólo en lo que es más conveniente para uno mismo y percatarnos de que una ciudad es un espacio para todos, y que en ese sentido, cada persona tiene la posibilidad de ensayar formas propias de transportarse.
En nuestra ciudad, poseedora de una geografía particularmente llana, de hermosos paisajes y cielos para disfrutar, la bicicleta y la caminata, por ejemplo, son alternativas de tránsito ideales; sin embargo, a un número cada vez mayor de automovilistas todavía les es difícil pensar en el ciclista, el peatón, o quien patina como individuos con igual derecho de transitar las calles. Medidas alternativas de tránsito, como la bicicleta y otras formas ambientalmente amigables no son sólo buenas alternativas para los paseos recreativos, sino para el desplazamiento habitual en la ciudad, convirtiéndose en una necesidad. Afortunadamente Aguascalientes cuenta con un alto promedio de ciclistas en comparación con otras ciudades mexicanas; este número puede seguir aumentando si las políticas públicas y la iniciativa civil continúan reforzando esta forma de transitar, protegiendo al peatón y al ciclista, generando espacios seguros para su desplazamiento, pero ante todo, promoviendo la conciencia y el respeto que todos nos debemos como ciudadanos.
El respeto es un punto crucial en cuestión de tránsito. Aún cuando cada persona tiene necesidades particulares, medios distintos y formas diferentes de desplazarse, el espacio, condición primera del tránsito, es un espacio común, compartido. Cada individuo tiene la capacidad de entender y vivir el espacio a su manera, y por lo tanto de trasladarse como guste; pero es fundamental que seamos capaces de ver que somos muchos los que hacemos esto, en el mismo lugar y al mismo tiempo, por lo que el respeto debe ser una guía mucho más poderosa para orientarnos al transitar que una indicación vial o un semáforo. El tránsito tiene que dar espacio a todos, y los que transitamos somos en gran medida responsables de que esto sea factible. Tristemente, no siempre es así; un ejemplo es que Aguascalientes es una de las ciudades con mayor promedio de topes, pero ¿por qué es esto necesario? Se trata de un problema de respeto –o falta de- entre todos los que transitamos.
Aparte de una necesidad de primer orden, transitar es también una de las formas más efectivas y genuinas de apropiarnos los espacios, de hacer nuestra la ciudad. Es por ello que, como parte de la ciudad, debemos hacernos conscientes de esta circunstancia para pensar y generar formas emergentes de tránsito que, en la medida en la que respeten las leyes de convivencia básica, también nos permitan habitar la ciudad de una manera más completa y genuina. Transitar siempre en un solo medio, por las mismas rutas y lugares de la misma forma, es evitarnos la posibilidad de reconocer los espacios que nos constituyen y de conocernos en relación a los espacios que habitamos. Transitar una ciudad es al mismo tiempo hacerse parte de ella, de sus problemáticas, necesidades y posibilidades: transitar es explorar, conocer y reconocer los espacios, a las personas y, por supuesto, a nosotros mismos.
Es más que evidente que no hay una sola forma de ser, en consecuencia, hay mil maneras de transitar. Idealmente, transitar debería significar ampliar nuestros horizontes, no reducirlos. Desarticulemos nuestras rígidas rutas, para que cuando transitemos vayamos realmente hacia otro punto. Que el tránsito por nuestra ciudad (y por las otras que tengamos la fortuna de conocer) de cuenta de nuestra mejor forma de vivir, de sentir y de pensar.

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