Umbrales

June 5, 2017 | Autor: J. Berenguer | Categoria: Soundscape Studies, Sound, Noise And Music, Sound Art, Noise
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Umbrales José Manuel Berenguer Caos->Sonoscop [email protected] Con la lengua cortada canta sangre sobre la piedra el ruiseñor en la muralla Octavio Paz. Cosante. La salamandrai

Tras un largo día de intenso ajetreo, hace un rato que por fin descansas cómodamente en tu butaca favorita. En la televisión se suceden los encuadres de una película de la que no sabes el nombre, porque cuando llegaste ya había empezado. No importa qué cadena sea. Puede que a mitad de ese último plano largo, te hayas adormilado apenas unos segundos y estuvieras ensoñando que el leve sonido del viento virtual que emerge de los altavoces de tu televisor es el de la brisa real llevándote en brazos en tu efímero vuelo. El nivel de audio es suave y acariciador. A veces, hasta difícilmente perceptible. Al pasar por televisión, a muchas películas les ocurre igual : si en los pasajes de sonido débil conviene subir el volumen, porque si no, no te enteras de nada, cuando está fuerte es necesario bajarlo para que no atruene. Si así ocurre, el sonido de la emisión no está tratado de acuerdo a las características de los altavoces de tu monitor de televisión, mucho menos sofisticados que los del sistema de audio de cualquier sala de cine comercial. Ahora el nivel de sonido es bajo y los ojos se te han cerrado por un instante. Apenas te percatas de ello. Tus defensas están casi desactivadas. De repente, una única nota de guitarra eléctrica en sforzando fortísimo te devuelve al mundo de la vigilia. ¿Qué pasó? ¿Cambió súbitamente la trama? ¿Ocurrió alguna desgracia? ¿Se estropeó el televisor? En tu estado de sopor, con la intención de regular el nivel, disparas la mano a ciegas y sin éxito inmediato en busca del mando a distancia. En ese acto comprendes que ante ti ya no hay película que valga : lo que ahora oyes -y ves- es el anuncio del partido de Champions League del Málaga con el Panathinaikos. Está hecho con toda la mala idea para que el telepaciente pegue un salto en su butaca, especialmente si, como tú, dormita ante el televisor. Ahí tienes un signo elocuente del respeto que te guardan las empresas anunciantes, las publicitarias que concibieron la tortura y los dirigentes que permiten semejantes violaciones de la intimidad. Si el nivel de audio de las películas oscila según las necesidades de la trama, el de los anuncios es casi invariablemente fuerte. Fueron concebidos de esa forma para competir entre sí por nuestra atención y, aunque hay normas que regulan esas estrategias acústicas, la realidad es que parecería que nadie se muestra interesado en aplicarlas. A fin de entender el substrato psicofísico de esos excesos, ruidos, molestias, faltas de respeto y violaciones de la intimidad, necesitamos dejarlos a un lado por el momento y centrarnos únicamente en el límite misterioso donde los estímulos generan las sensaciones que afloran a la consciencia. Es el reino de los sonidos lejanos, los apenas perceptibles, los que viven en el ensueño, aquellos de los que no siempre tenemos plena seguridad de haber escuchado, los que surgen tímidamente del fondo y vuelven a perderse en el horizonte lentamente, aquellos que juegan al escondite sin más abrigo que los recovecos de la atención y la consciencia. Gustav Theodor Fechner fue un científico que, empeñado en estudiar el alma, se consagró al análisis de las sensaciones. Para ello desarrolló una serie de métodos y de conceptos que aún hoy en día empleamos en la evaluación de los umbrales de la percepción así como sus escalas. Indirectamente, porque en el seno de la psicofisiología muchas matizaciones y mejoras fueron planteadas al respecto de sus trabajos, a él se debe la mayor parte de los hallazgos que se describen a continuación. Se acepta comúnmente que, en términos generales, escuchamos sonidos con componentes de frecuencia distribuidos entre los 20 y los 20000

hercios. En realidad, paralelamente a que convendría matizar más esas cifras, porque percibimos vibraciones de presión con frecuencias inferiores a los 20 Hz y la mayoría de los adultos dejamos de oír tonos puros muchísimo antes de alcanzar los 20000, es importante comprender un oído sano es igualmente sensible a todos ese rango espectral. La mayor sensibilidad del oído humano tiene lugar para frecuencias entre 2000 y 4000 hercios. Una vibración periódica de forma sinusoidal que desplace el tímpano una distancia aún menor que la décima parte del diámetro de una molécula de hidrógeno es percibida por el oído humano siempre que se produzca en esa banda de frecuencias. No sería así, si el movimiento de ida y vuelta se diera a 50, 100, 500, 6000 o 10000 Hz. Para que experimentemos sensación de tono, la amplitud del movimiento de la membrana timpánica debe incrementarse a medida que nos alejamos de esa banda de frecuencias donde somos ultra sensibles. A mayor amplitud, mayor energía; por tanto, a medida que nos alejamos de esa zona ultrasensible, mayor energía se requiere para experimentar sensación de todo. Puesto que parte de los componentes espectrales ii relevantes de la voz ocupan esa misma región, parecería que tal característica perceptiva resulta de un proceso evolutivo de adaptación. Aunque debe haber sido recíproco. La sensibilidad del oído se habrá adaptado al espectro de la voz, pero también habremos modulado el espectro de la voz en función de nuestras aptitudes auditivas. Por supuesto que en ese proceso habrán intervenido muchos otros factores, pero ¿tendría quizá sentido haber desarrollado el oído en su forma actual porque ello permitió escuchar la voz humana en la lejanía? ¿O fue así porque el mejor discernimiento entre la realidad lejana de las voces y los lamentos de fantasmas supuso una ventaja? El umbral donde los sonidos apenas se manifiestan a la consciencia o la abandonan es un dominio poco transitado por los moradores de las grandes ciudades, porque en esos espacios, a causa del alto nivel sonoro reinante, la profundidad de campo se aplana y los sonidos tienden a emerger bruscamente de la marea acústica para, también de súbito, zambullirse de nuevo y desaparecer así del alcance de la consciencia. 10 e-12 Watt/m2iii es la intensidad mínima que una variación de presión a 1000 Hz de frecuencia genera sensación de tono. El desplazamiento de la membrana timpánica es en ese caso del orden de 10 e-10 cm, la décima parte del diámetro de una molécula de

hidrógeno. A 2000 Hz, la sensación de tono se experimenta ya con intensidades del orden de tan solo 10 e-13 Watt/m2 iv. Alrededor de 10 veces aún menos intensa. A 500 Hz, la energía mínima a la que se experimenta sensación de sonido aumenta : es próxima a 10 e-11.5 Watt/m2. A 100 Hz, la energía debe alcanzar 10 e-8.5 Watt/m2 y 50 hercios no se escuchan, a menos que la energía de la onda se acerque a 10 e-7 Watt/m2.

Ese conjunto de límites forma parte de la curva que describe el umbral de audibilidad, que es considerada isofónica, porque señala las intensidades de todos los puntos del espectro audible para los que el oído humano experimenta la misma sensación de sonoridad suscitada por la exposición a una vibración sinusoidal de 1000 Hz y 10 e-12 Watt/m2. Es el límite inferior de la audibilidad, que presenta esa forma, como todas las formas de la naturaleza, debido a la intervención de algún proceso evolutivo. Ya hemos visto que quizá esa hipersensibilidad entre 2000 y 4000 hercios guarde relación con la composición espectral predominante del habla humana. Sin embargo, no parece haber tan buenas explicaciones al por qué de esa pérdida de sensibilidad para los sonidos graves. ¿Es resultado de un mecanismo de protección ante el gran poder de desorientación de esos sonidos? La experiencia de la intensidad de sonido presenta otros tipos de frontera. Son menos sutiles, aunque no por ello menos relevantes en el estudio del ruido. La exposición a sonidos muy intensos puede llegar a doler. Que no se experimente dolor, sin embargo, no es garantía de seguridad : el oído resulta dañado mucho antes de experimentar ninguna molestia. Un tono de 1000 Hz puede aumentar sin que se produzca dolor mientras no alcance 1 Watt/m2. Sin embargo, en ese momento, cuando el desplazamiento del tímpano se da entre 10 e-3 y 10 e-4 cm, la experiencia sonora deviene dolorosa. Si el tono es de 3000 o 4000 Hz, el dolor se experimenta al llegar alrededor de 0.1 Watt/m2. Mucho antes. Por el contrario, las bajas frecuencias no producen dolor de oído si su intensidad es inferior a 10 Watt/m2. Eso no quiere decir, por cierto, que no puedan acarrear consecuencias nefastas para la integridad de nuestros tejidos vitales. Este conjunto de puntos límite, también variable para cada frecuencia, forma parte de una curva que describe el umbral de dolor. Como en el caso anterior, se trata de una curva isofónica, porque da cuenta de las intensidades de todos los puntos del espectro audible con una misma sensación de sonoridad : el dolor que se experimenta ante la exposición a un sonido de 1000 Hz y 1 Watt/m2 de intensidad.

A pesar de que en este caso también hay diferencias de intensidad para cada frecuencia, se aprecia fácilmente que la curva es mucho más plana que la descrita por el umbral de audibilidad. Más allá del dolor, el oído continúa en funcionamiento, aunque la experiencia es manifiestamente incómoda, desagradable y, si se dan ciertas condiciones, con claro riesgo de destrucción del aparato auditivo. En general, se asume que la función auditiva se satura con intensidades de 100 Watt/m2. El recorrido entre la magnitud de la intensidad del estímulo más leve capaz de producir sensación y la de la intensidad del que llega a saturar nuestros sentidos acostumbra a ser desmesurado. En el caso de la audición, el cociente entre las intensidades de uno y otro es del orden de 10 e15. Un 1 seguido de 15 ceros es un rango difícilmente manejable. Para muchos, casi inconcebible. Mil billones. Sin embargo, el oído está perfectamente adaptado a esa eventualidad : se constata fácilmente que, contra lo que intuitivamente podría esperarse, al doblar la

intensidad de un sonido no se percibe este el doble de fuerte. Para que así ocurra, la intensidad deberá ser multiplicada por 10 : diez instrumentos iguales que tocan al unísono la misma melodía dan la sensación de sonar el doble de fuerte que uno solo. La sensación de sonoridad no evoluciona, pues, pareja al comportamiento de la intensidad. No es lineal, puesto que no puede afirmarse que un incremento dado de la intensidad del estímulo se corresponda con un incremento proporcional de la sensación. Debemos también a Fechner la idea de que la relación entre la magnitud de un estímulo y la de la sensación que provoca, lejos de ser lineal, es de naturaleza logarítmica. En concreto, reza la Ley de Weber-Fechner que la magnitud de la sensación es proporcional al logaritmo de la magnitud del estímulo que la provoca. Eso significa que para experimentar un incremento lineal en la intensidad de una sensación, estamos obligados a aumentar la magnitud del estímulo correspondiente de manera proporcional a una ley exponencial. De ahí el empleo de unidades logarítmicas, como belios y decibelios, en la descripción de las magnitudes físicas de los estímulos que generan sensaciones. Para la intensidad de sonido, arbitrariamente se asocia la magnitud de 0 decibelios a la intensidad umbral para 1000 Hz, que, como hemos visto, es 10 e-12 Watt/m2. A partir de ese punto, resulta que, por ejemplo, 20 decibelios (o 2 belios) se corresponden con 10 e-10 Watt/m2. Tal cosa se calcula teniendo en cuenta que el cociente entre 10 e-10 Watt/m2 y la intensidad umbral a 1000 Hz, 10 e-12 Watt/m2, es 100 (10 e2), cuyo logaritmo en base 10 es 2. 2 belios o 20 dB, pues. 40 dB equivalen a 10 e-8 Watt/m2. 60 dB, a 10 e-6 Watt/m2. 80 dB, a 10 e-4 Watt/m2. 100 dB, a 10 e-2 Watt/m2. 120 dB, a 10 e0 Watt/m2. 140 dB, a 10 e2 Watt/m2. Quizá se entienda mejor ordenado en una tabla : a a a a a a a

10 e 10 e 10 e 10 e 10 e 10 e 10 e

-12 Watt/m2 | exponente : -10 Watt/m2 | exponente : – 8 Watt/m2| exponente : - 6 Watt/m2| exponente : - 4 Watt/m2| exponente : – 2 Watt/m2| exponente : 0 Watt/m2 | exponente :

-12 | diferencia -10 | diferencia - 8 | diferencia - 6 | diferencia - 4 | diferencia - 2 | diferencia 0 | diferencia

de de de de de de de

valores valores valores valores valores valores valores

absolutos absolutos absolutos absolutos absolutos absolutos absolutos

con con con con con con con

-12 -12 -12 -12 -12 -12 -12

: : : : : : :

12 12 12 12 12 12 12

– 12 = - 10 = - 8= - 6= - 4= - 2= - 0=

0B→ 2B→ 4B→ 6B→ 8B→ 10 B → 12 B →

0 dB 20 dB 40 dB 60 dB 80 dB 100 dB 120 dB

Se concluye de esos datos que un incremento del doble de la intensidad de sonido supone siempre un aumento de unos 3 decibelios : 2 * 10 e -x Watt/m2 = 10 e 0.301030 * 10 e -x Watt/m2 = 10 e (0.301030 – x)

Por ejemplo, como 10 e -8 Watt/m2 equivalen a 40 dB , entonces, 2 * 10 e -8 Watt/m2 = 10 e 0.301030 * 10 -8 Watt/m2 = 10 e (0.301030 – 8) = 10 e -7.69897 Watt/m2 ,

por lo que la diferencia entre los valores absolutos del exponente de la intensidad en el umbral y el del doble de la intensidad correspondiente a 40 dB es 12 – 7.69897 = 4,30103 y eso implica que su nivel en decibelios es 43,0103 dB. Sin embargo, el doble de una intensidad de sonido dada no representa el doble en la sensación de volumen. En realidad, se requiere un incremento de 10 decibelios para experimentar la sensación del doble de volumen de sonido; lo que supone una multiplicación de la intensidad por un factor de 10, de ahí la consistencia del hecho de que los escalones de las tablas de nivel de intensidad de sonido se incrementen de 10 en 10 decibelios. La tabla siguiente

muestra una escala de ejemplos de sonidos cuyos niveles de intensidad crecen siguiendo esa ley entre el umbral de audibilidad y el daño del oído y otras estructuras corporales. Por lo que respecta a la experiencia de la audición, los ejemplos de 200 dB en adelante no son más que referencias : la exposición a semejantes acontecimientos supone una muerte más que probable. Tabla de niveles sonorosv Ejemplo de Intensidad sonido

Efecto o sensación

Sonidos muy 0 dB 10 e-12 débiles y Watt/m2 extremadament e lejanos

Umbral de audibilidad

Susurro de hojas 10 dB 10 e-11 / Respiración Watt/m2 tranquila / Lámpara incandescente

Apenas audible

Conversación muy baja / Bibioteca

20 dB 10 e-10 Watt/m2

Muy silencioso

Conversación baja / Noche absolutamente tranquila en el desierto

30 dB 10 e-9 Watt/m2

Ambiente silencioso

Conversación / Suspiro

40 dB 10 e-8 Watt/m2

Ambiente quedo

Conversación animada

50 dB 10 e-7 Watt/m2

Ambiente Invasivo

Lavaplatos / 60 dB 10 e-6 Aglomeración de Watt/m2 gente

Dificulta el uso del teléfono

Aspiradora / Secadora de cabello / Despertador/ Lobby de un hotel

Molestia ligera

70 dB 10 e-5 Watt/m2

Tráfico pesado / 80 dB 10 e-4 Tren / Cocina / Watt/m2 Gimnasio

Molestia clara

Tráfico / Pelea 90 dB 10 e-3 de dos Watt/m2 personas / Forte de orquesta sinfónica

Muy Fuerte. Molestia importante

/Aplausos Taladro eléctrico / Taller de chapado

100 dB 10 e-2 Watt/m2

Fortísimo. Daño recuperable

Concierto Pop- 110 dB 10 e-1 Rock / Acto Watt/m2 cívico / Jauría / Lloro infantil

Hay que gritar mucho para hacerse entender

Avión en despegue / Estallido cercano de un petardo

Dolor de oído

120 dB 10 e0 Watt/m2

Motor de avión 130 dB 10 e+1 en marcha / Watt/m2 Rayo cercano / Martillo de torno

Daño serio del oído

Cohete en despegue / Explosión de TNT

140 dB 10 e+2 Watt/m2

Daño irreparable del oído. Nausea. Visión borrosa

Acelerón de coche de Fórmula 1

150 dB 10 e+3 Watt/m2

Los pulmones y la respiración vibran con el sonido. Nivel de audio en los altavoces de un concierto de Rock. Sensación de compresión similar a la experimentada bajo el agua

Rifle

160 dB 10 e+4 Watt/m2

Intensidad en el interior de los altavoces de un concierto de Rock (5000 Watt de potencia) . La luz de las linternas presenta pulsos electromagnéticos

Granada de aturdimiento

170 dB 10 e+5 Watt/m2

Se crea niebla y calentamiento del aire por compresión

El coche más ruidoso del mundo

180 dB 10 e+6 Watt/m2

A gran escala, comienza la destrucción de todas las estructuras corporales y la velocidad de algunas partículas alcanza 290 km/h

Granada en el punto de explosión

190 dB 10 e+7 Watt/m2

Rotura del tímpano humano y otras estructuras, vísceras, etc.

Explosión de una 200 dB 10 e+8 bomba Watt/m2 convencional

Muerte por shock

Rotura de la barrera del sonido de 1.2 GWatt /

El mismo efecto que el disparo sincrónico de todos los cañones de 9/16 de pulgada en la batalla naval de New Jersey. Náuseas, estado de confusión; hemorragias internas en el cerebro, aborto...

210 dB 10 e+9 Watt/m2

Terremoto grado 2 en la Escala de Richter Despegue de lanzadera espacial a 3 millas/s

220 dB 10 e+10 Watt/m2

Explosión de 230 dB 10 e+11 31624 toneladas Watt/m2 de TNT / Terremoto grado 5 en la Escala de Richter Mayor explosión 240 dB 10 e+12 no nuclear de la Watt/m2 historia. 7100 Toneladas de explosivo Bomba atómica similar a las de Hiroshima y Nagasaki

250 dB 10 e+13 Watt/m2

Erupción volcánica del Monte Santa Helena

280 dB 10 e+16 Watt/m2

Explosión del 310 dB 10 e+19 Volcán Krakatoa Watt/m2

Total desintegración de 26 km2, viento a 480 km/h, destrucción de muros de 71 cm a 1 km de distancia. Creación de un cráter de 193 m de ancho y 24 m de profundidad

Rompió un muro de hormigón de 30 cm a 480 km, generó una ola de 900 m y se oyó 5000 km distancia. La presión acústica hizo que los barómetros fluctuaran violentamente a 160 km, lo que supone niveles de 190 dB a esa distancia del lugar de la explosión. Las rocas expulsadas alcanzaron alturas de de 34 kilómetros.

Las exposición a oscilaciones de presión de cierta amplitud no es solo causa de distintas afecciones auditivas y sorderas. A partir de un determinado punto, los niveles de audio provocan una muy variada suerte de efectos en la salud de los seres vivos. Está ampliamente probado que los ambientes de alto nivel sonoro inducen en la especie humana diversas respuestas reflejas con capacidad de generar a la larga sintomatología de inadaptación psicofisiológica, como aumento de la tensión muscular, trastornos del equilibrio, sensación de malestar, fatiga psicofisiológica, aturdimiento y disminución de la eficacia cognitiva, entre otros. Son especialmente dañinos para los durmientes, debido al alto riesgo de desestabilización de los procesos metabólicos cuyas funciones reparadoras se dan durante las horas de sueño : un sonido de una cierta intensidad puede dificultarlo, obstaculizar su conciliación o impedir que se alcancen todas sus fases y es habitual que uno más intenso lo interrumpa. Cualquiera de esas situaciones puede ser causa de vasoconstricción, arritmias cardíacas y taquicardia, incremento de la tensión arterial, la frecuencia de la respiración y hasta influir en la naturaleza de los movimientos corporales que normalmente se producen en los períodos de sueño. Como

consecuencia de tales alteraciones nocturnas, durante la vigilia, a menudo se experimenta dolor de cabeza, fatiga, melancolía, tristeza, irritabilidad, depresión, pereza, indiferencia, agresividad, abandono y apatía. Es demostrable que la falta de sueño propicia el incremento en la latencia de respuestas cognitivas, disminución de la coordinación motora para la deambulación y otras tareas psicomotrices, desorientación temporoespacial transitoria, aparición prematura de cansancio durante las tareas intelectuales, somnolencia y episodios súbitos de sueño diurno. Insomnio y similares aparte, los altos niveles de audio acostumbran a provocar directamente las mismas alteraciones que la falta de sueño en la fisiología vascular, de manera que también son asociables al incremento del riesgo de accidentes cardiovasculares, tales como rotura de aneurismas, isquemias, infartos cardíacos, ictus, todos ellos, según la Organización Mundial de la Salud, la mayor causa de muerte en todo el mundo. Pero la fisiología del sueño o la del sistema cardiovascular no son las únicas susceptibles de afectación debido a los excesos sonoros, que también comprometen el funcionamiento de los sistemas neurovegetativo y endocrino, lo que resulta en incrementos de la ansiedad, de la frecuencia respiratoria, de la presión intracraneal -igualmente en relación con problemas vasculares-, de la secreción gástrica -con la consiguiente irritabilidad del tubo digestivo y aparición de úlceras-, la secreción de diversas hormonas, como las que afectan a los ciclos menstruales y la fertilidad o como las comprometidas en la respuesta al estrés -cortisol y adrenalina-, e incluso la percepción visual, que puede llegar a registrar pérdidas de agudeza así como de la capacidad para la percepción de los colores. Entre los desarreglos relacionados con el exceso de vibración mecánica del aire, sonido, en fin, es incluso posible hallar reacciones desmesuradas y graves del sistema inmune. No es una exageración. Una vez, en Santa Cruz de Tenerife, durante la preparación de un concierto de Côclea -Transcursus Finisterrae lo habíamos titulado-, el personal técnico no encontraba la forma de hacer sonar el equipo de sonido, cuyas dimensiones eran excesivas para el propósito de la ocasión. Iban ellos nerviosos de un lado a otro desconectando y reconectando cables sin éxito aparente. La señal entraba normalmente en la mesa de mezclas, pero algo hacía que los altavoces no produjeran el más mínimo soplo. Entre las decenas de barreras posibles, alguna debía permanecer cerrada e invisible a los ojos de un profesional poco conocedor de aquellas herramientas. Estábamos a principios de los años 90. Es un hecho más o menos comentado que en la España de aquella época, aún cualquier transportista podía convertirse en técnico de sonido. Bastaba con que adquiriera el equipo y lo llevara y trajera de aquí para allá junto a los músicos de la orquesta de turno. Ni ellos ni los managers tenían conocimiento ni experiencia suficiente para exigir más de lo que les ofrecían. Quizá a causa del clima que permitía cosas así, hubo también por aquel entonces en Catalunya un Director General de Promoción Cultural que, no encontrando mejor forma de discriminar entre las propuestas musicales de la época y así canalizar los más bien escasos medios económicos, estableció criterios de distinción cultural, política y estratégica, incluso estética, entre la música amplificada y la que no necesitaba de ese recurso. Tal vez estábamos pensando en ello, precisamente, o puede, también, en aquella sonrisa afable y socarrona de John Cage, al fin de una entrevista en Espai Poble Nou, donde dejaba entender que no le parecía demasiado probable que a alguien se le ocurriera cometer la temeridad de seguir sus mismos pasos, cuando, de la forma más repentina y violenta que he experimentado en toda mi vida, una bofetada de sonido me arrancó del ensimismamiento. Sólo una vez tuve una experiencia comparable, aunque algo menos intensa. Fue bastantes años antes, en el Mont Sant, la noche en que un rayo, cual látigo cósmico, azotara la calzada frente a los cristales protectores del bar de carretera al que

habíamos ido a guarecernos de la tormenta. Probablemente, el usuario anterior habría dejado los canales boqueados y el técnico, justo en ese momento y casi por casualidad, encontraba el botoncito secreto que los desbloqueaba todos a un tiempo. Algo ensordecido, pero entero, al levantarme para pedir que en lo sucesivo se tomaran las precauciones adecuadas, me pareció que algo le ocurría a Clara. El ataque la había sorprendido cuando se hallaba a menos de un metro de un altavoz gigantesco. Su cara estaba muy roja y experimentaba una asfixia moderada. En el estado de confusión provocado por aquella agresión, la sensación debía ser bastante angustiosa. La posible gravedad del desarrollo ulterior de los acontecimientos nos obligó a abandonar la preparación del concierto en aquel punto para buscar un servicio de urgencias a toda velocidad. Por suerte, la administración de un corticoide puso rápidamente fin al episodio, con todos sus síntomas excepto el acúfeno enorme que no quiso abandonarla hasta al cabo de unas horas. Como éramos jóvenes, pudimos dar normalmente el concierto por la noche. Sin embargo, aquel día fuimos conscientes de que había dado comienzo nuestro viaje ineludible a la sordera.

i Paz, O. 1997, Obras Completas 11. Obra poética I (1935-1970) . La Salamandra . Cosante. También en http://www.poesi.as/op08005.htm Visitado el día 4 de Septiembre de 2013 ii Hyperphysics http://hyperphysics.phy-astr.gsu.edu/hbasees/music/vowel.html . 31-07-2013 iii de Candé, R. 2002. Nuevo diccionario de la música. 2002, Ma Non Troppo. Ed Robinbook, sl. ISBN 84-95601-28-1 p26 http://books.google.es/books? id=4Dh0t9P5tqIC&pg=PA26&lpg=PA26&dq=nuevo+diccionario+de+música+hidrogeno&source=bl&ots=6YD5e ukEEO&sig=fsXQqrZN0R8uPmCO3PGuliV4Ny0&hl=es&sa=X&ei=CR35UfSpIserhAfin4C4BA&ved=0CDkQ6AEwAQ #v=onepage&q=nuevo%20diccionario%20de%20música%20hidrogeno&f=false iv Saposhkov, M. A. 1983. Electroacústica Ed. Reverté. P22 . ISBN: 978-84-291-4350-8. EAN: 9788429143508 http://books.google.es/books? id=1rFjYN9KpesC&pg=PA22&lpg=PA22&dq=intensidad+umbral+audio+2000+Hz&source=bl&ots=tqTxdlYsV9& sig=IuvZ7tfSjr2Vwek8S5Z7x9eLySA&hl=es&sa=X&ei=BBr5Ub7GBebm7AbUmIGAAQ&ved=0CG8Q6AEwCQ#v=on epage&q=intensidad%20umbral%20audio%202000%20Hz&f=false v La mayor parte de datos interpretados a partir de Miyara, Federico Niveles sonoros. http://www.fceia.unr.edu.ar/acustica/biblio/niveles.htm, y de Decibelcar http://www.decibelcar.com/menugeneric/87.html

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