\"Un cósmico temblor de escalofríos\" RILCE.pdf

May 24, 2017 | Autor: Isabel Sainz Bariain | Categoria: Literature, Poesía, Literatura Española Del Siglo XX, Miguel Hernandez
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REVISTA DE FILOLOGÍA HISPÁNICA PAMPLONA. ESPAÑA / FUNDADA EN 1985 POR JESÚS CAÑEDO E IGNACIO ARELLANO ISSN: 0213-2370 / 2013 / VOLUMEN 29.1 / ENERO-JUNIO

DIRECTOR / EDITOR Víctor García Ruiz UNIVERSIDAD DE NAVARRA [email protected]

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CONSEJO ASESOR Y CIENTÍFICO EDITORIAL ADVISORY BOARD / / Ignacio Arellano Esperanza López Parada UNIVERSIDAD DE NAVARRA

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Redacción y Administración Edificio Bibliotecas Universidad de Navarra 31009 Pamplona (España) T 948 425600 F 948 425636 [email protected] unav.es/rilce Suscripciones Mariana Moraes [email protected] Edita Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, S.A. Carretera del Sadar, s/n Campus Universitario 31009 Pamplona (España) T. 948 425600 Precios 2012 España 1 año, 2 números / 16 € Número suelto / 13 € Unión Europea 1 año, 2 números / 33 € Número suelto / 16 € Diseño y Maquetación Ken Imprime GraphyCems D.L.: NA 0811-1986 Periodicidad: semestral Abril y octubre Las opiniones expuestas en los trabajos publicados por la Revista son de la exclusiva responsabilidad de sus autores.

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RILCE ES RECOGIDA REGULARMENTE EN: . ARTS AND HUMANITIES CITATION INDEX . SOCIAL SCIENCES CITATION INDEX . SOCIAL SCISEARCH . JOURNAL CITATION REPORTS / SOCIAL SCIENCES EDITION (WEB OF SCIENCE-ISI) . MLA BIBLIOGRAPHY (MODERN LANGUAGES ASSOCIATION) . IBZ (INTERNATIONAL BIBLIOGRAPHY OF PERIODICAL LITERATURE ON THE HUMANITIES AND SOCIAL SCIENCES) . IBR (INTERNATIONAL BIBLIOGRAPHY OF BOOK REVIEWS OF SCHOLARLY LITERATURE ON THE HUMANITIES AND SOCIAL SCIENCES) . ISOC (CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES) . LLBA (LINGUISTIC AND LANGUAGE BEHAVIOUR ABSTRACTS) . SCOPUS (ELSEVIER BIBLIOGRAPHIC DATABASES) . PIO (PERIODICAL INDEX ONLINE) . THE YEAR’S WORK IN MODERN LANGUAGE STUDIES RILCE HA OBTENIDO DE LA FUNDACIÓN ESPAÑOLA PARA LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA (FECYT) EL SELLO DE CALIDAD EDITORIAL Y CIENTÍFICA QUE LA ACREDITA COMO PUBLICACIÓN EXCELENTE

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REVISTA DE FILOLOGÍA HISPÁNICA 2013 / VOLUMEN 29.1 / ENERO-JUNIO / ISSN: 0213-2370

Ana CALVO REVILLA Las perplejidades de la posmodernidad en el pensamiento de José Jiménez Lozano

5-24

John P. GABRIELE Teatralidad y terrorismo en Los amantes del demonio de Alberto Miralles

25-35

María Isabel LÓPEZ MARTÍNEZ Neruda, lector de literatura norteamericana

36-56

Juan Miguel MONTERRUBIO PRIETO Aproximación a la lengua del “Libro decimosesto” de los Comentarios de erudición, de Bartolomé Jiménez Patón: aspectos generales, grafías, fonética y morfología

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Jesús MONTOYA JUÁREZ Escrituras de lo virtual en la narrativa hispanoamericana del siglo XXI: la utopía aterradora en Edmundo Paz Soldán, Gabriel Peveroni y Andrés Neuman

76-98

Annelies OEYEN La caminata urbana construye espacios literarios: un análisis de “Cuando aparecen Aquéllos” de Marcelo Cohen

99-114

María José PUNTE Locus amoenus de la contemporaneidad: la isla como metáfora de la escritura

115-35

María do Cebreiro RÁBADE VILLAR Lágrimas de placer: la poética del llanto en La hija del mar de Rosalía de Castro

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Selena SIMONATTI Sacar la nariz del brazo: un remedio autoplástico

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María José TOBAR QUINTANAR Acerca de la edición príncipe del Discurso de todos los diablos de Quevedo

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RESEÑAS / REVIEWS

Caballé, Anna, e Israel Rolón. Carmen Laforet: una mujer en fuga. Virginia Marín Marín

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Dasilva, Xosé Manuel, ed. Perfiles de la traducción hispano-portuguesa, III. Adriana Martins Frias

189-93

Díez de Revenga, Francisco Javier, y Mariano de Paco, eds. Un cósmico temblor de escalofríos: estudios sobre Miguel Hernández. Isabel Sainz Bariain

193-98

Ferri Coll, José María, y José Carlos Rovira, eds. Parnaso de dos mundos: de literatura española e hispanoamericana en el Siglo de Oro. Karine Felix Delmondes

198-201

García Agustín, Óscar. Discurso e institucionalización: un enfoque sobre el cambio social y lingüístico. María Isabel Martínez López

201-07

Olivares, Julián, ed. Eros divino: estudios sobre la poesía religiosa iberoamericana del siglo XVII. Tatiana Alvarado Teodorika

208-17

Padilla, Ignacio. La isla de las tribus perdidas: la incógnita del mar latinoamericano. Tomás Regalado López

217-20

Santana Fernández de Castro, Astrid. Literatura y cine: lecturas cruzadas sobre las “Memorias del subdesarrollo”. Jaume Peris Blanes

221-26

Torremocha Hernández, Margarita. La mujer imaginada: visión literaria de la mujer castellana del Barroco. Ana Zúñiga Lacruz

226-29

Whitley, M. Stanley, y Patricia V. Lunn. Teaching Spanish Grammar with Pictures: How to Use William Bull’s “Visual Grammar of Spanish”. Goretti Prieto Botana

229-32

Williams, Raymond Leslie. A Companion to Gabriel García Márquez. Alejandro de J. Loeza Zaldívar

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INSTRUCCIONES A LOS AUTORES. NORMAS EDITORIALES Y ESTILO

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SOBRE EL PROCESO DE EVALUACIÓN DE RILCE

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reseñas reviews

Caballé, Anna, e Israel Rolón Carmen Laforet: una mujer en fuga. Barcelona: RBA, 2010. 521 pp. (ISBN: 978-8498677676) La biografía de Carmen Laforet está presente en cada una de sus novelas; desde los personajes hasta los espacios y las acciones. Ella siempre negó la importancia de la biografía en la literatura y sin embargo sus escritos están inundados de los sentimientos y pensamientos personales de la escritora. “Cayó en la trampa de pensar que una literatura hondamente autobiográfica, como la suya, era, precisamente por ello, de naturaleza inferior a la verdadera creación”. En Carmen Laforet: una mujer en fuga, Anna Caballé e Israel Rolón presentan con verosimilitud una prudente indagación en la vida de la novelista catalana, sirviéndose de distintas fuentes testimoniales. Las cartas enviadas por la propia escritora a CarRILCE 29.1 (2013) ISSN: 0213-2370

men Conde o a Ramón J. Sender, y entrevistas realizadas a personajes de su entorno, como su íntima amiga Dolores de la Fe o sus sobrinos Concha y Juan José Laforet, constituyen las herramientas necesarias para reconstruir la verdadera historia de la autora de Nada. Esta biografía no sólo compone, como otras, el relato de la trayectoria personal y profesional de una escritora, sino que a su vez muestra con cercanía y realismo cómo la vida y la ficción literaria son dos mundos que a menudo están íntimamente ligados. Los autores quieren dar voz a todo aquello que se esconde bajo el silencio de Laforet. Nada no sólo es el reflejo crítico de la España franquista de aquellos años, sino que a su vez, y en primer lugar, es la vida y la experiencia real de una joven que ve cómo todos sus sueños e ilusiones son destruidos por un mundo de prohibiciones. A partir de este primer gran triunfo, 187

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que los autores no dudan en llamar autobiográfico, Carmen Laforet vivirá en una constante huida de una escritura que le ha conseguido el reconocimiento y a la que se verá “obligada” a dedicarse sin la libertad que ella hubiera deseado. A lo largo de los años, Carmen Laforet ha inspirado numerosas biografías. Todas ellas han acercado a sus lectores a las raíces familiares de la escritora. Asimismo, han recordado la imagen de una mujer joven que sorprendió a un amplio círculo de literatos e intelectuales escribiendo la mejor novela del momento. Su trayectoria personal y profesional junto al periodista y crítico literario Manuel Cerezales tampoco pasó desapercibida. Algunos de los que se han detenido a reconstruir la vida de Carmen Laforet han establecido un estrecho paralelismo entre su autobiografía y el perfil de sus personajes. E incluso han retratado a una escritora distraída y depresiva, que con frecuencia abandonaba su compromiso literario y se escondía detrás de un silencio enigmático. Sin embargo, Anna Caballé e Israel Rolón, en este minucioso trabajo, tratan de despejar todas las incógnitas que habían quedado sin resolver, y completan el relato de la que ellos describen como “una mujer en fuga”. Siempre se pensó que el apoyo indiscutible de su público lector animó a la escritora a continuar creando nue188

vas historias y sorprendentes personajes. Pero nadie hasta el momento llegó a realizar una investigación tan tenaz, que parece mostrar los auténticos sentimientos de la novelista catalana. Carmen Laforet fue una mujer que optando constantemente por la fuga y huyendo de la profesión de escritora, se convirtió en una novelista exitosa. Huía de un interior que la atormentaba y sin encontrar la salvación iba de un lado a otro en busca de lo efímero. Los miedos y la necesidad de refugiarse de todo lo que su brillantez literaria la perseguían, la acompañaron hasta el final de sus días. Carmen Laforet no gozaba del éxito abrumador que había despertado en la España del momento, sino que la asustaba. Desde el éxito inesperado de Nada tuvo que soportar el peso de una estrecha relación entre la historia y su propia vida. Además, ya no contaba con el apoyo de su familia. Ni su padre ni su abuela recibieron con agrado el retrato que había realizado de ellos en su primera novela. Laforet viviría en lo sucesivo en una tensión permanente entre el ser y el deber ser. Ni ella fue consciente de lo que había escrito ni del talento que poseía. En medio de tanto furor y atracción, ella tan solo deseaba que se olvidaran de su primera novela. Quería recuperar su vida y su libertad. La imagen que todo el mundo tenía de Carmen como la escritora de Nada, lanzaba cadenas sobre su libertad cre-

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adora. Esto era lo que la angustiaba y la encerraba en una soledad y un vacío interior insufribles. Sin embargo, este silencio que convirtió a Laforet en un enigma, no nació de un premio inesperado, un éxito arrollador y una incapacidad de hacer frente a la escritura. Las distintas fuentes sobre las que se apoya Carmen Laforet: una mujer en fuga, demuestran que la autora de Nada siempre afrontó cada una de sus frustraciones a través del silencio. La traumática experiencia con la nueva esposa de su padre, Blasina La Chica, o la asfixiante vigilancia a la que estuvo sometida en Barcelona junto a su tía Encarnación, fueron años en lo que Carmen optó por el silencio y la resignación. Del mismo modo, el matrimonio con Manuel Cerezales, un hombre que fiscalizó cada uno de sus escritos, también lo vivió bajo el silencio. Esta nueva biografía descubre con cercanía los rasgos que mejor describieron a Carmen Laforet tras recibir el Premio Eugenio Nadal; inseguridad, decepción y frustración ante sus composiciones, y miedo a la soledad. El estilo empleado es muy personal. Ello permite observar la complicidad, la ternura y la empatía que los autores sienten hacia la novelista. Así se observa en el uso de los numerosos adjetivos apreciativos que se encuentran esparcidos a lo largo del discurso.

Asimismo, intercala constantes interrogaciones retóricas que reflejan la subjetivad de quienes están relatando la biografía. Cada vez que dan paso a una nueva etapa de Carmen Laforet, comentan un suceso o presentan a uno de los personajes que la rodearon, una comprometida pregunta retórica revela la inquietud por comprender a su sujeto de estudio. Virginia Marín Marín Universidad de Navarra [email protected]

Dasilva, Xosé Manuel, ed. Perfiles de la traducción hispano-portuguesa, III. Vigo: Editorial Academia del Hispanismo, 2010. 204 pp. (ISBN: 97884-96915-23-7) Perfiles de la traducción hispano-portuguesa, III es el nuevo volumen organizado por Xosé Manuel Dasilva y publicado, con un intervalo de dos años con respecto al último tomo, por la editorial Academia del Hispanismo. Dasilva, profesor de la Universidad de Vigo, reúne en los tres volúmenes editados varios estudios que constituyen un apoyo para la traducción entre el español y el portugués, lenguas hermanas que, por desgracia, en muchas ocasiones parecen demasiado distantes. En esta tercera entrega, el editor escoge la misma división tripartita que

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empleó en las otras dos anteriores: una primera parte titulada “Estudios”, en la que se encuentra una compilación de seis artículos sobre asuntos relacionados con la traducción de la literatura hispano-portuguesa; una segunda parte bajo el título de “Textos críticos clásicos”, donde se rescatan seis textos de diferentes épocas (desde el siglo XVI hasta el siglo XX) relativos al tema tratado; y finalmente un apartado con el nombre “Comentarios bibliográficos”, compuesto por dos artículos escritos por el editor en los que analiza críticamente dos traducciones: una de la obra de Guerra Junqueiro, Os simples y la otra del poemario de Murilo Mendes, Tempo Espanhol. Así pues, la primera parte comienza con el artículo de Ana Hermida Ruibal titulado “Acera de la relevancia de los aspectos culturales al traducir desde el portugués” en el que la autora muestra algunos ejemplos de diferencias culturales entre España y Portugal que son, sin duda, fundamentales, debido a su gran utilidad, no solo para estudiantes de Traducción e Interpretación sino también para los propios docentes. Con el título “Fernando Pessoa, ¿lector de Diego Ruiz?”, Jordi Cerdà Subirachs escribe un artículo de estructura clara y ordenada, donde apunta la posibilidad de que Fernando Pessoa leyese al catalán Diego Ruiz, quien podría haber actuado como correa de transmisión de 190

Ernst March, siendo estos datos relevantes para la lectura de la obra del luso y, en concreto, para entender una de las posibles bases de su sensacionismo. María Jesús Fernández García ofrece con su estudio “Teatro bilingüe portugués y su traducción: el desafío de traducir una época” una reflexión sobre el teatro bilingüe portugués del siglo XVI y sobre sus traducciones al español. La autora analiza críticamente tres traducciones del teatro de Gil Vicente y dos del de Luís de Camões teniendo en cuenta dos aspectos: el propósito de los traductores para su texto final y las soluciones dadas por ellos al rasgo del bilingüismo. A pesar de la dificultad de encontrar una medida traductora que se acerque lo más posible a las características del texto original, Fernández García subraya la necesidad de que el bilingüismo sea tenido en cuenta para que el lector no solo obtenga una equivalencia lingüística en la traducción, sino también una aproximación al contexto en el que la obra fue escrita. “A propósito da tradução ao español de Tebas do meu coração, de Nélida Piñon” es el artículo aportado por María Magdalena Vila Barbosa que se aproxima a algunas de las obras de la brasileña Nélida Piñon traducidas al español y analiza en pormenor Tebas do meu coração: el texto original, la recepción en España y la traducción hecha por Ángel Crespo. Con este comentario, la autora persi-

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gue dar algunas pautas para el estudio crítico-descriptivo del subsistema de las traducciones de la literatura brasileña en España, llamar la atención sobre el número reducido de traducciones de literatura brasileña al español y reivindicar la labor del traductor, que rompe las barreras lingüísticas para acercar culturas diferentes. El texto de Rita Bueno Maia, “De cómo Lázaro de Tormes e o Diablo Coxo entraram em Portugal e como aí se apresentaram” se inserta dentro de un proyecto de doctorado sobre la recepción de la literatura picaresca española por el sistema literario portugués. Bueno Maia estudia la traducción del Lazarillo de Tormes y de El diablo cojuelo para mostrar, en primer lugar, el poder que tuvo la censura portuguesa sobre la recepción de obras extranjeras, probado por la ausencia de traducciones de estos dos libros hasta el siglo XIX. En segundo lugar, apunta que las traducciones del XIX de estas dos novelas son indirectas puesto que se presentan como productos procedentes de Francia. Señala la autora que, mientras que el siglo XX fue el momento en el que más se tradujo el Lazarillo de Tormes, El diablo cojuelo no corrió la misma suerte que la obra-prima de la picaresca española. Para acabar con esta primera parte, el editor incluye su trabajo “Algumas poesias em galego de Curros Enríquez traducidas para português” donde resalta la ad-

miración de este escritor por la literatura portuguesa y recorre bajo un punto de vista diacrónico las traducciones portuguesas de la poesía del gallego. Dasilva subraya la importancia de traducir la literatura gallega a la lengua portuguesa, promoviendo así su conocimiento y su propagación en el país luso. En la segunda parte de Perfiles de la traducción hispano-portuguesa III, se encuentra, en primer lugar, el prólogo de Simão Lopes para su traducción al portugués de la obra del castellano Alonso de Villegas, Flos Sanctorum (1598). Entre los tópicos de la captatio benevolentiae o de la falsa modestia, el traductor señala la relevancia de la traducción de esta obra, apunta algunas traducciones de obras portuguesas en castellano y llama la atención sobre el esfuerzo que el traductor realiza con su labor. Las relaciones entre las literaturas de España y Portugal son tratadas en los dos textos de Emilia Pardo Bazán y Unamuno: en “Vecinos que no se tratan” publicado en Almanach das Senhoras para 1885 (1884), la Pardo Bazán critica la ignorancia de Portugal con respecto a la literatura española y viceversa. Defiende la necesidad del trato entre estas dos culturas tan cercanas geográficamente y, a pesar de ello, tan distantes en lo que concierne a sus literaturas. Miguel de Unamuno escribe “Relaciones entre España y Portugal. La influencia intelectual”

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(Hispania, 1911) y apunta la fuerte influencia de Francia en Portugal, demostrada por la popularidad entre los portugueses de los libros en francés o traducidos de esa lengua. El autor también escribe que la literatura portuguesa es más conocida en España que la literatura española en Portugal, a diferencia del mutuo desconocimiento que anotaba Pardo Bazán en su artículo. Siguiendo de cerca el mismo asunto, se incluyen algunos extractos del trabajo de Sousa Vitero, A litteratura Hespañola em Portugal (1915) donde realiza una reseña bibliográfica de la actividad literaria peninsular de los siglos XVI y XVII. El poder que la lengua y la literatura españolas ejercían en Portugal es claro en esta época: Vitero explica cómo muchos de los hombres de letras portugueses usaban en sus obras no solo el español sino también los modelos de los escritores de la nación vecina para volverse conocidos en el mundo culto de aquel momento. Menciona incluso algunas traducciones hechas por portugueses al español de obras escritas en otras leguas como el latín, el francés o el italiano. En esta compilación, también se encuentra la breve introducción que Valentín de Pedro hizo para su traducción de la obra Tierra prohibida de Teixeira de Pascoaes (1920). El traductor presenta al poeta portugués y comenta su preferencia por dar más importancia al pensamiento y a la emoción de la poe192

sía simple de Pascoaes que a la retórica y a la poética. Por otro lado, se recopila el ensayo que escribió Juan G. Olmedilla, encargado de traducir al español las obras de Eugénio de Castro, para presentar el primer volumen de éstas, dedicado a Oaristos y a Horas (1922). En este texto, el traductor se queja de la ausencia de biografía y bibliografía del poeta coimbricense y por ello, resume el recorrido de su vida para destacar, entre otros aspectos, el papel de precursor e iniciador de la estética simbolista en Portugal que protagonizó con la creación de estas dos obras. Finalmente, Xosé Manuel Dasilva se ocupa de la tercera y última parte de este volumen, donde adjunta dos artículos dedicados al comentario crítico de dos traducciones al español de autores de habla portuguesa. El primero estudia la traducción que el dramaturgo y poeta Alejandro Casona realizó de la obra Os Simples escrita por el portugués Guerra Junqueiro. El editor de Perfiles de la traducción hispano-portuguesa otorga también bastante importancia a la consideración de Curros Enríquez con respecto a Guerra Junqueiro y a las traducciones que el poeta gallego hizo de las obras del luso. El segundo comentario da cuenta de la versión española hecha por Pablo Barco del poemario Tempo Espanhol escrito por el brasileño Murilo Mendes, uno de los poetas cen-

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trales del siglo XX en Brasil marcado por una fuerte vocación hispana, tal como demuestra a lo largo de su trayectoria literaria. Sin duda, este tercer tomo de Perfiles de la traducción hispano-portuguesa, junto con los anteriores, puede ser de gran interés para cualquier docente o traductor, pero debe ser obligatoriamente un punto de referencia para aquellos estudiosos atraídos por la traducción hispano-portuguesa o por la relación establecida entre la lengua y la literatura de estos dos países. Es necesario elogiar no solo al editor por la acertada decisión de organizar estos tres volúmenes sino también a aquellos que han participado en su configuración. Todos ellos contribuyen al acercamiento entre estas dos culturas, que todavía en la actualidad recelan aproximarse. Adriana Martins Frias Universidad de Navarra [email protected]

Díez de Revenga, Francisco Javier, y Mariano de Paco, eds. Un cósmico temblor de escalofríos: estudios sobre Miguel Hernández. Murcia: Fundación Cajamurcia, 2010. 368 pp. (ISBN: 978-84-95726-85-8) Los editores del presente volumen, Francisco Javier Díez de Revenga y

Mariano de Paco, explican en las páginas introductorias que recogen aquí las ponencias de un curso internacional organizado por la Universidad de Murcia en el año 2009. El motivo que impulsó dicho curso fue la cercanía de la fecha del centenario del nacimiento de Miguel Hernández, buena ocasión para “analizar y someter a revisión algunos aspectos capitales de la producción de tan singular escritor” (8). Las intervenciones de los especialistas comprenden una gran variedad temática, por lo que no es difícil imaginar lo heterogéneo que resulta este libro. Sin embargo, gracias a esta diversidad podemos ahondar en la figura del poeta de Orihuela, dado que cada ponencia se especializa en un aspecto concreto. Como se acaba de indicar, es complicado organizar este conjunto de trabajos debido a su variedad temática. Sin embargo, hay una característica común a todos ellos: tratan las cuestiones poéticas del autor sin separarlas de los aspectos biográficos: “En pocos casos es tan interesante la vida de un poeta contemporáneo para comprender su obra como en el de Miguel Hernández” (7). Con todo, cabe indicar que se procurará agrupar los estudios sobre Hernández siguiendo un criterio temático, de la siguiente manera: primero, se expondrán aquellas intervenciones sobre el poeta e Hispanoamérica; el siguiente

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bloque estará compuesto por las referidas a su vinculación con España y los intelectuales españoles; después veremos cómo le afectó la Guerra Civil; por fin, el cuarto y último bloque lo ocuparán las intervenciones que hablan de la proyección de Miguel Hernández después de su muerte. El continente americano supuso una gran fuente de inspiración para nuestro poeta. A pesar de sus dificultades, siempre le gustó leer y pudo disfrutar de la obra de Rubén Darío, Amado Nervo o Julio Herrera y Reissig. Estos tres maestros le enseñaron las claves del modernismo. Así lo demuestra José Marías Balcells en el artículo titulado “Miguel Hernández y el modernismo hispanoamericano”. Quizá el más relevante es Rubén Darío, como se aprecia en las páginas dedicadas a la relación entre ambos. Ocurre lo contrario con el uruguayo Herrera y Reissig, cuyos textos solo conoció a través de Pablo Neruda. Estas influencias quedan perfectamente reflejadas a lo largo del trabajo de Balcells. Si hablamos de la influencia ejercida por Neruda, debemos detenernos en el trabajo de Javier Herrero. En “¡Qué nido de botellas! Neruda y Hernández entre sangre y vino”, queda reflejada la estrecha relación entre ambos poetas. Al comparar sus biografías se hace patente algún rasgo en común, como por ejemplo su pertenencia a un estrato social bajo. Sin 194

embargo, Herrero deja de manifiesto las discrepancias vivenciales que hicieron del poeta chileno un indudable maestro para el alicantino. Con todo, el artículo concluye con la admiración mutua entre ambos poetas. Es un hecho conocido que las visitas de Rubén Darío y de Pablo Neruda a Madrid supusieron un enorme progreso para las letras españolas. Darío trajo consigo el modernismo y Neruda la poesía impura. Juan Carlos Rovira habla del “itinerario hispanoamericano”, ya que Hernández recorrió los versos de estos maestros para conseguir su crecimiento poético. El estudioso analiza en primer lugar la visita del nicaragüense, para conocer cómo afectó a Miguel el conocimiento de sus versos. Después, se hace hincapié en la amistad con el poeta chileno. Concluye el artículo con la alusión a otro posible itinerario que nos lleva a la influencia de Hernández en Hispanoamérica. Precisamente, el trabajo de Manuel Cifo González va por ese camino. Se titula “Difusión y estudio de la obra de Miguel Hernández en Cuba”. Indica la imagen que se proyecta en Cuba como poeta-pastor involucrado con el frente republicano de la guerra. Sin embargo, antes de ahondar en esta imagen, primero nos introduce en la presencia de la obra de Hernández en este país. Por lo tanto, comienza el trabajo con un breve re-

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corrido por las publicaciones que se han dedicado a Miguel Hernández. En la segunda parte, cuya extensión es notablemente mayor que la primera, se centra en la imagen del poeta en Cuba. En lo referente a su vinculación con España deberemos distinguir dos grupos a la hora de organizar esta amplia variedad temática. Por un lado, hay un conjunto de trabajos dedicados a la relación entre Hernández con los intelectuales españoles de su época, con sus amigos, familia, etc.; es decir, hablan del poeta y su contexto. Por otro lado, todas las investigaciones referidas a la literatura tradicional española reflexionan sobre la métrica y la adaptación a las nuevas corrientes literarias. Debemos detenernos en el estudio “Miguel Hernández y las poéticas del 27”, de Francisco Díaz de Castro. El objetivo es presentar aquellos momentos más importantes de la poesía hernandiana en relación con las poéticas del 27. De hecho, recorre las diversas etapas de Hernández que evoluciona a la par que va conociendo y descubriendo las nuevas corrientes literarias de su época. De este modo, asistimos a un proceso hasta El rayo que no cesa, periodo en el que se deja influir por los clásicos. Y otra gran evolución poética desde este poemario hasta Cancionero y romancero de ausencias, que es el momento en el que

alcanza su cima: se puede decir que ha encontrado su voz lírica. Juan Cano Ballesta en “Miguel Hernández y las artes plásticas: vuelta a las raíces telúricas”, ayuda a comprender mejor ese retorno a su tierra que experimentó al conocer la Escuela de Vallecas. Parte el artículo con el tópico sobre el poeta de comenzar a escribir sin apenas conocimientos literarios. Su afán por superarse lo llevó por diversos caminos, pero es gracias a la citada escuela que vuelve a mirar hacia su origen, su tierra. En el artículo se presenta la vinculación con estos artistas que son: Benjamín Palencia, Roberto Sánchez y Maruja Mallo. Si estamos interesados en conocer mejor el entorno más íntimo de Miguel, el trabajo de Gabriele Morelli sobre Josefina Manresa nos abre esa puerta. El artículo gira en torno a Josefina y la memoria del poeta. El autor expone con detalle dos encuentros que mantuvo con la viuda de Miguel y descubre una faceta desconocida de la vida del poeta a través de los ojos de su esposa. También es interesante explorar la relación de Hernández con otras dos mujeres: Carmen Conde y María Cegarra. En las páginas dedicadas a ellos, Virtudes Serrano da a conocer a través del epistolario cómo las autoras del drama Mineros influyeron en nuestro poeta a la hora de escribir Hijos de la piedra. En el artículo se analizan las

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vicisitudes en la relación del poeta con las dos mujeres y las que hubo entre ellas mismas. A lo largo del estudio se demuestra la vinculación entre ambas obras tanto al compararlas como por las referencias que aparecen en el epistolario existente de los años 1932 a 1935. José Luis Bernal Salgado en “Retórica y ausencia en la poesía última de Miguel Hernández” nos transporta a los últimos días del poeta. El trabajo se centra en el Cancionero y romancero de ausencias. El oriolano refleja en él su soledad desde la cárcel. Es un poemario pesimista cuya retórica continuamente hace referencia a su soledad y la gran ausencia que son su mujer y su hijo. Bernal también compara la retórica de sus poemas con las cartas que envió a su esposa desde prisión que reflejan mayor optimismo. Hay otro aspecto de la obra literaria de Miguel que resulta interesante estudiar: el motivo taurino: “La relación de Miguel Hernández con el mundo de los toros presenta tres aspectos o tres frentes distintos; de un lado, su vinculación con Los toros, tratado técnico e histórico, la gran Biblia taurina […]; de otro, sus poemas en los que está presente el toro, como víctima o como rebelión imposible. Y por último su obra de teatro, en verso, El torero más valiente, una tragedia española” (358). Palabras de Javier Villán, autor del artículo “Miguel Her196

nández y los toros”, que resumen el contenido del trabajo. Se han hecho muchas referencias a la peculiaridad de este poeta. Su vida queda perfectamente reflejada en su obra, pero es el momento de entrar en cuestiones métricas. Está claro que existe una herencia tradicional, pero al mismo tiempo Hernández se deja llevar por los poetas del 27, por sus contemporáneos. A algunos de ellos los consideró verdaderos maestros. En la propuesta de Carmen Alemany se indica que el poeta de Orihuela creó “octavas complejas, de aire gongorino y perspectivismo en los objetos poetizados que en gran parte desembocarían en Perito en lunas (1933) y en décimas de claro sabor guilleniano” (12). El artículo se divide en dos partes dedicadas al proceso de creación de las octavas y las décimas. En el trabajo de Francisco Florit Durán sobre la égloga que Hernández dedicó a Garcilaso por ser el cuarto centenario de su muerte, se pretende llegar a conocer cuál es la imagen que el de Orihuela tenía de Garcilaso. Los poetas de esta época se interesaron en el renacentista por su valor literario y también por su temprana muerte tras una vida llena de pesares amorosos. Esta es la imagen que se tenía de Garcilaso. En este análisis titulado “Miguel Hernández y la tradición áurea: la Égloga a Garcilaso”, su autor mues-

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tra cómo el de Orihuela interpreta y adapta sus versos consiguiendo un estilo genuino, puesto que estamos ya ante un Hernández cuya poesía ha madurado. Manuel J. Ramos trata un asunto realmente interesante: la recuperación del género elegíaco por los poetas de comienzos del siglo XX. Ellos recuperaron la elegía debido a un suceso concreto como es el asesinato de Federico García Lorca. Sin embargo, antes de ello sucedió otra tragedia, que fue la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías. Fue una persona muy querida por nuestros poetas de la Edad de Plata, como indica el autor, lo que provocó una sucesión de textos dedicados a esta triste circunstancia. De hecho, Lorca, Alberti y el propio Hernández compusieron elegías al torero. El artículo es más general, por lo que no se centra exclusivamente en la figura del oriolano. Al hablar de Miguel Hernández y España es inevitable mencionar la Guerra Civil. Entramos en el penúltimo bloque temático de estas conferencias. Si bien es cierto que en todas ellas es ineludible hablar de la guerra española al mencionar los aspectos biográficos del poeta, en estas propuestas es el eje central que desarrollan los artículos. Así, al leer “El poeta en la guerra”, de Julio Neira, apreciamos este eje estructurador que es la guerra. De

hecho, en sus páginas se demuestra cómo Miguel Hernández fue un poeta comprometido en el frente. Las opiniones transcritas de personas como Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz o compañeros de combate lo reflejan claramente. Incluso, se ejemplifica su lucha a través de sus versos, puesto que para el oriolano la poesía debía servir para lo trascendental. Neira expone esta idea hernandiana de poesía social. Hay otro artículo que vertebra sus contenidos según la Guerra Civil. Antonio A. Gómez expone la relación de Miguel Hernández y los poetas malagueños, incluyendo entre ellos a quienes no son propiamente de allí. Además, también hay un acercamiento a algunos personajes que no fueron poetas, sino impresores o pintores. Destaca entre sus líneas la relación con Vicente Aleixandre y Manuel Altolaguirre. Concluiremos con el último bloque de artículos, con tres trabajos dedicados a la proyección de Hernández tras su muerte. El primero es de Francisco Javier Díez de Revenga: “Miguel Hernández y los poetas españoles de posguerra”, quien comenta el libro Homenaje a Miguel Hernández publicado en 1975. Este volumen recoge un conjunto de poemas dedicados al poeta de Orihuela. El interés radica en las firmas de dichos poemas, con nombres de la talla de Guillén, Alei-

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xandre, Alberti, Celaya, Victoriano Crémer, Carmen Conde, etc. La conclusión es evidente: “Hernández permanece por encima del tiempo” (176). El siguiente trabajo es el de Mariano de Paco, quien analiza a Miguel Hernández como personaje dramático, pues tras su muerte han salido a la luz diversas obras dramáticas que giran en torno a su figura. El autor del artículo “Miguel Hernández, personaje dramático” lo resume perfectamente del siguiente modo: “Sólo por amor odiado, Compañero del alma y Miguel Hernández prisionero en Rosal constituyen, como hemos podido ver, tres acercamientos desde la escena al poeta de Orihuela; con distintas perspectivas y valor, coinciden en la unión de su vida y de su obra y destacan, al hacerlo personaje dramático, la profunda riqueza humana del extraordinario creador que fue Miguel Hernández” (302). Por último, Antonio Díez Mediavilla trabaja la proyección didáctica de nuestro poeta. En concreto, la recepción en las aulas de educación secundaria de dos elegías hernandianas. La primera de ellas es la dedicada a su amigo Ramón Sijé y la segunda a García Lorca. Ambos textos se estudian en base a los usos lingüísticos. La intención de su propuesta educativa es ahondar en la competencia lectoliteraria. En el artículo se explican los objetivos que deberían alcanzarse con un 198

conjunto de actividades que proponen para trabajar con los poemas de Hernández en la educación obligatoria. La propuesta es realmente interesante. Isabel Sainz Bariain Universidad de Navarra [email protected] Ferri Coll, José María, y José Carlos Rovira, eds. Parnaso de dos mundos: de literatura española e hispanoamericana en el Siglo de Oro. Madrid: Iberoamericana/Vervuert, 2010. 577 pp. (ISBN: 978-84-8489-5077) Con veintiún artículos de especialistas en la crítica literaria, tales como Joaquín Roses (“La Grandeza mexicana: ámbito y orbe de un poema descriptivo”), Trinidad Barrera (“Mitos clásicos en la novela pastoril de Bernardo de Balbuena”), Aurelio González (“El Romancero y América en el Siglo de Oro”), José Carlos Rovira (“Fernando Díez de Leiva y las letras coloniales en Santo Domingo”), Javier de Navascués (“Lo que cantó Sor Juana a los reyes de España: las loas en celebración de los cumpleaños reales”), Francisco Javier Escobar Borrego (“De viajes, conquistadores y lecturas: humanismo y Nuevo Mundo en la poesía sevillana de la segunda mitad del siglo XVI”), Teodosio Fernández (“Lectura surrealista del barroco: Sor

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Juana Inés de la Cruz y Octavio Paz”), Ángel L. Prieto de Paula (“Filografía y razón dialogística en los sonetos amorosos de Aldana”), Luis Beltrán Almería (“Una aproximación a la novela pastoril hispana”), Mercedes López-Baralt, con dos ensayos complementarios (“Ecos renacentistas en el mundo andino: los Cometarios reales del Inca Garcilaso” y “Ecos renacentistas en el mundo andino: la Nueva corónica i buen gobierno de Guamán Poma de Ayala”), Mar Langa Pizarro (“Imágenes de la mujer en el Siglo de Oro español e hispanoamericano”), José María Ferri Coll (“La Trilogía de los Pizarros de Tirso de Molina”), Eva María Valero Juan (“De la conquista a la colonia: Carlos V y don Quijote en una mascarada novohispana de 1621”), Remedios Mataix (“Las cinturas de América. Alegoresis, recurrencias y metamorfosis en la iconología americana”), Ulpiano Lada Ferreras (“La sintaxis del enredo en Los empeños de una casa”), Joaquín Roses (“Góngora en la poesía hispanoamericana del siglo XVII: revisión histórico-crítica, claves comparativas y ejemplos eminentes”), este volumen titulado Parnaso de dos mundos. De literatura española e hispanoamericana en el Siglo de Oro, y editado por José María Ferri y José Carlos Rovira, es una buena colectánea de estudios sobre las relaciones culturales y literarias a ambos lados del Atlántico durante los si-

glos XVI y XVIII, cuando el encuentro de elementos europeos y del Nuevo Mundo coincidía con la toma de conciencia del valor histórico y lingüístico de la lengua española. Las primeras imágenes que los lectores europeos recibieron sobre América fueron brindadas por testimonios como la Carta del descubrimiento de Cristóbal Colón, los libros de viajes de Américo Vespucio y la crónica de Pedro Mártir de Anglería. Estos documentos sirvieron para dibujar imágenes edénicas y paradisíacas del Nuevo Mundo. Sin embargo, la primera descripción literaria de América se dio gracias al peruano Inca Garcilaso de la Vega, en 1606, con La Florida del Inca. A partir de entonces, otros nombres fueron surgiendo en la América recién descubierta, uniéndose al canon literario y, consecuentemente, a los ojos de curiosos y cultos lectores europeos. Sin duda, las relaciones entre los dos mundos, el viejo y el nuevo, fueron estrechándose y enriqueciéndose a lo largo de los siglos. Escritores americanos y de origen español, o incluso aquellos que, en España, veían el hilo tejiéndose en el continente americano con sus obras, dieron el digno valor a esta nueva literatura independiente y con características propias que surgía bajo la monarquía española, aunque fue considerada por muchos críticos un “apéndice de la pe-

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ninsular, aditamento menor en calidad y cantidad”. Un ejemplo que vale la pena recordar es el de Garcilaso, el Inca. Los poetas españoles del Quinientos tenían ya arraigados en sus obras y con tal fuerza los modelos italianos y su métrica, además de los temas de inspiración clásica, que el propio Garcilaso se dedicó a traducir los Diálogos de Amor de León de Hebreo, un detalle que revela dos puntos importantes: el interés de este autor por el neoplatonismo y su vocación filológica de traductor. Autores como Cervantes, en el Canto de Calíope, incluido en su novela La Galatea (1585), y su Viaje del Parnaso (1614), y Lope, en el Laurel de Apolo (1630), divulgaron en sus obras grandes nombres de escritores americanos, proponiéndose celebrarlos y poniéndolos al nivel de otros autores españoles. Estos y otros temas se abordan en el presente volumen. Destaco algunos ejemplos: Aurelio González y Giuseppe Bellini exploran la adaptación a tierras americanas del romancero español; Guillermo Serés nos enseña cómo Ercilla en La Auracana imita a Virgilio en su argumento político: los grandes acontecimientos de la humanidad se desarrollan sin que el hombre pueda impedirlo, triunfando la idea del origen del poder; Teodosio Fernández estudia el Neptuno alegórico, océano de colores, simulacro político, escrito por Sor Juana Inés de la Cruz a 200

instancias de la Iglesia Metropolitana de México, en homenaje a la entrada del nuevo virrey de Nueva España; las loas de la citada Sor Juana fueron objeto de estudio para Javier de Navascués, quien presta especial atención a los textos que la monja preparó para los cumpleaños regios; Ángel Prieto de Paula recoge cinco poemas de expresión amorosa y erótica de Aldana donde comparecen encuentro y desencuentro, conjunciones y pérdidas (“De sus hermosos ojos, dulcemente”; “Cuál es la causa, mi Damón, que estando”; “Solías tú, Galatea, tanto quererme”; “Mil veces digo, entre los brazos puesto” y “¿–Ya te vas, Tirsis? –Ya me voy, luz mía”); el libro del médico residente en Santo Domingo, Fernando Díez de Leiva, tuvo su importancia en el trabajo de José Carlos Roriva, quien rescata esta obra, publicada a finales del XVII en Madrid, no por su valor estético, sino para contextualizar la literatura y la cultura en el país americano, como un buen ejemplo del usus scribendi del Siglo de Oro; Joaquín Roses aborda la influencia de Góngora en escritores americanos como Espinosa Medrano (Apologético), en la lírica de Sor Juana Inés de la Cruz, en la “Canción a la vista de un desengaño” de Matías de Bocanegra, o el Poema de las fiestas que hizo el convento de San Francisco de Jesús de Lima a la canonización de los veintitrés mártires del Japón, de Juan de Ayllón.

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La selección de trabajos ha sido impecable y cada cual aporta su grano de arena para testimoniar las relaciones culturales y lingüísticas que surgieron a partir del encuentro entre estos dos mundos distintos, América y España, y la literatura propia que nacía de ahí. Karine Felix Delmondes Universidad de Navarra [email protected]

García Agustín, Óscar Discurso e institucionalización: un enfoque sobre el cambio social y lingüístico. Biblioteca de Investigación 59. Logroño: Servicio de Publicaciones Universidad de La Rioja, 2010. 232 pp. (ISBN: 978-8496487-51-2) El término discurso es polisémico y se usa con distintos sentidos: de manera abstracta, discurso significa lenguaje y otros tipos de semiosis que forman parte de la vida social; de manera concreta, el discurso se refiere a distintas maneras de representar parte del mundo. En ambos casos, como sustantivo abstracto o concreto, la noción de discurso remite a la dimensión social del lenguaje (22). Al acercarnos a este estudio sobre el discurso nos encontramos con un ensayo que aúna el ser claro para los menos doctos y rico para los especia-

listas. Se trata de un acercamiento interdisciplinar al análisis del discurso tanto desde un enfoque social como desde una perspectiva lingüística, tarea unificadora que hasta el momento no está suficientemente desarrollada por los estudiosos. Articulado en tres bloques de contenido (1. “El discurso y la realidad social”; 2. “La institucionalización de la sociedad”; 3. “La institución del lenguaje”), subdivididos en varios apartados cada uno, el autor Óscar García Agustín hace una explicación de cada foco de interés, que cierra ofreciendo diversos análisis de casos actuales para ejemplificar la institucionalización del cambio sociolingüístico. Desde la convergencia de lo social y de lo lingüístico, se muestra cómo los miembros de cada sociedad, tanto en ámbitos públicos como privados, articulan sus discursos desde unos supuestos ideológicos con el fin de adherirse o bien intentar cambiar el orden social vigente. Un detallado índice nos introduce en la obra, lo que ayuda al estudiante universitario que se acerca a ella con fines académicos a guiarse por esta investigación como si se encontrara ante un manual. Pero no se trata de una obra divulgativa de apoyo al estudio de las materias universitarias sino de un reflexionado trabajo de investigación, producto de varios años de trabajo serio que surge, como ex-

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plica el autor, del proceso de elaboración de su tesis doctoral. Muestra de la seriedad y utilidad de este trabajo es la bibliografía consultada y las fuentes utilizadas para el análisis de los muchos casos que se ofrecen como ejemplo. Muestra de su utilidad también es el logro interdisciplinar que ofrece en lo referente a los estudios del análisis del discurso. En los últimos años ha aumentado considerablemente el interés por el estudio del discurso desde disciplinas y perspectivas muy diversas. Es habitual encontrar, por ejemplo, que en un Máster sobre Género e Igualdad se oferta una asignatura sobre “Discurso y Género”, porque es necesario conocer cómo se vertebra un discurso para formar profesionales expertos que diseñen políticas con perspectivas de género en los ámbitos público y privado. Como este, tantos otros ejemplos que sostienen la utilidad de un trabajo como el que se ofrece en este interesante libro. Como el propio autor expone en la “Introducción” (13-19), su objetivo es hacer converger múltiples enfoques en principio antagónicos: “Norman Fairclough, Teun van Dijk o Ruth Wodak comparten la concepción del discurso como parte constituyente y constituida de la sociedad e incluyen elementos de análisis como el poder y la dominación”; y son inamigables posturas como la de “Norman Fair202

clough, que basa su análisis en denunciar la dominación y otros, como Michel De Certeau o James Scott, centrados en la resistencia y en los discursos no oficiales”; “Michel Foucault [...] pone de relieve la importancia de comprender el modo en que el discurso constituye la realidad social”; “el postestructuralismo, especialmente con Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, equipara el discurso con la sociedad” no existiendo nada fuera del discurso según esos autores; Philip Pettit –enfrentado por su concepción holística de la sociedad a la aproximación sociohistórica de Cornelius Castoriadis– y John Dryzec estudian “el uso menguante del término ideología y el mayor interés por los discursos y el diseño político”; “el mentalismo de John Searle y la reformulación del estructuralismo de Pierre Bourdieu”; etc. Estos analistas del discurso se centran bien en desvelar los mecanismos lingüísticos que conforman la sociedad, bien en las problemáticas sociales sin detenerse en el análisis textual. La propuesta de Discurso e institucionalización: un enfoque sobre el cambio social y lingüístico es, partiendo del discurso como eje vertebrador, mostrar cómo este “se constituye e interacciona con la realidad social” y cómo es capaz de reproducirla, modificarla o alterarla. Seis figuras ilustran el trabajo, la primera de las cuales presenta la estructuración del contenido del libro,

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una muestra más de la capacidad pedagógica de su autor. Discurso y realidad social

Articulación y cambio sociodiscursivo Discurso público Discurso oculto

Institucionalización Colectivización de la sociedad Constitución Significación Institución del lenguaje

Acción Relación Representación

Cada capítulo se abre con una breve explicación de lo que se va a tratar, desarrollando después el contenido mediante epígrafes y subepígrafes que lo articulan claramente. El capítulo primero, “El discurso y la realidad”, parte de la concepción de Fairclough de que el discurso no sólo es constituido por la sociedad sino que también la constituye, para presentar “las características del discurso y su papel mediador entre las estructuras y los acontecimientos discursivos”. Para ello, ofrece una completa explicación mediante cinco ejes. “El discurso como práctica social” (1.1), donde expone por un lado el enfoque discursivo basado en las prácticas, por

otro se centra en el modelo tridimensional y que completa con un análisis del discurso como nivel intermedio para cerrar este apartado con el análisis de un caso: “El discurso de Hugo Chávez en la Asamblea General de las Naciones Unidas”. El apartado titulado “Las prácticas articulatorias” (1.2) comienza con una referencia al proyecto teórico-político denominado democracia radical que Ernesto Laclau y Chantal Mouffe plantean por primera vez en la obra Hegemonía y estrategia socialista. A partir de ahí se centra en la explicación del concepto de articulación, muy útil para interpretar los procesos de institucionalización del discurso, y el concepto de “hegemonía”, práctica social que surge dentro de la tradición marxista. García Agustín esboza y revisa los planteamientos ideológicos que antes de él han planteado otros autores (Femia, López Pino, Gramsci, Fairclough, Mouffe…). Las conclusiones se encuentran avaladas por el estudio de varios discursos de Evo Morales pronunciados entre 2003 y 2006 y que se recogen en el análisis del caso que cierra este apartado: “El pueblo en el discurso de Evo Morales”. En “Discurso y cambio social” (1.3) continúa profundizando en la exhaustiva bibliografía manejada para definir claramente el concepto de cambio social, paso previo necesario para poder abordar el concepto de cambio discursivo y el análisis de ambos, volviendo sobre la

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idea del nuevo capitalismo de Fairclough con la que abría este capítulo primero. El análisis de un caso de tanta actualidad como la legalización o penalización de la utilización de páginas de internet para compartir música y películas, a partir del debate promovido por el Partido Pirata en Suecia, y llevado por él al marco europeo, es el elegido por García Agustín para cerrar este apartado. “Esfera pública y enunciación política” (1.4) analiza los espacios de comunicación y los modelos deliberativo –que busca el consenso social y “la institucionalización del ideal de racionalización política” (60)– y agonístico, propuesto este por Mouffe – que “mediante el reconocimiento del antagonismo, impide la clausura social y mantiene la diferencia, expresada por el conflicto, y el cambio semántico-social” (61). A continuación se detiene en el sujeto de la enunciación y el sujeto de la interpretación dentro de la situación comunicativa en la esfera pública (noción formulada por Jürgen Habermas). La ejemplificación tangible de todo lo desarrollado se recoge en el análisis que realiza de varios discursos surgidos dentro de “El Foro Social Mundial”. El capítulo primero se cierra con “El discurso de los grupos subordinados” (1.5), apartado en el que aborda la teoría de James Scott sobre las transcripciones pública y oculta, y el enfoque de Michel de Certeau que aúna el análisis de las prácticas sociales 204

con las teorías sobre el discurso y la sociedad. Con ambas teorías se ofrece una visión alternativa sobre las nociones de hegemonía y esfera pública con lo que se completa “una visión panorámica sobre el modo en que el discurso interactúa con la realidad social y, en concreto, el modo en que promueve el cambio social” (68). El análisis de la película de Peter Mullan “Las hermanas de la Magdalena” sirve al autor de este libro para ejemplificar casos de ruptura entre transcripción pública y oculta. El capítulo segundo, “La institucionalización de la sociedad”, analiza este hecho en torno a los procesos de colectivización, constitución y significación, con la finalidad de explicar la relación entre discurso y cambio social y entre institución y lenguaje en términos de actos de habla, intertextualidad y modos de decir, aunando el papel constitutivo del lenguaje y el de la sociedad. Varios apartados, basados todos ellos en la revisión de numerosa bibliografía (Searle, Tuomela, Bratman, Petit, van Dijk, Castoriadis, Bourdieu, van Leuveen, Berger, Luckmann…) y cerrados todos ellos con el oportuno ejemplo o análisis del caso como lo denomina García Agustín, desarrollan los argumentos para alcanzar ese objetivo. Dicho planteamiento comienza con el análisis de “El sujeto colectivo” (2.1) y la intencionalidad colectiva que ejemplifica con un

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estudio sobre el modelo de discurso de la Asociación de Sin Papeles de Madrid. Continúa con la colectivización del sujeto, ejemplificada con la novela de Belén Gopegui El padre de Blancanieves. Pasa luego al análisis de la relación sociocognitiva entre individuo y grupo, partiendo de planteamientos de Teun van Dijk y que cierra esta vez con el estudio de algunas de las reflexiones sobre identidad y pertenencia que Amila Jasarevic, bosnia refugiada en Dinamarca desde 1993, publica en su blog. En un nuevo apartado titulado “Los hechos institucionales” (2.2), García Agustín revisa los planteamientos de Searle sobre la intencionalidad colectiva y el modelo institucional (las nociones de hecho social, hecho institucional, hecho bruto, reglas reguladoras y reglas constitutivas…) y las críticas a ese modelo (Gross, Castoriadis) para defender que “el análisis lingüístico de los actos de habla, derivado del enfoque analítico, se puede combinar con el análisis retórico y del imaginario, procedente del enfoque sociohistórico” (110). El ejemplo elegido para argumentarlo es “La toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como presidente legítimo de México”, análisis que realiza sobre varias noticias publicadas en noviembre de 2006. Pasa a continuación a revisar las funciones de estatus de los hechos institucionales en su relación con el poder

para detenerse luego en las nociones de trasfondo y habitus y ejemplificarlo con el análisis del discurso del PP ante la cuestión de los matrimonios homosexuales a través de varias noticias publicadas en el periódico El País. El capítulo segundo se cierra con un apartado titulado “Institución y legitimación del lenguaje” (2.3) en el que el autor incorpora algunas de las ideas de Cornelius Castoriadis a su desarrollo de la relación entre institución y lenguaje, para lo cual divide su visión de la institución de la sociedad en dos apartados, el imaginario social y la distinción entre autonomía y heteronomía. En el primero analiza las dimensiones identitaria e imaginaria y los conceptos de lo instituyente y lo instituido. En el segundo, introduce en su teoría el concepto de autonomía - ruptura de la clausura de las sociedades heterónomas, capaz de constituir sus propias leyes e instituciones y de de poner en cuestión, discutir y modificar las leyes e instituciones existentes. La conclusión que ofrece es “considerar la heteronomía desde el punto de vista de la legitimación, como un modo de clausurar un orden social, e interpretar la autonomía como la constitución de un espacio social y discursivo en el que confluyen nuevas significaciones y nuevos modos de decir que cuestionan, en parte, las instituciones existentes” (138). Finalmente presenta la noción de legitimación que

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vincula al proceso de institucionalización ciñéndose a las contribuciones provenientes del análisis del discurso sobre esa idea e iniciando la reflexión con las conexiones entre legitimación y universos simbólicos y revisando también la función de la legitimación como acto sociopolítico. Para completar su enfoque y apoyarlo ha presentado tres análisis de casos a lo largo del apartado 2.3: sus títulos son “Imperio y multitud” (analiza el discurso de movimientos alterglobalización y luchas altermundiales), “Los monos blancos” (sobre esta parte del movimiento antiglobalización italiano), y “El golpe de Estado en Honduras: deslegitimar al Presidente” (centrado en tres artículos periodísticos publicados en julio de 2009 tras el golpe contra el presidente Manuel Zelaya). El capítulo tercero y último, “La institución del lenguaje”, examina cómo el cambio social se reproduce a través del discurso y, a su vez, cómo se mantiene la relación existente entre sociedad y textos, o lo que es lo mismo, cómo “la institución del lenguaje se refiere a los elementos discursivos que instituyen la realidad social como la manifestación lingüística o simbólica de la sociedad” (147). Basándose en los trabajos de Fairclough distingue entre intertextualidad manifiesta e interdiscursividad. Por otro lado, una revisión de la noción de los modos de decir le permite al autor mostrar que me206

diante el ordenamiento lingüístico, la metáfora y la modalidad, la institucionalización no se limita a las reglas constitutivas sino que influye también en las representaciones sociales. Para mostrar la conexión entre la teoría de la institucionalización y los actos de habla (3.1), parte de la formulación de John Austin, complementada con los trabajos de otros investigadores como Debora Schiffrin, María García Negroni, Marta Tordesillas Colado, Alfonso Drake, Miguel Polaino Navarrete y Miguel Polaino-Orts (enunciados performativos y distinción entre constatativos y performativos), Pierre Bourdieu (lenguaje autorizado), Paolo Virno (performativo absoluto, que ejemplifica con el análisis del discurso de la comandante Esther en el congreso mexicano), Judith Butler (interpelación y performatividad del lenguaje), etc. El siguiente apartado (3.2), “La intertextualidad”, revisa las posturas de Fairclough, sin olvidar la referencia a Bajtin o a Julia Kristeva, estructurando el discurso en varios epígrafes y subepígrafes bien argumentados y documentados bibliográficamente: “intertextualidad manifiesta” (Fairclough), “representación discursiva” (Voloshinov y Concepción Maldonado), “presuposición” (Ducrot y van Dijk), “negación” (Ducrot y García y Tordesillas), “metadiscurso” (Fairclough y Brown y Levison), “ironía” (Sopeña, González, Sperber y Wilson, Rutelli, Mendiola,

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Martínez de Albéniz y Hernández González). El cuestionamiento de la veracidad de los enunciados llevado a cabo mediante la intertextualidad por parte de “Los New Kids on the Black Bloc” es el caso analizado aquí por Óscar García Agustín. Continúa con el análisis de la interdiscursividad a través de los géneros, los discursos y los estilos que concluye con el ejemplo que titula “1984: De Macintosh a Obama” y que analiza cómo las herramientas informáticas y telemáticas, las nuevas tecnologías, se utilizaron en la campaña de Obama para crear un producto político atractivo, y en concreto cómo la utilización de un antiguo anuncio, “1984”, influyó en esa campaña. El último apartado del capítulo se centra en los “Modos de decir” (3.3) y analiza no el lenguaje sino el modo o las tácticas en que se utiliza para cambiar en alguna medida y estratégicamente el uso normativo esperado. Para ello se detiene en los fenómenos de la eufemización (análisis del caso “Rafael Correa contra el neoliberalismo”), la relexicalización (ejemplo “V de Vivienda”), la metáfora, que categoriza siguiendo a Johnson y Lakoff y desarrolla desde los enfoques hermenéutico y cognitivo y las nociones de relevancia y experiencialismo (análisis de “las metáforas de la rebeldía zapatista”). Cierra la visión de los modos de decir con la explicación de la modalidad (tipos y marcadores de modelización), to-

mando como punto de partida la dicotomía entre dictum y modus establecida por Charles Bally, y tras lo que se recoge el último ejemplo ofrecido en el libro: “El interrogatorio de Aznar y la búsqueda de la verdad”, sobre la comparecencia del ex-presidente español ante la comisión del 11-M para ser interrogado por le papel del gobierno tras los atentados terroristas ocurridos en Madrid en 2004. En este, como en todos los análisis de los casos, Óscar García Agustín no enuncia realmente argumentos a modo de conclusiones, sino que analiza los discursos ofreciendo la aplicación práctica de los conceptos teóricos que en cada apartado desarrolla. Doce páginas que recogen la bibliografía manejada y otras cinco que indican las fuentes utilizadas para el análisis de los casos presentados, completan una obra inteligente, clara, amena y útil, de interés tanto para el especialista como para el estudiante universitario, o para cualquiera que se acerque a ella con el deseo de profundizar en los estudios sobre el análisis del discurso y conocer un enfoque interdisciplinar y bien argumentado sobre la relación entre la institucionalización del discurso y el cambio social y lingüístico. María Isabel Martínez López Universidad de La Rioja [email protected]

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Olivares, Julián, ed. Eros divino: estudios sobre la poesía religiosa iberoamericana del siglo XVII. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2010. 442 pp. (ISBN: 978-8415031-69-7) Con el afán de aportar material tanto en la lectura como en los estudios de poesía religiosa, Julián Olivares reúne una serie de trabajos sobre la poesía religiosa iberoamericana del siglo XVII, que presento de forma sucinta en lo que sigue, sin referirme a las erratas editoriales del volumen. El primero de los estudios, a cargo de Valentín Núñez Rivera, gira en torno a la evolución de la poesía religiosa y los primeros usos del endecasílabo en la poesía sacra, cuyo primer vestigio se encuentra en las versiones davídicas de Montemayor. Tras hacer un recorrido por la “avanzadilla endecasílaba a la altura de 1550” (22) en las ediciones y manuscritos de poesía religiosa, hasta llegar a un “contexto de primacía del metro italiano” (23), Núñez se concentra en Pedro de Enzinas. El estudioso se refiere brevemente a la vida del dominico y, sobre todo, a su obra, para después concentrarse en sus Versos espirituales que tratan de la conversión del pecador, donde trata inicialmente los diferentes tipos de composición poética y las diferentes series temáticas relativas a la figura de Cristo.

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En este punto, pasa a ocuparse del prólogo de la obra (transcrito en su totalidad en apéndice del artículo) como medio de acercamiento al estado de la poesía religiosa hasta finales del siglo XVI. En él, Enzinas hace una defensa de la poesía como arte edificante (siguiendo la concepción platónica) y, para ello, llama a aunar contenidos espirituales y formas poéticas de raigambre clásica, sirviéndose de poetas míticos prehoméricos: “representantes de la poesía divina” (28). En su defensa, Enzinas remonta los orígenes de la poesía espiritual a la Biblia, se refiere a la poesía cristiana entre los siglos IV y VI y a un elenco de poetas neolatinos que conforman el canon poético más ampliamente consensuado; además, valoriza la poesía religiosa en romance, concretamente la de Vittoria Colonna, Gabriel Fiamma y Luigi Tansillo. Enzinas compara a Petrarca con Homero y a Colonna con Sapho, y subraya la necesidad de emular a los italianos y se propone a sí mismo como “iniciador del nuevo camino poético de dignificación” (36) de la poesía religiosa en lengua castellana. Enzinas acompaña los poemas de comentarios eruditos que remiten a los códigos religioso y de la tradición pagana que aparecen en los poemas; sin embargo, a pesar de sus esfuerzos y anhelos por dignificar la poesía religiosa, sus Versos espirituales se leyeron mucho menos que otros libros de poesía.

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En el segundo estudio, Antonio Carreño vuelve a presentar parte de su introducción al segundo tomo de Poesía de Lope de Vega (publicado en Castro, en 2003), concentrándose en las Rimas sacras del Fénix, pero documentando y ampliando in extenso su trabajo inicial. Califica las Rimas sacras de “texto fundacional de la lírica religiosa del siglo XVII”, hace cuenta de las ediciones que se hicieron en vida del autor para atestiguar su inigualado éxito, recuerda la amplia tradición de la poesía humana vuelta a lo divino durante el Siglo de Oro (“la ansiedad sexual [que] se torna en represión y ascetismo penitencial”, 52), y clasifica los sonetos de las Rimas sacras en: introspectivos y penitenciales, y de asunto hagiográfico y dogma. Recuerda que en los sonetos se desarrollan motivos bíblicos con antecedentes en las Rimas “humanas”, siguiendo una larga tradición occidental en la que los “términos sexuales se contrahacen para expresar el amor de Dios hacia el pecador o el amor de Cristo hacia la humanidad” (53-54) e insiste en más de una ocasión en la influencia de los Ejercicios espirituales de Loyola, expresando su desacuerdo con las lecturas de Eberhard Müller-Bochat al respecto, y celebrando la de Pedraza Jiménez, que no descarta por completo un paralelismo entre ambos. Así, y para ilustrar la influencia de los Ejercicios ignacianos en los sonetos lopescos, Carreño se sirve

de varios ejemplos. Otra de las obras en las que nuestro especialista sugiere se ha de meditar es la Agudeza y arte de ingenio de Gracián, pero en este caso, como obra inspirada en la de Lope, pues, a decir de Carreño, Gracián la consideraba como “un excelente paradigma de innovación literaria y un modelo retórico a imitar” (60); de hecho, las Rimas sacras son la obra de Lope que más se cita en la Agudeza y arte de ingenio. Carreño termina refiriéndose a varios pasajes de la vida del Fénix, se sirve de sus epístolas y cita momentos puntuales de su vida; desaconseja explicar “la vida espiritual de Lope acudiendo al concepto de crisis religiosa [pues] las obras religiosas del Fénix se hallan repartidas a lo largo de toda su carrera literaria” (71). Para dar fe de ello, Carreño nutre su afirmación de ejemplos y acaba sosteniendo que en un primer ciclo de la obra poética de Lope se evidencia una “intrincada fusión de relato lírico y biográfico” (74), aunque no parece suceder lo mismo en las Rimas sacras, donde “la vivencia religiosa, sincera o no, no tiene por qué haber dado expresión a [ellas]” (67-68). En todo caso, su excepcionalidad se halla en la forma en la que Lope “humaniza el dogma divino de la Redención, hasta convertirlo […] en un canto lírico, eróticamente sublimado a lo divino” (65). El tercer estudio gira también en torno a las Rimas sacras de Lope. Aña-

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diendo materia al trabajo titulado Lope pintado por sí mismo, que publicara en 2006, Sánchez Jiménez se refiere a la oportunidad que brindan los versos de “confundir literatura y vida mediante efectivas metáforas como las de la verde primavera o las lágrimas-tinta” (79). Comienza refiriéndose a la introducción que Lope escribe para las Rimas sacras (una vez terminadas), donde el yo poético se equipara al poeta, de la misma manera en la que la creación literaria se relaciona con circunstancias particulares de la vida del Fénix. Subraya el constante arrepentimiento del poeta de sus escandalosos años mozos, a través de alusiones a la “verde primavera” que hallamos en sus versos, recurriendo a metáforas mitológicas, políticas o haciendo uso de vocablos del campo semántico del cortesano, o de topos de la literatura pastoril. Antonio Sánchez se sirve de varios sonetos de las Rimas sacras para confirmar que éstas, como las Rimas, invitan “a identificar al narrador con el autor de la obra” (85), disintiendo así con la lectura de Pedraza Jiménez sobre el asunto. Luego, muestra las huellas del paso del poeta amoroso al poeta a lo divino: “la lira amorosa [que] se transforma en la cruz de Cristo” (87). La “verde primavera” se presenta como una constante de alusión a los amoríos de juventud de los que Lope se muestra arrepentido, años que el Fénix desvela como un pe210

ríodo de pecado y abandono al placer. Pero además de la primavera, nuestro especialista se concentra en las lágrimas y el llanto como imágenes recurrentes en toda la lírica religiosa de Lope (sobre todo en las Rimas sacras), imágenes que simbolizan la compunción del pecador y “constituyen una metáfora de la creación poética” (93). De esta manera, y tras uno y otro ejemplo, Sánchez despliega el tejido a través de la intertextualidad y el paralelismo entre diferentes sonetos y nos da una clara visión de la poesía de Lope como “confesión poética”. En el siguiente estudio, Jordi Aladro y Alicia Colombí de Monguió reflexionan sobre las influencias literarias en la obra lírica de Lope en torno a la Magdalena. Para establecer los fundamentos del tema, hacen un recorrido por los poemas que elevan su canto a la Magdalena, comenzando por el más temprano, el del franciscano Ambrosio Montesino. Luego, analizan los versos de Lope a partir de uno de los atributos magdalénicos: las lágrimas, cuya inspiración se halla en los versos de Tansillo dedicados a San Pedro. Los versos de Lope se leen en paralelo con sus fuentes de inspiración: los evangelios (sobre todo el de Juan). Haciendo una lectura exegética, muestran con sencillez y claridad cómo Lope y fray Luis de León hacen una yuxtaposición de los banquetes del Evangelio de Juan y el de Lucas, y

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por ende de la figura de María de Betania y la de la anónima pecadora de Naím, a la figura de María de Magdala, siguiendo la lectura de la Iglesia de Occidente, que confunde a las tres en la persona de la Magdalena. Aladro y Colombí vuelven sobre el tema de la primavera en Lope y su relación con el arrepentimiento y expiación, y suman a aquél, el tema del olvido y el de las lágrimas, que inclinan a Lope hacia la Magdalena, “acabado modelo de penitencia, amor vehemente, tiernísimas lágrimas” (107). La relación entre ambos se establece a través de versos de las Rimas sacras y los Soliloquios, cuya relación íntima confirma el propio Lope y se debe, según Aladro y Colombí, a la simultaneidad de su composición. Ambos especialistas se sirven de varios ejemplos y de una sesuda argumentación para llegar a esta conclusión, y añaden a su razonamiento los escritos del agustino Malón de Chaide, que aparecen claramente como hipotexto de los versos lopescos, y explicados de forma magistral, para concluir subrayando que Lope no podría haber encontrado mejor paralelo con ningún otro personaje. Valerio Nardoni presenta un estudio sobre Quevedo, y comienza reafirmando la lectura de Olivares del Heráclito cristiano como un ciclo poético especialmente dirigido al tema del arrepentimiento. Sin perder de vista

las sugerencias de Olivares en su lectura, tras ocuparse brevemente del prólogo del Heráclito, hace paralelos de salmos quevedianos con palabras del Libro de la vida de Santa Teresa para demostrar que como ella, Quevedo buscaba una confesión que “puede caber en una más que determinada voluntad de salvación” (144). La lectura de Nardoni se basa en juegos de palabras (pie, edad: “pie-edad, edad de los pies” forma el eje de su reflexión) para fundar la carga semántica autobiográfica que descubre en los versos quevedianos; y es una constante la importancia que otorga al número de veces que aparece una u otra palabra en los salmos del Heráclito. También Luis Galván se ocupa del Heráclito cristiano, y más precisamente de los salmos XXII-XXV que “constituyen un grupo de naturaleza meditativa y devocional dentro de un poemario esencialmente penitencial” (163). Analiza dichos salmos a la luz de la semiología y la hermenéutica bíblicas: con san Agustín y las cosas y los signos de los que habla en su Doctrina cristiana; y con santo Tomás de Aquino y los múltiples sentidos de la Biblia sobre los que se interroga, y la distinción que hace entre la poesía y las disciplinas sagradas (deduciendo de aquí que “la poesía religiosa está atravesada por tensiones intertextuales”, 167). Galván analiza inicialmente los salmos XXII, XXIII y XV compartiendo algunos

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de los intertextos de los mismos. Para el primero establece la relación entre el nacimiento y muerte en el soneto de Quevedo y los res y signa, demostrando cómo se identifican nacimiento y sepultura. Para el segundo establece otra relación de opuestos y correspondencias antitéticas en torno a la entrada de Jesús en Jerusalén y la Pasión, y propone una exégesis alegórica y otra moral. En el tercero, lee la unión misteriosa de la omnipotencia divina y la indigencia humana en Cristo, subrayando la contradicción entre las interpretaciones de dos series de hechos y la concluyente “fe en las palabras de la revelación” (175). Y termina con un análisis en profundidad del salmo XXIV, poniendo en relieve la contraposición de elementos naturales, el simbolismo de la tórtola y el cordero y la sangre que vierten en sacrificio, y el del unicornio, la paloma y el águila. Subraya la coherencia entre los símbolos y demuestra de qué manera el salmo XXIV “representa la Pasión dejando que aflore el hipotexto de Israel liberado de Egipto” (185). El trabajo de Hernán Sánchez gira en torno a Las tres musas, y al poema X bajo Urania, soneto de densidad doctrinal a través del cual propone un acercamiento a la religión, la antropología moral y la teología política de Quevedo. Se refiere a la analogía de Dios como alfarero, y considera la larga tradición que la precede; se re212

fiere al sincretismo bíblico-pagano del humo y la llama y la inviabilidad de inquirir por sí mismo la esencia de Dios, la necesidad de escucharlo y también de buscar conocerse a sí mismo. Trata y documenta el tema de la libertad, la Providencia, el libre albedrío y la gracia, y advierte las ocasiones en las que Quevedo sigue la teología agustiniana (destacando su antipelagianismo) o la tomista (menos). Posteriormente, el estudioso esboza al Dios de Quevedo: incomprensible, de trascendencia pura, “un Dios de la belleza, capaz de crearnos una imagen de luz y de perfección del mundo y del hombre” (209); para esbozar luego al hombre, un ser “degradado por la ingratitud hacia su Creador” (213), un hombre “gusano”. Más adelante, H. Sánchez vuelve al salmo XXV del Heráclito cristiano para concluir diciendo que el “Heráclito cristiano, Polimnia y Urania podrán leerse siempre como teodicea” (218), una poesía que anula al hombre, que reduce su libertad a la fatalidad, y que se aleja sustancialmente de la dignidad renacentista del hombre de la escolástica española. Otro de los trabajos dedicados a Quevedo es el de Gaetano Chiappini, quien presenta una serie de reflexiones en torno al romance A nuestra Señora, en su nacimiento, cuya lectura se hace por partes. Se enfatiza el papel que desempeña la luz (en contraposición con la oscuridad) para evidenciar

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a María como su fuente. Se alude al carácter preexistencial, singular y glorioso de la Virgen, y a la presencia de piedras preciosas y palacios tras los que se corona su humildad. Luisa López Grigera sugiere una lectura del Poema heroico a Christo resucitado a la luz de las retóricas. Primero hace una breve introducción en la que revisa las características de Las tres musas (composición, temas, género de los poemas), hace un repaso de los problemas textuales que presenta el poema gracias al cotejo con un manuscrito de la Biblioteca de Lisboa que le permite advertir una serie de variantes de estilo y contenido: para ejemplo menciona algunos versos que desaparecen en la última versión del poema y que dejan entrever una cristianización del original. Luisa López sospecha que el poema quevediano se basa en tratados griegos de retórica que cobran interés en España en el siglo XVII, pero más específicamente en el tratado de Lo sublime. Para demostrar su hipótesis se refiere a las características de lo sublime en el tratado, al tratamiento del descenso a los infiernos en la antigüedad, en los evangelios apócrifos y en Quevedo; y hace hincapié en la traducción del siglo XIX del tratado griego, donde se cita a Quevedo en varias ocasiones. El estudio de López Grigera nos deja con deseo de pronto descubrir la edición crítica que promete.

El único ensayo dedicado a Góngora corre por cuenta de Colin Thompson, que estudia los tres romances Al nacimiento de Cristo nuestro Señor. Thompson se opone a la valoración de elementos biográficos antes que a las valoraciones estéticas, y desde esta perspectiva se ocupa de los tres poemas de la última época de producción poética del cordobés. Muestra que comparten la misma estructura, el mismo tema y el mismo título, y estaban sin duda acompañados de música. Destaca también las diferencias: variedad de uso en la persona de la voz poética, en la función del estribillo y en metro. Thompson hace un paralelo con los versos del Polifemo y de las Soledades primeras, expone los ecos bíblicos que se amplifican en los romances, expone la presencia de metáforas bíblicas mediante la combinación de estilos cultos y populares, además de pasajes del Apocalipsis o del Evangelio (de Lucas, por su relación estrecha con las profecías de Isaías) en relación directa con los versos gongorinos. Con su lectura asevera que Góngora fusiona “las tradiciones bíblicas devotas y populares […] y las ajusta a su propia visión poética” (274), y el tercero de estos romances resulta precisamente la fusión más lograda. Pedro Ruiz Pérez se concentra en la lírica sacra de Pedro Espinosa. Se muestra disconforme con la imagen que la crítica deja de su poesía divi-

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diendo su producción en la del poeta cultista y la del ascético, pues considera, con razón, que “estamos ante un perfil de lírica sacro-profana” (278). Así, da inicio a un repaso específico de la producción de Espinosa atendiendo a las cuatro composiciones editadas en la segunda parte de las Flores de poetas ilustres de España, cuyo contexto (en el caso de la primera) o cuyo esquema métrico (en el caso de las otras tres) apuntan a que corresponden a celebraciones poético-festivas. Esto coincide con otro conjunto de textos del autor que fueron premiados en las justas por la beatificación del fundador de la orden jesuita. Ruiz Pérez recuerda además que los versos de Espinosa en ocasión de la ceremonia funeral del Duque de Medina Sidonia, versos de una “ostentosa mostración de la grandeza de la casa ducal” (282), son contemporáneos al mayor cultivo de la poesía sálmica y penitencial del poeta; afirmación que argumenta refiriéndose con detalles al manuscrito sevillano perdido cuyo contenido se conoce gracias a la transcripción de Rodríguez Marín. De esta manera evidencia la compleja trayectoria poética de Espinosa a la que se refería inicialmente. En un nuevo apartado se acerca a la canción (elemento importante de exaltación y de religiosidad pública en la España barroca), y más particularmente a las dos canciones que Espinosa compusiera para las jus214

tas ya mencionadas y que repasan episodios de la vida del fundador de la orden de los jesuitas. Sin embargo, lo extraño es que ni éstas ni la “Canción en alabanza a María” se recojan en ninguna relación. Ruiz Pérez describe cada una de las canciones: su temática, métrica e hipotextos mitológicos y bíblicos, y, para una mejor lectura de las mismas, hace una exposición de lo que este género representaba: el “más elevado […] para el despliegue estilístico más acorde con la estética cultista” (299), y más elevado aun cuando de materia hagiográfica se trata. El sujeto de estudio de Julián Olivares en el trabajo posterior, es la portuguesa sor Violante del Cielo. Olivares expone algunos aspectos de la vida de sor Violante para luego referirse al libro de rimas en castellano y portugués (sobre todo de tema amoroso) que se publica en Francia “sin las licencias que hubiesen permitido su venta y circulación en España y Portugal” (311) en la imprenta de Maurry, gracias a un círculo de amigos judíos, conversos y hombres relacionados con las letras, y cuya difusión habría sido clandestina, según presume Olivares. Haciendo un constante paralelo con sor Juana Inés de la Cruz, subraya que los poemas religiosos de la mexicana están lejos de alcanzar el número de poemas religiosos de sor Violante. Posteriormente, Olivares presenta una lectura de cinco sonetos y una epístola

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(a lo humano y a lo divino) bajo el cristal de los gender studies, y en el “errar” y la “ignorancia” que expresa sor Violante, antes que reconocer topoi retóricos, Olivares lee peculiaridades femeninas; y sirviéndose del inglés nos empuja a ver en la “pluma” (pen), el “pene” y, así, llegar al “encierro” (pen up), sin preguntarse siquiera si sor Violante dominaba o no el inglés antes de hacer semejantes equivalencias. Pero como él mismo indica, su lectura no guarda ninguna “consideración cronológica” (324) y quizás tampoco geográfica pues, a modo de conclusión, se sirve de las palabras de Édouard Glissant sobre el discurso en las Antillas para mostrar que también sor Violante se ve obligada a expresarse en “lenguaje […] colonizante” y que para hablar con Dios, debe apropiarse de la retórica castellana (331). Inmaculada Osuna se dedica a las oraciones y coplas de ciego como motivo burlesco culto en la poesía religiosa. A través de documentos incluidos en distintos tipos de festividades del siglo XVII, alude a la presencia de “composiciones de ciego en contextos de difusión ajenos a los circuitos populares” (336) para dar cuenta de diferentes aproximaciones. Osuna parte de dos festividades: una que forma parte de la relación granadina de fiesta en honor a san Ignacio en 1610, y cuya autoría no puede circunscribirse al ámbito popular; otra, para la cele-

bración zaragozana por la beatificación de santa Teresa de Jesús, en la que sólo la declamación de unos versos queda a cargo de los ciegos pues la autoría se debe a una persona letrada. Más adelante, de las Obras varias de Jerónimo de Cáncer y Velasco, Osuna recoge cuatro “Quintillas de ciego”, así designadas en la edición de 1651. Una que forma parte de la relación y bautismo de la […] infanta doña Ana María Antonia de Austria (1635), una que remite a una celebración cofrade de 1644, y dos dedicadas a san Francisco de Asís. Osuna se refiere a los patrones narrativos de las cuatro quintillas, haciendo el parangón con las “oraciones” de las fiestas que describe inicialmente, pero es sensible la ausencia de fragmentos que puedan ilustrar mejor los pasajes burlescos que examina. Se refiere también a distintas relaciones de panegíricos, fiestas de congregaciones, de justas, y si bien no ilustra lo burlesco en las coplas de ciego cuanto a su modesta lectora hubiese contentado, sí pone bastante énfasis en la presencia e importancia del ciego en oraciones y villancicos, tanto en el papel de enunciador, como en el de enunciado. Los trabajos que se concentran en América se abren con el de Andrés Eichmann y su lectura de la poesía mariana en Charcas. En este estudio el autor retoma las directrices que utilizara en su Cancionero mariano de

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Charcas, esta vez concentrándose en algunas de las piezas en castellano de la colección musical del Archivo y Biblioteca nacionales de Bolivia, “uno de los más valiosos repositorios […] de todo el continente” (367), que solían interpretarse en maitines y vísperas. El objetivo que se plantea y logra Eichmann es la reconstitución del texto poético a través de las piezas musicales y los fragmentos de piezas que han llegado a nosotros. Repasa las características que presentan los villancicos y, además de la métrica, distingue la estructura bi y tripartita, para concentrarse posteriormente en los bipartitos de locución múltiple, entre los que clasifica los poemas de adivinanza, los de debate y los de competencia. Más adelante, gracias a una clara clasificación, distingue los de locución múltiple en la introducción de los de locución múltiple en las coplas; dos grupos que conocen a su vez subdivisiones que nos permiten tener una idea más clara de la diversidad de poemas que componen la amplia colección charqueña. Todo esto se corona de un largo anexo que ilustra el estudio con la edición crítica de los poemas escogidos, observando, entre otras cosas, el intertexto con otras obras contemporáneas. Eduardo Hopkins estudia la teatralidad en la poesía de Juan del Valle y Caviedes, una teatralidad que el poeta racionaliza, de forma paralela, 216

en obras que versan sobre el sismo de Lima de 1687. Hopkins expone los modelos literarios utilizados en los poemas, evidenciando la “coexistencia de alusiones míticas paganas con representaciones y conceptos cristianos” (411), subrayando las resonancias que presentan unos, de la furia de la naturaleza que se pronuncia ante la muerte de Cristo; y que otros presentan intelectualizando los fenómenos naturales, pero “siempre bajo la presencia del espíritu divino como fundamento del sistema” (416). En este sentido, Hopkins enfatiza además la probable influencia de Copérnico en una nueva concepción del orden universal que Caviedes expresa a través de poemas y epístolas en las que confluyen razón y fe. El volumen se cierra con el trabajo de Elio Vélez en torno a La Christiada de Diego de Hojeda, poema épico religioso de principios del siglo XVII que Vélez define como “colonial” fundamentándose en el posicionamiento discursivo del narrador en los preliminares de la obra. Vélez revisa los poemas épicos de orden religioso de la época, en los que los héroes son consagrados por su moral “en función de sus virtudes cristianas, así como de sus sacrificios o luchas contra el demonio” (424). Luego se concentra en la dedicatoria del poema de Hojeda al virrey del Perú, don Juan de Mendoza y Luna, en el que

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presenta la obra como un espejo de príncipes, actualizando la interpretación política del relato: Cristo es el rey virtuoso, el imperio español es reflejo del imperio de los Cielos; el sacrificio en beneficio de la humanidad se muestra como parte de la labor del virrey y Vélez explica este sacrificio al que se refiere Hojeda recordando la crisis por la que atraviesa España entre 1598 y 1620. Pero además del sentido político, Vélez pone en evidencia el sentido homilético de la obra. Con todo el análisis precedente, Vélez llama a una futura reflexión sobre el posicionamiento discursivo del narrador en la calificación de un poema épico como “colonial”. Este volumen es sin duda un gran aporte en el estudio de poesía sacra, un campo que sigue ofreciendo espléndidas revelaciones. Tatiana Alvarado Teodorika Investigadora Asociada GRISO [email protected]

Padilla, Ignacio La isla de las tribus perdidas: la incógnita del mar latinoamericano. Barcelona: Debate, 2010. 204 pp. (ISBN: 978-84-83069158) Ignacio Padilla me confesó una vez su fe en el neutro ensayístico, un tono de reflexión mayestático en el que ensa-

yar llega a ser, según sus propias palabras, pesar con las propias manos las cosas. Aunque más conocido en España por sus novelas (Amphitryon o La gruta del Toscano) y sus libros de relatos (Las antípodas y el siglo o El androide y las quimeras), durante el último lustro el escritor mexicano se ha significado como un prolífico ensayista: desde el 2005 han aparecido en este género El diablo y Cervantes, libro sobre su tesis doctoral en la Universidad de Salamanca; El peso de las cosas, selección de su trabajo periodístico; Si hace Crack es Boom, una visión personal del Crack, su grupo literario; La vida íntima de los encendedores, sobre la atribución de vida a los objetos inanimados; Arte y olvido del terremoto, análisis de la insuficiente representación del temblor de 1985 en las artes mexicanas; y La isla de las tribus perdidas: la incógnita del mar latinoamericano, publicado a finales del 2010 en España y Latinoamérica, y ganador del premio de ensayo Debate-Casa América. Ávido lector de Conrad, Melville, Defoe o incluso de Verne, Ignacio Padilla reflexiona en La isla de las tribus perdidas sobre la marginalidad del mar en la literatura latinoamericana, marginalidad de la que solamente escapan Mutis y García Márquez, y que es síntoma de una superior enfermedad crónica: el crecimiento de todo un subcontinente en perpetuo conflicto con su medio natural.

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En La isla de las tribus perdidas Ignacio Padilla visita numerosos episodios históricos, culturales y literarios con el objetivo de cuestionar, subvertir y actualizar definiciones de la identidad latinoamericana a partir de su relación con el océano, en una estructura dividida en cinco apartados o bitácoras donde se repasan, por este orden, la conflictiva historia de la zona en constante conflicto con el agua (“La espada innumerable del mar”), la violencia casi bíblica de la naturaleza en Latinoamérica (“Huracanes ciegos y laberintos de agua”), la historia de sus embarcaciones (“Buques fantasma y balsas de locos”), el valor simbólicoliterario de su fauna (“El signo de Jonás”) y la isla como metáfora del aislamiento del ser latinoamericano (“Un archipiélago de soledades”, título tomado del nombre con el que Xavier Villaurrutia bautizó a sus Contemporáneos). Partiendo de premisas históricas –el mar como medio al servicio de las invasiones colonialistas–, sociales –las aguas fluviales o marinas que separan a mexicanos y cubanos del American Dream en el vecino del norte–, militares –la inexistencia hoy de una sólida fuerza naval en ninguno de los dieciocho países hispanoamericanos– o literarias –el naufragio como paradigma anti-heroico de la aventura acuática desde las Crónicas de Indias de Cabeza de Vaca o Bernal Díaz del Castillo–, el escritor construye una 218

metafísica de la identidad latinoamericana a partir de su relación con el mar o, dicho sea con mayor exactitud, de la ausencia del vínculo con el mismo para concluir, como se anuncia en la contraportada del libro, que tanto le duele el mar a América Latina que decidió vivir de espaldas a él. La hipótesis central se sostiene coherentemente a lo largo del volumen: mientras otras culturas como la germánica o la escandinava hicieron del mar un cómplice que terminó por definir su identidad como pueblos, el inmenso subcontinente latinoamericano creció dándole la espalda a un obstáculo llamado océano que no ha dejado de ejercer, desde los tiempos prehispánicos, como una aguda metáfora de su aislamiento frente al resto del mundo. Y es que ni mayas, ni aztecas, ni incas –ni cualquier otro pueblo pre-hispánico– fueron buenos marinos; España y sus colonias fueron dos territorios separados –más que unidos– por un mismo mar, y por mucho que Simón Bolívar, en una proclama que sirve de epígrafe al libro, animara a someter el medio a la voluntad humana (“Si se opone la Naturaleza, lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca”), lo cierto es que el mar siempre ha sido visto en Latinoamérica como una metáfora de aislamiento más que de complicidad. El huracán, la inundación y la tormenta son, serán y han sido peligrosas metáforas de

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cualquiera de sus naciones; no creo azarosa, de hecho, la continua repetición en La isla de las tribus perdidas del vocablo meteoro: nos habla de una visión del subcontinente construida a base de golpes, violentos e inesperados, condicionantes externos naturales o históricos que han modificado decisivamente el ser latinoamericano. Destaca en el ensayo el recorrido por la tradición literaria latinoamericana tomando como recurrentes leit motivs el agua, la lluvia y el mar, desde los diarios de Colón hasta la violenta metáfora del ser en El astillero de Onetti, pasando por la persistente lluvia, metáfora de una agonía humana universal, en El coronel no tiene quien le escriba, los continuos naufragios de Maqroll el Viajero, las magistrales gestas narradas por Alejo Carpentier en el Caribe o los bíblicos diluvios de Rulfo, entre otros muchos motivos literarios. Incluso el valor de la insularidad como metáfora política en la novela del caudillo –sobre todo en el retrato de Rodríguez de Francia en Yo, el Supremo– en un mundo latinoamericano donde, como se pude leer en el ensayo, “cada persona es por sí misma una isla y que su conjunción sólo podrá ocasionar un hondo sentimiento de pérdida o de soledad”. En el fabuloso viaje marino-literario de Padilla sólo he encontrado una pequeña vía de agua: la ausencia del mar de Terra nostra, el brillante narrador-náufrago

que ha soñado un Nuevo Mundo en su capítulo central, la fundación mítica de Latinoamérica construida, a partir del mar, en la canónica novela de Fuentes. La pequeña vía apenas hace grieta y La isla de las tribus perdidas revela el profundo conocimiento de la tradición literaria mexicana, hispanoamericana y universal de un escritor dedicado desde hace más de dos décadas a la literatura y cuya obsesión por el mar ha determinado su obra desde su primera novela La catedral de los ahogados, tributo a los relatos marinos de García Márquez, de su relato infantil Las tormentas del mar embotellado y de Espiral de artillería, novela escrita a partir de la tragedia en el mar de Barents que mantuvo encerrados durante días, esperando la muerte, a los soldados del submarino Kursk. El lector naufragará ahora en la misma isla que servía de marco a La catedral de los ahogados, tan fantástica y literaria como aquélla pero en este caso mucho más madura y reposada, alejada de los convencionalismos narrativos del otrora referente colombiano y comprometida a buscar, contra quienes consideran a Padilla un autor desenraizado, una respuesta a la incógnita de la identidad latinoamericana. La isla de las tribus perdidas clausura, por tanto, un ciclo literario en la escritura de Ignacio Padilla: en su epílogo el escritor se asume contador de historias, y su tono ensayístico tiene ecos de una

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oralidad que huyen de cualquier academicismo dogmático que pudiera lastrar la prosa. Cercano por tanto al tono narrativo de sus relatos y novelas, el mesurado estilo de Padilla funciona sorprendentemente bien en el género ensayístico, convirtiendo La isla de las tribus perdidas en un compendio de historias en torno al mar que muestran un retrato de Latinoamérica entre la realidad y el mito, entre la voluntad y la imaginación, entre su identidad y la recreación literaria de la misma. Nunca deja de sorprender la facilidad con que el ensayo enhebra argumentos que terminan remitiendo al lector al punto de partida, movimiento pendular en el cual reside su efectividad retórica; se evade cualquier restricción academicista que pudiera privar al ensayo de su ligereza estilística, entendiendo el concepto de ligereza como lo hizo Ítalo Calvino: como un exquisito atributo de la prosa que nunca debe confundirse con liviandad. De La isla de las tribus perdidas me quedo, por tanto, con ese sugerente tono, la tensión entre el detalle íntimo y a veces desgarrador y la universalidad de lo relatado, una doble dimensión que también hallo en la narrativa de Ignacio Padilla y que creo atisbar como rasgo perdurable, ajeno a las cambiantes modas editoriales. La isla de las tribus perdidas responde, finalmente, a una de las máximas de la obra del escritor mexicano: armonizar 220

la relación del ser humano con su medio, sea éste urbano, natural, cultural o literario; como otros escritores latinoamericanos nacidos en los sesenta –incluidos los miembros del Crack– la obra de Padilla ha dado un paso adelante con el ejercicio sistemático del ensayo, género de madurez que amplía el valor de su prosa de ficción y que demuestra una voluntad de reflexionar sobre la identidad de México y de todo el subcontinente. Latinoamérica se enfrenta a numerosos retos en un siglo entendido más como un obstáculo que como una oportunidad: el terremoto en Haití, la corrupción de funcionarios en Puerto Rico, la emigración a Estados Unidos, las maras centroamericanas o los casi cincuenta mil muertos del narcotráfico en México son sólo la punta del iceberg de su precaria situación social, étnica, política y económica. Textos como La isla de las tribus perdidas o El insomnio de Bolívar de Jorge Volpi –ganador del mismo premio el año anterior– deben proveer motivos para una reflexión sobre la identidad del continente, inmensa balsa de piedra e isla de tribus perdidas que, dos siglos después de su independencia, aún debe luchar por reconocerse. Tomás Regalado López James Madison University [email protected]

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Santana Fernández de Castro, Astrid Literatura y cine: lecturas cruzadas sobre las “Memorias del subdesarrollo”. Biblioteca de la Cátedra de Cultura Cubana Alejo Carpentier. Santiago de Compostela: Universidade, 2010. 276 pp. (ISBN: 97884-9887-293-4) En 1965 Edmundo Desnoes publicó en La Habana Memorias del subdesarrollo, una novela insólita que, desde la voz de un burgués que veía cómo su mundo se derrumbaba por el proceso revolucionario, articulaba una crítica de doble filo: por una parte, al universo de una burguesía decadente que el narrador aborrecía, pero de cuyos valores no conseguía desprenderse; por otra, a la propia lógica revolucionaria, que bajo la divisa del cambio social producía una igualación de la mediocridad y que, desde la mirada escindida del narrador, aparecía a la vez como una esperanza de cambio y como la causa de su aislamiento social. En 1968 Tomás Gutiérrez Alea adaptó la novela al cine con la ayuda del propio Desnoes. La película tomaba como punto de referencia al personaje de la novela, pero buscaba soluciones cinematográficas para traducir visualmente las complejas estrategias narrativas del texto. De hecho, la película incorporaba escenas, secuencias y situaciones que no habían sido narradas en la novela, pero que

desarrollaban algunos de los problemas a los que ésta apuntaba. Y si la obra de Desnoes, además de explorar los meandros de una subjetividad herida, reflexionaba sobre el hecho mismo de escribir y de consignar en un cuaderno la experiencia vivida, la película movilizaba diversos procedimientos de la modernidad cinematográfica que rompían explícitamente las reglas de la narración cinematográfica clásica. Memorias del subdesarrollo desplegaba, en el contexto de la Cuba revolucionaria, técnicas narrativas ensayadas pocos años antes por Godard o Resnais, y las hacía dialogar con fragmentos documentales de la época que habían registrado algunos de los episodios centrales del proceso revolucionario. La turbulenta realidad que el filme retrataba hallaba su correlato en una forma heterogénea, basada en el procedimiento del collage y en una narración entrecortada y por momentos abrupta, que conjugaba una estética intimista para representar la subjetividad desgarrada de su protagonista con una tendencia documental que trataba de registrar la dimensión histórica de los juicios revolucionarios o la crisis de los misiles. Con el tiempo, ese complejo entramado cinematográfico haría que la película de Alea y Desnoes se convirtiera en una de las producciones más importantes de la cinematografía cu-

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bana y en uno de los textos cruciales de la modernidad fílmica en América Latina. Tanta repercusión, sin embargo, llegó a eclipsar el texto original de Desnoes, que quedó opacado por la creciente influencia de la película. Ensayistas, críticos e historiadores han tendido a ver en la novela original una versión primeriza de la gran narración que cristalizó en la película, y la han analizado a veces como un texto satelital, carente de interés propio, más importante por su adaptación fílmica que por sus propios méritos literarios. En los últimos años, afortunadamente, la novela de Desnoes ha sido reeditada y reevaluada por diversos investigadores y académicos como un texto autónomo y de gran valor histórico y literario que condensa algunas de las problemáticas mayores de la literatura y el arte en el contexto convulso de la revolución social. El texto de Astrid Santana Fernández de Castro, se inscribe en ese proceso de reevaluación del texto de Denoes y trata de responder a la necesidad de hallar nuevas formas de lectura de la relación entre la novela y la película. Quizá por ello su propio título alude al cruce entre ambos estatutos semióticos: Literatura y cine. Lecturas cruzadas sobre las “Memorias del subdesarrollo” y, de hecho, propone una lectura conjunta de la película y de la novela, basada tanto en el análisis textual como en la contextualiza222

ción cultural de ambas obras. El texto de la autora cubana, profesora en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana, se divide en seis partes bien diferenciadas y un jugoso apéndice en el que incluye declaraciones y fragmentos de ensayos de la Cuba de los sesenta que ayudan a comprender el contexto cultural en el que se produjeron tanto la novela como la película. Los dos primeros capítulos tienen una extensión menor que el resto y desempeñan un rol introductorio. En el primero de ellos, que funciona a modo de preámbulo, la autora revisa la cinematografía de Gutiérrez Alea, centrándose en las películas que tomaron como referencia un texto literario cubano, como es el caso de Memorias del subdesarrollo. Analizando películas como Una pelea cubana contra los demonios (1971), La última cena (1976), Los sobrevivientes (1978) o Fresa y chocolate (1993), en las que Gutiérrez Alea recurrió a textos literarios cubanos, la autora describe cómo el realizador se sirve de ellos para visualizar la emergencia de las diferencias, fronteras y heterogeneidades internas de la cultura cubana. A pesar de su abundante información, este capítulo queda un poco aislado con respecto al resto de los textos que conforman el libro, debido a su focalización en un aspecto muy específico de la cinematografía de Gutiérrez Alea.

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En el segundo capítulo se ensaya una suerte de introducción teórica en la que la autora convoca y examina diferentes teorías sobre la relación entre literatura y cine, centradas en el principio de intertextualidad. El capítulo expone algunos de los elementos de las teorías de Bajtín sobre el texto dialógico y sobre las relaciones intertextuales, a partir de su relectura cinematográfica de Robert Stam, que analiza las adaptaciones como una forma específica de intertextualidad. Ello se pone en relación con la idea de Deleuze y Guattari sobre el texto como rizoma, insistiendo más en sus conexiones, en la forma en que articula estratos y territorialidades más que en el modo en que dispone los significados. La autora alude en diferentes momentos del capítulo al caso concreto de Memorias del subdesarrollo, pero no desarrolla la vinculación entre esas teorías sobre el texto literario y su adaptación fílmica y las propuestas de Desnoes y Alea. Más bien parece que, más que ofrecer una serie de pistas de lectura, el capítulo trate de señalar al lector el lugar teórico desde el cual los demás capítulos serán escritos, aunque muchos de los planteamientos presentados en él no vuelvan a aparecer en las otras partes del libro. Efectivamente, si ese capítulo introductorio tiene una fuerte impronta teórica, lo cierto es que los próximos cuatro capítulos, más extensos e importantes,

presentan un acercamiento mucho más historicista y analítico al objeto de estudio, que no llegan a contradecir los planteamientos del capítulo anterior, pero sí limitan su operatividad metodológica. Tras esos dos capítulos un poco desconectados de la reflexión global del libro, la autora se adentra en un territorio más analítico e historiográfico, en el que el análisis textual se anudará a la reflexión sobre el complejo contexto cultural en el que los textos fueron producidos. La parte titulada “Memorias compartidas entre la imagen y la letra impresa” se centra en la adaptación cinematográfica y en el modo en que las estrategias formales de Memorias del subdesarrollo pueden relacionarse con las posiciones defendidas en diferentes momentos por su director, Tomás Gutiérrez Alea. Efectivamente, Gutiérrez Alea participó en los años sesenta en diferentes polémicas sobre la función que el cine podía desempeñar en el contexto de la revolución cubana, y más tarde llegaría a sistematizar sus teorías cinematográficas en el muy influyente volumen Dialéctica del espectador, que acabaría convirtiéndose en un texto de referencia para los realizadores latinoamericanos. Como bien muestra Astrid Santana, la articulación formal de la película supone, en cierta medida, una respuesta a los debates de la época en torno a la función que el cine

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y la cultura podían desarrollar en la sociedad revolucionaria. El capítulo “¿Quién eres tú Sergio Carmona?” se adentra en el análisis del personaje en torno al cual pivotan la narración literaria y la película, tratando de determinar tanto su filiación literaria como su relación con diversos paradigmas filosóficos. Santana analiza su conexión con las filosofías y las narrativas existencialistas y con planteamientos de la época como los expresados por Leon Rotzichner en Moral burguesa y revolución. Efectivamente, el personaje de Memorias del subdesarrollo sirve de puerta de entrada y de condensación de no pocas de las preocupaciones filosóficas, políticas y sociales que, desde los años cincuenta, habían ganado los debates culturales de la izquierda latinoamericana. Pero como bien muestra la autora, esos debates toman cuerpo en la película y en la novela de un modo desplazado e irónico, a través de un sujeto en derrumbe íntimo que metonimiza el derrumbe de toda la burguesía cubana con la que se identifica y, a un mismo tiempo, aborrece. En los capítulos finales, “Movilidad del tiempo y el espacio: otras filiaciones y coordenadas de lectura” (149-92) e “Integración del intertexto ensayístico en la significación multiplicada del filme” la autora relaciona los planteamientos y estrategias de representación de la novela con otros 224

textos literarios y cinematográficos, en primer lugar, y con la obra narrativa y ensayística del propio Desnoes, en segundo lugar. En estos capítulos la autora sitúa la obra en el contexto de polémicas, intervenciones y disputas que caracterizó a la cultura cubana de los años sesenta, con especial atención a la figura del intelectual y el rol de la creación artística y literaria en tiempos de revolución, una cuestión que tanto la novela de Desnoes como la película de Gutiérrez Alea abordan con decisión, aunque de un modo ciertamente irónico, ambivalente y, por ello mismo, muy productivo. Con sutileza Astrid Santana conecta la representación de la intelectualidad, la escritura y el poder que tiene lugar en la novela y en el filme con una serie de artículos, relatos publicados por Desnoes en la época en los que abordó el mismo tema. Estos capítulos hallan una justa continuación en el magnífico apéndice en el que se recopilan fragmentos de intervenciones públicas en torno a la figura del intelectual en la Cuba de los sesenta, donde se dan cita discursos de Fidel Castro, textos de Roque Dalton, Benedetti, Vargas Llosa, Frantz Fanon, Guevara y diversos fragmentos de artículos del propio Edmundo Desnoes. El libro de Astrid Santana viene, en definitiva, a colmar una laguna en los estudios sobre la cultura cubana de los sesenta, añadiendo a la amplia bi-

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bliografía sobre el filme de Gutiérrez Alea una necesaria reflexión sobre el texto literario del que se sirvió, que presenta un valor literario y cultural autónomo que muchas veces ha sido ensombrecido por la relevancia de la película. Sin embargo, y a pesar de los evidentes logros del trabajo de Santana, su intervención presenta algunos desajustes que lastran hasta cierto punto el impacto de su argumentación. En primer lugar, los diversos capítulos aparecen desconectados y sin relación entre ellos. Aunque todos ellos abordan el objeto Memorias del subdesarrollo, lo hacen desde perspectivas diferentes que no se articulan. Así, más que un trabajo de investigación organizado en diferentes capítulos secuenciados, lo que presenta la autora es una recopilación de artículos sobre el mismo objeto, que comparte algunas de las argumentaciones pero que se hallan muy débilmente interconectados. Es más, los planteamientos teóricos desarrollados en el segundo capítulo no hallan eco en los artículos más analíticos del libro, que presentan una metodología muy diferente. Incluso, pareciera que algunos elementos del vocabulario crítico y la metodología analítica utilizados en ese capítulo –la idea del texto como rizoma, por ejemplo- entraran en franca contradicción con los planteamientos más historicistas de los últimos capítulos. En todo caso, la autora deja en

suspenso la articulación posible de esas perspectivas disímiles. En segundo lugar, la débil interconexión de los diferentes capítulos lleva a la autora a tomar una decisión desacertada: situar al final los capítulos de mayor enjundia, en los que se aborda la conflictiva ubicación de Memorias del subdesarrollo en el contexto de polémicas, divisiones y conflictos de la cultura cubana de los sesenta. Esa decisión sobre la dispositio textual relega a un segundo plano lo que debería ser, sin duda, la apuesta principal del volumen, y desnorta al lector, que en la lectura de los primeros capítulos puede perder fácilmente de vista la importancia cultural del objeto de estudio, algo que sólo le será revelado en profundidad en los últimos capítulos. Con todo, el texto de Astrid Santana ofrece, a pesar de su heterogeneidad y de la débil articulación de sus diferentes aproximaciones, una mirada novedosa sobre el texto de Desnoes y, aunque menos, sobre el filme de Gutiérrez Alea. A juicio de quien esto escribe, sus logros se concentran fundamentalmente en los extensos capítulos finales, donde despliega un análisis brillante de textos de poca difusión y de escaso reconocimiento, que le sirve para situar adecuadamente la intervención de Desnoes en la Cuba de los sesenta. Esperemos que otras investigaciones, en Cuba o en España, sigan el camino abierto por esta investiga-

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ción y se acerquen con mirada detallada y analítica al convulso escenario cultural de los años sesenta, que marcaría el devenir de la literatura latinoamericana en las próximas décadas. Jaume Peris Blanes Universitat de València [email protected]

Torremocha Hernández, Margarita La mujer imaginada: visión literaria de la mujer castellana del Barroco. Badajoz: Abecedario Editorial, 2010. 403 pp. (ISBN: 978-84-92669-31-8) Desmontar los tópicos sociales y culturales no es labor sencilla, y menos aun cuando se trata de tópicos forjados y asentados en la Edad Moderna, pero esta es la tarea a la que se aventura Margarita Torremocha Hernández en La mujer imaginada: visión literaria de la mujer castellana del Barroco. Un libro centrado en la imagen de la mujer castellana proyectada a través de los textos literarios. Esta especialista en el estudio de la mujer en las sociedades modernas parte de la necesidad de elaborar un estudio que evite, por una parte, la acusada tendencia a la generalización que suele caracterizar los trabajos pertenecientes al denominado ámbito de la historia de género y, por otra, el anacronismo y la valoración de una 226

sociedad de hace más de tres siglos con los parámetros y mentalidades contemporáneos. Sobre la base de estas dos premisas, como reconoce la propia autora, se procura perfilar la imagen de las mujeres de aquella época en un sentido amplio, es decir, sin obviar las excepciones individuales, centrando el interés en el periodo cronológico del siglo XVII, marcado por las reformas tridentinas, y tomando como fuentes documentales los textos literarios de viajeros europeos y de escritores, tratadistas, teólogos y arbitristas españoles. Fuentes documentales que, como reconoce Torremocha, han de leerse con cierta cautela al estar condicionadas y aportar, en su mayoría, una mirada parcial de la realidad, apoyada en los tópicos y centrada fundamentalmente, aunque no de manera exclusiva, en un ámbito cortesano y urbano. Todo un reto, por tanto, extraer una imagen que no resulte tópica al apoyarse en fuentes que inciden en ellos y en las generalidades. Precisamente es el primer capítulo el que desgrana los estereotipos que definen a los hombres y mujeres de la Castilla del siglo XVII; unas visiones externas, aportadas sobre todo por las obras de viajes, que reflejan una realidad negativa condicionada por la posición, preponderancia y proyección políticas, el poderío económico y otro tipo de factores de carác-

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ter cultural y religioso de los autores que escribían sobre la vida castellana y, en concreto, sobre la mujer castellana. Una mujer vana, ligera, libertina y gustosa de salidas, regalos y adornos, según la percibían los viajeros europeos procedentes de Francia, Portugal o Alemania, entre otros, y también algunos de los teólogos, arbitristas y literatos costumbristas castellanos, que escribían sus textos con la intención de educarlas y mostrarles modelos de comportamiento, catalogándolas, para ello, según su estado: casada, viuda, monja o doncella. En relación a la mujer casada, tal y como explica la autora, el matrimonio era estimado por la Iglesia y el poder civil como el estado perfecto para hombres y mujeres, aunque también poseía una valoración negativa, ya que en lo cotidiano y en el imaginario popular se seguía poniendo en duda como fórmula de vida placentera para el hombre y para la mujer; con todo, aquel podía alcanzar cierta libertad y derechos al convertirse en cabeza de familia, mientras que esta pasaba de una situación de dependencia de su padre a una situación de dependencia de su marido. Respecto al papel de madre de la mujer castellana, poco reflejado, según Torremocha, en las fuentes que maneja, destacan escasas notas y textos sobre el momento del parto y la importancia de amamantar a los hijos.

En su papel de esposa, sin embargo, y así lo refleja el título La perfecta casada de fray Luis de León, se incide de manera mucho más clara y extensa, definiendo cómo debía ser –obediente, sumisa y discreta– y convirtiéndola en la garante de un matrimonio placentero o, cuanto menos, llevadero. Así, aunque el marido también podía colaborar en el buen desarrollo de la convivencia, era la mujer quien debía mostrarse dócil, aguantando con paciencia y resignación posibles recriminaciones, castigos, engaños y actos de adulterio por parte de su esposo, al que estaba unida, en la mayoría de los casos, por voluntad paterna. Lo que en ellas se entendía como un comportamiento punible y pecaminoso era visto en ellos, si no bien, al menos sí con bastante condescendencia. Y lo mismo ocurría con la consideración social de viudos y viudas, tal y como analiza Margarita Torremocha: los hombres no tenían que guardar luto y era lo habitual y natural que volvieran a casarse; las mujeres, sin embargo, sí debían guardarlo y se veía con malos ojos que contrajeran segundas nupcias, por lo que quedaban relegadas a un plano de indefensión. Una de las salidas de estas mujeres ante esta situación era ingresar en un convento. De este modo, la Iglesia se convirtió, más que en una preferencia de estado de vida, en un refugio. Los conventos acogieron a muje-

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res con una profunda vocación religiosa, pero también a mujeres que se vieron forzadas a recluirse, lo que dio lugar, por ejemplo, a que surgiera la figura de los galanteadores de monjas, que presenta brevemente la autora, y de mujeres que llegaron mucho más tarde de lo que hubieran deseado, tras pasar por un matrimonio frustrado y desapacible. Junto a los mencionados análisis de las casadas, viudas y monjas, Torremocha añade el de la prostituta, denominada, en oposición a la mujer honesta, como mala mujer, según un juicio elaborado sobre cuestiones de moral sexual. La prostitución fue objeto en este siglo de numerosos cambios legislativos vinculados a las doctrinas tridentinas que, entre otras cuestiones, procuraron erradicar, aunque sin el suficiente énfasis y sin ningún éxito, los amancebamientos, esencialmente de los eclesiásticos, y las actitudes y comportamientos disolutos de las mujeres, por ejemplo, a través de la prohibición de vestir mantos que taparan sus caras para poder actuar sin ser reconocidas. Una moda muy criticada por moralistas y costumbristas, junto a la del consumo de vanidades, como son los afeites, galas y adornos, que esta especialista va describiendo y explicando, haciendo un recorrido por los productos y atuendos empleados por las mujeres en la época para incrementar 228

su belleza y mejorar su aspecto de acuerdo a los criterios estéticos imperantes. Así se configura el mundo de la apariencia, basado en ver y en ser visto, identificando a las personas por la condición exterior, motivo por el que en alguna ocasión, como en el de la monja Alférez, una mujer podía llegar a atreverse a vestir traje de varón para acceder a puestos reservados a ellos. Una realidad que se lleva a las tablas con una gran profusión, como destaca Torremocha. Finalmente, la autora centra su atención en la relación entre mujer y devoción, ya que las fórmulas y ritos religiosos como la confesión y la Eucaristía formaban parte de las costumbres de la vida diaria y se convirtieron en un alivio y escapatoria para la mujer: las salidas a la iglesia se veían como salidas del retiro forzoso en la casa y suponían la oportunidad de encontrarse y galantear con hombres. Unos hombres que, convertidos en esposos, podían llegar a ejercer la violencia sobre sus mujeres, en general por cuestiones sentimentales, por lo que se consideraba que sobre la figura femenina recaía la responsabilidad de no exasperar ni dar celos al marido, al que, también es cierto, no se eximía de cierta responsabilidad para mantener un equilibrio y templanza en sus actuaciones. La investigadora Margarita Torremocha Hernández analiza con de-

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talle y minuciosidad, a lo largo de once capítulos y a partir de la lectura combinada de textos elaborados por viajeros europeos y por escritores, moralistas y teólogos castellanos, la imagen que se proyectaba de la mujer de Castilla, dentro y fuera de sus fronteras, incidiendo en las diferencias y oposiciones que se presentaban entre las visiones de unos y las de otros, así como en la clara oposición entre el papel social desempeñado por el hombre y el desempeñado por la mujer. Si bien es cierto que estas fuentes se limitan a presentar estereotipos y modelos de mujeres urbanas y de ambientes cortesanos, no es menos cierto que permiten acercarnos la imagen de la mujer en diferentes situaciones, estados y circunstancias de su vida: casada –con la nueva realidad matrimonial contrarreformista–, viuda, monja y doncella. Visiones de la mujer que, como subraya esta especialista, al apoyarse en fuentes subjetivas, en bases documentales parciales, no se puede afirmar con rotundidad que sean una pintura fiel de la realidad, pero sí que se puede aventurar que quizás sean reflejo, como concluye Torremocha, de una mujer imaginada. Ana Zúñiga Lacruz Universidad de Navarra [email protected]

Whitley, M. Stanley, y Patricia V. Lunn Teaching Spanish Grammar with Pictures: How to Use William Bull’s “Visual Grammar of Spanish”. Washington: Georgetown University Press, 2010. DVD-ROM (ISBN: 978-1589017030) Este DVD presenta 406 imágenes digitales especialmente diseñadas para representar visualmente distinciones gramaticales de difícil percepción para los estudiantes de español como lengua extranjera. Las imágenes, que se incluyen en formatos JPG y PDF, vienen acompañadas de un manual de instructores en el que se agrupan enlaces a las imágenes según el punto gramatical que desean ilustrar y que describe cómo las imágenes conceptualizan los diferentes contrastes en cuestión. En el DVDROM se encuentran además las pertinentes guías para la reparación del sistema, así como un índice donde las imágenes aparecen en miniatura para su rápida visualización. Como se indica en la introducción, las imágenes contenidas en el DVD-ROM Teaching Spanish Grammar with Pictures (en adelante TSGP) provienen del volumen Visual Grammar of Spanish, confeccionado por William Bull a principios de la década de los sesenta. Por ello y aunque el formato digital obviamente se adapta a la per-

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fección al ámbito de instrucción actual, las láminas hacen uso de motivos que claramente pertenecen a una época pasada. Esto, sin embargo, es meramente un detalle anecdótico. No sólo es la definición de las imágenes impecable, sino que, más importante aún, a pesar de haber sido creados hace más de 50 años, los dibujos conservan su vigencia y poder ilustrativo intactos. Incluso en la era de apogeo tecnológico en la que vivimos, cualquier instructor que haya necesitado invertir tiempo en navegar en la red a la caza de imágenes apropiadas sabrá apreciar esta herramienta por su potencial de convertir un esfuerzo con frecuencia baldío en una tarea mucho más eficaz. Entre otras cosas y dado que las láminas están creadas ex profeso para ilustrar puntos gramaticales sabidamente problemáticos, TSGP supone un gran paso adelante para poner fin a materiales de creación propia ilustrados con fotografías cuya transparencia pragmática es cuestionable en el mejor de los casos. En su lugar, este recurso nos ofrece una manera rápida y sencilla de conceptualizar la diferencia entre estructuras lingüísticas de manera gráfica salvando, al menos en parte, el obstáculo de articular tales diferencias en términos metalingüísticos. Los contrastes ilustrados (ser/estar, indicativo/subjuntivo, reflexivo/transitivo, etc.), frecuentes y problemáticos a partes iguales, son sin lu230

gar a dudas viejos conocidos tanto para instructores como para estudiantes y con toda probabilidad cualquiera de ellos formará parte del temario de la gran mayoría de los cursos de lengua en una u otra medida. Este hecho sumado a la facilidad de uso de la que los formatos digitales utilizados dotan a este material, convierten TSGP en una herramienta altamente versátil y de utilidad en clases de diferentes niveles por igual. Dicho todo esto, es de recibo añadir que la tarea de capturar en imágenes las diferencias que gobiernan el uso de estructuras tales como subjuntivo/indicativo o imperfecto/pretérito es cuando menos dantesca. Algunos de los contrastes incluidos en el DVD-ROM, como por ejemplo el contraste entre formas reflexivas y transitivas de ciertos verbos o ciertos usos de ser/estar se prestan de manera idónea al medio visual. Otros, como puedan ser la diferenciación entre hay y ser, o el uso del pretérito y el imperfecto, en cambio, implican distinciones que se resisten en mayor grado a ser plasmadas en imágenes. De este modo, si bien las láminas resultarán inmensamente útiles para apoyar explicaciones, ilustrando con imágenes en qué circunstancias debe usarse uno u otro elemento, no debería esperarse que este material eliminara la dificultad que caracteriza las estructuras que en él se abordan. Las imágenes de apoyo que ofrece

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TSGP no siempre pueden alcanzar a proporcionar ilustraciones de las que se desprenda por sí sola una regla de uso concisa sencillamente porque no todos los fenómenos lingüísticos están gobernados por una regla simple y categórica que está esperando a ser articulada. Por esta razón, tan importante como las mismas láminas es el manual de instructores que incluye el DVDROM. Este está destinado a guiar a los docentes de manera que cada imagen se complemente con las explicaciones necesarias y se explote al máximo el potencial del material visual. Dividida mayormente en tres secciones, la guía comienza con una introducción donde Stanley Whitley y Patricia Lunn contextualizan la filosofía que subyace a estos materiales. Esta tiene su origen en las creencias pedagógicas que William Bull desarrolló a través de su formación lingüística y su experiencia como profesor. Tras la introducción, viene la parte central de la guía, donde se encuentran diferentes secciones dedicadas a los puntos gramaticales que se ilustran con las láminas. Cada sección comienza con una lista de enlaces a las imágenes relevantes, después de lo cual se explican los conceptos lingüísticos asociados con el punto gramatical en cuestión y se proporcionan tanto sugerencias de implementación como un razonamiento justificando el acercamiento adoptado. Este apartado

abarca 56 de las 95 páginas que forman el manual de instructores y cabe destacar que pese a incurrir en explicaciones gramaticales, el lenguaje del que hace uso (téngase en cuenta con respecto a este punto que la guía es en inglés) es sencillo y accesible. Además de todo esto, el manual incluye también instrucciones sobre cómo integrar las láminas en presentaciones de PowerPoint o fichas, y las diferentes opciones que el material ofrece para manipular las imágenes. En general, en cualquier caso, estas instrucciones serán en gran medida prescindibles para los usuarios. El manejo de los diferentes recursos es intuitivo y resultará de fácil uso a todos aquellos que estén familiarizados con las funciones básicas de un ordenador. Para terminar, el manual incluye un índice adicional donde las imágenes se enumeran por el tema gramatical que tocan. Sin duda alguna la reedición de los posters de William Bull en formato electrónico es motivo de alegría para los instructores de español. TSGP aborda puntos gramaticales que por lo abstracto de su funcionamiento con mucha frecuencia requieren la creación de materiales confeccionados a medida para su apropiada compresión. Las imágenes que nos proporciona este recurso facilitarán esta tarea y conducirán a resultados gráficos muy superiores. Además, las detalladas ex-

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plicaciones en el manual de instructores proporcionarán al instructor el apoyo necesario para suplementar las imágenes con la información gramatical necesaria y fomentar una mejor asimilación del material en la clase. El hecho de proporcionar materiales visuales para los elusivos contrastes incluidos en este DVD-ROM es por sí solo una razón para celebrar esta herramienta. Dado que este recurso es además muy versátil y de fácil manejo, este instrumento alberga un gran potencial de convertirse en un socorrido compañero al que los instructores recurrirán una y otra vez. Goretti Prieto Botana Universidad de Maryland [email protected]

Williams, Raymond Leslie A Companion to Gabriel García Márquez. Woodbridge/Rochester: Tamesis, 2010. 183 pp. (ISBN: 978-1-85566-191-2) Escribir sobre la obra de Gabriel García Márquez resulta un reto ante la extensa bibliografía que hay sobre su obra. Abordar temáticas o posturas que resulten propositivas es, en definitiva, el mayor reto de quien decide escribir sobre el autor cataquero. Pese a esto, Raymond Leslie Williams (de la Universidad de California, donde realiza estudios sobre literatura lati232

noamericana) aborda al premio Nobel desde una perspectiva que se antoja ampliamente satisfactoria y que sirve como un completo trabajo monográfico sobre el autor. Sin aventurar demasiado sobre la profundidad de la obra, Williams exhibe la biografía de García Márquez, así como también una interesante taxonomía de su obra, en la que destaca diversos aspectos de la misma. En el prefacio del presente libro, Williams comienza mencionando las lecturas e influencias de García Márquez: desde William Faulkner y Ernest Hemingway, hasta Frank Kafka y Jorge Luis Borges. Según el investigador, estas influencias llevaron a García Márquez a establecer una estética de la realidad que se alterna con el contexto sociohistórico de Latinoamérica. A su vez, el prefacio explica la forma en la que estará constituida la presente obra: en el primer capítulo hace un recorrido biográfico del autor de Cien años de soledad; en el segundo, explica en qué consiste el llamado “ciclo de Macondo” y las obras que lo conforman; el tercer capítulo viene a resolver las orientaciones políticas de García Márquez con respecto a su obra y la forma en las que éstas abordan diversas situaciones sociales en Latinoamérica; el cuarto capítulo es una relación de ideas que explican los significados sociológicos y estéticos de El amor en los tiempos del cólera, mientras que el quinto es

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relativo a Del amor y otros demonios y Memoriras de mis putas tristes, entre otras obras. Por último, en el epílogo se hace un resumen de la obra a la vez que se reflexiona sobre las actuales obras de García Márquez. El libro contiene un marcado énfasis en la búsqueda por establecer una estética que emana de la obra de García Márquez y que se asienta en los elementos de la tradición oral y en lo que denomina the visual arts. En esta línea, William establece que los procesos de escritura de las obras de García Márquez están marcados por una profunda conciencia social, la incorporación de la anteriormente mencionada tradición oral a la escritura, el uso de los elementos visuales y la representación de las estructuras medievales y feudales, resultantes de las dinámicas de la conquista española. A partir de estos elementos ligados a las experiencias vitales del autor, se establece que, desde sus primeras obras, García Márquez explora los límites de la racionalidad, en lo que más adelante Williams terminará por relacionar con el realismo mágico, que tuvo su antecedente en las lecturas de García Márquez con relación a las vanguardias latinoamericanas, que es producto de la experimentación que muestra desde las primeras obras, como lo es La otra costilla de la muerte. El realismo mágico, elemento presente en gran parte de la obra del autor, está justificado,

según Williams, por una búsqueda de la libertad en el contexto de las dictaduras, golpes de estado militares, la represión…, así como el establecimiento de las empresas capitalistas y la explotación de los recursos ambientales y humanos. Posteriormente, Williams se aproxima a buena parte de los elementos filosóficos a partir de los cuales García Márquez aborda la problemática política y social latinoamericana; a García Márquez, Williams lo entiende como un neo-marxista, cercano a las ideas de Jean-Paul Sartre y Carlos Mariátegui. Luego entonces, a partir de las mencionadas influencias literarias y filosóficas del premio nobel, explica las suerte de experiencias e ideas que significaron su entrada en el “Boom” latinoamericano. La obra cumbre, y de particular valor dentro del mencionado “Boom”, es Cien años de soledad, la cual tiene su génesis en Pedro Páramo de Juan Rulfo. En la nómina de autores del “Boom”, se menciona a los ya conocidos Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, entre otros. A partir de la mención del autor peruano, Williams explica el distanciamiento entre ambos premios nobel, de donde se deducen las diferencias ideológicas entre ambos, ya que García Márquez estaba enfrascado en un apoyo desinteresado a la naciente revolución cubana que terminaría con la caída de Fulgencio

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Batista y la posterior consolidación del régimen de Fidel Castro, a la vez que su crítica apunta a la denuncia de los excesos del capitalismo dentro de su obra, particularmente a la United Fruit Company, que es parodiada dentro de la célebre novela Cien años de soledad. Y es precisamente esta obra la que consagró y consolidó a García Márquez en el panorama mundial, y le valió el favor del público y la crítica internacionales, lo cual lo llevó a obtener el premio nobel en 1982. Raymond Leslie encuentra una forma de utilización del premio nobel en García Márquez, ya que este se vuelve una voz reconocida y validada en asuntos políticos en Latinoamérica, y menciona particularmente la intervención del autor en el conflicto e intento de poner un alto al fuego entre el gobierno colombiano y la FARC. A su vez, su voz se dejó escuchar en 1999 durante el conflicto relativo a Elian González y lo relativo a las políticas de EE.UU. contra el régimen castrista. Todo ello deja entrever que García Márquez es una voz que, a través de sus obras, reproduce la necesidad de explicar y responder a las problemáticas que el contexto latinoamericano ofrece a lo largo de su historia en el siglo XX, que a su vez es un juzgamiento de la historia ligada y relativa a España y la conquista. Por su parte, Williams establece que el “Macondo cycle” está consti234

tuido por: La Hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), La mala hora (1962), Los funerales de la mamá grande (1962) y Cien años de soledad (1967). Después de un breve recorrido por las tramas que cada obra plantea, hace un particular énfasis sintético en Cien años de soledad, destacando la opinión de Julio Ortega con respecto a la forma en que García Márquez recrea un lenguaje de memoria histórica frente a la historia oficial. Para Williams, García Márquez (a través de estas novelas) expone las estructuras de poder y control sobre la sociedad latinoamericana a la vez que muestra las dinámicas pasadas que establecen los valores de poder en la actualidad: ya sea a través de conquistadores, caciques, dictadores y/o empresas capitalistas y neo-liberales. Esta es, en esencia, la estética que marcará la obra de García Márquez y de la que parte toda estructuración narrativa futura, en mayor o menor grado, influida por Cien años de soledad. A propósito de El otoño del patriarca, Williams sugiere que en ella está presente una alegoría crítica sobre los dictadores latinoamericanos, los cuales parecen tener un poder que escapa a las líneas de tiempo y espacio, lo cual lo vuelve una síntesis continuista de las tendencias del realismo mágico. Al respecto de las obras que se pueden englobar dentro de las obras políticas de García Márquez,

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Williams menciona La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile (1986) y El general en su laberinto (1989). Aquí se observa la imposibilidad de desligar el premio nobel obtenido a principios de la década de los años ochenta, con los fines de uso público que quiere dar a sus textos posteriores. Por ello, no extraña que las temáticas sean relativas a la dictadura en Chile o bien sobre los últimos días de vida del libertador Simón Bolívar, a quien envuelve en una capa de misticismo nacionalista. Sin embargo, García Márquez no desgasta la fórmula sobre las estructuras de poder en Latinoamérica, ya que en Los funerales de la mamá grande se centra en el poder popular que radica fuera de las instituciones del estado y que se establecen en la sociedad latinoamericana. En este sentido, El otoño del patriarca viene a ser el abandono del ciclo de Macondo y del realismo mágico, y la inauguración de la tendencia postmoderna del autor. Pese a ello, los valores que siguen rigiendo a la obra de García Márquez, según explica Williams, están caracterizados por la representación de las tradiciones medievales y neocoloniales. En el quinto capítulo del libro Williams explora dos de las más recientes obras de García Márquez: Del amor y otros demonios (1994) y Memoria de mis putas tristes (2004). Ambas novelas mantienen de forma genérica

y temática el trasfondo de las estructuras españolas en la política y sociedad contemporáneas, es decir, una suerte de estructuras profundas ligadas a la cultura popular de las sociedades latinoamericanas. Además, Memoria de mis putas tristes transgrede de forma frontal la moral social y religiosa, mientras que en Del amor y otros demonios se plantea el amor sacrílego como tema principal, lo cual se convierte en una crítica mordaz a la religión católica, que si bien está presente en las primeras obras del autor, en estas novelas se convierte en la estructura de fondo. A su vez, este capítulo explora la interacción entre sociedad y estructuras morales y de poder al respecto de Noticias de un secuestro y Doce cuentos peregrinos, a la vez que siguen la línea de crítica al legado de la colonia y apunta al neocolonialismo. El epílogo hace una síntesis de lo explicado y expuesto durante el libro a la vez que Raymond Leslie Williams narra anécdotas, encuentros y entrevistas que ha tenido con Gabriel García Márquez, a la vez que termina justificando el significado que tiene para él haber “encontrado” al autor en vísperas de empezar una tesis doctoral relativa a Mario Vargas Llosa. En este amplio y heterogéneo capítulo, también retoma el debate relativo a los “futuros” García Márquez, pues la tradición que ha creado se reivindicará en nuevas propuestas. Un último ca-

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pítulo se revela con el título Guide to further readins, en donde Williams deja constancia de estudios y líneas actuales de investigación sobre la obra de García Márquez, así como de libros y obras que puedan ahondar en algunos de los temas por él sugeridos. Este libro de Williams es un mapa que propone y pretende retomar líneas de investigación sobre la obra de García Márquez. Una lectura esquemática, contemporánea y propositiva se añade a la amplia bibliografía que existe en estudios sobre el novelista colombiano. Williams deja entrever una tradición sobre estos estudios y los expone a la vez que añade elementos e ideas que puedan ayudarnos a comprender, leer y estudiar mejor la obra de Gabriel García Márquez. Alejandro de J. Loeza Zaldivar Universidad de Navarra [email protected]

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INSTRUCCIONES A LOS AUTORES. NORMAS EDITORIALES Y ESTILO

1. Los trabajos serán resultado de investigación original, y no habrán sido publicados previamente ni estarán siendo considerados por otras revistas. 2. La extensión no excederá de 9 000 palabras, incluidas notas y bibliografía. El número y extensión de las notas se reducirá a lo indispensable. 3. Los autores enviarán por correo electrónico a: [email protected] y [email protected] : •





carta con la siguiente información personal: título del trabajo (en castellano e inglés), nombre del autor o autora, ubicación profesional con su dirección postal completa, y dirección electrónica. por separado: archivo en formato word con a. El texto del original, correctamente redactado en español. b. Un resumen de unas 150 palabras en español, y su correcta versión inglesa. Este resumen deberá atenerse al siguiente esquema: asunto concreto, metodología y conclusiones o tesis que se mantiene. c. Una lista de entre tres y cinco palabras-clave en español, y su correcta versión inglesa. En este archivo no debe figurar el nombre ni identificación alguna del autor o autora. En el apartado “Asunto” del mensaje electrónico, indicarán: Artículo para evaluar.

4. Los trabajos se someterán a un proceso de selección y evaluación, según el procedimiento y los criterios hechos públicos por la revista. 5. Estilo: los autores se atendrán al sistema de referencia abreviada en texto y notas, y prepararán una lista de “Obras citadas” donde figuren todos los datos bibliográficos.

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Referencia abreviada en texto y notas: se indica entre paréntesis el apellido del autor y el número de página, sin coma: (Arellano 20) Si se citan varias obras de un mismo autor, se distinguen bien por una palabra del comienzo del título, bien por el año de publicación: (Arellano, Historia 20) o (Arellano 1995, 20) Si la identidad del autor es clara en el contexto, basta localizar la cita: “como ha señalado Arellano (20), el teatro de Calderón…” o bien “como ha señalado Arellano (Historia 20), el teatro de Calderón…”



Lista de Obras citadas: LIBROS: Apellido(s), Nombre. Título. Ciudad: Editorial, Año. Arellano, Ignacio. Historia del teatro español del siglo XVII. Madrid: Cátedra, 1995. ARTÍCULOS: Apellido(s), Nombre. “Título”. Revista n.º volumen en arábigo.fascículo (año): páginas. González Ollé, Fernando. “Vidal Mayor, texto idiomáticamente navarro”. Revista de Filología Española 84.2 (2004): 303-46. COLABORACIÓN EN LIBRO COLECTIVO: Apellido(s), Nombre. “Título”. Título del libro colectivo. Ed. Nombre(s) y apellido(s) del editor o editores. Ciudad: Editorial, año. Páginas. Spang, Kurt. “Apuntes para una definición de la novela histórica”. La novela histórica: teoría y comentarios. Ed. Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata. Pamplona: EUNSA, 1998. 65-114.

Empleen “ver” en lugar de “cfr.”, “véase”, “vid.” o “comp.”. En ningún caso se emplean indicaciones como “op. cit.”, “art. cit.”, “loc. cit.”, “id.”, “ibid.”, “supra”, “infra”, “passim”. Para más precisiones y casos particulares, consulten la versión de estas Normas disponible en http://www.unav.es/rilce/normaseditoriales

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SOBRE EL PROCESO DE EVALUACIÓN DE “RILCE”

1. Los originales recibidos son valorados, en primera instancia, por uno o varios miembros del Consejo Editorial de la revista para decidir sobre su adecuación a las áreas de conocimiento y requisitos que la revista ha publicado para los autores. 2. El Consejo Editorial envía los originales, sin el nombre del autor o autora, a dos evaluadores externos al Consejo de Redacción, los cuales emiten su informe en un plazo máximo de seis semanas. En caso de desacuerdo entre los dos evaluadores, Rilce solicita un tercer informe. Sobre esos dictámenes, el Consejo Editorial decide rechazar, aceptar o solicitar modificaciones al autor o autora del trabajo. Los autores reciben una Notificación detallada y motivada donde se expone, retocado, el contenido de los informes originales, con indicaciones concretas para la modificación si es el caso, y una valoración de su trabajo según los criterios objetivos hechos públicos por la revista. Ocasionalmente, Rilce puede enviar a los autores los informes originales recibidos, íntegros o en parte, siempre de forma anónima. 3. Los evaluadores emiten su informe según un Protocolo, que incluye: a. un breve informe tanto del artículo como de los resúmenes; b. una valoración cuantitativa de la calidad (excelente | buena | aceptable | baja) de estos cinco criterios: originalidad; novedad y relevancia de los resultados de la investigación; rigor metodológico y articulación expositiva; bibliografía significativa y actualizada; pulcritud formal y claridad de discurso; c. una recomendación final: publicar | solicitar modificaciones | rechazar; d. indicación del plazo máximo de entrega del informe. 4. La fecha de Aceptación Definitiva por parte de la revista incluye el tiempo dedicado por los autores a la revisión final de su trabajo o a aportar la información que se les solicite.

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