El viaje de Ibn Fadlán: o de cómo traducir e interpretar no se reduce a saber idiomas

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F.J. Gencí^r Mnncos / M.A. G,rncfu Pnnvroo

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@ Los Autorcs @ Editorial

Atrio, S.L.

EDMORIAL ATRIO, S.L. C./ Dr. Martín Lagos, núm. 2

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18005 Granada

Tlf./Fax: 958 26 42 54 ISBN: 84-96101-25-8 Depdsito

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El viaje de Ibn Fadlán: o de cómo traducir e interpretar no se reduce a saber idiomas NrcolÁs RosER Nesor Universidad de Mdlaga

l. Ln rrccróN coMo

BANCo DE pRUEBAS DE LA REALTDAI

Desde los tiempos históricos, y quizás también en los últimos momentos de los prehistóricos, los desplazamientos de grupos humanos han significado el contacto con otros de lengua dispar, que han propiciado, han obligado, a la interpretación entre ambas, directa o indirectamente (a través de una tercera lengua mediadora, que pudiera ser ono linguafranca):y, en su caso, a la traducción. Si ese desplazamiento lo realizaba un individuo, cosa difícil pero no imposible, la interpretación y la traducción se daban en tanto en cuanto su estancia entre el nuevo grupo con lengua distinta se presentaba a corto plazo por motivos distintos (comercio, etapa de paso). Si esta estancia iba tomando tintes de definitiva, o la disposición del inmigrante o su necesidad le empujaban a más, la adquisición de la lengua del grupo rec€ptor pasaba a ser la actividad principal de aprendizaje. Un ejemplo de lo que decimos nos lo proporciona el relato de Ibn Fadlán, titulado viaje al país de los turcos, los jázaros, los rusos (los escandinavos) y los eslavos (¡.$¡-'llr,-*r¡ll¡ JjÁllr élJÉll $t+ J! ¡L-rl , ¡ ¡ cÉ pu-ai ¡l iJ--.¡¡ o mejor rodavía, la novelación de ese relato y su traspaso al celuloide. A partil de la crónica de Ibn Fadlán y del poema épico sajón Beowulf, el escritor norteamericano Michael Crichton compuso, en 1976, una novela titulada Eaters ofThe Dead (Devoradores de cqdáveres, Editorial Plazay Janés, 1993), llevada posteriormente (1999) al cine bajo el título de The l3Th Warrior (titulada en España El Guerrero n." l3 y en Hispanoamérica 13 Guerreros), dirigida por John McTiernan y protagonizada por Antonio Banderas y Omar Charif, entre otros. Existe una versión francesa de la risalaltratado de Ibn Fadlán: Ibn Fadlan: Voyages chez les Bulgares de la Volga, traducción de Marius Canard, Sindbad, París, 1988. En la versión cinematográfica, Ibn Fadlán es interpretado por Antonio Banderas y, al principio de la aventura, va acompañado por un consejero protagonizado por Omar Sharif, quien hace las veces de intérprete entre ellos dos y el grupo de varegos (comerciantes escandinavos, en particular, suecos) que encuentran en las estepas ru-

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sas (de hecho, en principio, el apelativo ruso fue aplicado a ellos). La lengua que utilizan para el mutuo entendimiento no es ni el rírabe ni el único, ni el ruso, ni ninguna variante escandinava, sino el latín, lengua ajena culturalmente a los dos

interlocutores, pero excelente instrumento de comprensión en tanto que lingua franca. Por supuesto, se trata de una licencia que se adjudica el autor de la novela, en ésta y en el guión de la película, y jamás se dio en la realidad de nuestro viajero islámico, ni en la de él ni en la de sus intérpretes; pero nos sirve a nosotros como motivo de la presente reflexión en lo relacionado con traducir e interpretar. La aventura prosigue con Ibn Fadlán/Antonio Banderas acompañando a un grupo de guerreros v¿uegos de los que desconoce su lengua, sin poder comunicarse con ello más que de forma muy elemental. A medida qtre avanza el viaje con ellos, Ibn Fadlán observa el modo de expresión de sus compañeros y va anotando mentalmente las correspondencias de sentido entre enunciados lingüísticos y referentes reales o abstractos. Al cabo de un tiempo, el héroe y autor del relato, es capaz de comprender y, por tanto, utilizar la lengua vikinga. Es decir, la ha adquirido como una habilidad más. Esta sorprendente rapidez en la adquisición de la lengua escandinava, y el propio hecho de aprenderla, es una ficción añadida por Crichton a su composición literaria (Ibn Fadlán nunca aprendió más que el árabe), pero resulta plausible y, de hecho, se da en el mundo real, aunque no con ese grado de celeridad.

2.

Cumroo LA REALIDAD supERA A LA FrccIóN

Áhmad Ibn Fadtánr, del que apenas conocemos su nombre (Áhmad Ibn Fadlán Ibn al-'Abbás Ibn Ráchid Ibn Hamád), su origen étnico no fuabe y su calida de liberto de Muhammad Ibn Sulaymán2 (m. 917) --quien conquistó el Egipto de la dinastía tuluní para los 'abbasíes-, fue un diplomático enviado en el año 921 (309 dela Hégira) como miembro de una embajada que el califa 'abbasí al-Muqtadir bi-Allah (908-932) despachó al rey de los búlgaros del Volga, a petición de éste úlrimo, para educar a él y a su corte en las doctrinas del Islam, así como para la construcción de una mezquita en su capital con financiación del califa. En esa época, los búlgaros ocupaban las riberas del Volga en lo que ahora es Rusia y Moscú. Para llegar hasta la corte búlgara, Ibn Fadlán y sus compañeros realizaron un periplo que los llevó de Bagdad al volga, pasando por Persia, Juarizm, Transaxonia, el ma¡ de Aral y el volga. En este desplazamiento, Ibn Fadlán tomó contacto con los varegos, comerciantes y colonos suecos establecidos en esos territorios continentales, de los que recogió una vívida relación de sus costumbres y modos de comportamiento en el relato que nos dejó escrito. Ibn Fadlán fue uno de los primeros viajeros islá¡nicos que dejaron constancia de sus andanzas. Fscritos éstos que darían lugar, con el tiempo, a un nuevo género literario árabe,la rihla, o viaje de estudios, donde se describen las características físicas y de la población de los lugares que se visitan. Pese a ser un pionero en esta clase de recopilaciones geográficas, las notas de Ibn Fdlán son de un carácter etnográfico indiscutible, ya que el autor pretende reflejar

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en ellas la impresión que le produce, dadas sus coordenadas culturales, el encuentro

y la relación con cultural y étnicamente diferentes. El relato escrito por Ibn Fadlán fue utilizado por dos geógrafos musulmanes, alQazuíni ( I I 84- 126 1), en su compe ndio agár al-bilad wa-ajbár al:ibad (vestigios de los países y noticias sobre los hombres) y Yaqút (1178-1228} en su diccionario geográfrco mu'yam al-buldán (diccionario de países). Pero fue este último, Yaqút, quien conservó, en diferentes entradas de su léxico de geografía (Juarizm, Bachgard, Bulgar, Itil, Rus, Jázar), los dos tercios del relato legado por Ibn Fadlán. Sólo en 1924 se descubrió una copia manuscrita original en la Biblioteca de Machhad (la antigua Tus) en Irán, publicada, por vez primera, en su lengua árabe original y con su t¡aducción alemana, en 1939, por el orientalista turco Zeki Velidi Togan (189G1970). En el documento y las noticias que nos han llegado no se recoge el itinerario de vuelta lo que ha dado lugar a muchas especulaciones sobre si Ibn Fadl¡ín, de acuerdo a la información que nos queda de su viaje, hubiera visitado el ext¡emo continental de la península escandinava y los países bálticos. Pero aquí nos interesa más lo relacionado con la traducción y la interpretación. Como ya se ha dicho, Ibn Fadlán, no era árabe, sino 'ayami, es deci¡, un no arabófono. En la época de Ibn Fadlán y hasta hace poco, 'ayami, siguificaba un musulmán no arabófono, en particular, los persas y los diferentes pueblos turcos. De ahí que se pueda pensar, plausiblemente, por el nombre que el autor nos ha dejado, que era persa y, por tanto, además del árabe, lengua oficial del estado al que servía (fue funcionario de Muhammad Ibn Sulaymán y del propio al-Muqtadir), conocería su lengua materna, el fáisi o persa moderno. A ello apunta además el hecho de ser elegido, entre otros 'dyam3, musulmanes no ¡írabes, como miembro de la embajada a los búlgaros. Embajad¡ que recone, además, una serie de territorios donde el turco y el persa son las lenguas autóctonas y de enlace. Hay quien añade que, incluso su aspecto no árabe y más semejante a los eslavos y a los turcos, junto con su experiencia y saber, habrían sido determinantes a la hora de incluirle en la embajada como persona principal de ellaa. Sin embargo, Ibn Fadlán mismo asegura que no con(rce las lenguas extranjeras, refiriéndose con toda probabilidad a los idiomas turimios (rurco y kurdo) y las lenguas de la India, y de ahí que en su embajada, que transcurre por territorios turcos, haya un intérprete llamado Tukín al-Turki, es deci¡, el Turco. Además, estaban Paris, el Eslavo (seguramente búlgaro) y Súsan el Ruso (de acuerdo a la descripción que hace Ibn Fadlán de ellos, más bien seía un varego escandinavo). Además de 'Abd Allah Ibn Bachtu el Jázaro. Todos ellos, conocedores, además del árabe oficial del califato 'abbasí y de todos los territorios islámicos de la -lengua época-, de sus respectivas lenguas de origen, lo que los convertía en intérpretes y, en su caso, traductores de la embajada:

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Al-Múqtadir hizo los preparativos para este viaje a la capital del rey de los eslavos y eligió a los hombres de su embajada para este viaje: Súsan el Ruso, como jefe de la misma; Tukln el Turco, quien conocía a la perfección la lengua de los turcos que habitan los países por los que debía pasar la embajada en su camino hacia el rfo Volga; París el Eslavo, que dominaba la lengua de los eslavos; y, con ellos, Ibn Fadlán, en calidad de jurista, a causa de su carácter experimentado.

El que de los cinco miembros principales de la delegación 'abbasí a los búlgaros, cuatro sean intérpretes o, mejor, trujamanes, es decir, intermediarios culturales, sobresale como un dato de capital trascendencia. Los trujamanes eran considerados diplomáticos (como debería entenderse hoy la labor del traductor intérprete), cuya participación en las negociaciones y en las recepciones dotaba a éstas del estatus de acto oficial. Ello prueba la elevada categoría y consideración que tenían los intérpretes en el califato 'abbasí y, en general, durante toda la Edad Media: Que la traducción a la vista [es deci¡, la interpretación a la vista] se rnanifiesta como técnica traductiva por excelencia del trajumán viene confirmado por el método de redacción y suscripción de pactos y tratados, ya remarcado más aruiba, en las que dos textos oficiales en dos lenguas eran comparados y ratiftcados, o rechazados en su caso, por la inten¡ención de los trajumanes designados por cada una de las partes interesadass. se

En va¡ios pasajes de su relación, Ibn Fadlán indica que el diálogo o el contacto producen a través del intérprete: ..F.¡!1 lCÉs:. Jl ¡J#S¡

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r"t uif.i-l¡¡Ul¡+:¡¿U+-.r¡lt .J:C-r

El intérprete (taryumdn) nos estuvo traduciendo, palabra por palabra. Cuando completamos la lectura del escrito, alabaron a Dios con un ímpetu que hizo temblar el suelo.

También recurre a los servicios del intérprete cuando presencia el entierro de un

jefe varego, para que le explique el signifrcado de algunos de los cánticos y de las fases del ritual. Algunas de las equivalencias que aparecen en la interpretación que registra Ibn Fadlán (dotar al paraíso escandinavo delaValhala de los caracteres aplicados al cielo islámico), así como algunos de sus comentarios, deducidos de la propia interpretación (la consideración del viento para llevar a cabo los rituales funerarios), han hecho pensar a algunos investigadores6 que, en ocasiones, el intérprete ha realizado una versión libre de los enunciados originales, bien porque se trata de alguien que no es varegoT, o bien, pensamos nosotros, por un reduccionismo cultural que asimila toda experiencia nueva a lo ya conocido en el ámbito de civilización del intérprete, en este caso, la civilización islámica. Otros atribuyen este reduccionismo cultural a un solecismo del propio Ibn Fadlán, en su propia comprensión de aquello que su mediador lingüístico interpreta, para é1, al iírabe 8 . Por las noticias que tenemos de los acompañantes-intérpretes de lbn Fadlán, satremos que uno de ellos era ruso (varego), y que, por lo tanto, no desconocía ni las costumbres ni la lengua de los anfitriones. Tampoco sufría un desconocimiento del árabe ni de la cultura islámica, pues es designado por el propio califa 'abbasí para

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formar parte de la expedición a los búlgaros del Volga. Y si la comparación de la Valhala escandinava con el jardín del paraíso islámico puede parecer desacertada, lo indiscutible es que se trata de una elección del propio intérprete, o una colación de Ibn Fadlán alah;z de la interpretación, en un intento de aclarar las cosas a sus lectodirecto de la situación-. res, y no así mismo

-testigo

Esta última explicación creemos que resulta más aceptable, puesto que, por nuestra experiencia como intérpretes y tras observar la actuación de nuestros colegas profesionales, sucede que, en ocasiones, la interpretación entre lenguas recomienda, cuando no obliga a, realizar símiles con realidades conocidas en la lengua de llegada, con el propósito de hacer entender los ítems más destacados de la exposición que se traslada. En una traducción, se puede realizar una transposición de significados extranjeros a referentes conocidos, pero también, sobre todo en documentos formales, se suele recurrir a las notas aclaratorias a pie de página. En una interpretación de enlace es posible, además, llevar a cabo una explicación en términos culturalmente aceptables por el receptor de la misma tras interpretar «literalmente>> lo dicho o hecho por el iniciador de la comunicación. En la inte¡pretación simulüínea, no existe tal posibilidad, de interpretación más comentario. Se debe

elegir, al momento, entre transferir los enunciados tal cual, mutatis mutandi, o la glosa de los mismos.

3.

Er, rNrÉnpnrrE y EL TRADUCToR: ExpERTos EN LENcuAs, pERo raMBúN EN RELACIONES PÍIBLICAS

Todo lo anterior se ha traído a colación como prueba y demostración de que un intérprete, también un traductor, como ya se ha dicho una y mil veces, son, ante todo,

diplomdticos lingüísticos, es decir, un cuerpo representativo con atribuciones idiomáticas que son la base, pero no el fin, ni siquiera la sola perforrnance de su tarea. Por este motivo, junto a sus habilidades políglotas, el intérprete-traductor precisa poner en juego sus conocimientos culturales y su don de gentes, adquiridos junto con las lenguas extranjeras y la propia lengua materna o de formación en un solo constructo o, al menos, en una misma estructura cognoscitiva. Pues, como bien dice Jesús Tusóne: I finalment, i per sobre de tot, les llengües, com a concrecions del llenguatge, ens ordenen el món i ens permeten fer la pel.lícula humana de la realitat i d.els esdeveniments

Finalmente, y sobre todo, las lenguas, en tanto que concreciones de lenguaje, ordenan

el mundo para nosotros y nos permiten realizar la película humana de la realidad y de los acontecimientos.

Esta capacidad que nos proporcionan las lenguas para comprender el mundo y ser los directores del film en que nuestra actividad se desarrolla, se alza como un punto de referencia indispensable en la labor del traductor y del intérprete, y mucho más en la formación de estos dos tipos de especialistas.

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Sin embargo, curiosamente, nos ha sorprendido encontrar una firme oposición en los alumnos y en los profesores de traducción e interpretación, no en todos, pero si en un número significativo que, a veces, puede rondar la mayoría, en el aprendizaje de aspectos culturales y sociales ligados a la adquisición de una lengua extranjera, con el fin de convertirla en instrumento de traducción o interpretación. En relación al árabe, hemos oído en una oposición para el acceso alunplazapara la enseñanza de esta lengua a futuros traductores de la misma al español que, de acuerdo a la experiencia del opositor, la formación de traductores del y al árabe hispanohablantes era una tarea condenada al fracaso; puesto que los hablantes de español, o de cualquier otra lengua (presumiblemente occidental), jamás llegarían a poderse manejar con la soltura necesaria en esta lengua semítica. La solución aportada por el opositor, era simple y llanamente, que se adiestrara a arabófonos en la traducción y la interpretación del y al español hacia y desde su lengua materna. Solución, a decir de quien la propuso, infinitamente más efectiva y menos costosa que el entrenamiento de hispanohablantes para la traducción-interpretación del y al árabe. Lo más extraordinario de la propuesta fue que no suscitó ningún comentario en el tribunal examinador, y que fue aceptada como algo dicho en el culmen de la lógica y del espíritu científico. Y todavía más sorprendente fue el hecho de que dicho opositor, hispanohablante por supuesto, superó la prueba de la defensa de su proyecto docente con total unanimidad de los miembros del tribunal. En nuestra opinión, todo el planteamiento descrito en el párrafo anterior es un error, además de una falacia. Mis propias limitaciones como intérprete o traductor, como profesional sin más en cualquier rama, no me tendrían que permitir llevar a término este tipo de generalizaciones. Y mucho menos cuando la realidad que me rodea aporta, o puede aportar, datos y ejemplos en contra de mi observación y conclusiones, como realmente sucede en el aprendizaje del árabe, o de cualquier otra lengua exótica, con fines traductivos o interpretativos. Todo hablante de español que tenga la voluntad y la capacidad de aprender árabe puede conseguir su objetivo, si despliega el esfuerzo necesario para ello. Su nivel de árabe podrá llegar a ser igual o áejor que el de los nativos de esa lengua, puesto que, a través de su estudio y esfuerzo, adquirirá la técnica y el saber necesarios para actuar, no sólo como hablante de árabe, sino, también, y eso es lo más importante, como intermediario lingüístico entre arabófonos e hispanoparlantes, traduciendo o interpretando. Y si existe, actualmente, una ausencia muy reveladora de intérpretes en interpretación simultánea y consecutiva, así como de enlace, entre los hablantes de español (en el caso de la traducción, el fenómeno se da con menor frecuencia en dirección hacia el español, pero no hacia el árabe), no se debe a una incapacidad congénita de este tipo de hablantes pura alcar,zar la maestría traductora e interpretativa del ¡írabe, sino por que la formación que reciben resulta deficiente e inadecuada y, también, y aunque parezca extraño o sin importancia, por los prejuicios lingüístico-culturales que afectan a los estudiantes, y a los docentes, hispanohablantes con respecto al á¡abe, a los pueblos que utilizan esta lengua y a la cultura de la que constituye el vehículo de expresión.

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Los prejuicios lingüístico-culturales no son un monopolio de los hispanohablantes. Todos nosotros tenemos, en mayor o menor medida, con conocimiento de causa o sin ella, prejuicios de este tipo. Lo importante, aquí, es saber desprenderse de ellos con el objetivo de lograr el dominio de una lengua, en calidad de usuarios de la misma, o en tanto que traductores e intérpretes a través de ella. En cada lengua, en cada grupo lingüístico, estos prejuicios son diferentes, como lo son en el nivel individual de cada hablante o de cada aprendiz de lenguas extranjeras. Aludimos a los de los hispanohablantes porque el tema está directamente relacionado con nuestra actividad docente, y porque estamos interesados, sobremanera, en proponer y aplicar soluciones que permitan un mejor aprendizaje del árabe entre los hablantes de español, ya sea para uso personal o en tanto que traductores e intérpretes. Aprender una lengua en términos puramente lingüísticos (aunque esta expresión debería ser revisada en su significado verdadero, pues lo fónico y lo fonético están indisolublemente entrelazados con el grupo y el individuo en su naturaleza de entes sociales) sin hacerse con los rituales colectivos y personales de su uso y sin entender, o saber ver, el ordenamiento paficular que esa lengua determinada introduce en una realidad material común con otras lenguas; conduce a una minusvalía lingüística que invalida toda actuación en la traducción y en la interpretación. Es cierto que existen momentos en los que, a pesar de esa minusvalía lingüística, se produce la comunicación, vía traductor o intérprete, sin mayores problemas. Pero, también lo es el que no dominar todos los registros necesarios para transmitir el mayor número de ftems en esa comunicación, influye, de manera decisiva, en las ideas e imágenes que nos formamos del otro, separado y unido a nosotros por la traducción e interpretación. Como dice un adagio chino, entenderse a medias es pero que no entenderse nada. Un contacto malogrado por una traducción e interpretación deficientes no sólo redunda en un mal conocimiento de la situación, también provoca una disminución del interés en promover nuevos contactos e intensifica las ideas preconcebidas, positivas o negativas, cuando no da pie a nuevas ideas preconcebidas que nunca servirán para dar fe de la realidad. La responsabilidad de los traductores-intérpretes va más allá de garantizar una transmisión adecuada de los enunciados verbales, orales o escritos, de las partes entre las que actúa como mediador. Tiene que da¡ a conocer, a comprender, la perspectiva de la realidad en la que se mueven sus dos interlocutores, con el objetivo de que cada uno de ellos amplíe y enriquezca esa perspectiva propia con las novedades aportadas por el otro y, juntos, lleguen a la meta propuesta. Este papel mediador reviste especial importancia en los temas relacionados con la inmigración. Es decir, con el establecimiento de individuos y grupos con una lengua, y, por tanto, cultura y sociedad, distintos a los de la sociedad de acogida. Esta situación de inmigrantes establecidos entre nosotros, es nuevo en nuestro país con referencia a grupos y personas provenientes de fuera de nuestras fronteras. Pero no ha sido el caso de los movimientos migratorios internos. Algunas de la problemáticas sociales y políticas que tiene como escena¡io territorios españoles en los que conviven, o coexisten, más de una lengua, podrían haber encontrado un trata-

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miento y una resolución mejores si, en el instante en que se produjo el asentamiento de inmigrantes españoles con lengua diferenciada a la del territorio de establecimiento de los mismos, se hubiera tenido en cuenta que hablar distinto significa entender el mundo de forma distinta. O, como ha dicho Alfredo Niceforo, hace casi un siglo, en su libro Le génie de l'argotto: sentir de manera distinta y ocuparse de manera distinta equivale a expresarse de manera distinta. La traducción y la interpretación son los medios inventados por los humanos para traspasar los límites de ese pensar y vivir en un esquema único, individual o colectivamente, al que nos aboca nuestra realidad monolingüística habitual, al menos, en nuestros quehaceres rutinarios. Por tanto, habrá que tender a su perfeccionamiento constante para, de este modo, entendernos mejor, entre los unos y los otros, y a nosotros mismos.

4.

Er,

otno soy yo MIsMo,

pERo EN DmERENTE

En el informe que nos legó Ibn Fadlán hay una serie de puntos que convendía recoger y reflexionar sobre ellos al hablar de la traducción y de la interpretación y su presencia en las cuestiones que tienen que ver con la inmigración. La apertura hacia el conocimiento del otro, del que no es igual que nosotros, era algo natural en Ibn Fadlán y en sus contemporáneos. El hecho de aprestarse a conducir una embajada a un lugar desconocido y convivir con unas gentes de las, que en principio, se ignora casi todo, prueba la aceptación de un mundo plural y en constante redefinición. Como también lo demuestra el modo que tiene Ibn Fadlán de relatar los sucesos presenciados en su viaje. Anota lo que ve e intenta darle una explicación lógica, por sus propios medios o con ayuda del intérpre0e y de los presentes. Admira o siente repulsión por lo que ve, pero son juicios procedentes de la sorpresa, no un juicio freudiano sobre la superioridad o inferioridad del yo y el nosotros. Es más, el viaje de Ibn Fadlán, la composición misma de la embajada, señalan una idea de que el
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